Crónica de hectáreas llenas de sangre (II)
- Opinión
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En memoria de Santiago Maldonado
Ser indígena, ser mapuche, es seguir un modo de vida de respeto
y armonía con el territorio, no depredador,
y al mismo tiempo comunitario.
Viene de nuestros abuelos, pensamientos de nuestros antepasados,
y tiene como objetivo la liberación, la felicidad y bienestar de las futuras generaciones.
El capitalismo, donde una de sus caras es el extractivismo, es todo lo contrario.
Destruye los territorios, arrasa comunidades, termina con la vida.
Lonko Facundo Jones Huala
Un desierto habitado
Los prohombres de la Argentina del siglo XIX llamaban “desierto” a toda extensión no habitada por “blancos”; las poblaciones originarias de mapuches, ranqueles y tehuelches -que vivían en esos territorios que serían integrados al mercado mundial controlado en ese momento por Gran Bretaña- no contaban como humanas.
El general Julio Argentino Roca, un tucumano que fue dos veces presidente de la República (1880/1886 – 1898/1904), como ministro de Guerra de Nicolás Avellaneda, fue el encargado del etnocidio que permitió la apropiación de esas tierras. Decenas de miles de indígenas murieron, los sobrevivientes fueron desplazados a zonas estériles de la Patagonia; más de 10.000 tomados como prisioneros y otros 3.000 enviados a Buenos Aires. La campaña de exterminio llegó incluyo a la separación de las familias por sexo, para que no pudiesen reproducirse.
Aquel “desierto” de la invasión desde el Norte, de unos 60 millones de hectáreas, en realidad era una pampa húmeda y semiárida, que fue transferida a las familias más poderosas del país en una jugada que sirvió para imponer un modelo económico y político que se extendió a lo largo de un siglo y, una vez definidas las enormes estancias, presidentes, vices y gabinetes nacionales estuvieron ligados a ese sector y a la banca extranjera que los respaldó.
La repartija discrecional benefició a familias como Martínez de Hoz, Unzué, Ugarte, Penco, Poviña, Del Carril, Drysdale, Cambaceres, Armstrong, Bares, Fontán, Mattaldi o Alvear, todos con 100.000 o más hectáreas adquiridas a precio vil. No faltó ninguno de los amigos de Roca a la hora de la tómbola de tierras: Victorino de la Plaza, ex presidente de la Nación; Rudecindo Roca, hermano de Julio Argentino; Rafael Newbery, padre del aviador; Salvador del Carril y Torcuato de Alvear, padre del ex presidente radical, entre tantos otros. Se completó el círculo poscolonial de distribución discrecional de tierras iniciado en 1826 con la Ley de Enfiteusis de Bernardino Rivadavia, primer intendente de Buenos Aires y responsable de la primera deuda externa argentina, a partir del empréstito de la banca británica Baring Brothers.
Terratenientes
La presencia de los pueblos originarios implicó un problema para el despliegue del gobierno central, interesado en allanar el camino a empresas, capitales y familias de grandes comerciantes o terratenientes.
A juicio de los investigadores del CONICET nucleados en la Sección Etnología del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, en el caso patagónico y mapuche, no se trató de “indios chilenos”, sino de pueblos preexistentes, que vivían en estos territorios antes de que existieran los estados. Había mapuches en lo que hoy es Argentina, así como tehuelches en lo que hoy es Chile; las alianzas matrimoniales cruzadas y los desplazamientos producidos por el avance gubernamental sobre sus territorios dieron lugar a que “muchas familias se identifiquen en el presente como mapuche-tehuelche, como ocurre en la actual provincia de Chubut”. (1)
Con la excusa de “garantizar la soberanía”, el Estado puso todo el aparato militar y legal del que disponía para, en realidad, expandir las fronteras internas y transferir esos territorios a los privados, en carácter de donación, de pago por “servicios prestados” o a de “ventas” a precios irrisorios, para su incorporación a formas capitalistas de producción.
