¿No queda otra?

06/03/2018
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De acuerdo con las más recientes encuestas es mucha la gente que se manifiesta contra lo que considera una grave ofensa a sus creencias, tradiciones. Es tal es ese sentimiento que partiendo de nada, los apoyos al candidato que representa la intolerancia de un fundamentalismo religioso que amenaza ser gobierno aumentó como espuma en apenas unas semanas debido a que le sirvieron en bandeja de plata las motivaciones para ese inusitado crecimiento electoral. Todo por no preverse las consecuencias que podrían acarrear en este proceso, el no considerar y hasta menoscabar esas creencias, tradiciones y sentimientos de una gran mayoría del pueblo costarricense. Las que, al menos, hay que respetar.

 

Nos queda la impresión que esta temida realidad no se está entendiendo ¿o no se quiere entender? y se carga la culpa de un posible resultado no deseado a un pueblo “conservador”, inculto”, “ignorante”, “pendejo” y demás ofensivos epítetos que, con suprema arrogancia, utilizan los responsables de este probable descalabro; repetidos por incautos que con sus intervenciones monotemáticas, utilizadas casi como principal estandarte en esta contienda, defienden a ultranza los reclamos de una minoría, a contrapelo de lo que es costumbre en esa práctica democrática de los costarricenses, que es pausa, mesura, común aceptación y no imposición. Lo que caracteriza a toda una sociedad, y se ha convertido con el tiempo en un atributo individual y colectivo de todo un pueblo. ¿Se ha caído en una trampa deliberadamente montada?

 

La historia nos dirá a quiénes habrá que cobrarles lo que muy probablemente vendrá si Costa Rica pasa de ser un país pacífico y tolerante a algo diferente y pernicioso que pisotee aún más sus grandes logros políticos y sociales, y en materia de derechos humanos sobre los cuales aún hay mucho por hacer pero estableciendo las justas prioridades que el conjunto reclama y la sociedad requiere.

 

En cuanto a esas minorías que intentan priorizar sus derechos (legítimos) por encima del de los demás y algunas veces en formas cuestionables, por impropias y hasta indecorosas, también habría que temerles. Es principio básico de toda democracia guardar con sumo celo la proporcionalidad de nuestros reclamos para que estos no lleguen a dañar lo que por natural razón a todos pertenece.

 

Surgen serias dudas de que a estas alturas podrá revertirse esta grave situación, aunque aún queda la esperanza de que prevalezcan las sabias palabras de uno de los más connotados beneméritos de la Patria, Manuel Mora Valverde: "Confío en las reservas democráticas de mi pueblo que se manifiesta con especial fuerza de convicción en momentos de apremio para el país" ¿No queda otra?

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/191429?language=en
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