Revolución y contrarrevolución en la actualidad
- Opinión
Este artículo se redactó como parte de un proyecto de tesis mío sobre sindicalismo en México. Era necesario poder entender la tendencia general que ha afectado al sindicalismo en las últimas décadas y que, sin duda, se vincula con las esferas de la macro política. El periodo que nos ha caracterizado es el del derrumbe del socialismo en Europa y la imposición de un capitalismo neoliberal que pretende aniquilar todos los derechos sociales e inclusive políticas, así como el propio planeta en la búsqueda insaciable de la ganancia máxima.
El periodo que ha empezado desde los años ochenta es de regresión, vuelta atrás, lo que podría ser considerado como una contrarrevolución o restauración del viejo orden, de un capitalismo anterior a sus modificaciones por la lucha de clases.
El concepto de contrarrevolución, aunque auténticamente moderno, no es reciente, remonta a la Revolución Francesa. Se usó de manera común para designar a los grupos opuestos al proyecto revolucionario, pero no solamente fue usado como designación por parte de los revolucionarios hacia sus adversarios, sino que estos últimos también usaron el mismo concepto como auto-designación como lo ilustra el ejemplo de Joseph de Maistre: “La Contre-Révolution ne sera pas une révolution contraire, mais le contraire de la Révolution”.1 El conde saboyano que vivió el periodo revolucionario y huyó cuando las tropas francesas ocuparon Saboya durante las Guerras revolucionarias francesas2, considera la Revolución como un acontecimiento satánico y radicalmente malo, así como lo describe en su obra Consideraciones sobre Francia (1797). Las raíces del mal se encontrarían en la filosofía de las luces y su reivindicación de igualdad entre los hombres. En su deducción el mal proviene de la ruptura con el orden natural y divino que provoca la Revolución.
Bien cómo se puede ver el término fue creado en contraposición al de revolución, como una reacción a las consecuencias indeseadas de la revolución. Por lo tanto, sería necesario definir, aunque brevemente, al concepto de revolución, dado que forma una pareja antagónica con el de contrarrevolución. El concepto de revolución viene del latín revolutio “una vuelta”, por lo general se refiere a un cambio brusco, radical y fundamental en la sociedad con cambios profundos en las estructuras políticas, económicas, sociales etc. A cambio del campo de la física donde una revolución es una vuelta completa de 360 grados de un cuerpo celeste, en la sociedad significa más bien un salto cualitativo hacia adelante. La escuela liberal desde Tocqueville hasta François Furet percibe la revolución como un accidente de la historia, un fenómeno innecesario y peligroso en el presente.3 Otros consideran que la revolución se limita solamente a la fase político-militar, a la destrucción del viejo orden, y excluyen a la fase económica-cultural que corresponde a la construcción de un nuevo orden social. Retomando a Losurdo sobre este punto, señala que la revolución como proceso continuo atraviesa varias fases:
En effet, après la victoire militaire d’une révolution, la question centrale devient « le travail des combattants de la production ». Il s’agit de s’engager à fond en vue de conférer de l’efficacité « au grand mécanisme de la production ». Ce qui est à l’ordre du jour, c’est la solution du problème « de créer davantage de richesse, de créer davantage de biens, pour que notre peuple dispose d’une quantité de choses de plus en plus grande, pour pouvoir se définir comme un pays socialiste ».4
El proceso revolucionario pasa por varias fases donde la forma de la lucha de clases cambia. De la fase político-militar, se pasa a la fase político-económica donde el objetivo es generar un cambio radical en la estructura económica para promover la independencia del mercado mundial capitalista.
Ahora que se planteó el concepto de revolución con más claridad, se puede regresar al de contrarrevolución. El condado Maistre plantea las bases de la doctrina contrarrevolucionaria y que se puede resumir en lo siguiente: los objetivos de la contrarrevolución son el combate a una revolución y sus resultados con fin de restaurar en lo posible la organización y el orden político-económico anterior. Huelga mencionar que a pesar de la intencionalidad de restauración no ha sido posible realmente proceder a un completa restauración, es decir, borrar por completo los efectos del proceso revolucionario, y esto lo demuestra el mismo ejemplo de la Revolución Francesa: A pesar de la restauración de la monarquía en Francia con el congreso de Viena (1815), descansaba sobre una constitución que reconocía parcialmente la libertad política, y recuperaba varios artículos de la constitución de la I República, tampoco se pudo retroceder sobre la secularización de la tierras de la Iglesia, y estos son solo dos ejemplos.
