Lecciones de un bloqueo. O de dos…

27/02/2019
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Se cumplen ya 5 años del bloqueo casi total a Venezuela por el Gobierno Trump, aunque las dificultades se habían agudizado con el Decreto de Obama (el Presidente negro que gobernó como blanco) declarando a Venezuela como una “amenaza inusual y extraordinaria”. Y son ya sesenta años del bloqueo a Cuba. Genocidas y criminales ambos porque no afectan solo a los gobiernos de las dos naciones sino y principalmente a sus pueblos, que sufren la carencia de productos básicos… sobre todo alimentos y medicinas. A Venezuela son más de 11 mil millones de dólares los que le retiene el sistema financiero internacional por órdenes de la Casa Blanca, impidiéndole a su gobierno cancelar facturas de medicinas e insumos urgentes, en una acción delictiva que en el lenguaje jurídico básico se denominaría Robo. Unido lo anterior al despojo de la empresa distribuidora CITGO, de propiedad venezolana pero incautada por el gobierno gringo, son más de 30 mil millones el perjuicio, no al gobierno de Maduro sino al pueblo venezolano, en lo que va de este año.

 

Tal actitud imperial es sintomática de la decadencia irreversible del Imperio que iniciaron los Padres Fundadores con su doctrina del Destino Manifiesto, consolidada poco después con el imperialista “América para los americanos”. Como si sólo la mitad del gran pedazo norteño fuera América, con exclusión política de lo que existe entre el río Bravo y el Canal de Beagle, pero con su inclusión para sus fines económicos. Y como si americanos fueran solamente los herederos de los peregrinos que asesinaron al 95% de los dueños de esas tierras, para quedarse con ellas y construir el más perverso imperio en la historia de la humanidad. Son los coletazos finales, el pataleo del ahogado.

 

El robo de fondos del pueblo venezolano, así como las ingentes pérdidas que el bloqueo ha ocasionado a las dos naciones caribeñas, dos billones de dólares en el caso cubano (dos millones de millones), 350 mil millones a Venezuela, determinan la suerte política, por su tragedia económica, del sistema socialista de ambas naciones. ¿Alguien podría asegurar de manera tajante que con esos recursos y libertad de acción, no hubiera Cuba sacado adelante su proyecto socialista y Venezuela consolidado su socialismo bolivariano?

 

Cuando los Medios Comerciales o Basura Mediática del Continente, con su falta de ética profesional, así como la irremediable idiotez de las Redes Sociales peroran y se desgañitan acerca del fracaso del socialismo, ninguno de sus “analistas” se acuerda, y mucho menos alude o reconoce, la terrible importancia, crucial y casi irremediable, que las consecuencias económicas del bloqueo, para no mencionar las políticas, han tenido en ese “fracaso” orquestado y urdido por el Imperio.

 

Es como si los EE UU, al declarar su Independencia de la Gran Bretaña en 1776, se hubieran visto sometidos por 20, 60 ó 100 años al bloqueo económico del Imperio Inglés. Hubo bloqueo al finalizar la guerra con la rendición del General Charles Cornwallis en octubre de 1781, hasta la firma de la paz en septiembre de 1783 con el Tratado de París. Pero fue un bloqueo parcial dado que España y Francia estuvieron de parte de las 13 colonias y su apoyo mitigó la reacción de Inglaterra.

 

Hoy es distinto para Cuba y Venezuela. El Poder político del Imperio, respaldado en su Poder Económico y Militar, impide a muchas naciones, incluso latino americanas, comerciar normalmente con los dos países por temor a retaliaciones de parte de los EE UU.

 

Aparte de ello y quizá principalmente, ni Cuba ni Venezuela tenían ni tienen aún manera de contrarrestar un bloqueo de productos básicos porque, en primer lugar, ninguna de las dos naciones tiene un aparato industrial que haga frente a las emergencias. Y, por otro lado, como se dijo, porque los países occidentales que pudieran amenguar los bloqueos, se postran sumisos ante las órdenes imperiales.

 

Las viejas clases dirigentes de ambos países, terratenientes, mineras, extractivistas, faranduleras o lo que sea pero no trabajadoras sino hereditarias y rentistas, no se preocuparon nunca de industrializar sus naciones. Se contentaron en Cuba con la producción de azúcar, la utilización del paisaje costero y la apertura indiscriminada al juego, el show y la prostitución para magnates y ejecutivos gringos que hicieron de la Isla un burdel desde la Enmienda Platt hasta la llegada de Fidel.

 

Y en el caso de Venezuela, la oligarquía terrateniente y hacendada que heredó canonjías de los colonizadores hispanos a partir de la Batalla de Carabobo, nunca o muy poco se preocupó por crear industria de verdad con la riqueza en recursos minerales y biológicos de los que dispusieron por décadas. Se contentaron, como la oligarquía cubana pre Castro con el azúcar y el turismo, en abrir almacenes de las grandes tiendas gringas, adormecer al pueblo con salsa y reinas de belleza y atontar a las clases medias arribistas con gasolina a 5 centavos el litro para sus autos de 8 cilindros. Importados, por supuesto, como los electrodomésticos, porque ni siquiera la falsa industria ensambladora se les ocurrió.

 

Y para las revoluciones castrista y chavista, cambiar la mentalidad farandulera y rentista de las clases dirigentes no era trabajo de años sino de décadas. ¿Trabajar y crear industrias? Para qué si hay petróleo, oro, diamantes, aluminio, vacas lecheras y plantaciones de café de un lado, y azúcar, turismo y playas del otro… ¿El pueblo y las clases populares? Ni siquiera educación porque a la llegada de Chávez, en Venezuela el 50% de la población era analfabeta. Eran los emboladores, vendedores de supermercado, surtidores de gasolina y siervos domésticos de los moradores ocasionales de Altamira y los Teques, que usualmente viven en Miami pero visitan de vez en cuando sus feudos catires.

 

Pero como decían los abuelos, no hay mal que por bien no venga. América Latina tiene en Cuba y Venezuela, y en ellas sus pueblos, dos espejos en los cuales mirar el porvenir. No se trata de industrializar para producir armas de guerra o cohetes espaciales y ni siquiera maquinaria pesada para la industria. Se puede seguir importando. Hoy se fabrica con alta calidad en Rusia, India, China, Japón, Suráfrica y otros países industrializados. Pero, al menos, que se produzca papel higiénico, jabones que limpien y crema dental… Y si es posible, lavadoras, refris, licuadoras y equipos básicos.

 

No es tan difícil… Tenemos hierro, aluminio, cobre y oro de sobra… Y hasta uranio, litio y coltán. Solo falta algo de dignidad y un poco de entusiasmo para TRABAJAR…

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/198446
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