Abrazo de ahogados

06/06/2019
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Bolsonaro e Macri no Itamaraty em janeiro
Foto: Marcelo Camargo/Agência Brasil
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Era una tradición que todo nuevo presidente de Argentina y de Brasil empezaran su mandato visitando al presidente del país vecino. Sin embargo, la relación entre los dos países ha cambiado realmente, cuando Lula y Néstor Kirchner, recién elegidos, abrieron una nueva etapa en la relación entre los dos países.

 

La política norteamericana había sido siempre la de tratar de separar y oponer a los tres principales países del continente: Argentina, Brasil y México. Trataban de que los gobernantes y las FFAA de Brasil y de Argentina consideraran a otro país como su adversario concurrente y hasta como su principal hipótesis de guerra.

 

Lula y Néstor establecieron relaciones fraternales y de alianza estratégica entre los dos países, en el marco de la integración latinoamericana. Se constituyeron como el eje a partir del cual se ha fortalecido y expandido el Mercosur, se han creado Unasur y Celac.

 

Nunca las relaciones entre los países de la relación se habían intensificado tanto, nunca fueran tan cordiales, nunca se había vivido un tiempo de relaciones tan fraternales, pacíficas y solidarias entre los gobiernos del continente. Y nunca EEUU habían estado tan aislados de América Latina. Porque los países que prosperaban, que disminuían la exclusión social, que promovían procesos de integración regional, tenían gobiernos conscientes de la soberanía nacional y de sus contradicciones con el gobierno norteamericano.

 

No por casualidad la estrategia híbrida, la nueva estrategia norteamericana y de la derecha del continente se ha concentrado inicialmente de forma directa sobre Argentina y sobre Brasil, el eje de los procesos de integración latinoamericana. No por acaso fueron en esos dos países que resurgieron los gobiernos más sumisos a Washington.

 

Después de romper con la tradición de hacer su primer viaje internacional a Argentina – antes fue a Chile, EEUU e Israel-, Bolsonaro finalmente se atrevió a ir a Argentina, a visitar a Mauricio Macri. Como la visita ha tardado, el presidente brasileño encuentra a una Argentina mucho más deteriorada que hace algunos meses. Ambos se encuentran en situaciones muy similares, pero radicalmente opuestas a las que encontraban antes Lula y Néstor, Cristina y Dilma.

 

Después de renunciar a la visita a Nueva York, con el miedo, según el mismo presidente de Brasil, de recibir una torta en la cara, fue a Buenos Aires. No queda claro, quien desgasta más al imagen de lo otro. Porque ambos países se encuentran con sus economías en recesión, ambos con un desgaste acelerado del apoyo de la población, ambos sin poder exhibir al otro alguna gran realización de sus gobiernos.

 

Es la expresión más acabada de lo que la derecha latinoamericana tiene que ofrecer a nuestros países. Ambos son gobiernos de destrucción: del patrimonio público, del derecho de los trabajadores, de las políticas sociales, de la autoestima de sus pueblos, de la imagen de sus países en el mundo.

 

Cuando se han abrazado en la Casa Rosada, no era el abrazo fraternal, alegre, solidario, entre Néstor y Lula, entre Cristina y Dilma. Es un abrazo de los que no sabe si se volverán a abrazar. Un abrazo de ahogados, en el que cada uno gustaría ser capaz de ayudar al otro en momentos tan difíciles que viven ellos y sus países, por culpa de ellos. Pero que de lo que más tratan, es de no irse todavía más al fondo, juntos.

 

Saben que lo que han dicho y formado, el viento se llevará. Ni las fotos quedarán. Van a pasar a la historia como nota de pie de página, como momento negativo de sus países y de la relación entre los dos gobiernos.

 

El presidente brasileño no fue recibido con menos hostilidad que la que han demostrado los neoyorquinos. El pueblo argentino, que se apresta a sacar a Macri del gobierno tiene total claridad de lo que significa Bolsonaro, de cómo solo fue elegido como resultado de un golpe y de la guerra hibrida, de la prisión de Lula sin ninguna prueba – sin lo cual lo derrotaría en la primera vuelta – y así lo ha recibido. A sabiendas que ya no habrá encuentro de presidentes argentino y brasileño tan repudiados por sus pueblos como los de estos dos.

 

- Emir Sader, sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

 

https://www.alainet.org/es/articulo/200277
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