Hablemos un poco sobre la Geopolítica… (I)

07/01/2020
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Parte I: Criterios y categorías

 

Introducción

 

La Venezuela puntofijista – por lo menos su población, más allá de las elites políticas y diplomáticas del país - estaba encerrada en su propia “caverna interna”, apenas al tanto de la existencia de una América Latina, y aún menos sobre el resto del mundo. Los venezolanos de la década de los setentas del Siglo XX, por ejemplo, sabían poco y debatían aún menos sobre los temas más importantes de la geopolítica mundial de entonces: La Guerra Fría, las Guerras del Medio Oriente y su impacto en los precios del petróleo, la decisión de Richard Nixon de separar el dólar estadounidense de su paridad con el oro (y la creación del sistema “petrodólar” que aun funciona), las guerras gringas en Vietnam y las soviéticas en Afganistán.

 

Para el Siglo XXI, todo eso cambió: el venezolano, desde cualquier punto del espectro político, opina y habla sobre las relaciones internacionales y los acontecimientos mundiales. Nadie puede negar este cambio cualitativo y a la vez cuantitativo, una asombrosa transformación desde la apatía, la ignorancia total y la marginalización socio-comunicativa, y hacia una presencia activa en los debates internacionales, incluso estos debates ahora forman parte de los procesos electorales venezolanos, a través de sus contribuciones en los procesos de formación de las percepciones que eventualmente deciden el voto. El desacuerdo solo surge en identificar la fuente de esta politización de la sociedad venezolana, es decir, en determinar los elementos que causaron esta transformación.

 

Mientras unos insisten en la globalización de las comunicaciones y el incremento de la interconexión entre las distintas regiones del globo terráqueo como factor explicativo de la transformación antes señalada, otros afirman que los factores determinantes son mucho más endógenos, ya que este mismo fenómeno no se puede percibir (por lo menos en la misma escala) en países como Colombia, por ejemplo. A criterio de quien suscribe, este fenómeno en la sociedad venezolana se debe a dos esfuerzos altamente dialecticos, a saber:

 

  • La Revolución Bolivariana, por un lado, despertó a la población de la somnífera marginalización que tan marcadamente caracterizó el periodo Puntofijista, llevando los venezolanos de todas las tendencias políticas a un nuevo protagonismo en el cual todos sostienen un interés continuo (y no meramente esporádico) sobre los temas de política exterior. Durante la presidencia del Comandante Chávez, esto fue necesario a raíz de las nuevas alianzas que se fueron conformando, y que no existían durante el Puntofijismo (Rusia, China, Irán, Cuba, la apertura hacia África, el rol de Venezuela en la OPEP (de antagonizar a la OPEP a protagonizar en su recuperación), entre tantos otros). Durante la presidencia de Nicolás Maduro, entender las dinámicas regionales e internacionales forma parte del proceso de sobrevivir la embestida de Estados Unidos y los gobiernos satélites de la región, que, por una manera u otra, han llegado al poder en los países latinoamericanos y caribeños.

Es imposible para cualquier venezolano ignorar el rol cardinal y decisivo del gobierno colombiano en sostener las sanciones y agresiones estadounidenses contra Venezuela, por ejemplo, o el rol de Rusia en otorgarle capacidad de maniobra al pueblo venezolano para poder “respirar” bajo el régimen de asfixia impuesto por Washington. En una lucha titánica por la existencia del propio país, ya el ceremonial “entierro de la cabeza en la arena” como un avestruz e ignorar las realidades externas - tanto practicado durante la era puntofijista - es ahora completamente imposible para los venezolanos.

 

  • Los medios de comunicación opositores – con mucho más éxito que los propios líderes de estos dispersos e incoherentes agrupaciones políticas – han contribuido substancialmente en el crecimiento de la politización y el debate político dentro la sociedad venezolana. Claro, los objetivos son diametralmente opuestos a los de la Revolución Bolivariana, pero el efecto ha sido más o menos el mismo, si ignoramos el tema de las tendencias políticas, naturalmente. Los medios de comunicación opositores han asumido la tarea de movilizar la sociedad venezolana a través de una campaña bien diseñada y ejecutada, a la vez de sostenida, de politización social, con el objetivo de desarticular la hegemonía electoral de la Revolución Bolivariana. Claro, es irónico este nuevo rol para estos medios, los mismos que tanto se encargaron de despolitizar a la sociedad venezolana puntofijista, hasta el punto en la cual llegó esta, antes de 1999.

No obstante, ya que la visión general del gobierno de turno (el de la Revolución) no coincide con lo que los dueños de estos medios consideran que debe ser el rumbo político, económico y sociocultural del país (como también el de política exterior), estos han logrado revertir de manera completa el proceso que tanto perfeccionaron durante el puntofijismo: agitar en vez de pacificar a la población, pasar de una postura altamente acrítica, dócil, y desmovilizada políticamente, a la hipercrítica agresiva, estimular la politización y la polarización, y abogar por la movilización política, ideológicamente recargada y motivada. Fue como una “inyección de adrenalina al corazón” de la sociedad venezolana, después de décadas de dosificación de opio para las masas.

A criterio de quien suscribe, el éxito de los medios en esta tarea supera a todos los “éxitos” que hayan logrado los partidos políticos de oposición, incluso lo que ha logrado el propio gobierno estadounidense hasta los momentos. La gran ventaja de los medios es su “falta de rostro”: el líder opositor – cualquiera que sea - tiene nombre, apellido, rostro y afiliación política. Lo que diga siempre estará asociado a todos estos elementos (un tremendo peso y una pesada herencia), mientras que la maquinaria de los medios es altamente despersonalizada y amorfa, y lo que dice no viene “amarrado” de sus verdaderas inclinaciones ideológicas (las ocultan mejor que los políticos opositores del país) y de sus pasados políticos.

 

La Geopolítica como categoría

 

Ahora bien, el propósito del documento actual no es abordar el tema de la transformación sociopolítica de los venezolanos, sino abordar un pequeño aspecto problemático que surge producto de estos procesos de cambio. Anteriormente, durante la era puntofijista, no era necesario preocuparse por el grado de conocimiento de los venezolanos en materia de política exterior, diplomacia, relaciones internacionales o derecho internacional, ya que las opiniones de la población eran irrelevantes para los Diego Arrias y los Luis Giustis de la diplomacia y la política energética venezolana.

