Perestroika: De la caída Soviética a la de Washington - 1989-2020
A lo largo de la historia, el colapso de las grandes potencias de cada época coincidía justo, en un tiempo histórico donde creían que eran invencibles.
- Análisis
Introducción
La Perestroika Soviética (1989-91) dio inicio a la caída del bipolarismo este-oeste resultante de la segunda guerra mundial (1929-1944). El Bipolarismo Occidente-vs-Oriente tuvo sus inicios en la guerra/crisis financiera global de 1929 y concluye en el pacto de Bretton Woods, donde las potencias vencedoras impusieron su orden mundial, un bipolarismo. Por fuera del bipolarismo de las potencias vencedoras, el Tercer Mundo, la el Programa de Bandung de 1956.
Este Bipolarismo, o nuevo orden estratégico de poder, resultante del modo en que se resolvió la crisis financiera de 1929 y la guerra mundial 1939-1944, es el que inicia su fin con la Caída de la Unión Soviética en 1989-91. En el inicio de su fin, ya estaba emergiendo el unipolarismo globalista de cities financieras, lo que dio sustrato al Consenso “Unipolar” de Washington de 1989. Un acuerdo y tregua entre unipolarismos financieros, continentalista y globalista, para asegurar la Caída de la URSS y la transición del Bipolarismo al Unipolarismo. Una tregua que se rompe con la asunción del Globalista Bill Clinton a la presidencia de Estados Unidos en enero de 1994.
Con la crisis financiera de 2001-2008, que manifiesta el inicio de la Caída del Unipolarismo Continentalista de EEUU, entramos claramente en la etapa de la caída del último actor del bipolarismo. Si el Globalismo unipolar ya había mostrado su presencia en el Consenso de Washington de 1989, previo a la Perestroika Soviética, será recién en enero de 1994 cuando llegue a la presidencia de los EEUU con Clinton y muestre todo su programa estratégico globalista.
El globalismo financiero que implicó un salto de escala y de forma en el capital financiero, también significó una ruptura política y estratégica. Porque abandonó su posición dominante en el partido republicano y copó el partido demócrata por su cúpula, subordinando a la histórica alianza demócrata entre el gran capital industrial y el movimiento de trabajadores organizados sindicalmente. Por su cúpula el Partido demócrata expresó a partir de ese momento los intereses del Globalismo unipolar y ya no los de Estados Unidos. Y desde su cúpula sus grandes oponentes estratégicos pasaron a ser el gran capital industrial y los trabajadores organizados y formalizados. Para el Globalismo Financiero ya era una realidad desde 1979, que el mundo desplazaba su centro de gravedad industrial desde Estados Unidos al Asia pacifico con centro en la China de Hong Kong, que fue colonia británica desde 1840.
A lo largo de la historia, el colapso de las grandes potencias de cada época coincidía justo, en un tiempo histórico donde creían que eran invencibles, lo creían justo antes de su desastrosa caída que denominan Reestructuración (Perestroika) integral sistémica.
Sin pretender hacer un análisis histórico aquí, lo cual hicimos ya (Dierckxsens 1982), esto lo hemos visto ya en la Antigüedad con el Imperio Romano, lo vimos con la descomposición de la Unión Soviética hace treinta años y lo vemos hoy en Estados Unidos. Observamos, que rara vez se percibe el borde del acantilado, o incluso el fondo del abismo, antes de que éste se haya tragado un imperio entero y, aun así, tampoco lo ven hoy.
Es interesante señalar que las encarnizadas luchas de poder entre intereses estratégicos en el Imperio Romano no se dieron al final del Imperio, sino en su período de mayores triunfos en guerras y con una consecuente elevada capacidad de reemplazo, una cantidad importante de vidas jóvenes listas para reemplazar a los muertos y viejos, de la mano de obra esclava. Son los tiempos de Esprtaco.
El Imperio sucumbe cuando las guerras cada vez más lejanas geográficamente ya no son sostenibles por su gasto, que se tornó visiblemente improductivo, es decir no-reproductivo. La escasez de disponer de nuevos esclavos hizo bajar la capacidad de reemplazo de dicha mano de obra, lo cual llevó a que no hubiera otra solución que otorgar la libertad a los esclavos (Libertos), para garantizar la reproducción biológica de fuerza de trabajo. Lo anterior implicó una mayor descentralización de la economía, y las provincias periféricas profundizaron sus reclamos por una mayor autonomía a costas del centro de poder, Roma. Este fue el fin del régimen esclavista y el fin del Imperio Romano.
Por lo anterior, parece que la guerra resulta ser un trabajo improductivo a menos que se pueda transferir dicho gasto a terceros: naciones y/o pueblos. Nos preguntamos si la afirmación anterior vale solo para la Antigüedad o también es válida para los tiempos de hoy. El gasto militar visto desde la perspectiva de la economía política es un gasto improductivo y lo anterior es válido sin importar las relaciones de producción dominantes, ya sean éstas pre-capitalistas (como el Imperio Romano), socialistas (URSS) o capitalistas (EEUU y Occidente) (Dierckxsens, Piqueras, Formento, et al, 2018).
La producción de armas es también una actividad improductiva en nuestros tiempos, ya que en lugar de alentar el crecimiento de la economía civil, de masas, el gasto de defensa tiende más bien a limitar la expansión de la misma y por ende el crecimiento de la economía en su conjunto. Las armas producidas en un ciclo económico no se encadenan con el próximo ciclo, y en el mejor de los casos no son utilizadas, ya que el uso de las mismas es trabajo destructivo. La exportación de armas podrá beneficiar a su productor pero el comprador asumirá el gasto improductivo, en otras palabras para las economías en su conjunto sigue siendo un gasto improductivo.
