Mucho más que un buque chino
- Opinión
El 22 de septiembre de 2018 arribó a puerto venezolano el buque hospital chino Arca de la Paz. Según información recogida en el Correo del Orinoco, publicada el 23 de septiembre, “la embarcación que llegó al país para brindar apoyo médico asistencial como parte de los 28 acuerdos suscritos por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela Nicolás Maduro, con su homólogo de la República Popular China, Xi Jinping; servirá, además, para hacer intercambios académicos y culturales”.
Para algunos voceros de la oposición la llegada del buque fue la ocasión perfecta para intentar prender una polémica en las redes y denunciar –vaya ironía- que su presencia rompía la soberanía venezolana. Ciertamente, la presencia de este barco en el Puerto de La Guaira así como el desembarco de su tripulación en Venezuela tiene importancia geoestratégica, quizás, tanta como la que viene jugando en el plano simbólico el Plan Vuelta a la Patria porque esta es una flota humanitaria.
Entonces hemos de considerar que en los últimos años leer la palabra “Venezuela” en los medios internacionales ha sido encontrarse con la frase “crisis humanitaria” entendida como una situación decadente y peligrosa para los derechos fundamentales de los habitantes que requiere del auxilio de gobiernos extranjeros.
Con esta premisa, la llegada de un buque hospital a Venezuela debería causar alegría, lo mismo que las medicinas que han llegado frecuentemente de Rusia o de la India. Sin embargo, el asunto no funciona así porque en los términos como mediáticamente se maneja la presunta crisis humanitaria en Venezuela esta generaría el deber del gobierno de aceptar sin condicionamiento lo que los países que le persiguen en el plano internacional, estén dispuestos a enviar si es que en realidad estuviesen dispuestos a enviar algo.
Dudar que estén dispuesto a enviar algo es más que razonable porque en los años anteriores vimos microscópicas donaciones, muchas veces de medicinas en mal estado o que no consideraron cuáles eran las áreas más vulnerables en el país, así como recordar que el entusiasmo para hablar de la crisis de refugiados disminuyó considerablemente cuando se quiso discutir qué aporte económico estaba cada uno de los países del Grupo de Lima dispuesto a hacer por estas personas.
Volviendo al buque, hemos de observar que esta ayuda se recibe en el marco de la cooperación negociada por el gobierno venezolano tras una gira que demostró que el aislamiento de Caracas no es total y que, hará falta más que un intento de magnicidio para intimidar al Presidente venezolano.
Este buque no es la única acción que desde Caracas se ha desarrollado para enfrentar la dificultad para adquirir o producir medicamentos. Hemos de recordar que para mermar los efectos de las sanciones que nos congelaron capitales o nos prohibieron negociaciones, Venezuela viene utilizando a la Organización Panamericana de la Salud como puente para garantizar la llegada de los medicamentos al país.
Con esa imagen, es fácil recordar otras historias. Por ejemplo, que esta no es la primera vez que al Gobierno bolivariano se le ha conminado a aceptar ayuda internacional sin negociación. El precedente más importante lo encontramos sin duda en el capítulo de la tragedia de Vargas que ocurrió en esa misma orilla donde está ese barco y cuando los mismos que hoy se quejan ante la escena calculaban que sin esa ayuda Vargas no se recuperaría.
Por eso, abramos el ángulo del obturador, miremos frente al barco a un Estado Vargas recuperado, vibrante, vivo y feliz. La hora que vivimos es complicada y aunque no faltan halcones de la guerra mirando nuestras costas siguen chocando contra el espíritu de un pueblo que sabe levantarse y desea ser libre.
Hay, sin duda, que esperar los términos de los acuerdos con China y asegurarnos que su forma y fondo sean los que más le convengan a la República y hay que trabajar para ello. Hacer quizás de estos los primeros pasos de una nueva dinámica económica venezolana en lo internacional donde aparecerá como protagonista el petro.
En la espera, tenemos que ver la enorme carga simbólica de este hecho que ayuda a desmontar los epítetos que quieren ponerle a nuestro país porque no estamos aislados, negados a recibir ayuda, ni relativizando la gravedad de lo que ocurre.
Por el contrario, estamos denunciando las condiciones que vienen ocurriendo como consecuencia de un proceso de sanciones y saboteos; así como demostrando que queremos recuperar el país con esfuerzo nacional y el apoyo de países amigos. Por eso, ese buque mucho más que un barco, es un símbolo.
24 de septiembre de 2018
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