Venezuela: lecciones y elecciones de un pueblo democrático por excelencia

22/05/2018
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I La paz

 

Como un domingo electoral cualquiera transcurrió este 20 de mayo en Venezuela. Tranquilo y reposado, porque todo lunes obliga desperezarse. En las humildes barriadas citadinas y pueblos de provincia, la tarde se llenó de músicas comunes: salsa en Caracas; gaitas, guarachas y vallenatos en Maracaibo, y en el Llano, pasajes y corríos.

 

La voluntad popular habló nítido: Venezuela es sinónimo de paz. Ni la crisis económica más severa, ni el malestar por algún mal servicio público, ni los llamados alocados que desde el exterior hicieron sectores llenos de odio, nada nos tienta a saltar al vacío.

 

El “sentido común” -esa filosofía elemental tan despreciada por acartonados intelectuales- es un rasgo definitorio de la venezolanidad: “ir por lo seguro”, “llueve y escampa”, “no por madrugar amanece más temprano”, son frases de un extenso refranero que resume el pensamiento raigal del que venimos las venezolanas y los venezolanos de hoy.

 

Este aplomo natural que nos caracteriza, no debe confundirse con apatía, ni la alegría grupal con relajo; somos pacifistas por convicción, pero libertarios por esencia. Recibimos al amigo visitante con una generosidad inigualable, y al invasor pretensioso con recia combatividad. 

 

Este pueblo se sacudió la última dictadura hace sesenta años, y en este siglo hemos evitado el intento de usurpación en abril de 2002 y los brotes fascistas llamados guarimbas, promovidos por fuerzas externas y extrañas, enemigas de la paz.

 

Venezuela regala amor y solidaridad a la región, pero, como en la canción de Amaury Pérez, “ay la mala gente, ay la gente mala; mira aquel empeño en quererles, y nada”.

 

II La soberanía

 

Somos celosos de nuestra soberanía. Nos irrita la injerencia. No aceptamos que los chismes del vecino pretendan desmoralizarnos. Generaciones anteriores ofrendaron sus vidas y comodidades para libertar medio continente y fundar repúblicas independientes.

 

Llama mucho la atención la saña antivenezolana con que discurre el debate electoral en Colombia. Raya en el sadismo la morbosidad que le imprimen al odio xenófobo. El candidato de Uribe Vélez (esa corporación de narcos y corruptos protegidos por Estados Unidos que tanto manda en el vecindario) basó su campaña en estigmatizar el modo de vida venezolano, y el otro que se le asemeja, vocifera contra nosotros bajo el despreciativo de “venecos”. Incluso quien se dice “humanista” entra –inexplicable e innecesariamente- en la orgía de calumnias.

 

Estos candidatos a presidir en Casa de Nariño no dicen ni pío sobre el narcotráfico colombo-estadounidense que tiene problematizada toda la región. Un amigo colombiano me comentaba que el gobierno de su país descubrió unos insecticos en cajas de comida que venían a Venezuela, pero no logran ver por ningún lado las miles de toneladas de cocaína que salen semanalmente hacia Estados Unidos, a través de la ruta del Pacífico, afectando países como Ecuador, Panamá, Costa Rica, Honduras, Guatemala y México, a todos los cuales mantiene en jaque este flagelo made in Colombia.

 

Tampoco la potencia norteña que pretende controlar el mundo, es capaz de controlar sus calles repletas de jóvenes drogados y capos millonarios. Su gobierno anda pendiente de “sancionar” a Venezuela, robarse nuestros activos financieros y energéticos, mientras continúa dirigiendo la pandilla de políticos mequetrefes que se le arrodillan.

 

Contra todo esto votamos serenamente en Venezuela el domingo 20 de mayo, sin meternos con nuestros vecinos ni mucho menos cultivar odios, como parece que es la condición de los detractores del proyecto bolivariano que pululan justo al lado.

 

III Madurez, paciencia y reclamo

 

El guion preconcebido por el patrón gringo para el fulano Cartel de Lima estaba cantado con anterioridad. Sorprendió sí el rajón de Henry Falcón desconociendo los resultados antes de que fueran dados oficialmente y llamando ilegítimas unas elecciones que aspiró ganar contra el sabotaje de sus propios colegas opositores que, con la maledicencia que los caracteriza, lo llamaron de chusma para abajo.

 

Sobre la transnacional mediática antibolivariana, ya sabíamos qué titularía el lunes 21.

 

Nosotros estamos obligados a leer con cautela, seriedad y ponderación los resultados. Lo primero a apuntar es que todos los votos tuvieron como referencia a Chávez. El chavismo duro votamos por Maduro. El chavismo flojo coincidió con el antichavismo furibundo en abstenerse. Y el antichavismo democrático votó por Falcón y por Bertucci.

 

Como he dicho en artículos anteriores, votamos porque tenemos la razón histórica, que consiste en oponernos a la hegemonía imperialista y la supremacía del capital; porque tenemos claro que la otra orilla, la del neoliberalismo y el neocolonialismo, es negadora de nuestra existencia como república soberana y como proyecto emancipador.

 

No somos ciegos ante las fallas burocráticas, ni ante los desaciertos en política económica y las desviaciones éticas largamente alcahueteadas. Contra eso también votamos, esperando cambios sustantivos, renovaciones obligadas, prontas respuestas revolucionarias.

 

El buen gobierno y la estabilidad económica, anhelados por la ciudadanía, debe ser la primera tarea de masas de la revolución, para reconstruir una mayoría absoluta que nos dé el piso político necesario para llevar a cabo las grandes y profundas transformaciones sociales, que hagan viable el proyecto bolivariano.

 

IV Perseverancia

 

Ganar el 20 de mayo fue sólo superar una prueba eliminatoria para seguir en la pelea por una mejor humanidad. Sabíamos que ganaríamos, más con la división opositora. También sabemos que la lucha que viene será mucho más dura que la ya librada. El enemigo externo desatará sus odios para aislarnos internacionalmente y bloquear nuestros negocios a nivel mundial. Esto es muy difícil manejar en una economía altamente dependiente del mercado petrolero, con niveles altos de importaciones de insumos, repuestos, tecnología, medicamentos y alimentos.

 

Un ejemplo de estas patrañas la hemos visto recientemente en Colombia, donde infestaron una carga de alimentos con gorgojos para confiscarla; cinismo extremo de quienes cacarean cotidianamente una supuesta intención de “ayuda humanitaria”.  Trump ha dado las órdenes, y ha arreciado el boicot contra nuestras finanzas; no nos extrañe que se apropie de nuestros activos en territorio yanqui.

 

El Presidente Nicolás Maduro, en actitud digna, ha expulsado al Encargado de Negocios de la Embajada estadounidense y su Consejero Político, por las actividades injerencistas que vienen desarrollando, violatorias de todas las normas y principios que rigen la diplomacia a nivel mundial.

 

Se equivocan los sabuesos pitiyanquis en la región si creen que nos amilanan con empandillarse en el Cartel de Lima; deben tener sumo cuidado de apresurarse a azuzar una aventura militar contra la Patria Bolivariana. Inaugurarían una época de guerra popular de resistencia, indefinida y continental, que sería una tragedia fratricida sin precedentes en la historia universal.     

 

No existe poder en este planeta capaz de hacernos renunciar al proyecto bolivariano y rendir nuestras fuerzas. Perseverar es la clave del éxito y la fuente de toda dignidad revolucionaria.

 

Nadie debe dudar sobre esta determinación del ejército del pueblo chavista, ese mismo que en número superior a seis millones de patriotas, se expresó claramente el pasado domingo 20 de mayo.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193039
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