 

Los venezolanos1 del puntofijismo desconocían términos como la “multipolaridad”, la “geopolítica” y las “asimetrías del poder” en el sistema internacional, pero esa ignorancia era bien recibida por las cúpulas gobernantes, ya que por un lado justificaba la marginalización de estas,2 y por el otro, contribuía en el proceso de “pacificación”, despolitización y desmovilización, todas esenciales para gobiernos de corte neoliberal que buscan transformar sus sociedades sin tener mayores problemas e incomodidades. A pesar de todo esto, las cúpulas gobernantes venezolanas de entonces tuvieron que sufrir la incomodidad del Caracazo, pero afortunadamente, el gobierno estadounidense y la OEA ofrecieron para entonces al gobierno puntofijista de turno, el mismo apoyo incondicional que hoy en día se les ofrece a gobiernos “responsables” y cooperativos como el de Sebastián Piñera, Lenín Moreno, Iván Duque y Juan Orlando Hernández, entre otros.

 

Pero en la actualidad, solo a pocos le conviene que los venezolanos sigan desarticulados, desinformados y marginalizados, como fueron anteriormente. En esta coyuntura, es menester que los venezolanos puedan apreciar el significado preciso de términos como la multipolaridad y la geopolítica, y que no emplean estos de manera errónea, ya que esto implicaría el desarrollo de concepciones erróneas sobre los acontecimientos internacionales, y por ende una postura sociopolítica y electoral contraria a sus intereses socioeconómicos y sociopolíticos de largo plazo.

 

En el documento actual – titulado “Hablemos un poco sobre la Geopolítica…” – trataremos de abordar una concepción que es relativamente popular hoy en día, y es empleada repetidamente por los venezolanos de todas las tendencias políticas, pero que a criterio de quien suscribe – y en base a lo que se puede observar durante los últimos años – ha sido utilizada y concebida de manera poco fiel y precisa con lo que efectivamente aborda. Nos referimos específicamente al término “geopolítica”, y la proliferación de su uso en las instancias académicas, mediáticas y sociales.

 

Este documento se divide en dos partes. La primera abordará la naturaleza de este término, tratando de descartar concepciones populares sobre el tema que, por una razón u otra, no reflejan la realidad social internacional, por ser exageradas o simplificadas a un nivel que no nos permite entender ni explicar adecuadamente los procesos sociohistóricos internacionales. Esta parte separará el término en dos tipos: la geopolítica tradicional y la geopolítica crítica. El esfuerzo principal de nuestro documento es ofrecer una exposición de las diferencias entre ambas tendencias de la geopolítica, para luego evaluar esta como un “enfoque de análisis” entro otros, de la disciplina de las Relaciones Internacionales.

 

La segunda sección otorgará un enfoque geopolítico crítico a los acontecimientos latinoamericanos y caribeños, como también a ciertos sucesos internacionales, con la finalidad de ilustrar cómo se puede emplear el enfoque geopolítico crítico, y la necesidad de combinar este enfoque con otros, para poder comprender mejor la realidad social internacional. Al análisis geopolítico tratará de abordar ciertos discursos tradicionales que circulan en la sociedad venezolana sobre la evolución política en la región latinoamericana y el rol de Estados Unidos en la misma, colocando todo esto en el marco de la rivalidad geopolítica (o Guerra Fría) entre Estados Unidos por un lado, y Rusia y China por el otro.

 

Hace cuatro años, dos profesoras, un profesor y quien suscribe – todos para entonces docentes de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV) – finalizamos la redacción del Programa de formación de Grado (PFG) en Relaciones Internacionales. En el 2015, antes de la aprobación final del programa, un “ilustre” miembro de uno de los órganos decisores de la Universidad, proclamó su deseo de cambiar el nombre del programa a “Geopolítica” o “Estudios Geopolíticos”, con argumentos que dejaron claro que el sujeto en cuestión no poseía ni la más mínima idea de lo que implica la palabra, más allá de considerar que la misma era “mejor” que el título original del programa. La propuesta simplemente fue emitida con la mera y triste intención de ofrecer una opinión propia de él, y así tratar de ser “relevante” e “importante”, sin dejar al descubierto su marcada ignorancia sobre el tema.

 

Para lograr que esta propuesta no prospere, los autores del programa le anexaron unas 30 páginas adicionales de texto al PFG de Relaciones Internacionales, con el único y expreso fin de argumentar, sociohistórica y académicamente, las razones por las cuales el PFG no debería asumir el nombre sugerido por el intrépido y creativo miembro de la administración académica de la UBV, y quedarse con el ya existente de “Relaciones Internacionales”. Las 30 páginas antes señaladas, forman la base del documento actual.

 

Lamentablemente, la condición del señalado miembro de la UBV no es única, y efectivamente la mayoría de la población, de una manera u otra, desconoce el verdadero significado de la palabra, y lo que implica esta. El asunto no se trata de lo “complejo” que es el término, aunque un análisis geopolítico, en realidad, si es realizado desde una óptica “crítica” y multidisciplinaria, debería ser bastante complejo, solamente si consideramos la cantidad de factores que deben ser tomados en cuenta. El desconocimiento sobre el tema de la geopolítica se debe a dos elementos básicos, a saber:

 

  • Poca lectura y una ausencia de investigaciones sobre el tema, tomando solamente lo que los medios de comunicación exponen, cuando lo exponen. La gran abrumadora mayoría de la población suele escuchar o leer un análisis geopolítico, menos raramente hace el esfuerzo para leer o escuchar sobre los orígenes históricos del propio término, cómo fue empleado por quienes lo “inventaron”, cuales eran sus propósitos, y más importante, las ventajas y las desventajas del empleo de este término. Incluso, la mayoría de la gente desconoce si la geopolítica es una ciencia, una disciplina, una sustitución del estudio de las relaciones internacionales, o una “carrera profesional”;

  • La ambigüedad que existe en relación con el tema, por un lado, y lo “versátil”3 que es el término al ser empleado, junto a la “impresión” que otorga el uso de la palabra misma, ha llevado al uso indiscriminado e impreciso, con una mentalidad de “una talla calza a todos”, que ahora se emplea a diestro y siniestro, llevando el término a la nueva función de crear la ilusión de amplificar el “potencial coeficiente intelectual” de quien lo utiliza en una conversación. Es decir, existen quienes utilizan la palabra, solo para lucirse como profesionales y exhibir conocimientos sobre un tema que en realidad no entienden o manejan.

