Censura 2.0: los nuevos reguladores

03/06/2019
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Un reportaje de la cadena de noticias Al-Jazeera de diciembre de 2018 daba cuenta del sentimiento popular francés con respecto a las grandes corporaciones que nos informan, la prensa tradicional. David Chater, veterano periodista de origen británico, reportaba desde una caótica París que, según académicos especializados en medios de comunicación, para los “chalecos amarillos” franceses, la red social Facebook era el lugar donde podía encontrarse “la verdadera expresión de la gente”, mientras que los periodistas y medios tradicionales constituían “otra élite, desconectada de la voz de las masas”.

 

Facebook, probablemente el monopolio más importante en internet, aglutina a más de 2 mil millones de seres humanos en decenas de países. Su naturaleza, sin embargo, hace difícil controlar el uso –y discurso–, de sus participantes. Los nuevos reguladores del discurso digital, como detallaremos en este artículo, son instituciones de la “sociedad civil”, grandes fundaciones “filantrópicas” y las oenegés que financian. La “regulación” que vienen llevando a cabo con la colaboración de la red social de Mark Zuckerberg y varios gobiernos del primer mundo no es otra cosa que censura pura y dura, bajo la consigna de proteger al mundo de las “fake news” y del “odio”. El resultado es un amordazamiento selectivo de cualquier voz considerada antisistema, cualquier catalizador del descontento popular.

 

Por regla, la censura de las redes sociales comienza silenciando voces radicales, mejor aún si son antipáticas y poco (o nada) rigurosas –Alex Jones, del portal Infowars, es un buen ejemplo–, para luego, una vez instalado el sistema de algoritmos, proceder a silenciar cualquier otra voz incómoda. Si permitimos esta “regulación”, las redes sociales e internet terminarán pareciéndose al aparato de comunicación corporativa de esa “élite desconectada”, completamente exento de pluralidad, pero haciéndose pasar por la voz representativa del conjunto.

 

Facebook y Google: no son como se pintan

 

Eric Schmidt dirigió Google entre 2001 y 2011, lapso de fundamental importancia en la consolidación del gigante de internet. Desde entonces, el multimillonario dirige Alphabet, la compañía paraguas dueña de Google. Schmidt tiene conexiones cercanas con el gobierno estadounidense y fue un activo promotor de la reciente candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de EEUU. Como informó un artículo del diario británico The Guardian (13/09/13), Schmidt considera que el espionaje gubernamental –por parte de EEUU, se entiende–, es parte de “la naturaleza de nuestra sociedad”. Cuando Edward Snowden reveló (vía WikiLeaks), la existencia del programa “Prisma” –que les da acceso a las agencias de inteligencia norteamericanas a los servidores de Google–, Schmidt explicó que las filtraciones tendrían un efecto negativo. Señaló que la publicidad al respecto haría que internet se volviera “menos global”, “balcanizándola” debido a la protección que distintos Estados podrían implementar para proteger a sus ciudadanos de las alucinantes capacidades para el espionaje del gobierno estadounidense.

 

Jared Cohen, otra cabeza de Google, comenzó su precoz carrera burocrática ingresando al Departamento de Estado norteamericano a los 24 años, en 2006. Luego, en 2010, pasó a los altos puestos de Google y hoy dirige una de sus principales subsidiarias: Jigsaw (antes, Google Ideas). Un año antes de pasar al gigante de internet y en su calidad de consejero de la Casa Blanca, Cohen le solicitó a Twitter que pospusiera el mantenimiento de sus redes, de manera que no se interrumpieran sus servicios durante las protestas civiles que se llevaban a cabo en Irán.

 

Por su parte, Facebook parece resistirse a los frecuentes embates del gobierno norteamericano, que constantemente le exige una mejor “autorregulación” de su contenido. La derrota de Hillary Clinton y el escándalo –en buena parte artificial–, de las “fake news”, fue la justificación principal para dicha presión política y mediática. Pero la posición de Facebook podría ser solo una fachada de independencia.

 

Su actual Jefe de Políticas de Seguridad Cibernética, Nathaniel Gleicher, trabajó previamente para el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) de Barack Obama, donde se desempeñó como director de políticas de ciberseguridad. También es un importante miembro del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés), un “think tank” financiado por la industria del petróleo, contratistas privados del Departamento de Defensa estadounidenses –es decir, fabricantes de armas–, y algunos gobiernos alineados. Otra entidad ya mencionada en artículos anteriores es el “think tank” Atlantic Council, financiado también por la industria armamentística e íntimamente ligado a la anacrónica OTAN.

 

A inicios de 2019, Facebook contrató a Jennifer Newstead, empleada del Departamento de Justicia estadounidense durante el gobierno de George W. Bush y una de las principales diseñadoras del “Patriot Act”, la ley que, a raíz del ataque a las Torres Gemelas, le permite al gobierno norteamericano espiar a sus ciudadanos –y al resto del mundo–, sin el engorroso inconveniente de tener que conseguir órdenes judiciales, entre otras maravillas modernas. De acuerdo con el blog de noticias tecnológicas The Verge (22/04/19), Newstead tiene un historial de cabildeo en favor de leyes de vigilancia digital más rigurosas.

