Demasiadas tensiones cruzadas en el G20, con el marco de una ciudad sitiada

19/11/2018
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Todos esperan que el estadounidense Donald Trump, el chino Xi Jinping, el ruso Vladimir Putin, el turco Recep Tayyip Erdogan, el saudita Mohammed bin Salman, la británica Theresa May y la alemana Ángela Merkel sean los protagonistas de los cara a cara más esperados de la Cumbre del G-20 que organiza Argentina el 30 de noviembre.

 

Y lo que se supone que es una reunión entre los jefes de los 20 países supuestamente más poderosos del planeta para solucionar los problemas del mundo, seguramente se reduzca a encuentros bilaterales y declaraciones individuales. Esta vez, los ejes –propuestos por Argentina- son trabajo del futuro, conectividad global y seguridad alimentaria.

 

Mientras los temas más acuciantes son la guerra comercial, el multilateralismo, el cambio climático, la crisis de las migraciones, la crisis del capitalismo, la carrera armamentista, la educación, son temas que difícilmente se aborden en la Cumbre. El anterior gobierno argentino intentó lograr reformas en la arquitectura financiera global, pero no lo logró. Y el giro ideológico a la derecha truncó las expectativas de cambio en el sistema financiero, ideado para favorecer a una minoría cada vez más acaudalada (menos del 1% de la población mundial).

 

El G20 es solo un foro no vinculante de políticas donde líderes y sus “grupos de afinidad” de negocios, género, trabajo, ciencias, think tanks, sugieren acciones a seguir. Y nada más. Es más diálogo que acción, insuficiente si lo que se buscara fuera cambios. Los países que lo integran son Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Rusia, Sudáfrica y Turquía, más la Unión Europea como bloque.

 

España es siempre invitada. Y cada anfitrión anual elige a otros invitados. Argentina lo hizo con Chile y Holanda. También suelen participar entes regionales como la Unión Africana, las naciones del Sudeste Asiático o las caribeñas del Caricom.

 

Los miembros activos del G-20 suman 85% del PIB mundial, 80% de las inversiones globales, 75% del comercio y 66% de la población. O sea, que los otros casi 180 países se reparten el resto. En este cuadro cuantitativo, Occidente, minoritario en lo demográfico, también lo va siendo en lo económico, mientras crecen los países orientales, que reclaman su espacio en las decisiones globales.

 

Desde la asunción de Trump, la teoría que ve la guerra como inevitable, ha vuelto a prevalecer ante la destrucción que siembra el capitalismo, y se suman incidentes –por ahora aislados- tanto en el Mar del Sur de la China y Rusia -los “enemigos estratégicos” de EEUU-, mientras la injerencia de Washington y la desestabilización de gobierno se hace evidente en Latinoamérica y el Caribe.

 

Mauricio Macri, el anfitrión de la Cumbre, vive el peor momento de su gobierno, en medio de una enorme crisis social, económica y política, consecuencia de sus políticas neoliberales y la aplicación de las medidas de ajuste dictadas por el Fondo Monetario Internacional. Y, además, tiene que asegurarse que no ocurra ningún acontecimiento negativo de envergadura.

 

En función de eso una buen parte de la ciudad se va cerrando a toda circulación que no tenga que ver con ese evento. La propia ministra de Seguridad Patricia Bullrich ha hecho la inédita propuesta que los habitantes de la ciudad abandonen la ciudad y fue declarado como día no laborable la jornada clave.

 

Con estas medidas aspiran que la zona quede totalmente liberada en función de dicha actividad y que las movilizaciones previstas en repudio de la reunión no tengan vínculos con la vida cotidiana, queden aisladas y con un disminuido apoyo social, fuera de los sectores militantes. Todo ello facilitará la tarea represiva, si ella fuera necesaria.

 

En los últimos días, el gobierno argentino disparó una serie de allanamientos, detenciones y protocolos de “seguridad” de espectacularidad televisiva, enfocados especialmente sobre el activismo anarquista y antifascista, pero que evidencian una voluntad política de crear un clima de alarma y vigilancia extrema sobre la población en general y el conjunto de las organizaciones del campo popular en particular.