Veamos a continuación el final de la Unión Soviética que cayó, al menos para Occidente, como un hecho que sorprendió a todos. Luego veremos a EEUU, si la decadencia actual del país como Imperio se puede explicar, al menos de forma análoga y con la misma sorpresa previa.
La caída de la Unión Soviética -1989- como bloque continentalista expansionista fue una sorpresa completa, al menos para Occidente. El final de EEUU, como Imperialismo Continental, se está dando ante nuestros ojos desde 2017, pero no lo percibe la ciudadanía ni la gran mayoría de los intelectuales y probablemente tampoco los empresarios y políticos. Esta falta de pre-visión, hoy no es culpa del público. Es, más que todo, la consecuencia de una manipulación de la información fundamental que no está disponible para el gran público por responsabilidad de los gobiernos y, por sobre todos, por los “estamentos financieros” de poder profundo y sus grandes plataformas de incomunicación y desinformación.
En setiembre de 2019, el Global Europe Anticipation Bulletin (GEAB) publicó un artículo titulado EEUU 2020: Una Perestroika americana. Donde advierten que la reciente “expulsión” del “asesor” de Trump en seguridad, el neoconservador John Bolton, es un acontecimiento histórico de la misma envergadura simbólica que el “planteo” de la perestroika por Gorbachov. Al expulsar abiertamente a este halcón neoconservador, afirman: “Trump marca el fin del ya imposible imperialismo americano”. Señalando incluso muy claramente incluso que es el primer presidente anti-imperialista.
Desde antes del triunfo en las elecciones de Trump de noviembre de 2017, hemos señalado que Estados Unidos está en medio de una gran crisis estructural, interna entre las fuerzas globalistas*, continentalistas** y Trump expresando un nacionalismo de país central que es principalmente anti-imperio globalista[1]. Ya hemos señalado, en otros artículos, que esta crisis interna, luego de la “Batalla de Alepo”[2] donde se derrota militarmente a las fuerzas de la OTAN en Siria, ya no puede exportarse hacia otras naciones (Ej.: India, Rusia y China) y por lo tanto solo puede profundizarse dentro de los Estados Unidos.
Por lo que significaría, a la vez, el fin del Imperialismo unipolar norteamericano –que denominamos: Washington- y, probablemente, el fin de la civilización imperialista anglo-occidental. Esta afirmación es tan profunda y fuerte para el bloque occidental capitalista, como lo fue la perestroika y la desintegración de la URSS hace 30 años para el bloque oriental. Porque las consecuencias para los Estados Unidos y el “Occidente angloamericano” serán tan profundas, como lo fueron para el Imperio Romano en la Antigüedad y para la URSS en los tiempos de la modernidad. La Perestroika de “Washington” es el último hecho de la modernidad. Revisitemos por un momento los tiempos de la Perestroika.
La Perestroika revisitada
Hace 25 años (Dierckxsens 1994[3]) ya habíamos anticipado “La Perestroika en Occidente” y sobre la base de la Economía Política. En nuestro libro “Las Relaciones Sur-Sur y el desafío de un nuevo proyecto de civilización” (2017) hicimos una renovada referencia a las condiciones ya dadas para una Perestroika en Occidente, necesidad que tiene que ver con el gasto militar insoportable y ya no transferible a otras naciones u otros pueblos como fue el caso del Imperio Romano, de la Unión Soviética en los ochenta y de EEUU hoy. Los fundamentos de la economía política que tantas veces aciertan, también nos dan la razón hoy. Queremos retomar y proyectar este análisis a la crisis de EEUU como Imperialismo y de la civilización occidental anglosajona hoy.
El gasto militar visto por su contenido constituye un gasto improductivo y lo anterior es válido sin importar las relaciones de producción, ya sean pre-capitalistas (como en el Imperio Romano), socialistas (la URSS) o capitalistas EEUU, como ya describimos. En vez de alentar el crecimiento de la economía civil, el gasto de defensa tiende más bien a limitar la reproducción. Toda riqueza sacrificada en el altar de la ‘economía de guerra’ significa un falso costo de (re)producción, es decir, es una inversión que no vuelve a pagarse a sí misma en el próximo ciclo de producción y en el mejor de los casos ni se utilizan sus productos finales. La capacidad distributiva interna del gasto militar mediante impuestos significa restar dinámica a los sectores de la economía civil. La transferencia de este gasto improductivo a terceras naciones mediante la exportación de armas o la obtención de pagos por la ‘protección militar’ ofrecida (OTAN), significa transferir el costo improductivo y una consecuente reproducción más limitada a terceras naciones en beneficio del país productor de armas y su complejo industrial y militar.
Ahora bien, EEUU y sus aliados europeos organizados en la OTAN contaban, en los años ochenta, con más o menos 600 millones de habitantes, mientras la URSS bajo el Pacto de Varsovia no llegaba a 400 millones. Para poder mantenerse a la par en la carrera armamentista, la simple diferencia demográfica significaba que la URSS necesitaba invertir $150 dólares per cápita por cada $100 que invertía EEUU para sostener cierta competencia en la carrera armamentista. El PIB de EEUU era el doble del de la URSS (calculo sobreestimado por la CIA por tratarse de un archienemigo). EEUU pudo transferir sus gastos de defensa a terceras naciones, incluso más allá de sus socios del Pacto Atlántico como fue el caso del tercer mundo latinoamericano, mientras que Rusia que exportaba menos, a menudo ni cobraba a los suyos.