En el periodo reciente, a saber, el derrocamiento del bloque socialista y la ofensiva del capitalismo que adopta la gestión neoliberal como nuevo modelo, la intencionalidad es idéntica a los viejos contrarrevolucionarios aristocráticos del antiguo régimen, aunque el discurso ha cambiado, pues ya no se trata de una contrarrevolución sino de una revolución autentica y democrática contra el “Imperio el Mal”, según la expresión de Ronald Reagan. Como lo señala Henri Alleg :
Au lendemain de l’interdiction du PCUS et de la dissolution de l’URSS, le « monde libre » avait salué la nouvelle presque sans pouvoir y croire : « C’est une révolution ! », s’exclamaient politiciens et journalistes. Alors que ce seul mot les faisait ordinairement frémir d’horreur, ils n’en finissaient plus de le répéter avec extase. Sans doute parce qu’ils savaient bien que c’était d’une « contre-révolution » qu’ils s’agissait. Mais allez donc susciter l’enthousiasme des foules en las invitant à crier « Vive la contre-révolution !» Le mot traîne avec lui tant de relents de haine et d’esprit de revanche à l’égard des pauvres et des faibles qui ont un jour osé relever la tête que la classe des puissants a, depuis longtemps, appris à l’éviter. Parlons donc de « révolution », même et surtout quand il s’agit de la combattre. 5
Las clases dominantes cambiaron su discurso y asimilaron el discurso revolucionario para sus propios fines, para engañar y obtener el apoyo o al menos la neutralidad de los sectores progresistas. Por lo tanto, se presenta a la contrarrevolución en el bloque socialista como una revolución democrática en contra de una dictadura totalitaria. Los hechos ocurrieron un tanto diferente como lo señala Henri Alleg. El desmantelamiento de la URSS fue un acto decidido de manera arbitraria por Boris Yeltsin, que ya fungía como presidente de Rusia (y no de la URSS que representaba el nivel federal del Estado Soviético), el presidente de la republica de Ucrania Leonid Kravchouk y el presidente del soviet supremo de Bielorrusia Stanislav Chouchkievitch, el 8 de diciembre de 1991. Esta decisión administrativa violaba la constitución de la URSS y también el referéndum realizado en marzo de 1991, donde la mayoría absoluta de la población soviética votó a favor de la continuidad del Estado Soviético y del sistema socialista.
Luego en 1993, Yeltsin disolvió el soviet supremo de Rusia (ante la negativa del mismo soviet y creo sus propios órganos de poder como la Duma de Estado de Rusia, los cuales controlaba, y promovió una constitución que le otorgaban a el mismo como presidente, poderes excepcionales. Por lo tanto no se puede considerar al derrumbe del Estado Soviético como una revolución democrática como lo presento Yelstin y su facción y fue transmitido en la prensa occidental, dado que la población fue ausente de este proceso, más bien se trata de un golpe de estado con una perspectiva contrarrevolucionaria y por las razones siguientes: Con la disolución del Estado Soviético y del Partido Comunista de la Unión Soviética, se buscaba eliminar los últimos obstáculos a la acumulación privada de riquezas, al mismo tiempo se utilizó designaciones del pasado zarista para designar a los nuevos órganos de gobierno nacionales en Rusia como lo es la Duma del Estado. Además, la privatización sistemática de todos los servicios públicos del Estado, y de la economía, aplicando el esquema de políticas neoliberal de una manera excepcionalmente brutal tuvo efectos desastrosos sobre la población de la ex – URSS, mientras permitió el enriquecimiento de multinacionales y al mismo tiempo de una nueva burguesía en las distintas repúblicas ex – soviéticas. No se puede ignorar los vínculos entre Gorbachov, Yeltsin que estuvieron en varios momentos en Estados Unidos en la década los ochenta y crearon lazos con el gobierno de Reagan y fueron influenciados por su ideología neoliberal. Es decir, el fenómeno del derrumbe del socialismo no es algo separado de la gestión neoliberal del capitalismo, sino que más bien se trata de la aplicación brutal y sistemática de esta ideología a los países socialistas de Europa. Tampoco se puede entender este fenómeno disociándolo de la guerra fría donde Estados Unidos uso de todos los medios para asfixiar económicamente y políticamente a la URSS. Como lo plantea Losurdo, la categoría de implosión del socialismo es un mito apologético del imperialismo, donde el socialismo se habría caído por si solo por su inferioridad intrínseca.6