 

Si hace poco los “enemigos internos” elegidos eran los mapuches, ahora son los ácratas e islamitas. En diciembre de 2017, el Ministerio de Seguridad señaló conexiones entre mapuches, anarquistas e incluso miembros de la resistencia del Kurdistán, en un intento de configurar un “enemigo interno” para justificar su persecución. La prensa se presta a convertir algunas manifestaciones aisladas como parte de un plan desestabilizador, calificando vínculos solidarios como “complicidades delictivas”.

 

Queda claro que el escenario que busca el gobierno argentino es el de la “necesidad” de una avanzada en el nivel de legitimización del control social, cuyas repercusiones y derivaciones van mucho más allá de esta Cumbre, lo cual interpela al conjunto de las organizaciones del campo popular.

 

Demasiadas tensiones cruzadas

 

Si el G20 nació como un mecanismo para resolver crisis, ha fallado hasta ahora. Y esta reunión en una Buenos Aires sitiada amenaza con ser una de las más calientes después del fracaso de la cumbre de Hamburgo, donde hizo su aparición Donald Trump para tirar por la borda el Acuerdo de París para reducir las emisiones de carbono y enfrentar el cambio climático.

 

El G-20 nació en 1999 como un foro para intentar resolver la crisis asiática, aunque sólo reunía a los ministros de finanzas y Presidentes de Bancos Centrales. Luego de la crisis capitalista de 2008, son los presidentes que se reúnen para resolver otra crisis que ellos mismos siguen provocando.

 

Dos corrientes dentro del capitalismo se encontrarán en Buenos Aires: los proteccionistas y los partidarios del multilateralismo. Por un lado, Trump y por el otro la escudería de la Unión Europea comandada por la canciller alemana Ángela Merkel (quizá su última cumbre) y su escudero Emmanuel Macron, que tratan de mostrar la contracara del proteccionismo estadounidense y mostrar posiciones autónomas.

 

La tensión fue subiendo desde la guerra comercial declarada por Trump. UE y EEUU firmaron una especie de tregua comercial meses atrás pero el diálogo no frenará el discurso a favor del multilateralismo que se ha convertido en bandera europea.

 

El repliegue quedó evidenciado con la salida de EEUU del Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP); el avance en un futuro acuerdo comercial entre EEUU y Reino Unido, tras el encuentro entre Trump y May; las divergencias políticas en relación a la contribución de los Estados en la OTAN y las amenazas sobre el incremento de aranceles en importaciones a varios países, entre ellos México y Brasil.

 

Merkel apoyó a principios de mes el proyecto del presidente francés de crear un ejército europeo, sin la participación de EEUU, mientras parece encaminado el acuerdo final para salida del Reino Unido de la Unión Europea. Tenemos que trabajar por una visión para crear un auténtico ejército común europeo, complemento para la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), indicó Merkel, quien señaló que ello demostraría al mundo que nunca más volverá a haber una guerra entre países europeos. La propuesta no gustó a los eurodiputados de extrema derecha.

 

Según los analistas, el mensaje fue en defensa de la industria europea de armamentos. Merkel dijo que la UE debería desarrollar una política común de exportación de armamento. “Lo que no me gustaría es que los países europeos aumentaran su presupuesto en defensa para comprar armas a Estados Unidos o a otros países”, señaló Macron.

 

Ya Trump se explayó sobre esta idea y renovó sus ataques con una nueva andanada de tuits contra Macron, a quien ridiculizó por tener un bajo índice de popularidad (26%), y resaltó la elevada tasa de desempleo en Francia (10%). Además, volvió a acusar a los aliados europeos de no pagar lo que les corresponde para mantener a la OTAN. El gobierno galo se negó a comentar los tuits, que consideró que estaban dirigidos al mercado interno (al público) estadounidense.

 

Pareciera que también la propuesta Macron-Merkel tenía su destino en el imaginario de los ciudadanos de sus países en particular (ambos muestran una caída notable en su credibilidad e imagen) y al europeos en general. No está claro cómo podría formarse ese ejército. Para Macron podría comenzar a gestarse con una tropa de un número reducido de países que interviniera en crisis, por ejemplo en el continente africano, para ampliarse posteriormente. Merkel, en cambio, plantea crear la tropa de intervención fuera del marco de la UE, para incluir a los británicos, que saldrán del bloque en 2019.