Poder sostener el ritmo en la carrera armamentista que inició EEUU en los ochenta con la administración Reagan, significaba para la URSS probablemente triplicar la inversión militar para poder mantenerse en competencia. Si EEUU invertía, por ejemplo, el 5% del PIB en la carrera armamentista, la URSS tendría que invertir el 15% y esto solo era posible al costo de debilitar más la economía civil, con austeridad y un consumo contraído, y por ende un crecimiento negativo de la economía y la perspectiva del colapso del sistema.
Sabemos que EEUU gastaba en 1955 más del doble en defensa que la URSS, para ser alcanzado en 1975 y superado a principios de los ochenta. En el período de Reagan (1981-1989), el gasto de defensa sube con respecto a 1980 (5% del PBI), llegando a 6,3% en 1986. Luego de la caída de la URSS baja, pero en los años siguientes vuelve a subir con las intervenciones militares a Irak y Afganistán. Luego del estallido de la gran crisis financiera global del 2008, en 2010 y 2011 cae al 4,7% y en 2015 representó solo el 3,3% del PBI (https://rolandoastarita.blog/2017).
En otras palabras si los EEUU gastaban más de 6% de su PBI en gasto de defensa, la URSS debería haber gastado más o menos entre 12 y 18% de su PBI. Con un soporte económico dos a tres veces más pequeño y una menor capacidad de transferir ese costo a terceras naciones, vía exportaciones y/o recibiendo aportes económicos externos, se comprende por qué el crecimiento de la economía civil, y de la economía en su conjunto, tendió a la baja en la URSS y finalmente conllevó al colapso a finales los ochenta.
Su carrera armamentista, hasta cierto punto respondió a la necesidad de defender la reproducción de las relaciones socialistas de producción. La carrera armamentista en la Guerra Fría, sin embargo, también era una competencia sistémica, pero se volvió cada vez más una carrera de la URSS hacia el abismo económico. Las necesidades populares quedaron desatendidas y el proceso deslegitimado al interior. La Guerra Fría significaba para la URSS, la imposibilidad de un desarrollo sostenible y, por lo tanto, su decadencia estructural económica, social y político. Las propias relaciones de producción socialistas entraron en cuestión. Debido a la crisis económica y política, la Perestroika hizo su entrada y la nación se volvió hacia adentro para poder sobrevivir, que es cuando emergen las contradicciones internas que habían quedado subordinadas y las contradicciones internacionales de poder penetran con mayor facilidad y contundencia.
Con la Perestroika o Reestructuración integral, la atención debería poder ser dirigida a incrementar la (re)producción civil y a adecuar a ella las relaciones sociales necesarias. El complejo industrial-militar era el eje medular de la planificación centralizada. Re-organizar la economía civil en función del crecimiento de la economía en su conjunto implicó descentralizar la toma de decisiones en materia de economía política en las Repúblicas. Al delegar así mayor autonomía a las repúblicas soviéticas, la perestroika tuvo como efecto no esperado, el fomento de sentimientos nacionalistas que fortalecieron los poderes locales en las repúblicas y con ello las empujaron hacia la separación del poder central. El rechazo a la planificación centralizada en torno al complejo industrial-militar condujo a la independencia de las repúblicas. La “caída” del Muro de Berlín simbolizó la desintegración del Bloque socialista y con ello se sella la caída del socialismo real.
Con la caída del socialismo real, “todo” parecía indicar que el capitalismo era el único sistema posible para la humanidad, que por naturaleza parecía ser eterno. Esta perspectiva, impulsada por el estado profundo y expresado a través de un pensador reaccionario de Washington (Francis Fukuyama), significaba que se cerraba cualquier alternativa de desarrollo para los países del Sur. Teniendo como consecuencia su virtual subordinación al EEUU tri-continentalista, a sus corporaciones y a la OTAN.
En este marco, es que el Consenso de Washington dio marco a la era de globalización neoliberal (1991) que hizo entonces su entrada con fuerza. EEUU se presentó como el glorioso triunfador de la Guerra Fría, pero en realidad ya el Consenso de Washington mostraba la poderosa fractura en EEUU, fruto de la puja entre el Continentalismo unipolar financiero norteamericano y el globalismo unipolar. Una conflicto estratégico se abría paso en y desde EEUU, pero era de carácter global pues implicaba a las grandes potencias europeas, Japón y al actor estratégico que emergía de las grandes inversiones que en el sudeste de China (Hong Kong, Shanghái, Taiwán, etc.) habían desarrollado las Empresas Transnacionales Globales deslocalizadas.
El imperio norteamericano
La dominación estadounidense de la economía mundial desde 1920 hasta 1960 se basó en su posición de acreedor. Su dominación desde la década de 1960, en cambio, proviene de su posición deudora. Su influencia como principal economía deudora del mundo, sin embargo, fue tan fuerte como la que antes reflejaba su posición de acreedor neto. En el periodo entre el final de la Segunda Guerra Mundial -1944- y 1950, cuando estalló la Guerra de Corea, EEUU acumuló más del 75 por ciento del oro monetario del mundo, ese fue el respaldo para el dólar como moneda internacional de reserva desde Bretton Woods en 1944. Estados Unidos con superávit comercial en ese periodo y con sus grandes reservas en oro, podían comprar y reconstruir las grandes industrias de la Europa derrotada y de la América Latina periférica y dependiente.
A partir de 1958, cuando el sistema de Bretton Woods se hizo realmente operativo, los países liquidaban sus operaciones de comercio internacional en dólares al mismo tiempo que esos dólares eran convertibles por oro para los bancos centrales participantes del sistema. Los países acordaron mantener tipos de cambio fijos, pero ajustables en circunstancias excepcionales, en el cual el dólar y el oro podían intercambiarse entre sí a un tipo fijo de 35,20 dólares por onza.
