Judicialización de las relaciones escolares
- Opinión
Hoy estamos frente a una escuela que ha perdido ese monopolio de la transmisión de la cultura y el saber. Ese cambio de posición la torna más frágil. Hay allí un debilitamiento que está en sintonía con los procesos de judicialización de las relaciones escolares, en los que adquieren fuerza diversos procedimientos punitivos, tecnológicos, de mercado para controlar situaciones escolares adversas que parecen escapar a los mecanismos habituales de control y disciplina miento.
Es este el marco en que podemos describir dos desplazamientos: uno ligado a aquello que media entre adultos/as escolares y estudiantes, haciendo foco en el trabajo escolar, y el desplazamiento relativo a la posición o lugar de dichos/as adultos escolares, a transformaciones en los modos de construir y sostener la autoridad pedagógica.
La desaparición de un trabajo significativo para los escolares es lo que convierte el aula en territorio inseguro. Este proceso de vaciamiento de sentido daría lugar a territorios del sinsentido que aunque repleto de consignas fomentan rutinas en la que el sujeto de aprendizaje accede a una respuesta correcta pero queda fuera la comprensión del proceso que la produce. Esta apropiación está en sintonía con una securitización didáctica que toma cuerpo en la exteriorización de normas que regulan la transmisión y empobrecen la formación. Se impone por ende una autoridad en la que subyace una idea de responsabilidad jurídica donde prevalece la intención de imputar, como sustitución del acto educativo que debe cuidar reparar…enseñar.
La preminencia de la culpabilidad por sobre la responsabilidad se asienta en un paradigma punitivo que restringe los límites del acto de educar, y nos pone en la encrucijada de reconocer los límites como asunto necesario del ejercicio pedagógico.
Asumir una autoridad ética y pedagógica implica la responsabilidad política de hacerse garante por los otros, anteponer la vulnerabilidad de niños/as y adolescentes a nuestras limitaciones como adultos, a la fragilidad que supone, incluso, perder el equilibrio de una escuela adultocéntrica que se resbala entre prepotencia e impotencia.
No es lo mismo reconocer nuestros límites que ser unos limitados.
-Gabriel Brener es educador. Trabaja como profesor e investigador en la UBA (Universidad de Buenos Aires), en la UNaHur (Universidad Nacional de Hurlingham) y en el ISP J.V González. Ha sido Subsecretario de Educación de la Argentina (2013-2015).
Publicado en Diario La Voz del Interior, Córdoba, Argentina. Septiembre 2019
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