 

Si en Hamburgo el clima fue caliente, la tensión fue subiendo desde allí gracias a la guerra comercial declarada por Trump, en especial contra China, donde se juegan más allá de la supremacía en el comercio mundial, miles de millones de dólares en aranceles. Se anunció una reunión bilateral entre los presidentes Trump y Xi Jinping, no confirmada, y también encuentros –más allá de los protocolares- entre el mandatario estadounidense y el ruso Vladimir Putin.

 

China busca, además, tejer alianzas con aliados históricos de EEUU, por ejemplo con Japón, cuyo primer ministro Abe (también participante de la Cumbre) visitó en octubre a Xi, y con Gran Bretaña, primer país europeo que ingresó al Banco Asiático de Inversiones e Infraestructuras impulsado por China y atado a la Nueva Ruta de la Seda, pese a la advertencia de Washington: Eurasia renace, mientras el peso de EEUU en lo económico, tecnológico y militar, merma en términos relativos. Y nadie confía en la imprevisibilidad de Trump.

 

La prensa pro-oficialista argentina habla de un posible acuerdo–armisticio, pero Trump, luego de la semiderrota electoral en su país, redujo su estancia en Buenos Aires y la agenda no deja demasiados espacios. Quizá deje algunos tuits de despedida.

 

Un año atrás Trump llegó a China en el marco de una gira asiática, en una visita que no arrojó más resultados que vistosas fotografías ya que el estadounidense no logró las concesiones chinas que buscaba y de regreso a los EEUU comenzó a agudizar su proteccionismo y a estudiar los aranceles al acero y al aluminio a varios países, desatando el pánico mundial.

 

Con China, el listado de importaciones prohibidas crece periódicamente y el gigante chino contraatacó: se calcula en mil millones de dólares los aranceles cruzados impuestos desde entonces.

 

Pero la guerra comercial viene acompañada por el fracaso (también en Buenos Aires) de la cumbre de la Organización Mundial de Comercio y por tensiones cruzadas entre la Unión Europea de Emmanuel Macron y Ángela Merkel y el Reino Unido de Theresa May que insiste en la salida de su país del paneuropeísmo.

 

Por el otro lado, el jefe de estado turco Erdogan se las verá con el príncipe heredero de Arabia Saudita (si es que al final confirma su viaje) con el escándalo de Jamal Khashoggi , el periodista opositor descuartizado de por medio. May también se topará con Putin después del escándalo por el envenenamiento del ex espía ruso Serguei Skripal en Londres.

 

Turquía, rápida de reflejos, mediatizó el asesinato a nivel internacional. Según sus investigaciones, el periodista fue abordado por unos 15 agentes de inteligencia sauditas que lo asesinaron y descuartizaron pocos minutos después de que ingresara a la delegación diplomática. La magnitud del homicidio puso en una incómoda situación a la monarquía que, después de negar durante días que Khashoggi hubiera sido asesinado, debió admitir que "algo" había ocurrido en ese consulado.

 

EEUU respaldó todo lo que pudo a Arabia Saudita, su aliado estratégico en la región, pero debió soltarle la mano ante el aluvión de condenas internacionales. En el medio, el 12 de octubre, Turquía liberó al pastor estadounidense Andrew Brunson, y logró descomprimir su relación con Washington.

 

Después de la polémica cumbre de Helsinki donde el republicano prácticamente inculpó a Putin de la intervención rusa en las elecciones presidenciales, en Buenos Aires quizá se juegue el segundo tiempo después de que Trump anunciara el abandono del tratado de desarme nuclear firmado en 1987 por Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan. Trump lo calificó de obsoleto, Putin dijo que provocará una carrera armamentista. Y quizá de eso se trata, precisamente.

 

EEUU ha impuesto varias tandas de sanciones a funcionarios y empresas asociadas a Rusia por supuestas actividades ilegales en suelo estadounidense y europeo; y por intentos de ciberataques que, según la Casa Blanca, tienen nexos con el Kremlin. Estas sanciones, también podrían estar en la agenda del encuentro bilateral.