En los años sesenta, las exportaciones sobre todo desde Alemania y Japón[4], que incluían las de las corporaciones multinacionales norteamericanas radicadas en Europa y Japón, sobrepasaban sus importaciones desde EEUU, lo cual hizo que disminuyeran su demanda de dólares, que más bien cambiaban por oro. La orden de presidente Nixon en agosto de 1971 fue cerrar la ventana de cambio de oro por dólares de los bancos centrales del mundo. En ese momento el Sistema Monetario Internacional se convirtió en un sistema de dinero fiduciario (o sea dinero sin respaldo de un bien tangible).
En 1974 el precio del petróleo se disparó por acuerdos entre los países de la OPEP. En ese momento, EEUU obtuvo un acuerdo con Arabia Saudita (principal productor de petróleo) que podía cobrar lo que quisiera por su petróleo, pero tenía que reciclar todas sus ganancias netas en dólares, ya sea bajo la modalidad de compra de armas o mediante la compra de bonos del tesoro de EEUU. Luego, EEUU determinó que el precio del petróleo se define y paga exclusivamente en dólares. Los países que dependían de las importaciones de petróleo tenían que disponer de reservas en dólares y los países con superávit comercial con EEUU se vieron obligados a aceptar bonos del tesoro (una especie de pagarés) de EEUU. Impusieron, en otras palabras, que el resto del mundo mantuviera sus superávits y ahorros en forma de préstamos a los Estados Unidos. Así EEUU, como verdadero imperio, pudo instalar bases militares (hoy en día 800) en 40 países, y los dólares que este gasto militar implica se los “prestan” los países del mundo. Los países que no cumplen con este requisito corren el riesgo concreto de una invasión.
El Crédito Internacional nueva forma de dominación
A nivel de una determinada nación, el desarrollo de los contratos de crédito se presenta como una cadena de pagarés en las que el dinero sólo aparece abstractamente como moneda de cuenta. Cuando las deudas no se compensan es preciso saldar cuentas. Para ello es necesario haber constituido fondos de reserva de valor. Una fuga de reservas se manifiesta en la balanza de pagos. Esta contabilidad es necesaria para prevenir la separación de la circulación de la producción y su tendencia hacia la especulación. Las autoridades de los bancos centrales (del grupo de los diez) y las autoridades financieras internacionales, lograron neutralizar presiones especulativas hasta mediados de los sesenta. La expansión de la banca privada, a partir del crédito, se desarrolla después de 1965. Hasta esa fecha, el origen principal de los préstamos y créditos internacionales provino de organismos multilaterales o bilaterales.
La unidad de los procesos de producción y circulación (comercialización y financiarización) contiene la posibilidad de la crisis y hasta la confrontación. La interrelación entre la producción y la circulación es alcanzada a través del dinero. Esta interrelación, sin embargo, es menos transparente cuando interviene el crédito, el cual predomina hoy cada vez más en el mundo. El dinero no es externo a la reproducción del capital y así tampoco lo es el crédito. El crédito, sin embargo, permite la reproducción temporal de la ganancia sin que se reproduzca el capital productivo.
El acto de préstamo en dinero se distingue del crédito. El préstamo es el empleo de un capital monetario previamente reunido a partir de riqueza creada en el pasado y atesorado, para poder crear más riqueza en el futuro. El crédito, en cambio, es un título o derecho sobre la propiedad de mercancías futuras a generar con trabajo futuro. La expansión del crédito sin ahorro previo y sobre la base de deuda, significa creación de dinero que no garantiza una inversión productiva futura. El surgimiento de la banca de inversión privada fue clave para este desarrollo.
La creación de la Banca de Inversión, y su fusión con la banca comercial, será vetada por Roosevelt en 1933, y nuevamente implementada en 1999 por Bill Clinton. Hasta la crisis financiera global de 2008, cuando será vetada nuevamente por Ley Dodd-Frank, firmada por Barack Obama en 2010 veta la fusión como en 1933 la Glass Steagall. La banca privada de inversiones se especializa en fusiones y adquisiciones y en obtener dinero para que las empresas privadas puedan realizar inversiones, productivas o no.
En la medida en que el alza nominal de estos títulos se traduce en expansión del proceso de reproducción de la economía real, creando más riqueza, su valor también es real. El carácter improductivo y ficticio de la acumulación sustentada por el crédito llega a primer plano, cuando la cuasi-validación de la ‘plusvalía’ se afirma en una acumulación de títulos o derechos sobre el trabajo futuro. La emisión de bonos del Tesoro para financiar el gasto de defensa no crea riqueza a futuro. Las acciones constituyen más que todo un derecho a participar en las ganancias futuras de la empresa. Si es invertido en expansión y desarrollo es capital real. Las acciones de una empresa son títulos que en principio reflejan el capital (valor de equipo y maquinaria en libros contables) realmente invertido en la empresa. El capital accionario es ficticio, ya que no se puede contar dos veces el capital al contabilizar también el capital real (maquinaria, edificios, etc.) de una empresa y su valor en libros. La recompra de acciones por los propios consorcios hace incrementar su precio en el mercado pero no así la riqueza real de la empresa. Es capital ficticio.
Recién a partir de 1965, la Banca Internacional Privada comienza a operar realmente en el mercado internacional con una notable expansión del crédito no controlado por los gobiernos y tuvo su desarrollo precisamente cuando la tasa de ganancia tendía a la baja en la economía real. En un primer momento esta expansión surge a partir de las inversiones extranjeras directas (IDE) en la esfera productiva. El desarrollo de las IDE productivas genera un creciente flujo financiero privado más allá de las fronteras. En 1964, tales créditos no representaban más del 20% de las reservas internacionales, magnitud todavía perfectamente controlable por la banca central nacional. En 1970, esos créditos representaban ya el 70% de las reservas internacionales y la presión por la especulación aumentó con ello.
