Titulares de las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina que “sean leales, sobre todo al pueblo, a la patria, honestos y respetuosos de los derechos humanos”, es lo que busca Andrés Manuel López Obrador, si nos atenemos a la definición que hizo en el aeropuerto capitalino en viaje a Colima, en lo que ya es parte del paisaje, filas de ciudadanos para tomarse fotos con él y declaraciones a los representantes de los medios, pues realiza un ejercicio desacostumbrado, dar nota a los colegas que cubren sus actividades, no a las estrellas que desde los estudios televisivos y radiofónicos no se molestan en despeinarse.

Reconoció Obrador que en existen “manifestaciones de nerviosismo, no sólo entre los militares, sino de quienes no quieren un cambio”. Y ante las críticas sobre su “política de defensa”, pidió que “se tranquilicen, vamos a resolver muy bien, con respeto a la Defensa y a la Marina, la designación de sus nuevos titulares”. Y que con la guardia civil –anunciada el pasado 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, 50 años después de la masacre de Tlatelolco– “no busca sustituir a las fuerzas armadas”. Los secretarios saldrán del selecto grupo de divisionarios y almirantes.

El nerviosismo de fin de sexenio y el comienzo de otro, está estimulado por las indefiniciones y hasta contradicciones en este decisivo campo de la seguridad pública y nacional, en el equipo de gobierno que empieza a operar la media noche del 30 de noviembre, en particular por los excesos discursivos de Alfonso Durazo.

Cierto es, como denuncia AMLO, “Hay muchas (noticias) voladas en los medios. Vuelan (inventan) mucho, pero bueno, somos libres”. Ni tanto porque el derecho de réplica es muy regateado y el oligopolio mediático impone sus estrechos intereses y su agenda informativa, como lo evidenció la mínima cobertura que brindó a las denuncias sobre el proyecto para privatizar las aguas nacionales por parte de Conagua, es decir del titular del Ejecutivo federal, y su pertinente reculamiento para que se realice “dentro de seis meses”.

Los “voladores” abundan, incluso entre los famosos y la forma de exhibirlos es con más información, que fluya tanto como las opiniones de los integrantes del próximo gobierno, y entre más coherentes sean mejor, porque si Jesús Ramírez Cuevas, el vocero de AMLO, afirma que los diputados y senadores de Morena sufragarán la consulta del Nuevo Aeropuerto, y Porfirio Muñoz Ledo y Ricardo Monreal lo desmienten, pues multiplicarán los márgenes para las “voladas” y la confusión en un tema poco claro, pero harto importante para los usuarios, habitantes del Valle de México, inversionistas y “los mercados” que no son otra cosa que los dueños de la aldea global y de México, el famoso 1 por ciento que tiene al orbe cerca del precipicio medioambiental.

Entonces el problema no estriba tanto, como afirma AMLO: “Ya también no me anden preguntando cosas, no me estén cucando (provocando). Cuando yo digo una cosa fuerte es porque ustedes me preguntan; somos corresponsables. Vamos a autolimitarnos, a autocontrolarnos, a moderarnos todos. Amor y paz, porque ya no quiero seguir hablando de la mafia del poder y de la prensa fifí ni de otras cosas. Como tampoco la solución es “responder a cada noticia o columna. Tendría que hacer una contracolumna todos los días”.

Al contrario, es saludable llamarle a las cosas por su nombre, pero con el despliegue y la explicación del proyecto de gobierno, y menos como letanía para marcar distancia con la “minoría rapaz”, realmente existente.

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