 

Esta información debería servir de contexto ante cualquier noción de que los más grandes monopolios de internet, Google y Facebook, son instituciones “privadas”. Como de costumbre, esta realidad es diligentemente ocultada por la prensa corporativa, que tiene por característica no ahondar demasiado en su representación de la realidad, particularmente aquí en nuestras provincias tercermundistas.

 

Avaaz acusa a los “Chalecos Amarillos” de ser tontos útiles

 

El 15 de marzo de este año, la organización internacional de activismo por internet Avaaz emitió los resultados de un “estudio” de alarmantes conclusiones: el movimiento ciudadano francés era un vástago de las “fake news”, un producto de la manipulación, una suma de tontos útiles. También aprovechó para despacharse contra RT, la cadena de noticias rusa que desde hace algunos años está transmitiendo mucho de lo que la prensa corporativa occidental ha callado, tergiversado y ocultado por décadas, lo que sin duda nos conviene. Dicho esto, vale la pena aclarar que todos los países y grupos de intereses relevantes hacen propaganda.

 

“Yellow Vests Flooded by Fake News”, el “estudio en profundidad” realizado por Avaaz, usa una metodología bastante cuestionable y llega a conclusiones previsibles, si tenemos en cuenta su historial de intromisión en política internacional. Su método consiste en contar cuántas veces se compartieron en Facebook noticias falsas, o comentarios o videos “maliciosos” relacionados con los “chalecos amarillos”, para luego realizar una serie de saltos lógicos dignos de los mejores acróbatas del Cirque du Soleil.

 

Por ejemplo, el estudio asegura que las noticias falsas que ha analizado fueron vistas 105 millones de veces en Facebook, pero emplea por universo de análisis a 35 millones de usuarios. Dicha cifra corresponde no a los cientos de miles de manifestantes, sino al total de usuarios franceses de la red social. Es decir, no saben a ciencia cierta si los expuestos a dichas noticias son efectivamente quienes luego salieron a marchar o cualquier usuario francés, mucho menos si la influencia real de dichas comunicaciones fue significativa.

 

“Macron baila mientras los franceses protestan”, reza una de las noticias analizadas y presentadas como “falsa”. Según los registros de Facebook, la publicación fue vista más de diez millones de veces. El enlace a la publicación original muestra a Emmanuel Macron, el presidente de Francia, bailando en un evento diplomático en Armenia. El video es de octubre de 2018, mes anterior al inicio de las marchas. Pero si seguimos el enlace que proporciona Avaaz podemos ver que la leyenda que acompaña el video originalmente publicado en la red social dice, únicamente: “Y mientras Francia va mal…”, y no, “Macron baila mientras los franceses protestan”, como dice el engañoso estudio, que agrega una ventana temporal inexistente en el original. Considerando que las marchas no empezaron en un vacío político y social, sería correcto asumir que, para octubre, de acuerdo a cierto sentir popular, “Francia (iba) mal”, mientras Macron bailaba en Armenia, por lo que no existe base para asegurar que la publicación es falsa. Este es un ejemplo claro de falta de rigurosidad en favor de unas conclusiones que parecen ideadas de antemano. La “regulación” de las redes sociales ha ido de la mano de decenas investigaciones truchas como la señalada, casi siempre provenientes de instituciones como Avaaz.

 

Para enlazar el estudio con la alegada malevolencia rusa y sus “noticias falsas”, Avaaz pasa, sin querer, de la tergiversación de datos a la adulación del canal de noticias ruso. Sucede que RT logró captar al grueso de los franceses que se querían informar sobre las marchas, dada la costumbre de la prensa corporativa occidental de omitir de su cobertura las manifestaciones ciudadanas orgánicas y de base cuando estas suceden en países alineados. Así, el estudio se queja de que RT alcanzó, en YouTube, una audiencia total mayor a la de Le Monde, Le Nouvel Observateur, France 24, Le Figaro y LeHuffPost combinados. En ningún momento se acusa a RT de emitir noticias falsas.

 

Como ya hemos señalado, la propaganda no da puntada sin hilo y siempre pretende hacer política. En un caso similar, un “estudio” más reciente de Avaaz (“Far Right Networks of Deception”), logró que Facebook sacara de circulación a una serie de páginas y usuarios relacionados con la “extrema derecha”, visitados nada más y nada menos que por medio millón de miembros, según sus propias estimaciones. Todo eso justo antes de las últimas elecciones europeas. También le propone a la red social una serie de cambios y políticas para limitar estos discursos, que ella misma califica de “anti establishment”.

 

Nos encontramos en una enconada lucha entre los poderes tradicionales y una nueva forma de comunicación que les está resultando difícil controlar. Desgraciadamente, si no fuera porque lo leyó aquí, difícilmente se enteraría.

 

-Publicado el 31 de mayo de 2019 en Hildebrandt en sus 13, ed. impresa, Lima, Perú.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/200184?language=en
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