Sin embargo, la mayoría de los primeros beneficiarios del “adelanto” de límites producido por las campañas de exterminio militar desarrolladas entre 1879 y 1885 no ocuparon ni explotaron sus campos de manera integral, los mantuvieron como inversión y a la espera de que se consolidase el control territorial. Recién en el tránsito del siglo XIX al XX los nuevos compradores de tierras, empresarios, sociedades importadoras y exportadoras y estancieros serían los encargados hacer producir esas tierras.
Desembarco pirata
El primer gobernador de Santa Cruz, Carlos Moyano (1884-1887), ofreció tierras en arriendo a malvinenses y magallánicos de Punta Arenas, Chile, con un tope de 40.000 hectáreas por persona o sociedad -reducidas en 1895 a 20.000 ha-; sin embargo las condiciones fueron transgredidas desde la primera operación, con 200.000 hectáreas arrendadas a la sociedad conformada por las familias Wood, Waldron y Greenhilds.
A partir de 1889 la Argentine Southern Land Co (ASLCo), la mayor compañía de origen británico, compró y se apropió de tierras que llegaron a las 585.000 ha en Río Negro y Chubut. Mantuvo sus intereses hasta 1975, cuando comenzó un proceso de ventas sucesivas que culminaría en 1991, con la compra de Benetton S.A de 900.000 ha operadas por la Compañía de Tierras Sud Argentina SA (CTSA) desde la estancia Leleque, hoy sospechada de cobijar una de las bases operativas de la Gendarmería Nacional en el marco de los operativos antimapuches de enero, agosto y septiembre de 2017.
Con el avance de la explotación de ovinos en Santa Cruz se multiplicaron los establecimientos de dimensiones inconmensurables. La Patagonian Sheep Farming Company, constituida en Londres en 1897, se alzaría con las 200.000 hectáreas de la estancia "El Cóndor" en el extremo SE de la provincia. También se benefició un grupo de ovejeros escoceses y británicos provenientes de la malvinense Falkland Islands Company además de españoles y otro de alemanes y rusos, todos radicados en Punta Arenas, que se constituiría en la “capital de la colonización” de la Patagonia desde el Sur, complemento de la desarrollada a sangre y fuego por Roca desde el Norte. La localidad chilena constituyó un punto estratégico en la conexión marítima entre los océanos Atlántico y Pacífico, entre los siglos XVI y XX, hasta la inauguración del Canal de Panamá en 1914.
A partir de la sanción de la “Ley Especial” 3.053 que aprobó el contrato firmado con antelación entre el presidente Carlos Pellegrini y el prestamista alemán Adolfo Grünbein el gobierno pudo vender 1.000.000 de hectáreas, a elección del interesado, en los territorios de Chubut y Santa Cruz y en condiciones ventajosas para el comprador. Esa extensión fue distribuida entre 21 propietarios, 14 de los cuales ya poseían grandes empresas ganaderas instaladas en Chile y Santa Cruz.
Gracias a la normativa “especial”, además de las tierras mercadas a través de Grünbein, se entregaron otro 1.700.000 ha, en su mayoría distribuido entre personas y sociedades de distintas nacionalidades ya radicadas en la región. Quedaron sentadas las bases para el desembarco de la primera ola de extranjerización de las tierras patagónicas, impulsada también desde Punta Arenas, por colonos de origen europeo que impusieron la industria ovina como única opción productiva a partir de la década de 1880, con la consecuente multiplicación de las estancias y arrasando la forma de vida tradicional de los aborígenes locales. El 70% de las tierras pasaron a manos de grupos de origen británico y español y el 30% restante se repartió entre franceses y alemanes.
Es el momento de la instalación definitiva de las familias que impusieron en la Patagonia condiciones económicas, comerciales, laborales y, por supuesto, políticas, con masacres de indios primero, de trabajadores rurales después: José Menéndez, Mauricio Braun, Alejandro y José Menéndez Behetty y Sara Braun de Nogueira, dueños de las más importantes estancias ovinas del sur patagónico y padres de un emporio llamado “La Anónima”, al que el presidente Macri sentó en lo más alto del gobierno de las corporaciones que él encabeza.