En lo que concierne el derrumbe de la URSS, Losurdo lo considera como una contrarrevolución:
Ce qui s’est écroulé entre 1989 et 1991, ce n’est pas donc pas l’ « ancien régime » ou l’ « ordre ancien » ; ceux qui sont renversés, ce sont les héritiers ou les épigones du nouveau régime ou du nouvel ordre révolutionnaire, qui toutefois n’a jamais pu dépasser le stade de la précarité. On ne peut considérer qu’une révolution est victorieuse de façon stable que lorsque la classe qui en est la protagoniste […] parvient à exprimer la forme politique durable de sa domination. C’est un processus d’aprentissage qui va de 1789 à 1871 pour la bourgeoisie française, laquelle, souligne Gramsci, ne trouve la forme politique de sa domination qu’après cette date…7
Esto no es exclusivo con respecto a los países socialistas, sino que empezó a ser utilizado de manera sistemática para la ofensiva general del capitalismo occidental contra todos los demás países del mundo que presentan resistencia a someterse a la política dictada por sus organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se puede comprobar con los casos de Yugoslavia, Irak, Libia, Venezuela, Siria, etc. Las famosas “revoluciones” de color en países de Europa del Este y la llamada “primavera árabe” constituye el ejemplo más característico de como el concepto de revolución y el discurso revolucionario es prostituido por el imperialismo para sus propios fines.
La gestión neoliberal del capitalismo plantea claramente como objetivo la privatización de los servicios públicos, la eliminación de las protecciones social, la disminución del salario, así como la destrucción del sindicalismo o al menos su sometimiento a la dirección de las empresas. Promueve el endeudamiento de los Estados para legitimar los recortes presupuestales y la privatización a gran escala. Su dirección es por lo tanto claramente hacia atrás, hacia la eliminación de las conquistas sociales. Esto incluso lo reconocen economistas estadounidenses e ingleses como Harry Johnson, quien en su artículo publicado en la Revista Economía Americana (American Economic Review) en 1971 detalla las características de los que llama una contrarrevolución monetarista en el campo de la economía, dirigida contra el marxismo y el keynesianismo.8 René Villareal plantea en términos sencillos las razones por las cuales se le puede considerar una contrarrevolución:
La primera tesis que aquí se presente es que esta doctrina [monetarista] recomienda las mismas prescripciones de política económica que la doctrina clásica en el siglo XIX, y que la teoría actual difiere solo en lo que respecta a la argumentación económica, que es hoy más “elaborada” de lo que fuera en el siglo pasado. Por ello hablamos en este ensayo de una contrarrevolución monetarista.9
Tanto el derrocamiento de los países socialistas como el endeudamiento forzado de los países en desarrollo y la aniquilación de las conquistas sociales incluso en los centros imperialistas es parte de un mismo proceso que busca eliminar toda traba al desarrollo pleno de un capitalismo liberado de la lucha social. Por esas razones parece más adecuado el terminó de contrarrevolución o restauración para entender la concatenación del llamado proceso de globalización o mundialización con la gestión neoliberal y el derrumbe del socialismo desde finales de los años ochenta hasta la fecha de hoy. Esta lógica reaccionaria solo se romperá con el surgimiento de nuevas revoluciones.
Clarificando estos conceptos podemos rechazar el discurso hegemónico de la burguesía y recuperar nuestros elementos de lenguaje que son propios de los movimientos populares-revolucionarios y no de los capitalistas y sus agentes políticos. Debe servirnos para plantear las coordenadas de la Revolución en la actualidad como proceso emancipador para el pueblo.