Al perder el banco central el control sobre los créditos privados internacionales, observamos una creciente inestabilidad monetaria que culmina a partir de 1971, cuando termina la convertibilidad de dólares en oro. En 1975, los créditos internacionales superaban ya las reservas internacionales, y en 1980 más que duplicaba el nivel de esas reservas. En los años noventa, las reservas de los especuladores resultaban ilimitadas a la par de las reservas internacionales oficiales. A mediados de los noventa, la economía financiera en su conjunto manejaba 50 veces más dinero que la economía real. A partir de entonces, podemos decir que la banca privada de hecho gobierna en el mundo.
Entre 1970 y 1990, el volumen de las deudas de la banca privada internacional se multiplicó por doce y el de los créditos bancarios transnacionales a destinatarios no bancarios por 32. Las reservas internacionales se han vuelto ridículas a la par de la fuerza alcanzada por el dinero privado. Las autoridades monetarias de los países (Bancos Centrales) ya no tienen ningún poder para defender su tipo de cambio frente al libre juego del mercado y la especulación. El sistema monetario internacional se ha tornado privado, especulativo e inestable. En este sistema monetario privado (de la banca transnacional) domina el imperio del dólar ya que la especulación se efectúa en dólares.
El Imperio Norteamericano y la Triada
En la disputa por el mercado mundial, las IDE (Inversiones Extranjeras Directas) originan tejidos de propiedad más allá de las fronteras. A partir de ello se reestructura la producción y distribución de bienes y servicios cada vez menos entre naciones y cada vez más entre Consorcios Financieros Privados transnacionales.
Del flujo de las IDE que tuvo lugar hasta 1990, el 75% tuvo lugar en el triángulo EEUU, UE y Japón, y solo un 20% fluyó hacia países periféricos. En cada país, el 1% de los consorcios-corporaciones de origen local detentaba el 50% del stock de las IDE de ese país en el exterior, que se dirigieron sobre todo a fusiones y adquisiciones, o sea, hacia actividades improductivas pero muy rentables. A raíz de las fuertes inversiones directas extranjeras (IDE) en los diferentes polos de la Triada se desarrolló progresivamente un comercio intra-empresarial revelando cada vez más una cadena de producción (cadenas de valor) con planificación a nivel planetario. Los consorcios se transforman en grandes Multinacionales con múltiples filiales por el mundo.
La disputa por el reparto del mercado mundial restante comenzó en los años ochenta dentro de la Triada. Al término de la década, Japón emergió como la potencia victoriosa a costas de EEUU por sobre todo, hecho que generó fricciones entre ambas naciones no solo a nivel de comercio sino también para la inversión extranjera. En la primera mitad de los años noventa se constituyen los bloques económicos regionales (la Unión Europea y el NAFTA) que frenan la expansión de las IDE entre los bloques de la Triada. Este es el momento en que la expansión de la IDE se reorienta hacia la periferia, en cuyo proceso EEUU toma el liderazgo. A partir de este momento se observa un doble movimiento, neoproteccionismo en el Norte, los países centrales que van dejando lugar a las transnacionales globales, y la apertura simultánea y forzada del Sur, la periferia emergente. La desintegración de Unión Soviética permitió, sin mayores reparos políticos, llegar a un nuevo reparto del mundo entre las Transnacionales de los Bloques Económicos centrales.
La transición a la globalización
El traslado deliberado de capacidades productivas hacia China se inició en la década de los ochenta del siglo XX, cuando Japón realizó un firme proceso de reconversión industrial en medio de una política sectorial asistida por el gobierno. Esta iniciativa comenzó con la subcontratación en países de bajos salarios, básicamente en el Este de Asia, de actividades manufactureras intensivas en fuerza de trabajo y tecnológicamente estandarizadas. De forma tal que Japón creó un sistema transfronterizo de sub-contratación, incorporando una gran masa de fuerza de trabajo barata y capaz de detonar el desarrollo del archipiélago del Este asiático. El primer grupo de países que se benefició de este proyecto fueron las nuevas economías industrializadas del Este de Asia (NEIS): Hong Kong, Singapur, Corea y Taiwán; luego, también Indonesia, Filipinas, Tailandia y Malasia; y más recientemente, China y Vietnam.
La causa de la ’sorpresiva’ crisis especulativa en el sudeste asiático de 1997, no reside en Asia ni en algunos especuladores sin escrúpulos, sino en la guerra económica mundial que estalló entre las grandes corporaciones multinacionales y transnacionales globales. La crisis monetaria comenzó algo antes de Hong Kong, con un ataque aparentemente aislado contra la moneda tailandesa. Los especuladores desestabilizaron su moneda, y la misma situación se dio en Malasia y la podemos observar obviamente también en América Latina. La explicación es que a EEUU le convenía la crisis en esta región asiática para subordinarla al Fondo Monetario Internacional. Para poder luego penetrar con las transnacionales norteamericanas sus mercados desplazando a las multinacionales japonesas sobre todo. Es el final del milagro económico japonés 1997-1999 y su parálisis desde entonces. Es este el momento en que entró en escena un capital global, que está haciendo de todos los países “neo-colonias emergentes”.