El colchón XXX de “La Anónima”
Más de la mitad de los inmigrantes solteros de la zona magallánica chilena se casaron con extranjeros o extranjeras, sobre todo los británicos, seguidos por españoles, suizos, alemanes y franceses. Como en las monarquías de sus países de origen, afianzaron sus relaciones comerciales contrayendo enlaces entre ellos o imponiendo vínculos matrimoniales a sus hijos.
Se destacan casos como los de JOSÉ NOGUEIRA, portugués enriquecido por la matanza y el comercio de pieles de lobos marinos, propietario de 1.000.000 ha dedicadas a la ganadería y convertido en el más importante empresario regional, quien se casó con SARA BRAUN, hija de ELÍAS BRAUN, su amigo llegado desde la Letonia del antiguo imperio ruso, también comerciante, hotelero, carbonero y dueño de un aserradero a vapor que, gracias al financiamiento de su flamante yerno, logró desarrollar su negocio de importación de mercaderías desde Europa. También se asoció con el francés GASTÓN BLANCHARD, hijo de Juan, socio minoritario de Mauricio Braun.
Nogueira falleció a solo seis años de su casamiento con Sara; sin embargo el enlace entre las dos grandes fortunas de la región perduró. La primera mujer empresaria de la época y la región tomó el control de los negocios ganaderos, comerciales, navieros e industriales, consolidó sus dominios en sociedad, entre otros, con su hermano Mauricio y su padre y mantuvo la alianza con Blanchard. En 1908 se les sumó JOSÉ MENÉNDEZ en la fundación de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia (“La Anónima").
Además de constituir la mayor empresa ganadera de la Patagonia, la viuda terminó la ocupación de Tierra del Fuego, basada en el genocidio del pueblo originario de la isla Grande, el selknam, los “ona” en idioma yagan.
Matanza de selknams por los cazadores de Braun Menéndez
Otro matrimonio que sobresale y que constituyó una de las cunas de la Patagonia argentina extranjerizada del Siglo XX, fue el de MAURICIO BRAUN -nacido en Ucrania y hermano de Sara- con JOSEFINA MENÉNDEZ BEHETY -hija de José Menéndez y María Behety- celebrado en 1985. Logró extender sus ventas de todo tipo de mercancías a la región y convertirse en el más importante latifundista de la región con la propiedad de 1.600.000 ha y la ocupación de otras 490.000.
No se trató de un simple mercachifle con suerte y empuje. A Punta Arenas llegaban desde Inglaterra todo tipo de insumos para la instalación de las explotaciones ovejeras: alambrados, galpones o casas prefabricadas; máquinas de esquila, vehículos, estufas o cocinas y medicamentos veterinarios. Ovejas, perros y hasta pastores llegaban desde las Malvinas usurpadas por los ingleses, así como los futuros administradores de estancias, en general militares británicos retirados. Desde allí pasaban a Santa Cruz en la Argentina. De ese modo, Braun y Blanchard terminaron manejando el grueso de la importación y la exportación de todos esos rubros, en conexión con los Braun Menéndez.
JOSÉ MENÉNDEZ, un inmigrante asturiano radicado en Buenos Aires que viajó a la Patagonia para cobrar una deuda comercial y terminó afincado en Punta Arenas, hasta contraer enlace con la montevideana de origen francés María Behety y
constituir la Sociedad Anónima Ganadera Argentina Menéndez-Behety. La empresa fue otro de los paquidermos de la economía patagónica, con 368.000 ha de tierras en propiedad, además de establecimientos comerciales, frigoríficos, de telecomunicaciones y energía eléctrica, ubicados en distintos puntos de Tierra del Fuego, Chubut y Santa Cruz.
La unión de JOSEFINA MENÉNDEZ BEHETY, hija mayor de la pareja, con Mauricio Braun, cerró el círculo que posibilitó la diversificación del capital y el desarrollo de un oligopolio que dominó la política y la economía de la región; un grupo societario que manejaría, además, el monopolio de los negocios de importación y exportación ejercido a través de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, más conocida como "La Anónima".
Carlos A. Villalba
Psicólogo y periodista argentino, Investigador Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Nota:
1. Los mapuches no son indios chilenos, sino pueblos preexistentes. http://anred.org/spip.php?breve12253
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