Macri en crisis terminal, pero sin medidas soberanas, el pasado se puede volver futuro
- Opinión
El gobierno de Mauricio Macri no tiene futuro, pero se corre el riesgo que –con otros- esto se vuelva a repetir. Ahora, que empieza la hora de dulces promesas de campañas electorales, circulan otras ideas -no tan zalameras- para evitar que el pasado se vuelva futuro: default de la deuda; que el trabajo y ahorro de los argentinos no termine en las arcas bancarias y que el destino de los dólares argentinos lo decida un estado soberano.
No es difícil concluir que el gobierno de Mauricio Macri tiene escasas posibilidades de continuar administrando la Argentina. Va a terminar su mandato, si logra hacerlo, en medio de una fenomenal crisis económica y social.
La propaganda que hablaba de sus banderas de tipo moral e institucional está perdiendo credibilidad con hechos de corrupción como el decreto ampliando el blanqueo a sus familiares, las ventajas en los tarifazos o el dólar a futuro, entre otras tantas lindezas.
Los últimos acontecimientos vinculados a los escándalos judiciales, dan cuenta que tal propaganda se vuelve contra sus propios creadores. La gigantesca deuda que deja obliga a pensar que, aún en el caso que fuera candidato y lograra ser reelecto, sus perspectivas de mantenerse en ese futuro gobierno son escasas.
De modo que el futuro de Macri, en el mediano plazo, parece sellado y es poco imaginable verlo gobernando pacíficamente, es probable que su futuro esté más cerca de los ajetreos tribunalicios que del departamento madrileño que –según un periodista del conservador diario La Nación- su hija Agustina compró en la capital española para acoger a su padre luego del fiasco presidencial.
Ante este panorama aparece claro el debate, que –por ahora- no ha encontrado eco en los discusiones de los candidatos y la dirigencia que suele transitar por los pasillos de los principales canales de televisión y son tapa de los grandes medios gráficos, todos ellos preocupados por las alternativas de los acuerdos electorales. Pero, por abajo, cuando estos mismos dirigentes se relajan con sus amigos o en las sobremesas familiares surgen las dudas sobre aquellas cuestiones que eviten la repetición de los fracasos que inundan la historia reciente del país. Es allí donde aparecen los temas vidriosos que casi nadie se anima a plantear ante el gran público. Es cuando asoman algunas ideas que muchos piensan que se deben aplicar, aunque son pocos los que se animan a formularlas.
Esas medidas son las que terminarán determinando el rumbo futuro. De la posibilidad que se apliquen o no dependen esas propuestas y programas partidarios cargados de buenas intenciones con los que quieren ganarse el voto. Esos temas giran en torno a la deuda, el rol de los bancos y como se ejerce el control de los dólares.
El gobierno de Macri: realidad y destino
Que el gobierno de Macri navega en un bote destartalado en aguas turbulentas no es ninguna novedad. Nunca le interesó construir un medio apto para remar en esas aguas y llevar a buen puerto al pueblo que le tocó gobernar. Prefirió aferrarse a la defensa de intereses de círculo aunque ello perjudicara a las grandes mayorías.
Los datos son aplastantes, dan vergüenza, bronca y dolor. La actividad económica cayó 6,2% en el cuarto trimestre del año pasado, respecto al trimestre anterior, con lo cual el conjunto de la economía (PBI) cayó un 2,5% para todo el 2018; la industria cayó -en términos anuales- un 11%.
El consumo interanual de febrero (2018) a febrero (2019) cayó un 10,2%. La desocupación, a fines del año pasado, era del 9,1%. Son 1.750.000 personas sin trabajo, unos 400 mil más que hace un año antes.
Estos son datos oficiales, la realidad, sobre todo en el tema desocupación es bastante diferente, porque aquí solo se toman en cuenta las personas que están buscando trabajo, las que dejaron de hacerlo no entran en la estimación señalada. Por último el importante dato sobre la pobreza, nos dice –según las cifras oficiales, tomadas según el nivel de ingresos- que la misma fue en 2018 del 32%, un 6,3% más que el 25,7% del 2017.
