Cumbre ambiental mucho ruido y pocas nueces
- Opinión
Convocada por el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, sesionó este 23 de septiembre la Cumbre Ambiental en la sede de las Naciones Unidas en New York con el propósito de avanzar en el marco de los acuerdos de la COP 21 realizada en Paris en diciembre de 2015. Quizás el hecho más destacado de esta cumbre fue la presencia en ella de la joven sueca Greta Thunberg y su discurso en que denunció la falta de compromisos concretos para hacer frente a la crisis ambiental que padecemos y que amenaza profundizarse ante la inacción de los Estados para disminuir la producción de gases de efecto invernadero que han llevado al aumento de la temperatura en un grado centígrado y que los científicos atribuyen a la quema de combustibles fósiles.
Ya el panel de científicos que hacen el seguimiento al calentamiento global había señalado en su informe del año 2018 que la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera alcanza unas 445 partes por millón (ppm). Cada año se añaden otras 2.5 partes por millón. Si no se logran las metas de reducciones de emisiones a finales del siglo XXI se habrán añadido unas 300 ppm y habremos alcanzado el nivel de 750 ppm hacia finales del siglo.
Este nivel de acumulación de gases de efecto invernadero nos arroja un resultado alarmante. Los modelos sobre cambio climático más rigurosos nos dicen que ese nivel de acumulación de gases de efecto invernadero (GEI) nos da una probabilidad de 50 por ciento de que la temperatura promedio aumente unos cinco grados centígrados, con respecto de la que prevalecía a mediados del siglo XIX. La última vez que el planeta fue escenario de temperaturas tan elevadas fue hace cerca de 30 millones de años.i
El discurso de Greta Thunberg frente a esta realidad no solo fue oportuno sino dramático al denunciar que frente a esta crisis ambiental que ya ocasiona desastres en muchas partes del mundo no hay acciones concretas y las que se han anunciado resultan insuficientes para hacer frente a una crisis que amenaza seriamente la propia existencia de la vida humana en nuestra casa común, la tierra. En otras ocasiones hemos señalado que frente al calentamiento global las respuestas son insuficientes. El mayor avance para hacer frente a la crisis ambiental fue la COP21 que sesionó en Paris en diciembre de 2015 en la que se logró un acuerdo para lograr un crecimiento de la temperatura por debajo de los 2 grados centígrados. En dicha conferencia participaron 196 países. El Acuerdo de París sobre cambio climático fue ratificado y entró en vigencia el 4 de noviembre de 2016, con la ratificación de por lo menos 80 Estados que, además, son los responsables de más del 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero que era otro de los requisitos para su entrada en vigencia. Esto es innegablemente un avance, pero, muy limitado toda vez que el tratado no es vinculante y no contempla ningún tipo de sanciones para quienes incumplan con las metas a las que voluntariamente se comprometieron.
Como lo señaló en su momento Carlos A. Vicente al analizar el texto del Acuerdo de París, el acuerdo de 40 páginas está lleno de buenas intenciones (se mencionan 19 “deberían”), pero casi ningún compromiso firme que avance hacia las respuestas que los pueblos necesitan con urgencia. Los cinco ejes principales de crítica al Acuerdo de Paris pueden sintetizarse:
En primer lugar el Acuerdo se ha planteado como “legalmente vinculante” lo que hace parecer que los países adquieren compromisos firmes y obligatorios en la reducción de las emisiones. Sin embargo, esto no es así. Los objetivos de reducción de emisiones de cada país son voluntarios y solo pasarán por “contribuciones” nacionales a partir de la presentación de los planes de reducción de sus emisiones que de ninguna manera garantizan la supuesta intención de no ir más allá de los 2ºC en el aumento de la temperatura a nivel global y mucho menos al 1.5ºC “sugeridos” como “ideales”.
El Acuerdo no cuestiona la principal causa de las emisiones de gases de efecto invernadero, que es la quema de combustibles fósiles, y por tanto no da ningún paso para la “descarbonización” de nuestras sociedades, ni en la transición hacia una sociedad en la que se disminuya el consumo de energía, se logre la justicia energética y se reemplacen los combustibles fósiles por energías renovables.
