El ocaso de la derecha anticubana
- Opinión
Al referirnos a la derecha anticubana, ubicada principalmente en la ciudad de Miami, que gusta autotitularse “exilio histórico”, debemos tener en cuenta, en primer término, que la abrumadora mayoría de sus integrantes, independientemente de sus posiciones ideológicas y emocionales con respecto al sistema socialista cubano, no salieron de Cuba por las razones que muchos de ellos alegan de persecución política y han podido regresar a la isla libremente. De hecho, son muy pocos los que no han realizado el viaje por lo menos una vez, y muchos viajan todos los años. Puede decirse que, prácticamente, solo un grupo muy pequeño relativamente, que ha ido menguando con el tiempo y es ya insignificante, no quiere ni puede ir de visita a su tierra natal debido a cuentas que dejaron pendientes por delitos cometidos, incluyendo en ocasiones crímenes horrendos.
Lo de “histórico” es, por decir lo menos, controversial, si entendemos por histórico lo que es digno de formar parte de la historia. El llamado exilio histórico, por el contrario, tuvo un origen poco respetable en el éxodo de militares, políticos y funcionarios corruptos del régimen tiránico de Fulgencio Batista, y de los torturadores, esbirros y asesinos a su servicio, que huyeron vergonzosamente en los días posteriores al primero de enero de 1959, seguidos de cerca por una burguesía dependiente económica y culturalmente de Estados Unidos, que iba perdiendo rápidamente sus privilegios.
Anclado en la nostalgia de una mítica Cuba, paradisíaca solo para los que ostentaban el poder y la riqueza y cuyo regreso solamente es posible en la imaginación de los que confunden deseos con realidades, el exilio ha sido más plattista que los que merecieron ese calificativo en la primera mitad del siglo pasado, pues aquellos defendían la espada de Damocles de la intervención militar estadounidense, no porque la desearan sino como garantía de seguridad para sus negocios, mientras que estos neoplattistas miamenses sueñan con la invasión de marines que les devuelva sus privilegios. Algunos son abiertamente anexionistas.
Una de las características que históricamente se observan en el exilio es la tendencia marcada a una mediocridad cada vez mayor. En la década del 60 contaba con intelectuales, artistas, políticos y empresarios que, valores éticos aparte, podían considerarse con brillante desempeño. Con cada nueva generación, este brillo ha ido desapareciendo y temo que han llegado a una oscuridad total, en política sobre todo, donde la mediocridad impera y la inteligencia ha cedido todo el espacio a la picardía.
Otra característica del exilio que lo hace indigno del calificativo de histórico es que ha estado obcecada y sistemáticamente, durante las seis décadas transcurridas, al servicio de las peores causas, no solo con respecto a Cuba sino también en diversas partes del mundo. No solo ha incitado al gobierno de Estados Unidos a recrudecer el bloqueo genocida contra Cuba y ha tratado de impedir las visitas familiares, intercambios culturales o de cualquier naturaleza, y el establecimiento de relaciones diplomáticas normales entre ambas naciones, sino que ha participado activamente en las guerras sucias llevadas a cabo por la CIA en Centroamérica, El Congo, Vietnam, Bolivia y otros lugares. Tan sistemáticamente intolerante y retrógrada ha sido su conducta, que ésta resulta perfectamente predecible ante cualquier nueva situación. Sabíamos de antemano, por ejemplo, que en lugar de sentir compasión y solidaridad con la caravana de migrantes centroamericana, y en marcado contraste con el sentir de las comunidades de todas las demás nacionalidades hispanas que residen en Estados Unidos, criminalizarían a las víctimas e incitarían al gobierno a cerrar las fronteras y a tomar las medidas de represión más severas contra familias que intentan llegar a Estados Unidos. ¡Está en su naturaleza!
Por otra parte, no son pocas las fortunas de eminentes figuras cubano-americanas que se levantaron en las décadas del 60, del 70, del 80 y, en menor grado, posteriormente, como fruto del narcotráfico y del lavado de dinero, de la malversación y el robo del erario, del fraude a los servicios de salud, y como producto de la llamada “industria del anti-castrismo” a través de la cual, anualmente, durante más de cincuenta años, decenas de millones de dólares federales, supuestamente destinados a la subversión en Cuba, han ido a parar siguiendo extraños vericuetos, a los bolsillos de avispados líderes. Las vías de distribución y los destinatarios de estas enormes sumas de dinero constituyen el secreto mejor guardado del exilio.
Sin embargo, aunque el exilio conserva todavía suficiente poder económico, el imperativo biológico lo va difuminando rápidamente. La mayor parte reposa ya (deseo que en paz) en los cementerios de la ciudad de Miami; y en los sobrevivientes ha hecho estragos el Alzheimer.
No es de extrañar, por tanto, que el poder político de la derecha cubano-americana en el sur de la Florida se haya ido desmoronando aceleradamente desde hace algunos años. Aunque este deterioro comenzó mucho antes, marcó un hito la retirada de la escena electoral de Lincoln Díaz Balart, por razones misteriosas todavía no bien esclarecidas. Le siguió la retirada de otro baluarte del exilio, Ileana Ros Letinen, por razones tampoco muy claras pero que la mayoría de los analistas atribuye a que, por su experiencia en los comicios, sabía que no tenía muchas oportunidades de obtener la victoria en su distrito.