El renombrado Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) publicó un “Enfoque de pobreza multidimensional”, que influye otros derechos además del ingreso, reveló que el 31,3% de la población urbana argentina a fines de 2018, se encuentra en la pobreza.
Según la misma metodología a fines del 2017 la cifra de pobreza era del 26,6%, resultando evidente la tendencia al agravamiento. La mayor parte de estos datos corresponden al final del año 2018, en el primer trimestre de 2019 se han agravado muchas de estas cifras.
Ante esta realidad el destino del gobierno de Macri es harto evidente: Irá a parar al tacho de basura de la historia, donde se guardan los trastos viejos que traen malos recuerdos. Por eso se extiende la idea de los que piensan que por el bien de todos lo mejor que puede pasar es que se termine lo antes posible este infierno actual.
Si se diera la –muy improbable- reelección, un futuro aún más sombrío se levanta sobre el futuro macrista. Porque una cosa es tolerarlo porque “en octubre se termina”, como piensan los que apuestan todo a estas elecciones, otro cantar sería tener otros cuatro años por delante. Las fuerzas contenidas, ante la perspectiva electoral, se podrían desatar y colocar en el centro de las decisiones la bronca generalizada que hay en la sociedad.
Default, ganancias bancarias, sacrificios y soberanía
“Default” (no pago de una deuda) es una palabra “maldita”, aunque a veces es necesaria. Ciertamente ella supone una situación de crisis. Si se la considera respecto a un país, ese hecho da cuenta de la gravedad por la que atraviesa esa economía. Pues bien, Argentina se encuentra en los umbrales de esa perspectiva.
Todos saben que los compromisos de pago que tiene para el 2020 son incumplibles. Son aún menores las posibilidades del país de cubrir las obligaciones para los años 2021 y 2022. Según algunos cálculos conservadores los vencimientos futuros son de 21.406 millones de dólares para el 2020; 25.114 para el 2021 y 25.308 para 2022.
El total de lo que el lpaís debe pasó de ser el 34,4% del PBI en el 2015, al 57% en los inicios del 2017, para llegar al 95,4% a fines del 2018. Estos incrementos tienen que ver con dos fenómenos combinados: Los crecientes endeudamientos y el achicamiento de la economía.
Dicho esto queda una pregunta pendiente ¿Dónde fueron o van a parar los 57.100 millones de dólares del préstamo del Fondo Monetario Internacional? Esos fondos estaban destinados a restablecer un equilibrio en nuestro sistema financiero. En realidad ellos permitieron cubrir los vencimientos de las deudas y los déficits de la balanza de pagos.
De todos modos, llama la atención que esos montos se corresponden –casi exactamente- con la “fuga de capitales” producida durante el macrismo. Según las cifras oficiales el monto de tal fuga, que el Banco Central agrupa bajo el nombre de “Formación de activos del sector externo privado no financiero” alcanzó los 59.329 millones de dólares.
De modo que el sistema económico argentino tuvo que acudir a un préstamo internacional para cubrir la “fuga de capitales” de los primeros tres años del macrismo. A la economía real no llegó un solo peso de tales préstamos ellos se fueron por el mencionado “agujero negro” que refleja la falta de confianza en nuestra economía. Más allá de esos datos oficiales se estima que el monto esfumado duplica a las cifras oficiales.
Dicho esto, sobre un gigantesco endeudamiento que no fue aplicado a la economía, queda claro que se está ante una bomba de tiempo. Ella, si no estalla antes, lo hará a partir del año próximo. Por eso en lugar de fantasiosas promesas de un futuro venturoso sería bueno que los candidatos plantearan la situación real.
En ella el default o una renegociación con importantes quitas y mayores plazos es una perspectiva insoslayable.
Una medida de este tipo fue aplicada después de la crisis del 2001/2002 y más allá de sus problemas concretos fueron los tiempos que, después de una monumental crisis, permitieron un desarrollo que se extendió por varios años, dado que buena parte de los recursos –que se iban para pagar “deudas odiosas”- quedaron en el país y no fueron a engrosar las arcas de la banca mundial.
Estas medidas no serán fáciles, ni gratuitas, pero son imprescindibles. Eso permitiría recuperar nuestra soberanía y que los sacrificios no sean inútiles.
Juan Guahán
Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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