 

Este último punto que señalamos no sugiere que estemos abogando aquí por un regreso a la pésima postura del puntofijismo, en la cual la población debe ser excluida del debate sobre la política exterior del país y sobre las relaciones internacionales en general. Lo que queremos señalar es que los venezolanos, ahora que sí debaten y sí opinan sobre los acontecimientos internacionales, tienen una necesidad de profundizar sus conocimientos no solamente sobre temas generales, sino sobre los términos y conceptos que manejan. Aquí solo insistimos en profundizar los procesos de formación de la población. Este documento fue elaborado precisamente para que sea leído por la población venezolana, y se constituye en un punto de partida para el debate de la geopolítica como enfoque de análisis internacional.

 

La Geopolítica y el espectro político

 

La geopolítica no es una “disciplina”, ni mucho menos un sinónimo de las relaciones internacionales, sino un enfoque de análisis, el cual posee sus usos específicos, sus ventajas, y sus desventajas. Más importante, y quizás este es el punto que las mayorías no toman en consideración, no existe una sola forma de la “geopolítica”. Como nunca se puede hablar de una sola forma de estudios políticos que sea “absoluta” y “de una sola tendencia” (al igual que el estudio económico, o la sociología, por ejemplo), pues tampoco podemos hablar de una geopolítica definitiva, o un solo modo de generar análisis geopolítico.

 

Cómo existen estudios políticos, sociológicos, económicos, antropológicos y de casi todas las otras disciplinas de las ciencias sociales que suelen ser tradicionales, conservadores, acríticos, preferidos por los individuos que se consideran de la “derecha” política - muchos de los cuales suelen ser reproductores del status quo y defensores del modo de producción imperante - igualmente existen estudios políticos, sociales, económicos, etc. que son críticos del status quo, con una perspectiva que analiza y estudia las configuraciones existentes del poder y de la distribución de las riquezas, no solo para denunciarlas, sino para combatirlas y eventualmente sustituirlas. La geopolítica, aunque no sea una “disciplina” de las ciencias sociales, efectivamente no se escapa de esta dualidad conceptual, teórica o ideológica, como sea que se desea ver.

 

Los primeros geopolíticos

 

La geopolítica – y en este sentido, es natural que empecemos con lo que denominaremos como la “geopolítica tradicional” - posee sus inicios con los discursos imperialistas de las potencias occidentales como Inglaterra, Alemania y Estados Unidos, entre finales del Siglo XIX e inicios del Siglo XX. La expresión fue acuñada por el politólogo conservador y sueco Rudolf Kjellen (en su obra “El Estado como Organismo Viviente”), con el fin de explorar las relaciones entre las potencias imperiales desde la óptica de la política y la geografía. Lo realmente “geográfico” en las visiones de Kjellen era lo “cartográfico”, y como jerarquizar las regiones del mundo entre las mas deseables para dominar y las mas adecuadas para utilizar como zonas de destrucción entre las potencias imperiales, sin causar daño a sus propias zonas. Esta idea fue retomada una y otra vez a lo largo de la historia de la geopolítica tradicional.

 

Las ideas de Kjellen ya tenían presencia en pensadores igualmente imperialistas como el estadounidense Alfred Mahan y el inglés John Halford Mackinder. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría, el alemán Karl Haushofer alimentó la visión nazi de la geopolítica, mientras que los estadounidenses Nicholas Spykman y George F. Kennan armaron la “arquitectura” original de la geopolítica de la Guerra Fría. La geopolítica tradicional fue luego alimentada por sus intelectuales más reconocidos, entre ellos podemos señalar a Heny Kissinger, Zbigniew Brezezinski, Francis Fukuyama, Samuel P. Huntington y noeconservadores como Paul Wolfowitz, Elliott Abrams, Richard Perle, y Paul Bremer.

 

El concepto recibió inicialmente una atención exclusiva por parte del geógrafo Mackinder, quien utilizó los estudios históricos para ilustrar la importancia estratégica de la geografía, dividiendo el mapamundi en seis regiones, colocando el “pivote” del mundo en lo que él denominó el “Heartland”: la masa territorial de Eurasia, la “Isla Mundo” que debe ser el objeto de interés estratégico de cualquier potencia imperial que desea dominar el planeta, pues de acuerdo a Mackinder: “Quién controle Europa del Este dominará el Pivote del Mundo; quien controle el Pivote del Mundo dominará la Isla Mundo; quien domine la Isla Mundo dominará el mundo”.

 

Aquí podemos ver de nuevo cómo el tema cartográfico domina la geopolítica tradicional, en el cual los mapas determinan las formas de construir y mantener imperios. Los términos utilizados para describir la geopolítica desde sus inicios y hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial se limitaban exclusivamente a la dimensión militar, específicamente considerando la proyección del poder naval y las posesiones territoriales de ultramar. El estadounidense Spykman modificó las ideas de Mackinder, actualizándola para el uso de la Guerra Fría.

 

La geopolítica – en el sentido más tradicional que esta posee - no es una ciencia, pues si lo fuera, tuviera que tomar en consideración los modos de producción hacia lo interno de los Estados, y su relación orgánica con el modo de acumulación capitalista en el ámbito internacional, a la vez de las complejas relaciones existentes entre las clases dominantes transnacionales y las clases subalternas que producen la riqueza en todo el planeta. Si fuera una ciencia, tendría que crecer en complejidad teórica y conceptual para absorber progresivamente nuestra creciente comprensión de la realidad social internacional y avanzar en grados de sofisticación – como efectivamente le sucede a todas las disciplinas de las ciencias sociales – con el paso del tiempo.

 

En vez, la geopolítica tradicional, a lo largo del tiempo, ha quedado estática, en un sentido teórico y conceptual, renovándose discursivamente de tiempo en tiempo solamente para ajustarse a las nuevas necesidades de las potencias imperiales, pero nunca alcanzando cualquier tipo de renovación teórica y conceptual.4 Como el Realismo Político, la geopolítica tradicional no evoluciona ni realiza saltos cuánticos en sus fundamentos para ajustarse a las nuevas percepciones que pudieran surgir sobre nuestra realidad social, sino que pretende ahistóricamente ajustar la realidad social a las premisas “eternas” y ahistóricas creadas por sus “founding fathers” y recicladas por parte de la próxima generación de “intelectuales”, think tanks y asesores de política exterior.

