Elecciones indias, un arrasador viento azafrán
- Análisis
Acaban de finalizar las elecciones indias, donde casi 854 millones de votantes, que hablan 1652 idiomas diferentes, votaron en 900 mil centros electorales durante 35 días. A casi 10 mil candidatos de 500 partidos políticos. El monumental mecanismo eleccionario que costó 5 mil millones de dólares, ha dado como resultado, tal como se preveía, el triunfo por un 65.6 % de los votos del Bharatiya Janata Party o BJP (Partido Popular Indio) confirmando al actual Primer Ministro Narendra Modi, de 68 años, por otros cinco años y volviendo a postergar las ambiciones del otrora poderoso Congress Nationalist Party o INP (Partido del Congreso Nacional Indio) que encabezaba Rahul Gandhi, nieto de Indira Gandhi, quien fuera Primer Ministra del país entre 1966 y 1977, reelecta en 1980 y asesinada mientras ejercía su tercer mandato en 1984.
Modi se impuso abrumadoramente, obteniendo 543 bancas del Lok Sabha, la cámara baja del parlamento indio, cuando para triunfar se necesitan 272, pintando así al país de azafrán, el color oficial del Bharatiya Janata Party.
Si bien Modi asumió en 2014, rodeado de un aura de hombre fuerte e incorruptible, rompiendo la hegemonía de tres décadas del partido del Congreso, con la promesa de expandir la economía, en un grave retroceso, y terminar con las altas tasas de desocupación, poco ha logrado al respecto, mientras que las dificultades de los campesinos se han agravado.
Su triunfo estriba en una campaña donde ha podido cambiar la idea de “esperanza” por la del odio y el miedo, gracias a su constante prédica nacionalista, en la que ha exaltado los valores y el orgullo hindú, en detrimento específicamente de la minoría musulmana, que representa unos 180 millones de la población. Modi ha centrado su discurso en la seguridad nacional, agitando la amenaza que podría representar para India, Pakistán con quien comparte 2910 kilómetros de frontera y lleva una disputa de más de 70 años por la región de Cachemira, lo que ya ha provocado tres guerras y constantes y graves incidentes, como el sucedido en febrero pasado en Pulwama, (Cachemira) donde un atacante suicida del grupo separatista Jaish-e-Muhammad (El ejército de Mahoma) asesinó a 40 policías, (Ver: Cachemira, más fuego a la caldera) lo que desencadenó en escalada militar que puso a ambas naciones al borde de una nueva guerra, gravemente compleja, ya que las dos cuenta con armamento nuclear. (Ver: Cachemira, jugando a las puertas del infierno).
Tras la victoria de Modi, florecen las voces nacionalistas que llaman a convertir oficialmente a India, en una república secular, en una rashtra hindú (nación hindú), en detrimento del resto de las religiones del país, fundamentalmente la musulmana y la cristiana, esta última representa la tercera religión más numerosa del país, con cerca de 28 millones de feligreses.
Narendra Modi, tiene, en los hechos, con que apuntalar esa prédica reaccionaria y filo nazi, profundamente anti musulmana. Mientras fue Primer Ministro (gobernador) de Gujarat, el estado más occidental del país fronterizo a Pakistán, el 27 de febrero de 2002 un incendio en la estación de Godhra, arrasó un tren repleto de peregrinos hindúes, provocando 58 muertos. Modi rápidamente y sin pruebas, responsabilizó del hecho a los servicios de inteligencia pakistaníes. Tras exhibir los cuerpos carbonizados en Ahmedabad, la capital del estado, se inició una ola de disturbios, que se prolongó durante tres días, provocando la muerte, según las fuentes, entre mil y dos mil personas, en su gran mayoría musulmanes. Existen evidencias que partidarios de Modi comenzaron a saquear viviendas de musulmanes, además de robar y asesinar a sus ocupantes, cientos de mujeres y niñas fueron violadas. A pesar de que un equipo de investigadores excusó a Modi de toda responsabilidad, Estados Unidos le retiró su visa.
El ahora reelegido primer ministro, hijo de un humilde vendedor de té, consiguió alcanzar la gobernación de su estado natal, al que gobernó durante trece años, consiguió un importante crecimiento económico, implementado políticas de corte neoliberal, que beneficiaron a los más ricos, con lo que consiguió practicar el asistencialismo a los sectores más postergado sin sacarlo de la extrema pobreza.
En 2013, Modi se lanzaría a la política nacional, con la consigna “modernización, no es occidentalización”, poniendo como ejemplo las políticas económicas de Corea del Sur. Políticas que ahora se están implementando desde Nueva Delhi hacia todo el país. Esto provocó gran entusiasmo en el empresariado, que esperaba una aceleración en el crecimiento económico y un importante paquete de reformas, particularmente en la flexibilización de las leyes laborales y la propiedad de la tierra, que atacasen el minifundio junto a la privatización de las empresas estatales. Tras cinco años de gobierno, los parámetros de la macroeconomía parece haberse ordenado, aunque en lo micro, en la economía que atañe a los pobres la cuestión sigue igual. Las políticas contra los pequeños agricultores han producido una verdadera epidemia de suicidios.
Modi ha mostrado desde el inició de su primer gobierno una de las principales “virtudes” que sus asesores de imagen pudieron explotar: la de su firmeza en el campo de la seguridad del país, entiéndase sus agresivas políticas nacionalistas tienen como eje discursivo el anti islamismo, que ha logrado infundir a muchos de sus seguidores (Ver: India, hacia una guerra religiosa) que lo ha lanzado a una carrera armamentística (Ver Israel, un caballo de Troya en India), de donde salieron las primeras acusaciones de corrupción tras la compra de los aviones caza franceses Rafale.
El hawah contra los extraños
Hawah, es una palabra hindi que significa viento, aunque tiene una acepción más profunda, que refiere al viento que empuja a la victoria. Y al parecer el reelecto primer ministro está decidido a direccionar ese viento sagrado contra sus enemigos jurados, todos aquellos que no sean hinduistas. Los primeros cinco años del gobierno de Modi, existieron constantes refriegas entre hinduistas y musulmanes y no solo en Cachemira.
El mejor ejemplo de lo que se continuara en los próximos cinco años en la política fueron los exabruptos de personajes tan importante como Yogi Adityanath, el primer ministro del estado más poblado de la India, Uttar Pradesh, miembro del Bharatiya Janata Party, quien en plena campaña electoral frente a un importante auditorio totalmente vestido de azafrán, se refirió a la comunidad musulmana como el “virus verde”, por el color identificado con el Islam. Mientras que el presidente del partido gobernante, Amit Shah, se refirió a los inmigrantes ilegales de origen musulmán como “termitas”, a los que prometió lanzarlos al mar.
El BJP cuenta con un aliado político que se encuentra todavía más a la derecha del partido gobernante: El grupo Rashtriya Swayamsevak Sangh o RSS (Organización Nacional de Voluntarios), una formación paramilitar fundada en 1925, con fuerte reminiscencias de las Camisas Pardas hitlerianas, integrada por miles de fanáticos listos para seguir el hawah azafrán contra los hijos del Islam.
-Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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