La batalla por la embajada, contra la guerra en Venezuela
- Opinión
El sábado 10 de mayo, un oficial superior del Servicio Secreto le indicó a los uniformados que iban a sustituirlos frente a la embajada de Venezuela en Washington: "en este lado de la calle están las personas pro Guaidó, que esencialmente son del gobierno de Estados Unidos. Al otro lado están los manifestantes contra la guerra, pagados por Rusia o lo que sea".
El día anterior, los mismos uniformados fueron filmados cuando golpearon al director de Veteranos por la Paz, Gerry Condon, luego de ser arrestado por intentar lanzar un pepino para los 15 activistas que defienden la embajada. Al igual que había ocurrido la semana pasada con la codirectora de Codepink, Ariel Gold, Condon fue acusado de lanzar un proyectil hacia dentro de la embajada y rápidamente fue liberado.
Sin embargo, el vídeo del arresto del hombre de 72 años dio la vuelta al mundo y hasta el fundador de Pink Floyd, Roger Waters, le dedicó uno de sus vídeos de denuncias contra la intervención en Venezuela.
En ese mismo lapso, The New York Times y Vice, entre otros medios, publicaron distintas piezas demonizando a los activistas anti guerra como "radicales de izquierda" y "ocupantes ilegales" de la embajada de Venezuela, a pesar de que según la Convención de Viena todas las sedes diplomáticas son territorios inviolables que deben ser resguardados por el país de acogida.
El conflicto por la embajada y la violación de los derechos humanos
El 30 de abril, en el contexto del fallido golpe, el representante de Guaidó en Estados Unidos, Carlos Vecchio, intentó sin éxito tomar la embajada debido a una "escasa participación a su favor y una demostración sorprendentemente fuerte de quienes apoyan la defensa de la embajada", según Pat Elder, una de las activistas que permaneció durante esos días en la sede diplomática.
Unos pocos días después, la abogada Mara Verheyden-Hilliard, defensora del Colectivo de Protección de la Embajada, escribió una carta al Servicio Secreto donde advirtió: "En este momento, la turba violenta que ha permitido cometer continuamente actos de violencia contra personas y bienes en la embajada de Venezuela está trabajando activamente para destruir las puertas, mientras sus oficiales dan permiso para el asalto y se niegan explícitamente a intervenir. Como saben, sus oficiales han sido testigos de cómo los miembros de esta turba atacaron físicamente y amenazaron de muerte a los activistas por la paz que están dentro y alrededor de la embajada".
Durante esos días fue retratado con extrema crudeza como los militantes de la oposición hostigaron a los integrantes del Colectivo de Protección de la Embajada e incluso amenazaron a la periodista de Telesur, Alina Duarte, quien en este contexto publicó fotos de cómo la puerta de su apartamento en Washington había sido forzada.
Algunos de los videos más fuertes muestran además cómo los antichavistas destruyeron las cámaras de la embajada, agredieron activistas que intentaron enviar alimentos hacia dentro de la sede y hostigaron con sirenas las conferencias de prensa de los miembros de la coalición anti guerra conformada por Codepink, Black Power, Veteranos por la Paz y Answer Coalition, entre otros muchos grupos.
Según Pat Leder, los activistas estadounidenses han sido expuestos a "una campaña de operaciones psicológicas implacable (psy-ops) orquestada por el gobierno de Estados Unidos para expulsar a activistas por la paz" como ella de la embajada. En un artículo, Leder describió, por otro lado, como un hombre de unos 55 años con chaqueta militar acampó junto con las activistas y unos días después, luego de escribir varias anotaciones en un bloc de notas, organizó la operación de asedio contra la embajada.
"La primera línea de ataque en esta campaña militar fue con sirenas de emergencia. A cuatro de estos dispositivos torturadores se les permitió sonar a cada lado del edificio, con la intensidad de una ambulancia. El segundo asalto usó latas neumáticas que emiten un ruido increíblemente fuerte y penetrante que se escucha a menudo después de anotar los touchdowns en los partidos de fútbol americano de la escuela secundaria. Nos apuntaban con sus detonadores cuando mirábamos por la ventana. Varios de estos han sido empleados continuamente desde la visita de Vecchio. Vi una caja llena de estos dispositivos en los terrenos de la embajada", escribió Leder en un artículo sobre esta operación en la que los antichavistas se organizaron en turnos bajo la mirada permisiva del Servicio Secreto, quien al día de hoy todavía no ha detenido a un solo de éstos por agredir a los activistas por la paz.
Como respuesta, los integrantes del Colectivo de Protección de la Embajada fortalecieron las resistencias de puertas y ventanas con tornillos de cuatro pulgadas e improvisadas mejoras de seguridad. Hasta que el miércoles 7 de mayo, Vecchio anunció en un tuit: "A los invasores de nuestra Embajada que defienden cómodamente al régimen usurpador, hemos decidido darles un poco de la experiencia de vivir en Venezuela bajo el socialismo fracasado de Maduro. A partir de este momento no tendrán energía eléctrica. Próximo paso: su salida".