 

Ni el Realismo Político ni la geopolítica tradicional toman en cuenta los aspectos antropológicos, religiosos y lingüísticos de los pueblos en la mayoría de sus análisis sobre las relaciones entre los seres humanos a escala global. Es por eso que siempre vemos cómo los gringos hablaban entre el 2001 y el 2003 de la importancia “geopolítica” de ocupar a Afganistán e Irak, pero ahora en el 2019, lamentan y se quejan de que “we went into Iraq and Afghanistan knowing nothing about the people5 (fuimos a Irak y Afganistán sin saber nada de la gente). Un análisis serio de las relaciones internacionales y la política global debe tomar todo lo antes señalado en cuenta, aunque preferiblemente en un contexto completamente diferente al que propone el norteamericano Samuel Huntington (con su temible concepto de “guerra de civilizaciones”).

 

Adicionalmente, la geopolítica tradicional no forma parte – en realidad - de la disciplina de las Relaciones Internacionales, más bien hace todo lo posible para evitar varios aspectos propios de esta disciplina. La geopolítica tradicional puede ser vista como un esfuerzo intelectual para deslindarse de cualquier visión teórica a ser aplicada en el análisis de las relaciones entre los Estados, que no sea el Realismo Político, su única fuente teórica para sustentar sus argumentos y sus visiones. La geopolítica tradicional no toma en consideración sino el Realismo Político o ciertos aspectos del Liberalismo que coincidan con el Realismo Político. Estas limitaciones que sufre la geopolítica tradicional - autoimpuestas por sus propios ideólogos – irónicamente ayudan a lograr sus verdaderos objetivos operativos: dar consejos al “Príncipe”, ya que la simplificación de la realidad social conlleva a la creación de “recetas” que son sencillas y fáciles para explicar, difundir y aplicar.

 

La literatura y las organizaciones que proyectan el pensamiento conservador de la geopolítica toman la forma de “consejos para el príncipe”, siguiendo la tradición de Nicolás Maquiavelo con los Médicis en Florencia. El objetivo principal (aunque nunca anunciado) de Maquiavelo con su obra “El Príncipe”, era regresar a sus cargos diplomáticos ante el Estado de Florencia, luego del regreso de los Médicis al poder, a través del obsequio de la obra señalada, como una “guía” para gobernar.6 Los “intelectuales” del arte de gobernar (los supuestos “expertos” en la geopolítica tradicional) ofrecen a los príncipes (jefes de Estados, jefes de diplomacia)7 y los gerentes de la política exterior de un Estado (los cuerpos diplomáticos), la capacidad de comprender y tomar decisiones en el ámbito internacional, mediante el empleo de discursos supuestamente “eternos” o que sirven para cualquier momento histórico (es decir, ahistóricos), pero que en realidad están altamente ideologizados, con la finalidad de “solventar” los problemas de coyuntura que enfrentan los jefes de Estado y los diplomáticos.

 

Como lo señalan analistas críticos – entre ellos el canadiense Robert Cox y el irlandés Gearóid Ó Tuathail – la geopolítica en su sentido más tradicional es un enfoque para comprender y realizar predicciones sobre el comportamiento del sistema internacional que busca “resolver problemas”, es decir, posee una finalidad pragmática, a pesar de que su propia percepción del sistema internacional es, en realidad, poco pragmática, ya que en su proceso de “simplificar”, llega a un grado de reduccionismo y abstracción que sacrifica el contenido y su relación con la realidad social, a favor de producir narrativas “digeribles” y fáciles de transmitir.

 

La naturaleza de la Geopolítica tradicional

 

Muchos señalan que la Geopolítica tradicional toma el sistema internacional tal como lo essin criticarlo – para luego proceder desde ese punto a analizar una dada situación, realizar conclusiones y/o predicciones, y finalmente ofrecer recomendaciones políticas y acciones concretas. Lamentablemente, nada pudiera estar más lejos de la realidad. La geopolítica tradicional nunca toma el mundo como “es”, sino como sus autores desean o prefieren entenderlo y como ellos lo perciben en sus imaginaciones, asistidas por una llamada “teoría” de las Relaciones Internacionales, la cual en realidad es pura ideología bajo el nombre del “Realismo Político”, como ya hemos señalado repetidamente.

 

En la geopolítica tradicional, las narrativas suelen ser declarativas (así es el mundo), para luego pasar a ser imperativas (esto es lo que debemos hacer).8 El uso de palabras como “es” y “nosotros” refleja su nivel de “pragmatismo”, “autoconfianza” y dedicación a una comunidad geográficamente definida (un Estado-Nación) y su versión de la “verdad”, construida sociocultural y sociopolíticamente.9

 

La geopolítica tradicional ha engendrado mucho interés en ciertos círculos y es muy “llamativo” para ciertas instituciones (los denominados “Think Tanks” e instituciones de política exterior, entre otros) y autodenominados “estrategas” y/o “asesores geopolíticos” a raíz de sus supuestas cualidades, o, en realidad, a raíz de lo que esta le “ofrece” a la gente. Los discursos de la geopolítica tradicional ofrecen claridad y precisión en un mundo altamente complejo, vago e impreciso. La pluralidad y complejidad del mundo, con todos sus vastos elementos interconectados, son reducidos a pocas “verdades transcendentales” sobre el sistema internacional y la supuesta actuación “racional” de los Estados.

 

Caso en punto, la propia palabra “racional”. Lamentablemente, la actuación “racional” de un Jefe de Estado o una sociedad en general no existe como un criterio universal y ahistórico, ni mucho menos es estático, sino que depende de la cultura y del tiempo en el cual se este evaluando ese pensamiento supuestamente “racional”. La “racionalidad” de la monarquía francesa del Siglo XVIII – Luis el XVI, por ejemplo - no se puede comparar con la “racionalidad” de un Presidente francés como Charles de Gaul o Francios Mitterrand, y menos estos dos se pueden comparar con la “racionalidad” de la Dinastía Qin china (221 – 206 a.C.), como el Emperador Qin Shi Huang. No obstante, la geopolítica tradicional no permite la formación de espacios analíticos que tomen en consideración las variaciones socioculturales, por ejemplo, entre tantas otras variables deliberadamente descartadas, con la finalidad de “simplificar” el producto ofrecido.