 

Khashoggi asistió al ex jefe de inteligencia saudita y trabajó en distintos medios antes de romper con la monarquía, para exilarse en EEUU. Escribía para el Washington Post. El 2 de octubre a las 13:30 ingresó en el consulado saudita en Estambul, pero nunca salió. Lo que vino después se transformó en un tsunami para Riad.

 

La conservadora May, mientras trata de sobrevivir con su propia crisis de poder, tras la concreción del Brexit como uno de los temas más álgidos de Europa. En la UE se habla de un acuerdo a nivel técnico que aún debe ser ratificado a nivel político por ambas partes, tras acordar sobre el principal escollo en la negociación: la frontera entre la República de Irlanda –miembro de la UE– y la provincia británica de Irlanda del Norte, que implica el mantenimiento de todo el Reino Unido en un pacto aduanero con la UE.

 

No hay garantías de que el acuerdo sea aceptado por el gabinete ni por el Parlamento británico. En el referendo del 23 de junio de 2016, el voto a favor de abandonar la UE fue del 52 por ciento.

 

Y con Putin, May tiene una cuenta pendiente: en una trama de espionaje y asesinato Serguei Skripal (fue espía ruso y luego reclutado por el MI6 británico) y su hija Yulia fueron envenenados con un agente químico en Salisbury, al sur de Londres. En 2006, las autoridades rusas lo arrestaron y condenaron a 13 años de prisión por la traición, pero cuatro años después fue entregado al Reino Unido en un canje de agentes. Como en la Guerra Fría.

 

Reino Unido responsabiliza al Kremlin por el ataque, y expulsó a decenas de diplomáticos rusos de su territorio y logró que otros 18 países del mundo tomaran la misma decisión. Ya en 2006 el ex espía y opositor al gobierno Putin, Alexandre Litvinenko, fue intoxicado con un té con polonio que lo mató tres semanas después.

 

Los latinoamericanos

 

México, Argentina y Brasil son los tres países latinoamericanos que llegan a la cumbre del G20 este fin de mes. Estos son los retos a los que se enfrentan en este evento.

 

El presidente de facto brasileño Michel Temer –quien n ya no representa a nadie- invitó a su sucesor Jair Bolsonaro a la Cumbre, oportunidad para que el ultraderechista, que en enero tomará posesión como jefe de Estado de la mayor economía latinoamericana, tenga un estreno diplomático de primera línea, pero también enfrentaría encuentro incómodos tras sus declaraciones.

 

Por ejemplo la que desconcertó a Mauricio Macri cuando dijo que Mercosur –que hace dos décadas busca un Tratado de Libre Comercio con la UE- no será la prioridad de su gobierno y anunció su primer viaje al extranjero será a Chile y no a Argentina. También irritó al mundo árabe cuando anunció que quería emular a Trump y trasladar la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén.

 

Lo que busca Bolsonaro es lograr fotografiarse con Trump, con quien espera tener una relación especial. Con China el diálogo ha sido áspero: cuestionó en campaña las cuantiosas inversiones del gigante asiático en Brasil, y a la vez dijo que quiere aumentar el comercio con el país que compra a Brasil productos por 20.000 millones de dólares.

 

El retorno de la derecha a los gobiernos de Argentina y Brasil significó el fin del fortalecimiento del Mercado Común del Sur (Mercosur), el vaciamiento de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) -y su Consejo Sudamericano de Defensa-, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Esto marcó el final de esa etapa de integración soberana regional y, a la vez, la destrucción de ambos países con economías en expansión: el mejor regalo para Trump y su regreso a la guerra fría.

 

Al igual que Temer, Enrique Peña Nieto, presidente de México, está de salida, pero buscará que el nuevo acuerdo comercial (Unscam) con EEUU y Canadá, que sustituye al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), sea firmado al margen de la cumbre del G20 donde coincidirá con Trump y Justin Trudeau, el mandatario de Canadá. De firmarse en Buenos Aires, Peña Nieto, que entrega el 1 de diciembre la presidencia a Andrés Manuel López Obrador, estará a tiempo para dejar cerrado el nuevo pacto, la única justificación de su presencia.

 

Álvaro Verzi Rangel

Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

 

https://www.alainet.org/es/articulo/196604?language=en
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