Una rubia a botellazos
- Opinión
Observando a los guardias pretorianos que rodean a la autoproclamada presidenta Áñez salta a la vista que todos tienen un aire de familia mal avenida, todos resultan indígenas en mayor o menor medida. Todos proclaman a gritos por más que aprieten los dientes su condición de mestizos. Bolivia es probablemente una nación mestiza. Y si no lo es debería serlo cuanto antes. Ninguna nación funciona enfrentando a sus ciudadanos por cuestiones tan epidérmicas como el color de la piel. Es probable que aquellos bolivianos que aspiran a ser ricos o a figurar como tales se blanqueen un tanto de palabra igual que se blanquea el dinero negro de la mafia que es la savia que alimenta a la banca internacional neoliberal o lo que es lo mismo neo fascista. Áñez que parece una rubia a botellazos no sabemos muy bien en quién se mira cuando se tiñe el pelo, en una rubia de Hollywood probablemente, pero ¿en cuál? Habría que descartar a Marilyn Monroe que optó por ser rubia platino que es más escandaloso y más radicalmente rubia a botellazos.
Áñez es una rubia ultra conservadora, de derechas, y el rubio platino resulta demasiado subversivo, haría resaltar por contraste el componente mestizo que probablemente tiene. El suyo es un rubio oscuro, turbio, ceniciento, como los pensamientos de los generales golpistas. Si se tiñera el pelo de rojo como los indios Tsáchila estaría mucho más favorecida, pero entonces lucharía por los derechos de personas y no por los de entidades abstractas o espectrales como los fondos buitres. La Áñez probablemente soñó de adolescente con ser actriz de Hollywood, (cuando debió soñar con Bollywood para hermanarse así con los indios de la otra punta del globo). Pues bien, por fin lo ha conseguido, ya es la protagonista de la última producción de Hollywood producida por Steve Bannon y los agentes siniestros de la CIA que están últimamente detrás de todas las producciones de la Meca del Cine. Ya es la protagonista de la última gran mentira que nos quieren vender los medios de adoctrinamiento de masas. Sólo que aquí la sangre derramada no es zumo de tomate ni kétchup, es sangre real de bolivianos de carne y hueso.
La primera medida que tendría que tomarse, imagino, para solucionar el conflicto en Bolivia es dejar de hablar de indígenas cuando se alude a los sublevados contra el golpe de estado apenas disfrazado o teñido de rubio ceniciento, hay que hablar de patriotas de todos los colores que se niegan a rendirse a corporaciones extranjeras sin más patria que el dinero que les roban a los otros; hay que hablar de ciudadanos que defienden sus derechos de personas reales, y no de personas jurídicas como son las corporaciones que evaden sus impuestos igual que escurren el bulto cada vez que contaminan los mares y los ríos. Hay que hablar de libertadores como Simón Bolívar del que la nación tomó el nombre. Se está perpetuando una división ficticia que sólo favorece a la oligarquía boliviana que nunca podría derrotar a un pueblo unido sea de la raza que sea. Bolivia como toda Hispanoamérica es un crisol de razas y los blancos que mandan son los blancos de Washington o los blancos croatas como Branko Marincovic heredero probablemente de los fascistas ustashis que cometieron contra los serbios uno de los más espantoso genocidios de toda la historia de la especie.
La sangre indígena en Bolivia, que ha salpicado las calles nuevamente, corre por todas las venas de la nación Boliviana y también la sangre mestiza o la sangre criolla. Hablar de sublevación indígena obliga a los pocos que no se consideran tales a tomar el partido de Washington lo quieran o no lo quieran. El interés de los indígenas es el de todos aquellos que no pertenecen a la escasa minoría que vive de respaldar los intereses de Washington que ni siquiera son estadounidenses, son los intereses de una élite multinacional o sin patria como las corporaciones. Ellos son de todos los países que parasitan impunemente amparándose en la sombra de sociedades anónimas, con triquiñuelas legales de todo tipo y con toda clase de fraudes financieros. Al concluir este artículo contemplaba en el canal de noticias ruso como un policía mestizo arremetía en una marcha contra un sublevado blanco. Puede que fuera el único, pero era más blanco y más rubio que la falsa presidenta Áñez.
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