 

Es por eso que la geopolítica tradicional es la instrumentalización de una fe, de una creencia en un mundo que por encima de todos los “engorrosos” e “innecesarios” detalles que posee este - como las culturas, las cosmovisiones, las maneras de construir y distribuir las riquezas y todo lo demás que le suma heterogeneidad y le resta homogeneidad al mundo - existe sin duda alguna para ellos una “realidad subyacente” que es única, monolítica, estática y constante, pero sobretodo, ahistórica. Esta “realidad subyacente” es accesible solo a quienes piensan “geopolíticamente”, empleando las recetas que suministra la geopolítica tradicional, se puede lograr obtener “profecías” que alumbran el futuro, a la vez de “guías” de acción que demuestran claramente qué se debe realizar para garantizar el futuro “A”, y evitar a todo costo el futuro “B”.

 

La certeza de la existencia de realidades “congeladas en el tiempo” (ahistóricas) que mágicamente crean “atajos” para la comprensión de las complejidades internacionales, la formulación de estrategias globales y desde estas primeras dos, la creación de políticas de Estado, son todas “promesas” que ofrece la geopolítica tradicional, en su función principal de elaborar “consejos para el príncipe”, como ya habíamos señalado anteriormente.

 

La Geopolítica crítica

 

Ahora bien, como ya habíamos señalado anteriormente, todas las ciencias sociales se dividen en dos visiones, enfoques o tendencias, como sea que se desea ver: las que sostienen el status quo, la reproducción del modo de producción y las relaciones de poder existentes, y las que denuncian estas y proponen alternativas que nos alejan del status quo y hacia sociedades más justas, representativas y transparentes. En este sentido, existe la llamada “geopolítica crítica”, propuesta y desarrollada por autores como los irlandeses Gearóid Ó Tuathail y Simon Dalby,10 el británico John Agnew11 y su compatriota Mary Kaldor12, entre otros.

 

Gearóid Ó Tuathail propuso un enfoque dentro de la geografía política que coloca la cultura geopolítica tradicional (es decir, las narrativas que constituyen la geopolítica tradicional) y la formulación de la política exterior como los objetos principales de su análisis. Este enfoque se convirtió en lo que él y otros ahora denominan la “geopolítica crítica”, obteniendo como prioridad la necesidad de exponer la complicidad de la geopolítica (la tradicional) con la dominación y el imperialismo. A raíz de los ataques del 11 de septiembre de 2001, el empleo de la fuerza irrestricta ha sido reafirmada por una política exterior estadounidense de corte neoconservador,13 utilizando la fuerza militar como instrumento principal de la política exterior, en el contexto de la llamada “guerra global contra el terror” y las invasiones de Afganistán e Iraq. Es por esto que Tuathail señala lo siguiente, asunto que compartimos completamente, en el marco de la construcción de una geopolítica crítica:

 

La Geopolítica, algunos dirían, es, ante todo, algo práctico y no de meros discursos; se trata de acciones tomadas contra otras potencias, sobre invasiones, batallas y el despliegue de fuerzas militares. Esto pudiera ser el caso, pero solo a través del discurso es que se realiza la construcción de una armada o se toma la decisión de invadir un país extranjero, pues es el discurso lo que le otorga significado y justificación a estas acciones. Es a través del discurso que los líderes actúan, a través del uso simple y simplificado de ciertos “entendimientos” geográficos que las acciones de política exterior son explicadas… las guerras son explicadas y justificadas con razonamientos preestablecidos y geográficamente infundidos. La manera en la cual constituimos nuestro mundo social es a través del uso socialmente estructurado del lenguaje.14

 

En las primeras décadas del Siglo XXI, la cultura de la geopolítica tradicional retoma los asuntos de construcción imperial. Esta re-militarización de la política global sugiere claramente la relevancia continua de una geopolítica crítica para lidiar con la cultura de la geopolítica tradicional que sigue produciendo intentos imperiales de dominación en lugares distantes. La geopolítica crítica aborda la tendencia que se evidencia en la geopolítica tradicional de “construir” enemigos y el empleo de un lenguaje supuestamente “geográfico” para conceptualizar los distintos terrenos de conflicto en el ámbito internacional como espacios que necesariamente requieren de "intervenciones" militares.

 

Pero el tema del imperialismo en el Siglo XXI posee una gran diferencia cualitativa con los conflictos anteriores en el escenario internacional. Los imperios del momento se involucran en guerras contra organizaciones políticas de la periferia – por lo general militarmente débiles - en tierras lejanas. La Guerra Fría fue una lucha entre grandes Estados, tomando al continente europeo como el “campo de batalla” en esta guerra.

 

Alternativamente, la nueva guerra se trata de operaciones de “pacificación”, fuerzas expedicionarias, conflictos asimétricos y campañas diplomáticas y militares para doblegar a los gobernantes locales a ajustarse a las prioridades de las metrópolis, en vez de las prioridades de sus propias poblaciones. Este tipo de activismo imperial suele incluir procesos de destrucción de Estados, subyugación de sus poblaciones y la imposición de nuevos “regímenes” que adquieren su supuesta “legitimidad” desde afuera, desde la metrópoli, sin relación orgánica alguna con sus poblaciones.

 

En pocas palabras, el imperialismo pasó de enfrentar enemigos como la Unión Soviética y la China, a enfrentarse con “enemigos” como países previamente sancionados y destruidos como Irak, países en pobreza extrema como Afganistán, o países sin fuerzas armadas y aéreas y con poblaciones mínimas, como Libia, pero aún así, siempre estos enfrentamientos siempre se dan en “coaliciones” con socios imperiales minoritarios. Este cambio cualitativo en el aspecto imperial, produjo a su vez un cambio cualitativo en los discursos que conforman la geopolítica tradicional para el nuevo milenio.

 

En estos casos, la geopolítica crítica coloca su primer orden de tareas en estudiar y analizar el lenguaje y el discurso empleado en la construcción de la geopolítica tradicional, específicamente a raíz de la naturaleza de esta última como instrumento discursivo para la creación y mantenimiento de imperios.

