¿A qué juegan?

22/01/2019
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Hace un año, cuando las declaraciones sobre Venezuela empezaron a decir abiertamente que las sanciones buscaban maximizar el dolor y reducir las capacidades del pueblo venezolano, comenzamos a preguntarnos si esto era un camino o propiamente un genocidio lo que se pretendía.

 

Si, un genocidio que es el peor crimen contra la humanidad y que conlleva la acción deliberada de querer acabar con una parte de una población o todo un pueblo en virtud de su nacionalidad, religión, etnia, etc.

 

El genocidio tiene como núcleo esa idea de limpiar, de que alguien es malo y no merece la vida. Ni él, ni los suyos. En esa idea recordé que leí los trabajos preparatorios de la Convención, donde participó Venezuela y pidió la eliminación de la idea del genocidio político por que aquella delegación consideraba que lo político no era permanente y por ende no podía ser la justificación de un genocidio sino de un crimen de lesa humanidad.

 

Ha pasado un año y he visto morir gente por cosas que cuando la política del Estado tenía recursos que la aguantara, no se moría nadie. La muerte de un chamo por apendicitis. La lucha y agonía de cualquiera que tenga la menor enfermedad crónica y el desborde, agonizante también de los que intentan dar ayudas económicas o sociales en un contexto que no es más una eterna e incomprensible escalada.

 

Hoy amanece 22 de enero de 2019. Las redes despiertan con la noticia del incendio de la vivienda de Robert Serra, a quien mataron físicamente hace un par de años. ¿Matar después de matar? ¿Advertir que no se agotan con asesinar o que incluso después seguirán hasta que las cenizas ya no recuerden?

 

Han dicho tanto de los venezolanos que ayer sólo se hablaba de Ecuador donde los asesinan y humillan tras las declaraciones de Lenin Moreno. Cosas parecidas vienen ocurriendo en la frontera con Brasil donde se erige un cura como especie de Santo que defiende a los venezolanos de los permanentes ataques. En Ecuador en 2018 asesinaron tres venezolanas en actos declarados femicidios.

 

También, andan por allí grupos lastimeros de «militares» anunciando acciones de entrada irregular al país y ayer amanecimos con esa rara situación en Cotiza que no se aclara aún si se trata de una película de baja factura, una transmisión por redes o una manera de hacer ruido y sostener los rumores que dentro de los cuarteles está pasando “algo”.

 

Pero, ¿qué tal si nos despertamos?

 

Si sumamos todas estas cosas, si vemos en el mapa lo que ocurre en el Continente, si observamos lo que ha sido la campaña de 2018 sobre los «refugiados» venezolanos y recordamos los actos que cayeron en las oscuras horas del fascismo o el genocidio de gitanos, judíos, comunistas y homosexuales, veremos que la historia pasa y estamos demasiado ocupados con nuestras vidas para verla.

 

Cerraba esta nota y me llega un mensaje alarmado de una amiga. Son fotos de un flyers que se reparten por las redes. Una consigna simple “este 23 de enero mata a un chavista”. Quizás uno creería que no van en serio sino supiera que esto ha pasado ya demasiadas dolorosas veces. Entonces uno sale a la ciudad con este peso en la nuca y este frío en el cuello.

 

Sale porque sabemos que el mundo no se acaba y no estamos dispuestos a regalárselos a quienes andan en estos planes. Alimentando una “ficción jurídica” como dijo la Sala Constitucional y también una “ficción histórica”, una por cierto terriblemente peligrosa.

 

Donde se zigzaguea el discurso desde una alucinante narrativa extraordinariamente católica, mágica de hecho, con vírgenes y velas y cadenas de oración a un estadio de adoración de la violencia, de cultivo de las ganas de vengarse.

 

Luego seguía hablando con la gente. Tenemos ya años en esta guerra, ya todos entramos en protocolo de emergencia: por favor avisen la situación en su zona, avisen cuando lleguen y todo el mundo diga su agenda del día. Luego, viene la mañanita con su pregunta ¿cómo pasaron la noche, todo tranquilo? ¿los chamos van a clases? ¿qué zona estará complicada?

 

Esa parte nunca está en las películas de guerra. La batalla de la gente por su normalidad. La batalla por la calma que tenemos y las redes que de mano en mano, han servido de barrera a un fascismo que se ha anunciado muchas veces.

 

Es cierto, nunca nos reconocemos eso. No somos un pueblo amenazado en el futuro por el fascismo. Somos un pueblo que lo combate en presente. En el 2002, en el 2007, en el 2013, en el 2014, en el 2017 y ahora, adentro y afuera de Venezuela en 2019 cuando habiendo fracasado el 10 apuestan por el 23.

 

Siempre me gustó el 23 de enero. Para mí era tan simple al comienzo. Una sola frase de mi abuela «ese día soltaron a Pedro Luís», luego en la historia con sus consignas y su revuelta y su incendio en la Plaza Morelos. Tan desprovisto de este odio hecho a la medida que llega como de la nada y se come un país.

 

No me gustan las alarmas por ellas mismas. Incluso rechazo el miedo como estrategia pero allí están los hechos, súmenlos ustedes y ayuden a que esta locura se detenga.

 

Enero 22, 2019

 

https://www.alainet.org/es/articulo/197700?language=en
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