Finalizada la Guerra Fría, era de suponer que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) perdiera su función y que desapareciera. Sucedió todo lo contrario. En 1999, la OTAN inició una intervención militar contra la ex república de Yugoslavia, sin consulta previa del Consejo de Seguridad de la ONU. Este hecho inauguró una nueva etapa en la historia de las relaciones internacionales y fue el principio de un nuevo orden internacional. La OTAN acompaña el proceso de globalización económica de las transnacionales globales, que se constituyen desde la década de 1990 en los actores económico-estratégicos con capacidad para imponer la dinámica económica dominante, hecho que continua durante las primeras dos décadas del siglo XXI. Porque requería ser completada con un proyecto estratégico global en materia geopolítica para limitar estructuralmente las soberanías nacionales de todos los países, la guerra de Kósovo fue la oportunidad para ello y la OTAN fue esencial en esa tarea.
En la primera mitad de los años noventa, se observa un creciente flujo de las IDE hacia la periferia, a la par que se da un freno brusco al flujo Norte-Norte. Las IDE en Asia se concentran, aunque no exclusivamente, en la industria orientada a la exportación y constituye en este aspecto un complemento de la inversión a partir del ahorro interno en el sector industrial, especialmente en China. Ambas inversiones juntas permitieron hacer crecer al sector entre un 10% (Corea del Sur) y un 20% (China) al año. Esta tasa de crecimiento sin igual revela que el ascenso de la economía china no dependía en alto grado de las Inversiones Directas Extranjeras, como a menudo se interpreta en Occidente, sino que tenía también un fuerte desarrollo previo desde la década de los setentas, como ya hemos señalado antes (Dierckxsens y Piqueras, 2008).
Con este estímulo externo al sector productivo, la tasa de crecimiento en el Pacifico Asiático alcanzó niveles históricos. Este empuje revela que la inversión estaba orientada de manera productiva a la economía real. Esto desarrolló una nueva locomotora de la economía mundial que acrecentó de manera excepcional sus exportaciones baratas entre 1979 y 1992 y luego se tornan cada vez más tecnológicamente avanzadas especialmente hacia EEUU.
Avance globalista a costo de los continentalistas
Al final del siglo XX se manifiesta una nueva forma de capital financiero, el global. El capital financiero global opera ya por sobre las naciones, las centrales e incluso por encima de EEUU. Y lo hace desde los centros financieros de Wall Street y la City de Londres, más toda la red de cities financieras en el mundo, con su punto de apoyo en los bancos centrales de cada país, cuyo presidente disputa con éxito contra los presidentes electos democráticamente. La City Financiera en cada país emerge como la nueva institución G-Local clave alternativa a los históricos gobiernos nacionales.
Al manejar esa escala global transnacional, una fracción del gran capital financiero disputa su propio espacio a costa del capital financiero multinacional. La proyección defensiva de la gran banca multinacional se da desde EEUU como país central, proyectándose con la creación del NAFTA desde fines desde 1992, y del bloqueado ALCA[5], delimitando Estados Continentes. La creación de la Unión Europea fines de 1993 es otro caso.
Cuando se deroga la Ley Glass Steagel en 1998, el continentalismo inicia se fase de declive y de decisiva perdida de la iniciativa estratégica. Por ello su primera gran contraofensiva fue la “Caída” de las Torres del Wall Street Center en septiembre de 2001. La Ley, introducida durante la crisis financiera en 1933, estableció una separación entre la banca comercial y la banca de inversión, que recién el poder globalista pudo derogar en 1999 durante la presidencia de Bill Clinton. La derogación dio lugar a un período de mega-fusiones. Los nuevos seis bancos de mayor importancia aumentaron sus activos del 20% del PIB en 1997, a más del 60% del PIB en 2008. A partir de ello, la gran banca global y transnacional abre el enfrentamiento desigual con la gran banca multinacional de EEUU como país central.
La banca global transnacional (Citygroup, HSBS, Barclays, Lloyd’s, ING Bahrings, Santander, etc.) proyecta instaurar poder global desde la red de cities financieras transnacionales como forma dominante y a costa de los megabancos multinacionales (JPMorgan-Chase, Bank of America, Goldman Sachs, etc.) con sus corporaciones multinacionales relacionadas sobre todo con el gran complejo industrial militar, el Pentágono, Y Washington. En 2001, esta fracción responde a la defensiva con la demolición de las Torres Gemelas, en tanto asiento del World Trade Center (centro del comercio financiero global). La confrontación es seguida en 2008 por otra ‘caída’, la de Lehman Brothers banco de inversiones que era controlado por Citygroup globalista.
A pesar de ello, el globalismo avanzaba y el continentalismo seguía a la defensiva, lo cual se observa con el Globalista Obama en la presidencia de EEUU desde enero de 2009, por dos periodos, con sus iniciativas de legitimar la política de “emisión de dólares sin respaldo en la economía real” desplegadas por la gran banca globalista desde el Reserva Federal para rescatar a sus propias bancas.
Los globalistas frente a una Nueva formación social multipolar
En el nuevo milenio, se observa el ascenso constante de la participación de EEUU, y también de la Unión Europea, en la inversión extranjera directa (IDE) en China a costa de Hong Kong, Taiwán y Japón. Microsoft entró en el mercado chino en 1992 y luego entraron otros gigantes, particularmente aunque no exclusivamente, las corporaciones tecnológicas de la información y comunicación como Amazon, Apple, Google, Facebook, Intel, Oracle, Netflix, IBM, Cualcomm, Alphabet, PayPal, Cisco, entre otros. En el periodo 1990 y 2017 las empresas globales, de origen estadounidenses, invirtieron más que 250 mil millones de dólares en China sobre todo en tecnologías de la información y comunicación.