 

En fin, los debates sobre la naturaleza de la geopolítica crítica se extienden a lo largo de las ultimas 4 décadas,15 y es bastante difícil hacerle justicia en este breve documento. Justo por esa razón, recomendamos la lectura del texto original de Ó Tuathail titulado “Understanding Critical Geopolitics: Geopolitics and Risk Society” (Entendiendo la Geopolítica Crítica: Geopolítica y Sociedad de Riesgo), publicado en el famoso libro “Geopolitics, Geography and Strategy” (Geopolítica, Geografía y Estrategia), editado por Colin Gray en el año 1999. El artículo de Ó Tuathail es un documento netamente introductorio, pero por lo menos ofrece mucho más que lo que este sencillo y humilde documento pudiera ofrecerle a ustedes.

 

Un enfoque para el análisis

 

Lo importante es que la geopolítica tradicional y crítica – ambasno son disciplinas, no son “ciencias”, ni tampoco son reales o confiables “recetas para la acción”, es decir, no son fuentes adecuadas – por si mismas - para la creación de políticas de Estado. La geopolítica (ahora sin adjetivos tradicionales o críticos) es un enfoque de análisis – un nivel entre varios en los cuales colocamos el énfasis de nuestro análisis – que nos debe ayudar a obtener conclusiones que expliquen. Aunque esto último es bastante sencillo e intuitivo, lo repetimos para no dejar dudas; el propósito de cualquier análisis es explicar, es poder hacer entender sucesos, eventos, procesos y resultados que desafían las expectativas, que son fuera de lo que consideramos lógico o racional16.

 

Para ser más ilustrativo sobre el tema señalado en el párrafo anterior, el analista social (en este caso, específicamente el analista internacional), tiene la tarea de explicar el porqué de asuntos tan obvios y predecibles como el reconocimiento inmediato y casi reflexivo – por parte del gobierno estadounidense - de cualquier gobierno de facto golpista que surja en América Latina, siempre y cuando logra derrocar un gobierno de izquierda o nacionalista. Pero también se tiene la difícil tarea de explicar asuntos que suelen ser bastante inexplicables, en primer instancia; ¿Por qué la Señora Nancy Pelosi - Presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense - decidió iniciar un proceso de impeachment contra el Señor Donald Trump, con un senado recargado de gente (53 senadores republicanos) que detesta su partido político, por razones netamente personales (ya que no existen verdaderas diferencias ideológicas entre estos dos grupos).

 

Entonces, la geopolítica es un nivel en el cual podemos colocar nuestro análisis, como también pudiéramos colocarlo al nivel de un gobierno o un gabinete ministerial, o el propio jefe de Estado, o el nivel regional, o nacional, municipal y parroquial.17 El nivel de análisis de la geopolítica – tradicional y crítica – no es simplemente el sistema internacional, aunque desde este nivel es que se da la gran mayoría del trabajo analítico. Empero en el análisis geopolítico, siempre se puede descender del nivel del sistema internacional hacia el nivel del Jefe de Estado – el “príncipe”, en el caso de otorgarle “consejos” – como también se puede tomar en cuenta otros aspectos, si el analista así lo permite.

 

El análisis geopolítico observa los acontecimientos a larga escala para comprender motivaciones y necesidades, siempre sosteniendo una perspectiva amplia – geográficamente hablando. Señalamos que el nivel de análisis del enfoque geopolítico no es simplemente el sistema internacional, ya que una gran parte del análisis geopolítico (tradicional y, en algunos casos, el crítico) suele dedicarse a comprender las acciones del Jefe de Estado o el jefe de la diplomacia. Por ejemplo, no se pretende entender las motivaciones del “gobierno estadounidense” con el asesinato del Comandante de la fuerza especial iraní “Quds” – el General iraní Qasem Soleimani – durante el mes de enero de 2020, sino las motivaciones el Señor Donald Trump, aunque la decisión seguramente fue una de Estado, y no solamente del Señor “Jefe de Estado”. Aunque la respuesta al asesinato – si se da – será de una configuración de fuerzas multinacionales18 coordinadas desde Teherán y su gobierno, todos los observadores estarán esperando por la respuesta de Sayed Ali Hosseini Khamenei, y no la del Estado persa.

 

En fin, existen varios modos de análisis político en las relaciones internacionales que no son necesariamente “geopolíticos”. Lo que efectivamente hace que un análisis adquiera el adjetivo “geopolítico”, es el nivel en el cual se coloca este, y la (s) unidad (es) de análisis empleadas. Existen los siguientes niveles:

 

  • El nivel sistemático (sistema internacional, o el sistema financiero global);

  • El nivel regional (como América Latina);

  • El nivel estatal (Estado y gobierno);

  • El nivel regional nacional (la región occidental de un país, por ejemplo), etc.

 

Y las siguientes unidades de análisis:

 

  • Partidos políticos;

  • Líderes;

  • Organizaciones sociales, think tanks, ONGs, etc.;

  • Clases sociales (nacionales o transnacionales);

  • Estados;

  • Bloques de Estados (OTAN, BRICS);

  • Regiones o “Civilizaciones” (este último para los fanáticos de Huntington);

  • El propio sistema internacional.

 

Es de notar que tanto el “sistema internacional” como el “Estado” son “niveles” de análisis, y a la vez “unidades” de análisis. La Geopolítica tradicional alterna entre el nivel del sistema y del Estado, pero colocando el énfasis en el primero, y sustituyendo el segundo por la figura del “Jefe de Estado/Gobierno” o de la diplomacia, pero sin tomar en consideración las realidades que gobiernan el país, los partidos políticos, las elites socioeconómicas, etc.

 

Ahora, lo que distingue la geopolítica tradicional de la crítica se encuentra en las obras de Tuathail, Dalby y Agnew, sin duda alguna, pero lamentablemente ellos la complicaron al regar sus conceptos a lo largo de varias publicaciones, y abordándolos de manera poco didáctica y pedagógica. Para estos efectos, podemos tratar de resumir el sentido “crítico” de la geopolítica crítica, el cual es el mismo sentido “crítico” de la política crítica, la economía crítica, la sociología crítica, etc. La geopolítica crítica, en primer lugar, debe ser una geopolítica contestataria: no debe tomar “el mundo como es”, ya que efectivamente nadie lo hace.

