¿Qué está pasando en el continente? Algunas claves (I)

05/09/2017
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Nuestro continente está cambiando, y no precisamente para bien, y en algunos casos para mal. Atrás quedan, hasta hace poco diez, quince años de grandes transformaciones que en nuestros países nos habían acercado a lo que pudiéramos denominar un Estado Social que garantizaba derechos y cambio un conjunto de beneficios colectivos.

 

No cabe duda que el siglo XXI coloca a la América Latina y el Caribe a la vanguardia del mundo. Mientras en el resto del mundo se debatía sobre períodos prolongados de recesión, mientras en otros países se debatía y bombardeaba en torno a necesidades materiales, mientras que en otros países del mundo la inteligencia colectiva se paralizaba, se congelaba, la América Latina y el Caribe comenzó con mucho brío el siglo XXI. Comenzó con lucha, con esperanza, con creatividad. América Latina y el Caribe irrumpieron el siglo XXI con fórmulas post neoliberales de producir y distribuir la riqueza y de ampliar derechos sociales.

 

No ha sido poco lo que se ha hecho, evidentemente nunca es suficiente, pero a lo largo de los años 2000, 2005, 2010, 2013, 2014 el continente avanzó notablemente: avanzó más en participación, en mayor democratización de las decisiones públicas, avanzó sustancialmente en la reducción de la pobreza, lo que significó, indudablemente, en una ampliación de la igualdad.

 

No es poco lo que se ha hecho en estos últimos catorce años. Sin embargo, a partir del año 2015, se vino un freno en estos procesos de transformación. Varios países del continente que habían asumido el liderazgo de las grandes transformaciones, se detienen, comienzan a tener problemas: primero problemas sociales, luego problemas económicos, luego derrotas políticas.

 

El panorama político de lo realizado en nuestros países desde el año 2006 hasta el año 2017 se ha modificado drásticamente. Los esfuerzos colectivos para avanzar en procesos de integración como CELAC, UNASUR, MERCOSUR comienzan a ralentizarse, comienzan a estancarse. Vuelven las viejas discusiones sobre alianzas con países poderosos; vuelve el viejo debate sobre la pertinencia de bases militares extranjeras supuestamente para protegernos de enemigos que pudieran estar en asechanza. Viejos discursos de la década de los 80, 90 del siglo pasado sobre “el fin de la historia”, que se recicla ahora bajo el concepto del “fin de ciclo” o “fin de las narrativas progresistas y revolucionarias”.

 

Hoy América Latina y el Caribe no están en su mejor momento. Debemos reconocer que nuestros países han detenido sus transformaciones y se está produciendo en estos momentos una especie de resaca, de retroceso hacia posturas restauradoras y cada vez más conservadoras.

 

Y aquí cabría una pregunta: ¿Por qué retrocedemos?

 

Esta es una de las preguntas más importantes que el movimiento revolucionario y progresista debe hacerse, porque si entendemos las causas del retroceso, podremos corregir el rumbo. Explicar, decía Hegel, es una forma de superar.

 

¿Por qué en algunos países se mantiene el vigor y por qué en otros países se ha retrocedido política y socialmente?

 

Todo esto pudiera ser, porque hay una dimensión subjetiva de la objetividad, porque el hombre y la mujer pueden ser producto de sus circunstancias, como las circunstancias pueden ser producto de acciones y decisiones de los hombres y mujeres.

 

Una de las primeras aproximaciones para entender estas causas, la podemos conseguir en las siguientes razones que a continuación trataremos de detallar:

 

Hay que abandonar la explicación fácil, fatalista, determinista en que nos condenamos. Cuando se emplea el término “Fin del ciclo revolucionario”, esto no es más que justificación ideológica.

 

Cuando se empleo el término del “fin de la historia” se nos quería hacer creer que se habían acabado las clases sociales; las alternativas; los conflictos, que todo el mundo se encaminara pacifica y sumisamente hacia gobiernos neoliberales. Desaparecen los obreros y se convierten en “emprendedores” y el goteo de las élites “habrá de alimentar a las clases desfavorecidas”.

 

Abandonar la explicación fácil como legitimación del “fin del ciclo revolucionario” nos obliga a pensar entonces las condiciones de este retroceso y sus motivos. “Fin de ciclo” no explica nada y sólo nos reduce a la impotencia. El término de “fin de ciclo” quiere naturalizar este proceso.

 

Esto se pone interesante. Pendiente de las próximas entregas.

 

Juan Martorano

 

Abogado, activista por los Derechos Humanos, militante revolucionario y de la Red Nacional de Tuiter@s Socialistas

http://juanmartorano.blogspot.com

http://juanmartorano.wordpress.com

jmartoranoster@gmail.com

@juanmartorano

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/187857?language=en
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