¿Se puede inocular la corrupción?

30/11/2018
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El gran orgullo de la familia de mi tía política es que su padre fue un esmerado historiador. Un hombre español que llegó en los tiempos de la guerra y contaba la hazaña de haber vivido años sin quitarse su único par de medias, al tiempo que había descubierto el arte de agradecerle a Dios las patatas y cualquier bicho, que, llegara a casa para ser transformado en la comida de la semana. Ese hombre, al que conocí al ocaso de su vida guardaba además de sus anécdotas unos documentos raros y antiguos, de los que sólo muy pocos de nosotros hemos oído hablar: las transcripciones del juicio que, por corrupción, le hizo la Corona Española al Caballero de la Reina, el conquistador del Lago de Maracaibo, Alonso de Ojeda.

 

Si soplamos en la memoria, el nombre de Alonso de Ojeda nos suena. Lo repetimos en coro en nuestras aulas de escuela, justo antes de entrar superficialmente a pensar si Venezuela significa pequeña o fea Venecia. Si lo buscamos en internet, conseguiremos la historia de su amor por Isabel, la India Guaricha de Coquivacoa, la que le acompañó a la conquista y sobre la cual, las hojas rosas todavía destacan, su belleza y su lealtad a su marido. Si estamos en Maracaibo recordaremos aquella desierta plaza donde está una india dormida –o algo así- que fue puesta en memoria del amor de Alonso e Isabel.

 

Por eso, les apuesto que no les viene mucho a la mente aquella idea de un caso escandaloso de corrupción que terminó en juicio en España y lo condenó al olvido, pese a sus enormes proezas de marino y lo que sus aventuras le regalaron a la Corona.

 

La razón para empezar por aquí es que quizás fue un español el primer corrupto que pisó Venezuela y no era su sangre, mulata y mestiza, como es la nuestra. La corrupción no es un fenómeno nuevo ni exclusivo de estos tiempos. Tampoco era propiedad única de un español que a su muerte pidió que en su lápida escribieran que era un desgraciado o la pusieran donde cualquier pudiera pisarla.

 

Toda la historia occidental tiene su nacimiento en Roma, y, Roma encontró su fin en la corrupción. Por ende, no hemos innovado mucho. También hay seres corrompidos en la Biblia y es esto, un problema sobre el que muchos tienen dobles morales o posiciones relativas.

 

Ahora, desde hace unos años, la corrupción tiene una dimensión más importante porque de ser un acto de mala o deshonesta administración ha llegado a ser considerada como un problema para los Derechos Humanos cuya garantía requiere de administraciones probas y de cuantiosos recursos.

 

Aguilar Gutiérrez, una escritora mexicana, sostiene que tan sólo en los conceptos relacionados con corrupción su país pierde anualmente aproximadamente el 9% de su presupuesto y esto, es una manera de entrar con mal pie a intentar construir o mantener una sociedad justa; y, siendo como es la corrupción un problema tan viejo podemos darnos cuenta que existen infinitas páginas de leyes, tratados e informes destinadas a tratar el tema.

 

No faltan en ellos, por ejemplo, las larguísimas disertaciones que contemplan si la corrupción es un fenómeno que puede controlarse por medio del derecho o su génesis ética lo impide. Si es suficiente un enfoque nacional puesto que el sistema financiero favorece las tramas en las que se involucran varios países, en especial, las lejanas islas que son paraísos fiscales.

 

Tomando todo esto como cierto, la corrupción es un asunto bastante conveniente para mantener una visión del mundo que separa a los humanos en buenos o malos. En un esquema muy similar a las construcciones que, pese a la Independencia, quedaron establecidas en el orden colonial.

 

Desde este ángulo, no podemos sorprendernos si las ONG y las agencias onusianas suelen presentar listas donde ordenan los países en función de los índices de corrupción que ellos han determinado y los resultados son que los países que fueron colonos son impolutos frente a un abismo africano y latinoamericano donde, como si se tratase de una epidemia tropical, todos los gobiernos son corruptos.

 

Al ver este mapa, nos es fácil olvidar que Europa está sumergida en enormes escándalos, probablemente con Italia y España a la cabeza, mereciendo quizás que recordemos las causas que llevaron al fin del gobierno de Rajoy y que hoy, está preso el ex Presidente Sarkozy, quien enfrenta una complicada situación derivada del financiamiento –hipotéticamente libio- de su campaña presidencial.

 

Ahora, nosotros, los venezolanos que nacimos en el siglo XX o en el siglo XXI fácilmente podemos ubicar el vocablo corrupción como la palabra que más hemos escuchado en la televisión o leído en la prensa. Eso ha sido un asunto que ha estado siempre presente como la tara de todos los grupos políticos que han intentado enrumbar el país hacia mejores puertos.

 

Siempre hemos visto la corrupción como un fantasma que recibe dinero o se acomoda usando los bienes del Estado pero con la idea que nadie está del otro lado de la operación; que esto es un asunto del otro y a veces nos enfrentamos a la bipolaridad del pensamiento popular sobre el tema, que como ya lo comentaba Cabrujas, pasa sin sonrojarse de quejarse que el otro es un corrupto a señalar que si alguien tuvo o tiene un cargo y no lo aprovecha, es porque sin que nadie pueda dudarlo estamos frente a un auténtico pendejo.

