Sin buscar culpables

18/10/2017
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¡Ah la bonita tradición venezolana de vivir en elecciones! ¡Ay, la taquicardia que aumenta con cada paso de Tibisay Lucena acercándose a la mesa y las tomas de la Sala de Totalización! ¿Cómo no hablar de la impaciencia que produce cuando la Rectora empieza a acordarse de ese gentío que trabajó y a darles las gracias? Si, esas escenas son típicamente venezolanas. Esos números, esos nombres, ese mapa que se pinta de colores producen en nosotros las más profundas emociones,  haciendo parecer por un momento, que la política es un partido de fútbol.

Hay gritos victoriosos, llantos incontenibles, silencios que caen como una patada en el estómago y luego, bueno, sigue la resaca. Los que amanecieron esplendidos sabiendo que el pueblo les daría la razón ya han patentado el esquema de “la arrechera”. El primer paso es incendiar las redes sociales y cómo sientan el ambiente ir a la calle a formar un parampampán.

Ahora, así lo armen o no, muchos cierran el día repitiendo lugares comunes que suenan a maldiciones apocalípticas: “por eso tenemos este gobiernucho”, “la gente tiene lo que se merece”, continúe usted por la callecita con las frases que recuerde.

Ese discurso, donde los resultados electorales son tomados para determinar que la gente es buena o mala, lo escuchamos tantas veces que lo sentimos natural. Sin embargo, no lo es y oculta un grave peligro.

Las decisiones políticas, en concreto los votos, son el resultado de muchísimos factores: el carisma de un líder, la afinidad con una propuesta política, los intereses individuales, la ideología, la sensación de amistad con un partido, o, una valoración fría de gestión que llevará a la gente a votar a favor o en contra de un candidato. Cuando todas esas causas se suman en cada uno y todas esas personas acuden a una urna es que se obtiene un resultado electoral. Con ello, en la política existe la capacidad de que algunas opciones políticas logren votantes permanentes y otros grupos que se deslizan de un bando al otro, de la promoción a la abstención, según se les presente el escenario.

Si esto es así en general, existe también la capacidad de influenciar a las personas para dirigirse hacia alguna de las opciones o para que rechacen alguna y esto no es ni nuevo, ni ilegal sino plenamente natural.

¿Qué ocurrió en el Zulia en este viraje a la derecha? Quizás todos los factores anteriores sumados a la enorme energía que, como lo advirtió Chávez, ha destinado la contrarrevolución para apropiarse de este Estado y del eje andino.

Por ello, algunos problemas en el Zulia aparecieron primero, se han perpetuado o tienen más intensidad. Por esas calles, de la Limpia, la Guajira, Milagro Norte, apareció el fenómeno del bachaqueo cuando en Caracas la palabra ni siquiera existía. Por allí, el sistema eléctrico apenas funciona y el cableado de internet ha sido robado casi en su totalidad.

Cuando observamos este factor y vemos que estos Estados tienen maneras de ser, tradiciones e historias que guardan fuertes particularidades en relación a la Nación podemos ver que la estrategia de la Revolución debe construirse de una manera que calcule estas realidades propias, diseñando un modo para hablarles en un idioma que les llegue y considerando todas las fuerzas que trabajan por alejar del centro gravitacional venezolano a las regiones fronterizas.

Al verlo, más que sonrojarnos o entristecernos porque estos sean los Estados en los que la oposición obtuvo una mayoría electoral, veremos que por lo menos Zulia y Táchira fueron ganados en el 2012 tras el esfuerzo previo, consolidado, dirigido y liderado por el Comandante Chávez, lo que le permitió por lo menos al Estado petrolero ser casi por primera vez desde que inició el proceso bolivariano, revolucionario.

Es evidente que esta configuración política de la frontera es un nuevo frente de batalla y esto no es para el chavismo de estos Estados un misterio, ni siquiera una sorpresa pero no puede construirse ni favorecerse un discurso desde la Revolución en el que se tilde a los zulianos, a los merideños o a los tachirenses, de colombianos, ni de ser culpables de “entregar la República”. Esa retórica del “pueblo culpable” es una construcción de la derecha que además nos hará un magro favor cuando nos interese recuperar la influencia política y nacional sobre dichos territorios.

Hace un par de años, me tocó ir a una actividad parlamentaria en el Táchira y un señor campesino y gocho, hablándome de usted, de manera muy severa me decía “lo que pasa con ustedes en Caracas, es que no entienden lo guapo que hay que ser para ser chavista en zona infiltrada por el paramilitarismo”.

Hoy recuerdo su voz con mucha fuerza, la de él, la de mis compañeros en el Zulia que militábamos acosados por la Policía Regional de Pablo Pérez, o, bajo las balas que los adecos soltaban sobre el chavismo que protestaba ante Panorama. No es una gracia ni una estrategia fomentar esos discursos, que lo que viene para los compañeros no es “concha de ajo” y de esto hablaremos cuando los que ayer mandaron a quemar casas o a bloquear pueblos aparezcan ahora vestidos de caudillos a inventarse revueltas.



 

https://www.alainet.org/es/articulo/188703?language=en
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