La reciente crisis social en Ecuador y la consecuente revuelta popular exitosa en contra del “paquetazo” abre la posibilidad pasar a la ofensiva e imponer una agenda política del movimiento obrero-popular-indígena al reaccionario gobierno de Moreno.
1 Slama, A.,G., archivado el 26 de septiembre de 2007 en la Wayback Machine, artículo publicado en la revista «L'Histoire», 2002, p 11. TdA: «La contrarrevolución no será una revolución contraria, sino lo contrario de la revolución»
2 Fue un periodo de 1792 a 1802 donde distintas coaliciones de monarquías europeas como Austria, Prusia, Inglaterra o España atacaron a Francia con el objetivo de destruir el Estado revolucionario francés. Terminaron con la derrota de las coaliciones y la ocupación de un territorio importante por parte de Francia como el norte de Italia, Suiza, Saboya, los territorios del Rhin alemán y hasta países bajos. Varios de esos territorios fueron convertidos en republicas satélites de Francia donde se aplicaron las leyes anti-feudales. En Eric Hazan, Une histoire de la Révolution française, Paris, Ediciones La Fabrique, 2012, pp. 146-147.
3 Ídem, p. 15.
4 Domenico Losurdo, OP. CIT., 2016, p. 214. TdA: “En efecto, después de la victoria militar de una revolución, la cuestión central se vuelve „el trabajo de los combatientes de la producción”. Se trata de comprometerse hasta el fondo en vista de conferir eficacia “al gran mecanismo de la producción”. Lo que está a la orden del día, es la solución del problema de “crear más riquezas, más bienes, para que nuestro pueblo pueda disponer de una cantidad de cosas cada vez más grande, para poder definirse como país socialista.”
5 Henri Alleg, Le Grand Bond en arrière, Paris, Editoriales Delga- Le temps des Cerises, 2011., pp. 103-104. TdA : « En la mañana de la prohibición del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y de la disolución de la URSS, el « mundo libre » había saludado la noticia casi sin creerlo : « Es una revolución! » decían los políticos y periodistas. Mientras esta sola palabra solía hacerles temblar de horror, ya no paraban de repetirla con extasía. Sin duda porque sabían que se trataba de una «contrarrevolución». Pero id a suscitar el entusiasmo de las muchedumbres invitándolas gritar «Viva la contrarrevolución !» La palabra lleva consigo tanto de odio y espíritu de venganza en contra de los pobres y débiles que un día se atrevieron alzar la cabeza que la clase de los poderosos ha, desde mucho, aprendido a evitarla. Hablemos entonces de revolución, aun y sobre todo si se trata de combatirla.»
6 Domenico Losurdo, Fuir l’histoire? La révolution russe et la révolution chinoise aujourd’hui, Paris, Editoriales Delga y Le temps des cerises, 2007, p. 21.
7 Domenico Losurdo, OP. CIT., 2016, p. 294. TdA: Lo que se derrumbó entre 1989 y 1991, no es entonces el “antiguo régimen“ o el “viejo orden“ ; los que son derribados, son los herederos o epígonos del nuevo régimen o del nuevo orden revolucionario, que no ha podido superar el estadio de la precariedad. No podemos considerar que una revolución es victoriosa de manera estable hasta que la clase que la protagoniza alcanza a expresar la forma política duradera de su dominación. Es un proceso de aprendizaje que va del 1789 al 1871 para la burguesía francesa, la cual, subraya Gramsci, solo alcanza la forma política de su dominación hasta después de esa fecha...
8 Harry Johnson G., “The Keynesian Revolution and the Monetarist Counter-Revolution”, en The American Economic Review, Estados Unidos, Vol. 61, Núm. 2, American Economic Association, 1971, pp. 1-14.
9 R. Villarreal, “La contrarrevolución monetarista en el centro y la periferia”, en El Trimestre Económico, México, Fondo de Cultura Económica, Vol. 50, núm. 197, enero – marzo 1983, p. 430.
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