 

En el presente, nosotros tenemos que tener mucho cuidado en esto porque debemos avanzar y asegurarnos que logremos los propósitos que quedaron fijados por el Comandante Chávez en la nueva ética socialista de la cual ya hoy casi nadie habla.

 

Sin embargo, también tenemos que mirar como son las operaciones anticorrupción  las nuevas banderas de los proyectos entreguistas en Latinoamérica. Si lo vemos así, podemos incluso dudar de toda esta historia de Odebrecht que supo realizar al mismo tiempo operaciones que transformaron las obras de infraestructura que necesitaba la región en la puerta de salida de los gobiernos progresistas.

 

Digámoslo de otro modo, parece que todo el asunto de esta empresa fue directamente abrir el hambre y llenar la boca de quienes sabían débiles para empezar a dinamitar los procesos que en América Latina se estaban desarrollando.

 

Luego, viene toda la operación de la persecución judicial de estos asuntos que tiene su punto máximo en Brasil con la Operación Lava Jato que con su ala judicial encarceló a Lula y en su faceta política, a través de las redes y del ruido, condenó al petismo.

 

Ahora vienen los grandes descubrimientos, un poco en simultáneo, de grandes casos de corrupción que se produjeron en Venezuela durante el período Chávez-Maduro. A nivel de las matrices mediáticas que se han generado en redes y medios, podemos ver algunas que señalan que este sería el comienzo de una operación anticorrupción en Venezuela con características parecidas al Lava Jato brasileño. Sin embargo, confiando que esta tarea no se llevaría en Venezuela sino ante juzgados extranjeros, en especial, la justicia estadounidense.

 

Otros se atreven a señalar que estos hechos ameritan una revisión histórica incluso de la figura del Comandante Chávez y finalmente, vemos otros que lo usan para trazar líneas que intentan hacer entrar la decepción en el alma de un pueblo que estoicamente aguanta una situación de crisis sin precedentes en la era bolivariana.

 

Es importante detenernos en este punto porque genera las condiciones deseadas para algunos. Una identificación de todo lo bolivariano con lo corrompido e incluso más allá, de todo lo venezolano como inútil, grotesco y terrible.

 

Este propósito debemos tomarlo en relación a la advertencia que lanzaba, desde su canallada, Julio Borges en marzo de 2017 donde señalaba que Venezuela era una “enfermedad contagiosa” para la región.

 

De modo que nosotros tenemos la necesidad de centrarnos en castigar ejemplarmente a quienes han incurrido en esas prácticas pero también de entender el interés político de infiltrar sujetos que se corrompen y hacerlos estallar en el momento más conveniente para los intereses enemigos. Práctica que además han realizado los gobiernos estadounidenses en toda la historia de América Latina.

 

Hay otro factor importante con lo que viene ocurriendo con la corrupción y nos ubica en el presente. La precarización de la vida de la gente o la incapacidad de la empresa petrolera de mantener la producción, son factores que están principalmente relacionados con las privaciones económicas causadas por las sanciones, que tienen dos grandes ejes: el dinero que nos han retenido y el dinero que ya no podemos generar.

 

Sin embargo, a la medida que salen estas enormes sumas de corrupción hay personas que piensan que el dinero que falta es tan sólo aquél que estos personajes se llevaron. Lo que en mi opinión se da porque nosotros, los humanos corrientes que habitamos este país, tenemos dificultades para saber cuánto cuesta un sistema de salud o cuánto es mucho o no tanto, en niveles macroeconómicos.  

 

Esto empeora por la falta de indicadores tradicionales y nuevos, que no nos ayudan a ver cuál es el impacto de cada una de estas cosas que vienen ocurriendo. Por ejemplo, cuánto dinero deja de entrar en un día por los mercados a los que ya no podemos ir, o, cuanto es el aumento del precio de un objeto si tenemos que traerlo de Turquía porque ya no podemos comprarlo en Brasil, etc.

 

Allí finalmente, quiero que traigamos otra idea porque las sanciones son mecanismos que promueven la corrupción en los países a las cuales se destinan. Por una causa muy llana, el enemigo natural de la corrupción es la simplicidad, publicidad y la razonabilidad de los tiempos demandados para obtener un bien, satisfacer una necesidad o de manera más amplia, acceder a un derecho.

 

En la medida que las sanciones dificultan el acceso a los derechos, favorecen la desaparición de los bienes y el aprovechamiento de su escasez. Por ello, trabajos o áreas que jamás habían sido fructíferas para establecer tráfico de influencias o algunas otras prácticas como el cobro de coimas, se vuelven muy atractivas en una sociedad donde todas las cosas se hacen más complejas y por lo tanto, la gente tiene menos tiempo y más necesidades.

 

Este es sin duda un tema sumamente complicado y así como al derecho le cuesta dar una respuesta de un problema que para algunos está relacionado más con la ética que con cualquier régimen de heteronomia, este momento no podemos dejarlo tan sólo a los tribunales y a sus análisis.

 

Pienso que debemos nosotros leerlo también en las claves de un país bajo acoso, haciendo uso y exigiendo la aplicación de nuestras instituciones así como advirtiendo que es un arma conveniente para quienes, desde su identificación con los intereses extranjeros, tienen desde el 2016 intentando hacer entrar a Venezuela por el mismo carril que llevó a Brasil a ser próximamente gobernado por Jair Bolsonaro.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/196887
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