El Acuerdo no cuestiona ni replantea el modelo agrícola industrial que es el responsable de, por lo menos, el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero a partir de la incidencia de toda la cadena de producción industrial de alimentos. Frenar esa cadena de destrucción climática es imprescindible si se quieren tener verdaderas soluciones. Avanzar en una transición hacia un modelo agroecológico campesino centrado en la protección de los suelos y la biodiversidad, en marcados locales y cadenas cortas de comercialización es la única alternativa posible. Esta problemática no tuvo una sola mención en las 40 páginas del Acuerdo.
El Acuerdo plantea un “equilibrio” entre las emisiones y la capacidad de absorber esos gases, principalmente el dióxido de carbono. Este último punto abre la puerta de forma clara a los mecanismos de secuestro y almacenamiento de carbono, una vía que defienden los países petroleros para no cortar ya con los combustibles fósiles.
El Acuerdo sigue abriendo las puertas a las falsas soluciones tales como la geoingeniería (captura y almacenamiento de carbono, CCS, por sus siglas en inglés), que supuestamente capturará las emisiones de CO2 y las “almacenará de forma segura” en profundas formaciones geológicas. Estas propuestas generan nuevos problemas socioambientales sin hacer ningún aporte a las soluciones reales que nuestra sociedad necesita.ii
Por su parte, examinando el texto del Acuerdo, Silvia Ribeiro ha señalado que las causas del cambio climático se conocen muy bien: sabemos que las emisiones de gases de efecto invernadero tienen que ver con un sistema industrial de producción basado en la sobre explotación de combustibles fósiles, o sea petróleo, gas y carbón y, en primer lugar, con la agricultura industrial, el sistema alimentario agroindustrial, es decir, las energías fósiles y sistemas de energía y alimentación basados en eso. Solo 90 empresas han producido el 65% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, hay 10 países que son responsables de las emisiones de casi tres cuartas partes. Todo esto se sabe, pero no se discutió en la COP21 de Francia en este diciembre de 2015.
Hoy se emiten 50 gigatoneladas de gases de efecto invernadero por año que se descargan en la atmósfera, cuando se firmó el tratado de Kioto se emitían 38 gigatoneladas por año.
El Acuerdo de París de la COP21 no es un acuerdo obligatorio en cuanto a las reducciones, se definió desde antes que solo serán contribuciones “previstas y determinadas a nivel nacional” y voluntarias. Cada país tiene que presentar sus planes sobre cómo va a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Si se suman todas las contribuciones voluntarias ya presentadas (de más de 180 países), da un aumento de la temperatura de 3 a 3,5ºC para el año 2100. Hasta ahora la temperatura aumentó cerca de un grado en promedio global y ya los efectos son terribles. Se sabe que si la temperatura aumenta más que dos grados, los efectos sobre el mar, la tierra y los bosques van a ser devastadores, a más de tres grados los científicos no pueden predecir qué sucederá.iii
Es en este marco que se realizó la Cumbre Ambiental convocada por Antonio Guterres y en la que intervinieron los jóvenes ambientalistas que vienen realizando una formidable protesta bajo la orientación y guía de Greta Thunberg. Quizás es esto lo nuevo y lo único esperanzador en medio de la inacción de los Estados. La cumbre misma estaba seriamente limitada como ya dijimos por cuanto su marco de acción es el Acuerdo de París que además como sabemos enfrenta la seria posibilidad de retiro de los Estados Unidos según lo ha dispuesto Donald Trump que se haría realidad en el año 2020 si es que Trump es reelegido en las próximas elecciones. También sabemos que los Estados Unidos son de lejos el primer país en la emisión de gases de efecto invernadero.
Así pues se realizó la cumbre con mucho ruido y con pocos resultados como estaba previsto. La esperanza es que se fortalezcan los movimientos sociales que reclaman de sus Estados serios compromisos vinculantes para la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero. Es en ellos en donde esté la posibilidad de los cambios que se requieren.
Bogotá 26 de septiembre de 2019
- Pedro Santana Rodríguez, Director Revista Sur
i Nadal, Alejandro. Cambio climático: urge la transición energética. Diario La Jornada 25 de septiembre de 2019.
ii Vicente A, Carlos. El Acuerdo de París, cinco puntos clave para comprender esta farsa. Alainet, 16 de diciembre de 2015.
iii Ribeiro, Silvia. El Futuro del cambio climático, durante la COP21. Alai, 21 de diciembre de 2015.
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