 

Contario a lo que siempre alegan, la geopolítica tradicional no toma el mundo como “es”, sino “construye” un mundo en el cual sus intereses y deseos dictan las normas del “mundo” que ellos desean analizar, con el uso creativo pero sobretodo consistente y persistente de narrativas antiguas, que se pueden encontrar en las obras de Mahan y Mackinder, luego pasan a las de Kjellen y Haushofer, para después ser recogidas por Spykman y Kennan, ser aplicadas y justificadas por guerreros de la Guerra Fría de segunda generación como Kissinger y Brezezinski, y finalmente reproducidas y “ajustadas” para la nueva era “Unipolar” estadounidense, con ideólogos como Fukuyama y Huntington, entre tantos, tantos otros.

 

La geopolítica crítica debe en primer lugar hacerse experta19 en las narrativas de la geopolítica tradicional, con la finalidad de pasarlas por un proceso de deconstrucción narrativa,20 en la cual se revierte el proceso de “naturalización” (y, por ende, hacer “eterno” y ahistórico) de las visiones del mundo contenidas en estas narrativas. Por ejemplo, “el sistema internacional siempre ha sido anárquico (es decir, carece de jerarquía), y debe mantenerse de dicha manera”, asume el geopolítico tradicional, y de tanto repetirse, muchos lo creen, sin reflexionar críticamente sobre las obvias y evidentes jerarquías entre los Estados y las regiones en el sistema internacional, sin que se nos olvide también la evidente “inmunidad” que posee Estados Unidos del derecho internacional, ya que este derecho le aplica a ciertos países, pero queda mágicamente suspendido para la potencia norteamericana. La “inmunidad” del derecho internacional que disfrutan ciertos Estados (Estados Unidos, la Entidad Sionista), ya efectivamente crea una jerarquía de facto que el derecho internacional escoge ignora, pero no puede hacer desparecer.

 

Fukuyama, Huntington y la deconstrucción de narrativas

 

La “deconstrucción” a la cual nos referimos no es una práctica “destructiva”, sino una búsqueda de las “suposiciones”, las declaraciones netamente ideológicas y los axiomas de origen cultural que conjuntamente forman los “bloques de construcción” de las narrativas de la geopolítica tradicional. Tomemos, como breves ejemplos, los discursos ideológicos de los estadounidenses Francis Fukuyama y Samuel P. Huntington. Fukuyama declaró en 1989 que

 

Lo que podemos estar presenciando en la actualidad no es solo el fin de la Guerra Fría, o el fin de un período particular de la historia de la posguerra, pero el final de la historia como tal: es decir, el punto final de la humanidad evolución ideológica y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano.21

 

Mientras que Huntington indicó en 1993 que

 

Mi hipótesis señala que la fuente fundamental de los conflictos en este nuevo mundo no será ideológico o económico. Las grandes divisiones entre la humanidad y la fuente dominante de los conflictos serán culturales…El choque de las civilizaciones dominará la política global. Las líneas de falla entre las civilizaciones serán las líneas de batallas del futuro.22

 

Entonces, ¿Qué implica la deconstrucción narrativa de la geopolítica crítica? No se trata meramente de calificar a los autores como “imperialistas” al servicio de Washington, ya eso es evidente, en primer lugar, y en segundo, solo estaríamos practicando lo mismo que hace la derecha: “Character Assassination”, lo cual es inútil como una acción contestataria, justo lo que la geopolítica crítica debería realizar. En vez, se debe buscar el contenido de las ideas que constituyen estas conclusiones y llevarlas a sus orígenes ideológicos, políticos y discursivos. Lo contestatario en el análisis crítico siempre se enfoca en el discurso mismo, y nunca en la persona que elabora o genera el discurso. En los ejemplos arriba, a pesar de lo diferente que pudieran ser las declaraciones de Huntington y Fukuyama, ambos discursos poseen mucho en común, solo que no lo dicen explícitamente; la labor del geopolítico crítico, alternativamente, es hacer explicito lo que estos autores desean propagar de manera implícita.

 

Ambos estadounidenses declaran aquí lo mismo que la Baronesa Margaret Thatcher ya había señalado durante la década de 1980: “There Is No Alternative”, o TINA, como se suele señalar (No Existen Alternativas). El mundo ya no debatirá lo económico ni lo político, pues eso ya llego al “cenit de su evolución”: la economía es la que los gringos dictan, la política es la que los gringos desarrollaron e imponen. Ambas tesis, irónicamente, son tesis sobre el “fin de la historia”, solo que Huntington no lo señale explícitamente, mientras que Fukuyama lo toma como su bandera ideológica.

 

Mientras que Fukuyama espera pocos conflictos, y estos solamente con sociedades ignorantes que aun resistirán la hegemonía del mercado y la democracia liberal23 (en otras palabras, la gringa, pero eso es parte de lo “implícito”), Huntington lleva los futuros conflictos a la abstracción favorita de la derecha: lo cultural, lo que efectivamente se puede definir como uno quiera, cuando uno quiera, y cambiarlo para atrás o para adelante cuando uno lo desea. La cultura, para la derecha analítica, es una quimera abstracta y amorfa – repleta de “irracionalidad” heredada de poblaciones poco civilizadas, y, mientras menos se entienda, mejor para el discurso que se pretende construir, ya que la confusión sobre esta implica la “irracionalidad” del Otro, y por ende solo la fuerza puede se el medio de trato con estos bárbaros.24

 

Lo que ambos proponen – desde sus propias expectativas y discursos - es que los conflictos quizás existirán en el futuro, pero no tendrán origines socioeconómicos, ni tampoco políticos; no tendremos conflictos entre pobres y ricos, ni por los recursos, ni tampoco por “atrevimientos” de organizar las sociedades fuera del contexto de la “democracia liberal” estadounidense. Los conflictos serán a raíz de abstracciones irracionales y fanáticas como la religión, como efectivamente fue y sigue siendo el caso de todo el Medio Oriente, en el cual los conflictos no tienen nada que ver con tierras robadas y pobrezas endémicas, sino la locura inducida por el islam y el resto del barbarismo de la región. En el Medio Oriente no hay nada que rectificar, corregir o arreglar, y solo hay que combatir la locura y la irracionalidad de la cultura – a fuerza de portaviones, naturalmente.

