Trump: un año entre trompismos y trompadas

18/12/2017
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[...] fue su Muro de la Infamia contra México lo que inauguró la Era Trompista, algo que tiene a Eduardo Galeano revolcándose en su tumba [...]'

 

‘Pardon, je me suis trompé'. (‘Perdón, me equivoqué'). Jamás ha existido un líder con credenciales comparables a las del presidente Donald Trump. ‘At least, not that I know'. Ha destruido en tiempo récord los cimientos de las Naciones Unidas, la que, con todos sus desequilibrios, mantenía cierta estabilidad al actual desorden. Iba mal, sí, pero iba. Ahora va hacia el caos.

 

Jerusalén, su penúltima pifia, es apenas un detalle que ha unido a musulmanes, budistas y cristianos, derechas, izquierdas, y a todos sus contrarios. No es poca cosa juntar a Putin, Xi Jinping, papa Francisco, Erdogan, Maduro, Bashar Al Assad, Kim Jong-un y Boko Haram.

 

Sacarse de la manga a Jerusalén como ‘capital' de Israel une a casi todas las religiones y muchos pueblos del mundo en favor de Palestina y únicamente alegra a un sionismo genocida y parasitario que da espaldas a los judíos de Alemania nazi y que, pese a pronósticos, puede ser destetado.

 

Como si la naturaleza protestara, los huracanes del Caribe, los terremotos de México y los incendios forestales en Chile, Portugal y California le dieron sendos soplamocos a Trump como primeras pateaditas por desconocer el cambio climático.

 

Pero fue su Muro de la Infamia contra México lo que inauguró la Era Trompista, algo que tiene a Eduardo Galeano revolcándose en su tumba; especialmente, su política antimigratoria, antiislamista, antiafricana, antihumana y misógina, que olvida los orígenes nada ‘americanos' de Trump (de Alemania) y de su esposa Melania (de Eslovenia), que desconocen sobre el ADN y privan del derecho a la existencia a millones de sus votantes no blancos.

 

De ese ciego antiislamismo nació otra aberración: el ‘terrorismo islamista', como si todos los musulmanes fueran terroristas o como si mañana se hablara igual de un ‘terrorismo cristiano' y todo estuviera bien.

 

De esa mentalidad racista se alimenta la falsa supremacía blanca, verdadera cuna en que se mece hoy el monstruo fascista que ya empieza a caminar.

 

Regresando al Caribe, Cuba no podía faltar en este festival del odio que es la Era Trump: no solo cancela la tibia pero sensata política de Obama —quien sabia, aunque tardíamente, reconoció el fracaso de Washington— sino que condena a la Isla a una resistencia numantina tan heroica como el suicidio de las mujeres coreanas que se inmolaron para no caer esclavas en manos del invasor. ¿Otra Numancia?

 

Aplicarle a Venezuela lo mismo que a Cuba era lo único predecible en este presidente, cuya única certeza es ser impredecible. Después de todo, fue Trump quien dijo con olímpico desprecio: ‘After all, Venezuela is not so far away' (‘Después de todo, Venezuela no está tan lejos').

 

De hecho está en su patio trasero, a escasos kilómetros de un Panamá que fue reinvadido hace 28 años con miles de víctimas indefensas desde bases militares cuya eliminación ya había sido pactada en 1977.

 

Pero si Venezuela no está tan lejos, Afganistán sí lo está. No contentos con destruir al pueblo afgano y convertirlo en el mayor productor y mercader de opio del mundo, EE.UU. también lo convirtió en la capital de la trata de personas (esclavos, prostitución, trabajo infantil) y del tráfico internacional de órganos.

 

Si lo anterior no fuera suficiente, Trump, en acto imperdonable, ordenó lanzar, sin aviso previo al Gobierno afgano ni a su pueblo, la más potente de las bombas existentes, ‘la madre de todas las bombas', no nuclear y de 10 toneladas, contra una cueva terrorista, pese a que todos sabemos que fue EE.UU. el padre de la creatura y no su enemigo.

 

La impunidad con que actuó Trump es la misma con que se arropó la seudo Coalición Internacional con la que EE.UU. agredió por ocho años a Siria, liberada ya con ayuda de Rusia, y que le sirvió a Trump para bombardearla con armas químicas.

 

Pero como Yugoslavia, Irak, Libia, Afganistán y otros, no tenían armas nucleares, fueron destruidos sin compasión, lo que de algún modo justifica el programa nuclear de Corea del Norte, que pretende desnuclearizar y desmilitarizar la península para lograr una existencia pacífica e independiente.

 

Cuando Trump amenazó con borrar a Corea del Norte del mapa, siendo este país el primero en derrotar a EE.UU., profirió ‘la madre de todas las pifias' y convirtió a EE.UU. en el máximo infractor de las Naciones Unidas, pero ni aún así Trump será capaz de decir: ‘pardon, je me suis trompé' (‘perdón, me equivoqué').

 

Lunes 18 de diciembre de 2017

 

Julio Yao Villalaz es analista internacional y exasesor de política exterior.

 

Publicado en La Estrella de Panamá

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/189952
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