Así fue que la empresa eléctrica Pepco cortó el suministro eléctrico por pedido de Vecchio, pese a que la factura estaba paga hasta finales de mayo. A esto se le sumó la decisión de la compañía Dc Water de quitar el servicio de agua por lo que los activistas ahora han desarrollado un sistema para recoger agua de lluvia en el techo de la embajada.
"Es irónico que el gobierno de Estados Unidos ataque la red eléctrica de Venezuela y ahora hagan lo mismo con este servicio en la embajada del país en Washington. También nos impiden obtener comida también al igual que lo hacen en Venezuela con las sanciones", afirmó el colectivo en una declaración posterior al corte del servicio en la que también señalaron estar preparados para resistir todo el tiempo que sea necesario hasta que un país neutral, como Suiza, se haga cargo de resguardar la sede diplomática.
De esta forma, el Servicio Secreto de Estados Unidos, junto con los militantes antichavistas, aplican la misma suspensión de derechos humanos, como el acceso a la alimentación y la salud, que realizan con Venezuela hasta que se retiren de la sede diplomática venezolana.
El impacto en la opinión pública estadounidense y la metáfora exacta del asedio a Venezuela
Durante este último fin de semana, activistas de varias partes de Estados Unidos se congregaron alrededor de la embajada para respaldar al Colectivo de Protección de la Embajada. El trabajo periodístico de Anya Parampil de Grayzone Proyect y Alex Rubeinstein de Mintpress en sus redes sociales también ha dado la vuelta al mundo. Ambos permanecen dentro de la embajada y han denunciado cómo se violenta su derecho a la libertad de expresión con el corte de servicio eléctrico que afecta sus coberturas.
El pulso por la embajada incluso ha tomado importantes proporciones a tal punto que la última conferencia pública del Colectivo de Protección de la Embajada contó con la presencia de medios internacionales como Efe, la Voz de América y The New York Times, entre muchos otros. Durante la conferencia todos los medios y el público estadounidense ha podido apreciar de forma directa el comportamiento violento de los militantes del antichavismo que han hostigado con sirenas tanto la conferencia como los integrantes de la organización con quienes han tenido comentarios sexistas y racistas.
Así, la embajada se ha convertido en un punto de protesta contra la guerra en Venezuela que ha proyectado la complicidad del Servicio Secreto con militantes violentos del antichavismo. Lo que, además de poner en ridículo a los representantes de Guaidó, se ha transformado en una guerra de declaraciones entre personajes como el senador Marco Rubio y defensores del movimiento anti guerra, como Roger Waters.
El saldo es por demás evidente dado que significa el ascenso en la opinión pública de un movimiento heterogéneo de activistas a favor de la paz que a través de medios alternativos son cada vez más escuchados. Con una agenda que denuncia mitos a favor de la guerra como el famoso "Russia Gate", la campaña contra Irán y la detención de Julian Assange, este movimiento tiene con la embajada de Venezuela el primer punto físico para ejercer presión contra el gobierno de Estados Unidos y sensibilizar a la opinión pública de su país.
Según The Washington Examiner, ex funcionarios de la Administración Trump y expertos independientes consideran que una guerra en Venezuela rompería la coalición de votantes a favor de Donald Trump. "Los no intervencionistas son una parte importante de su coalición en todas partes, pero lo son más donde los márgenes son más estrechos. Hay muchos votantes de clase media y de clase media que están hartos de todas las guerras", dijo Jesse Benton, presidente de la campaña presidencial de Ron Paul en 2012 y de la reelección en 2014 del líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell.
Otros analistas como Patrick Buchanan, autor del libro "Las guerras de la Casa Blanca de Nixon", creen que el centro político en Estados Unidos está tomado por el "terreno político de no más guerras", que precandidatos demócratas como Tulsi Gabbard han convertido en el principal lema de sus campañas. Así Donald Trump se ve en cierto punto acorralado por sus halcones y el hecho de tener que elegir entre satisfacer al núcleo duro pro intervención de la Florida o a una importante cantidad de electores en distritos claves.
En este contexto, la defensa de la embajada de Venezuela por parte de activistas estadounidenses conecta con un sentimiento profundo de gran parte de la sociedad estadounidense, sobre todo si se lo compara con la violencia de la turba antichavista que desmitifica en gran parte el mito de que su lucha en Venezuela es por la libertad y la democracia. En cierto sentido, la irrupción con fuerza en la opinión pública de este pulso puede significar una de las primeras grandes operaciones políticas de un movimiento anti guerra que tiene todas las condiciones para ascender con fuerza en Estados Unidos.
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