A la par de las transnacionales globales, se desarrollan también los gigantes conglomerados nacionales chinos (que denominamos Pekín). Hace años que China compite en casi todos los sectores de alta tecnología con las empresas globales procedentes de Norteamérica. A principios de este milenio, Estados Unidos exportaba tres veces más que China en productos tecnológicos a los mercados mundiales. Con el tiempo, Estados Unidos se convirtió en un importador masivo de productos tecnológicos hechos en China que antes producía en tierra propia, generando una balanza comercial cada vez más negativa.
En la actual década, los estadounidenses solo mantienen un amplio liderazgo en los sectores compuestos por la industria automotriz y la aeronáutica. Desde 2010, Pekín asumió el liderazgo de las exportaciones, superando a las transnacionales ‘norteamericanas’ en renglones como información y comunicación. Asimismo, acaba de igualar las ventas de instrumentación científica y está cerca de emparejar las ventas de plantas de generación de energía. Hoy Pekín es uno de los fabricantes más grandes del mundo de productos de alta tecnología como robots industriales, chips y máquinas herramienta. Los titanes estadounidenses ven cada vez más complicada la competencia con los gigantes chinos.
Durante la última década, la IDE de Occidente muestra una tendencia al estancamiento en el ámbito productivo y retrocedió a los niveles alcanzados inmediatamente posteriores a la crisis de 2007/08. Este estancamiento se atribuye a la baja de las tasas de ganancia de la IDE en la economía real. Las IDE se hacen cada vez más especulativas en activos, con la recompra de acciones propias. En una lista confeccionada por la UNCTAD de las 100 principales empresas multinacionales en 2018, se aprecia un descenso de las industriales, algunas de las cuales incluso han salido de dicha lista.
Gráfico:
Entradas de inversión extranjera directa y tendencia subyacente, 1990-2018
(Índice 2010 = 100)
Fuente: UNCTAD, Informe sobre las Inversiones en el Mundo 2019.
Después de la crisis global de 2007-08, hay una aceleración de los volúmenes de las IDE (Inversiones Extranjeras Directas) de China hacia el mundo que revela la decisión de la internacionalización de empresas chinas, el aumento de la inversión china en la economía de otros países y la decisión estratégica. Lo anterior mucho tiene que ver con el desarrollo de un sistema de instituciones financieras diferentes al de Bretton Woods y la denominada Nueva Ruta de la Seda –NRS-. Esta iniciativa NRS está asociada a las políticas de inversión regional de “Ir al Oeste”, en el propio territorio chino, y ha evolucionado hasta incluir acuerdos y proyectos de conectividad por construcción de infraestructura con Europa, Asia, África y América Latina, principalmente en energía, alimentos, minerales y transporte comercial. La NRS incluye acuerdos con organizaciones ya establecidos entre China y otros países hacia un mundo multipolar. El proyecto de inversión de enorme magnitud de recursos a más de 60 países, así como acuerdos bilaterales y multilaterales de inversión y cooperación. En primer lugar, estaría el impulso a la mayor internacionalización del yuan como moneda para transacciones de capital.
China. Inversión extranjera directa (miles de millones de dólares)
La geopolítica actual: hacia una Perestroika en EEUU
En el cuadro geopolítico de hoy, tenemos que las fuerzas del capital financiero globalizado procuran imponer un Estado global con su propia moneda global y concretamente una cripto-moneda (Libra). Este proyecto implica el desplazamiento del dólar y consecuentemente el fin del imperio norteamericano. El Estado global se plantea por encima de las naciones y de la Organización de las Naciones Unidas -ONU-, incluso por encima de EEUU. Con una fuerza militar propia basada en la OTAN, pero nutrida de fuerzas provenientes de todas las naciones y pueblos como ya es realidad y sucede en general.
Sin embargo, para poder lograrlo definitivamente tendrían que poder subordinar a China, Rusia e India a su esquema, hecho que no sería posible sin un conflicto militar. Ya estuvimos muy cerca de una conflagración mundial a finales de 2016 y el mundo se puso a salvo, al menos por un tiempo, de ese escenario al ganar Trump las elecciones presidenciales y derrotando al Globalismo, al estamento de poder del Partido Demócrata y sus cuadros, los Clinton y Obama.
No solo los globalistas quieren otro sistema monetario internacional, también lo quiere el multipolarismo China-Rusia-India-Sudáfrica-Sudamérica. China es el principal acreedor de EEUU debido a su enorme déficit en la balanza comercial con esta nación. Desde 2013, China ha parado de acumular bonos del Tesoro norteamericano e incluso disminuyó su tenencia. El país ha tratado de deshacerse de estos bonos mediante la compra de empresas y, bienes y raíces en EEUU, que muy pronto bloqueó el gobierno de ese país.
También la Unión Europea se ha puesto difícil para que China compre empresas u otras riquezas tangibles. Para mayor reaseguro contra una brusca caída en el precio de los bonos del Tesoro, China desde hace años está comprando oro al igual que Rusia y la India. Es más, China y Rusia junto otros países de la Nueva Ruta de la Seda, apuestan por un nuevo sistema monetario internacional multipolar con naciones soberanas, donde opere el dólar en igualdad al Yuan con soberanía, es decir sin subordinación a la economía globalizada y su sistema monetario manejado directamente por los grandes consorcios y su criptomoneda.
Cuanto más tiempo Trump permanezca en la presidencia, más opciones tiene la China multipolar para avanzar con su proyecto multipolar. Con la administración Trump, observamos que su contradicción principal es con las fuerzas globalistas y solo secundariamente con las fuerzas conservadoras continentalistas que luchan por ‘Otro Siglo Americano’. Esta última no es una opción viable, ya que no cuenta con el apoyo de las fuerzas globalistas ni con las de China y Rusia que luchan por un mundo multipolar. Por esto, queda claro que a pesar de las apariencias de la guerra comercial con China, el mejor socio de los Estados Unidos de Trump son Rusia y China, o sea, el proyecto de un mundo multipolar. Aunque Trump sí tiene una guerra encarnizada con el Globalismo financiero que se proyecta desde la City Financiera de Hong Kong.
