Corralitos para Alberto
- Opinión
El despliegue editorial de diarios y columnistas de medios dominantes se dirige a conseguir de Alberto Fernández que acepte y garantice el acuerdo de Macri con el FMI, es decir la continuidad del casino financiero y cambiario. Cuanto más el candidato le habla a los “mercados” y menos a su base electoral, más bonito lo ven. Y ya le plantan peleas con el kirchnerismo y el “camporismo”.
En el afán por encerrar al candidato opositor en un corralito económico y político y condicionarlo en el presente y, sobre todo, para el futuro, estos medios y sus escribas dan una vuelta en el aire y hasta encuentran virtudes en el hasta ayer despreciado Luiz Lula da Silva.
Es que hace 17 años, según dicen, cuando era candidato a la presidencia, Lula aceptó un acuerdo que el ex socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso había pactado con el FMI. Un “ejemplo de cordura” escribió Clarín, que es el mismo diario que relató con gran entusiasmo el derrocamiento de Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula, acciones sin las cuales Jair Bolsonaro, el incendiario ultraderechista, jamás habría llegado a presidente.
Hasta el 11 de agosto a la noche, Clarin, La Nación, sus conglomerados y furgones de cola hacían macrismo explícito. A partir del resultado electoral ya no trabajan para la reelección: escriben de manera más transparente, se diría, a favor de un poder permanente que reclama que Alberto F pague la deuda, mantenga buena relación con Estados Unidos, que no se atreva a criticar a estos medios, que mantenga “la relación con el mundo”, eufemismo para defender privilegios para las grandes corporaciones. Hasta le piden que deje de discutir con Bolsonaro.
Esto no niega operaciones para tratar de sostener lo que queda del macrismo, objetivo para el cual no pueden, citándolo al presidente, arrojarlo por la ventanilla de un tren de un día para el otro. Así es que este domingo 25 Clarín, La Nación y Perfil publican fotos gemelas del acto del oficialismo en la Plaza de Mayo, Macri junto a Awada, ambos de espaldas, saludando en el balcón de la Rosada a una difusa multitud que, en los textos, es engrandecida, ampliada, multiplicada y muy elogiada.
La estocada de Kirschbaum hacia Alberto, mediante el elogio al otrora corrupto Lula, sucedió a acusaciones al candidato, en Clarín y La Nación, de ser responsable del derrumbe de títulos públicos el lunes 19, por declaraciones sobre el pago de bonos de deuda que -dicen- no fueron afortunadas.
Este corralito político, económico y financiero al candidato es tendido el jueves en La Nación también por Pagni, quien le exige que demuestre que su proyecto no es una “regresión mercadofóbica” y que sus economistas se involucren en las negociaciones con el FMI. También habla de un pedido de Macri a Alberto F. para que vaya a Wall Street a contentar a la carroña mundial allí guarecida. Y lanza, al fin, un diagnóstico que también puede interpretarse como amenaza: “En la relación de Macri con el Fondo se está jugando, en buena medida, la eventual gobernabilidad de Fernández”. Todavía no fue electo y la gobernabilidad de Alberto F. ya es “eventual”.
El discurso es bien compacto, sin matices. El viernes Bonelli escribe en Clarín que el FMI postula que “cualquier acuerdo y negociación inminente con la Argentina sea compartido por los equipos de Alberto Fernández”. Ni siquiera es necesario, dice, que estos “equipos” negocien, alcanza con que “avalen lo acordado” por el FMI y Macri. Muy sencillo y fácil de entender.
Por supuesto, estos escribas lo ven más lindo al candidato opositor por haber asistido a un encuentro armado por el Grupo Clarín y cada vez que promete pagar deuda, sepultar el proyecto de un sistema democrático de medios y comparecer ante el “periodismo”, entre otras “virtudes” por las que Kirschbaum lo aplaude, el viernes. Pero no faltan advertencias y desconfianzas, deslizadas por la tercera o cuarta línea de redactores, como el caso de Di Marco de La Nación, que le diagnostica una “furia interna” que lo lleva a pelearse con algunos medios. Y Tenembaum en Infobae, que se asombra por la “elongación” política del kirchnerismo, como la llama.
Esta estrategia tiene un segmento complementario: según esta gente ya están empezando peleas, distanciamientos y “chispazos” de Alberto Fernández con el “kircherismo”, el “camporismo” o cualquier denominación parecida.
Kirschbaum vuelve a insistir el domingo: se aferra a la búsqueda de proximidad del candidato con los gobernadores, lo cual es un “mensaje interno” al Frente de Todos. Gobernadores que, según Morales Solá en La Nación, el mismo día, son dirigentes “no ideológicos”, una forma estrafalaria de definirlos como no kirchneristas ni camporistas y, con un poco de suerte, apenas si son peronistas.
Una nota muy significativa en este sentido la publicó La Nación el jueves, firmada por Cappiello: “Lejos de un discurso moderado, Kicillof arengó a su tropa de intendentes”. La nota misma incluye frases del candidato a gobernador en las cuales no hay una sola definición que no haya expresado en la campaña e incluso en compañía de Alberto Fernández, sobre reactivar la economía, apoyar la productividad, empezar el trabajo para recuperar la escuela y la salud pública destrozadas por Macri y Vidal. Pero, como es común en estos medios y columnistas, los hechos no importan. La nota termina diciendo que esa intervención transcurrió “con un casi nada mencionado Alberto Fernández y muchas veces invocada Cristina Kirchner”.
Y, como se dijo al principio, las ediciones del domingo de todos estos medios quieren transmitir euforia macrista por el acto del sábado: se habla de sorpresa y espontaneidad, de masividad, en fin, de una fiesta a pedir de Macri, para lo cual las crónicas y notas tienen que censurar los discursos de odio de manifestantes y, obvio, las agresiones a C5N. Parece que les ordenaron no incluir nada que ponga en duda que los macristas son al fin argentinos de bien, limpios, republicanos, muy distintos a otros que cometieron el desatino de aplastarlo en las urnas, el 11 de agosto.
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