Pero el golpe más fuerte llegó con las recientes elecciones de medio término en que, de los tres escaños camerales controlados por la derecha anticubana, perdieron el que ocupaba Carlos Curbelo, partidario acérrimo del bloqueo y de las agresiones a Cuba, y el que aspiraba a ocupar María Elvira Salazar en sustitución de Ileana Ros. Durante su campaña, María Elvira, en su afán de conquistar el voto del sector más obcecado del exilio, se inclinó, infructuosamente, hacia sus posiciones más radicales y agresivas. Fue un error de cálculo que debe estar lamentando.
El único escaño en la Cámara Baja que le queda a la derecha anticubana está ocupado por Mario Díaz Balart, el más opaco de los Balart, a quien diseñaron un distrito a su medida donde pudo ganar fácilmente, que surgió a la sombra de su hermano Lincoln y éste, a su vez, a la sombra de su padre, Rafael Díaz Balart, alto funcionario del régimen de Batista. Es una figura gris a quien la palanca del apellido lo subió a la posición en que se encuentra.
Considero que los resultados de estas últimas elecciones marcan el comienzo del fin para el poder político del exilio histórico y no por uno sino por varios factores. Expongo a continuación los tres que considero más importantes.
Los cambios en la composición social y política de la emigración cubana
La inmensa mayoría de los cubanos que han emigrado a Estados Unidos en los últimos treinta años no comparten ni la ideología, ni los estereotipos, ni la intolerancia, ni los rencores del exilio histórico, no renuncian a sus vínculos con la patria y reivindican su derecho a viajar a ella libremente y a enviar ayuda a sus familias en la isla. Una mayoría en constante crecimiento aboga por mantener y desarrollar relaciones amplias y civilizadas entre ambos países. Esta situación se corresponde con profundos y favorables cambios de actitud, tanto en el gobierno como en la población cubana, con respecto a la emigración. Un síntoma revelador es la oportunidad que está dando el parlamento cubano a los emigrados para expresar sus opiniones y proponer cambios en el proyecto de nueva Constitución. Se ha establecido también desde hace tiempo una política razonable de repatriación y se han creado instituciones cuyo objetivo es atender a los cubanos que residen en el extranjero. Esta política, incluyente y desprejuiciada, estimula la vinculación de los emigrados con sus raíces culturales y contribuye al aislamiento de los que rechazan todo tipo de acercamiento, diálogo y reconciliación.
Los cambios demográficos en el sur de la Florida
La demografía del sur de la Florida ha ido cambiando con los años con la llegada de miles de inmigrantes mexicanos, colombianos, venezolanos, argentinos, puertorriqueños y de otras muchas nacionalidades. En consecuencia, la importancia demográfica relativa de los cubanos es cada vez menor. En los últimos tiempos, el exilio histórico ha perdido grandes espacios en los medios de comunicación, tanto en la prensa escrita como en la televisión y la radio, que han tenido que cambiar sus agendas y programaciones para atender un amplio espectro de necesidades informativas y preferencias culturales determinadas por una mucha mayor diversidad. Estos cambios demográficos se reflejan ya y se reflejarán aún con mayor fuerza en las próximas campañas electorales. Fue, por ejemplo, en estas elecciones, la demócrata de origen ecuatoriano Debbie Mucarsel, la que desplazó al cubano-americano Carlos Curbelo de su curul en la Cámara.
Los grandes errores de la derecha anticubana
La oposición del exilio histórico al restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, y sus metas delirantes de impedir los viajes a la isla, las remesas, las relaciones comerciales y los intercambios culturales o de otra índole, no tienen futuro. El prestigio internacional de Cuba es inconmovible, como lo demuestra la reciente votación en la ONU en la cual Estados Unidos quedó completamente aislado. El expresidente Obama dio el paso de restablecer las relaciones diplomáticas no por simpatías hacia Cuba sino porque sus asesores y él constataron el fracaso de las políticas hostiles y llegaron a la conclusión de que la vía de la negociación y el diálogo era lo más conveniente para los intereses de Estados Unidos.
En su desesperación, la derecha anticubana cometió lo que considero fue su mayor y tal vez último error. La sabiduría del refranero popular nos enseña que no es bueno depositar todos los huevos en una sola canasta, y esto es precisamente lo que hizo al demonizar a los demócratas y endiosar a Donald Trump (que los utiliza pero los desprecia), sin entender que Trump es un accidente, un fenómeno fugaz en la historia de Estados Unidos que pasará pronto, no tengo duda de ello, porque en aspectos esenciales representa un intento de regreso a etapas del pasado felizmente superadas. Y, cuando pase, el exilio llamado histórico no tendrá ni el clavo ardiendo que sirve de último asidero a los desesperados.
Llega a su ocaso la derecha anticubana, el autotitulado “exilio histórico”. No habrá llantos ni doblar de campanas. Parodiando a Villena, digamos que al fin desaparece la costra tenaz del batistato.
- Dr. Salvador Capote
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