El proyecto de ‘Otro Siglo Americano’ ya no tiene quién lo sostenga, los globalistas no quieren sostener un sistema monetario internacional basado en el dólar, tampoco lo quieren sostener China y Rusia. China, Rusia y los países de la Nueva Ruta de Seda, se están des-dolarizando y paulatinamente optando por el Yuan-multipolar como moneda de intercambio cada vez más internacional. China y Japón intercambian sus productos y servicios en Yuanes o Yenes, por fuera del dólar, que, en tanta moneda de intercambio internacional, ya ha perdido mucho espacio. No solo los países vinculados con la Nueva Ruta de la Seda –NRS- han comprado grandes cantidades de oro, en los últimos años también muchos bancos centrales en Occidente están comprando oro ante la inseguridad del dólar como moneda internacional de reserva.
La fracción conservadora de los Republicanos se aferra al dólar como moneda internacional de cambio y de reserva, y para ello recurren a la fuerza bruta. Halcones como Tillerson y Bolton ya han tenido que dejar el gobierno de Trump por optar por la guerra y la fuerza bruta. Actualmente están asfixiando a grandes productores de petróleo como Venezuela e Irán mediante el bloqueo de transferencias interbancarias internacionales vía el sistema SWIFT y lo hacen para mantener la oferta de petróleo por debajo de la demanda, a fin de mantener el precio artificialmente alto y sostener así la demanda de petrodólares. Fueron también estos dos países los que más claramente se alinearon con Rusia y China a favor de la desdolarización en el pago del petróleo y con ello están también más comprometidos con la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda –NRS-.
Trump tiene claro que la era del dólar está en sus últimos momentos antes de pasar a ser historia, aunque éste no caerá por la ley de la gravedad ni los intereses continentalistas lo entregarán. Trump no apunta a la fuerza para imponer ‘Otro Siglo Americano’ para el continentalismo americano. El presidente sí apuesta al paulatino desmantelamiento de las 800 bases militares en 40 países, un gasto insostenible que al perder espacio el petrodólar y al sustituirse el dólar por el oro, como ‘moneda’ de reserva internacional, pierde también el financiamiento de dicho complejo industrial y militar.
A Trump no le quedará de otra que asociarse cada vez más con Rusia y China, para sobrevivir como una nación que sea parte de un mundo que ya viene siendo. No lo manifiesta abiertamente, más bien las apariencias nos muestran que su conflicto principal con China es por la guerra comercial. Quiere que las empresas transnacionales que deslocalizaron sus inversiones e instalaciones hacia China (Hong Kong, Shanghái, etc.) regresen al país. Para lograrlo, Trump ha bajado los impuestos a las empresas (transnacionales) radicadas en Estados Unidos. Si bien ha entrado mucha inversión directa extranjera a EEUU en los últimos años, ha sido sobre todo el ‘capital golondrina’ que apuesta por ganancias especulativas de corto plazo y que en cualquier momento, cuando estalle la crisis se dará a la fuga.
Trump apuesta a otro período presidencial más y, de lograrlo, podrá ayudar a parar nuevamente a las fuerzas globalistas en su delirio oligárquico-belicista y el mundo podría estar a salvo nuevamente de una conflagración mundial. La lucha de los demócratas-globalistas por un nuevo impeachment, iniciativa de destitución, contra Trump es reflejo de su desesperación.
En síntesis, la crisis interna de EEUU está llegando a su clímax, con mucha corrupción y ninguna transparencia. El año 2020 podría tomar forma hasta de guerra civil más que de campaña electoral. Si gana Trump, o no, de todos modos el panorama para el año 2020 es de una gran crisis económica en el país y a nivel mundial. Queda clara la necesidad de otro sistema monetario internacional donde EEUU como nación ya deje de ser el centro.
Si los globalistas ganan, lo más seguro es un fraccionamiento del mundo en dos sistemas monetarios internacionales en pugna y muy probablemente el fraccionamiento de EEUU en diferentes economías regionales-locales. Si Trump logra un segundo período lo más probables es una derrota tanto de los globalistas así como de los continentalistas y la posibilidad real de la construcción de un mundo multipolar sin nuevo imperio. Ambas alternativas tienen en común una Perestroika para EEUU.
[1] Clinton vs. Trump: Globalismo, Continentalismo y Crisis. Walter Formento, Wim Dierckxsens. ALAI. https://www.rebelion.org/noticia.php?id=234860
[2] Trump enfrentado al Estado Profundo, Wim Dierckxsens, Walter Formento, 16/08/2018. ALAI. https://www.alainet.org/es/articulo/194756
[3] Dierckxsens Wim (1994): “De la globalización a la Perestroika occidental”; DEI, San José.
[4] Los grandes derrotados en la gran guerra, ocupados y reconstruidos a partir del Plan Marshall como países vasallos y que prácticamente no podían invertir en armas.
[5] ALCA: Lanzado en 1994, en la Primera Cumbre de las Américas realizada en Miami, cuando el presidente estadounidense invitó a 33 jefes de gobierno - a todos menos Cuba - para crear una agenda común para el futuro de las Américas. La prioridad fundamental en esta agenda fue el libre comercio y la expansión a toda América de la experiencia del TLCAN (Tratado de Libre Comercio para América del Norte, conocido además por sus siglas en inglés, NAFTA) que incluye a Canadá, Estados Unidos, y México. https://www.ecured.cu/ALCA
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