 

Huntington le otorga continuidad a los antiguos discursos de la Guerra Fría (los mismos que nacieron entre los Siglos XIX y XX), pero ahora no se encuentran dirigidos contra el “Imperio del Mal” y sus aliados, sino que se coloca la totalidad del “Mundo Occidental” bajo la manta de la victoriosa potencia Unipolar del sistema internacional, contra el barbarismo poco definido de las “Otras” civilizaciones. El concepto de “civilizaciones” de Huntington ha sufrido de múltiples críticas por parte de todo tipo de analistas a lo largo de los años, pero todos ellos no terminan de percatar el verdadero objetivo de Huntington: no se trata de definir nada de manera adecuada, ni mucho menos precisa, sino de construir narrativas que permitan la subordinación de los aliados de Estados Unidos – bajo nuevas amenazas que siempre conviene que no sean precisamente definidas – para enfrentar lo que quedó fuera de la esfera de influencia y poder estadounidense después de la Guerra Fría y lograr, finalmente, consolidar la muy anhelada “unipolaridad”.25

 

Es precisamente por estos argumentos que la primera labor de la geopolítica crítica es ser contestataria, a través de la deconstrucción del discurso de la geopolítica tradicional. Desde este análisis de deconstrucción, debe surgir una visión sobre el mundo – igualmente narrativa y abstracta, ya que nunca podemos exponer la totalidad de la realidad social – pero que contextualice lo que argumenta en base a lo sociohistórico, abandonando los alegatos ahistóricos de axiomas eternos sobre la naturaleza humana y la naturaleza “eterna” e “incambiable” del sistema internacional. Igualmente se debe colocar las realidades socioeconómicas en el centro del análisis, revertiendo la práctica conservadora de alejar todo análisis político de lo económico y lo social. Pero más importante, el análisis geopolítico crítico debe siempre buscar el poder adonde existe y se ejerce, y resaltar la naturaleza de su funcionamiento y sus consecuencias.

 

La “Geografía” en la Geopolítica

 

Otro aspecto que genera mucha confusión para la población en general sobre la geopolítica – tradicional o crítica – es el componente “geo” en el término “geopolítica”. En realidad, el rol de la geografía en la geopolítica es ambiguo, y en muchos casos, suele generar más confusión que ayuda. La geografía como disciplina se puede dividir en dos ámbitos principales: la geografía humana y la geografía física. La humana se centra principalmente en el entorno construido por estos, y en cómo los humanos crean, ven, gestionan e influyen sus propios espacios. Su enfoque se encuentra en el estudio de patrones y procesos que dan forma física a las sociedades humanas, abarcando así los aspectos humanos, políticos, culturales, sociales y económicos.

 

La geografía física examina el entorno natural y cómo los organismos, el clima, el suelo, el agua y los accidentes geográficos (esto es una unidad geomorfológica) se reproducen e interactúan. La geografía física se ocupa del estudio de los procesos y los patrones en el entorno natural como la atmósfera, la hidrosfera, la biosfera y la geosfera. La diferencia entre estos enfoques condujo a un tercer campo, la geografía ambiental, que combina la geografía física y humana y se refiere a las interacciones entre el ambiente y los humanos.

 

En la geopolítica tradicional, el componente “geográfico” de este es, en realidad, más asociado a la cartografía, que a la propia geografía. Los geógrafos y estrategas imperiales que iniciaron el uso de la “geopolítica” sostienen sus conversaciones sobre “power politics”, pero sobre un mapa, con la finalidad de determinar cuales regiones son claves para lograr la supremacía y el dominio, cuales pueden ser los sitos (terrenos) de las próximas guerras entre las grande potencias del momento,26 y cuales zonas marítimas y terrestres deben ser dominadas o mantenidas para negarle ventajas cualitativas a los adversarios, quienes igualmente suelen ser potencias imperiales. La “geografía” regresa a ser relevante para los geopolíticos tradicionales al contemplar el terreno para una invasión o para operaciones militares, quizás también para determinar los sitios que poseen recursos naturales, etc., pero hasta este punto llega el rol de la “geografía” en la geopolítica tradicional.

 

Alternativamente, la geopolítica crítica debe seguir el ejemplo de las ciencias geográficas: ser multidisciplinaria. La geografía estudia el espacio y la distribución temporal de los fenómenos y los procesos naturales, y sus características, así como la interacción de los seres humanos con sus entornos. Debido a que el espacio y el lugar afectan una variedad de temas, como la economía, la salud, el clima, las plantas y los animales, la geografía es altamente interdisciplinaria. La naturaleza interdisciplinaria de este tipo de estudio surge de la necesidad de estudiar la relación entre los fenómenos físicos y humanos.

 

Esto mismo es lo que la geopolítica crítica debe aspirar a realizar: regresar a la verdadera geografía – y no meras miradas fijadas al mapa para determinar el sitio de la próxima invasión – y colocarla en el centro del estudio geopolítico, particularmente la geografía humana, con énfasis en la famosa escuela de la “geografía radical”. La geografía radical es precisamente “radical” a raíz de sus constantes posturas críticas y contestatarias de la ciencia espacial positivista y sus metodologías, porque no toman en cuenta las características del modo de acumulación capitalista y el abuso que subyacen a los arreglos socio-espaciales.

 

Finalmente, es menester colocar la geopolítica – tanto la tradicional (imperial) como la crítica – en sus verdaderas dimensiones. La geopolítica, a pesar de su gran reputación de ofrecer lo mejor y más definitivo en el análisis internacional, es, al fin y al cabo, solamente un enfoque de análisis, un nivel en el cual el analista puede colocarse para comprender una problemática o un proceso sociohistórico, y que tarde o temprano, tendrá que pasar a otros niveles o enfoques para poder elaborar un análisis comprensivo e integral.

 

Es un enfoque entre otros, tiene sus ventajas, pero al igual – y aunque nadie lo pueda creer – tiene sus desventajas. El nivel de análisis geopolítico nunca debe ser descartado – pues es un enfoque necesario, nadie lo niega – pero al igual no puede ser el enfoque que monopoliza o domina cualquier análisis serio, o constituirse en el único nivel empleado para generar análisis comprensivos que eventualmente contribuirán en la formulación de políticas de Estado y estrategias nacionales de larga escala.

 

Sencillamente, las geopolíticas tradicional y crítica pudieran explicar las razones por las cuales el gobierno estadounidense posee una agenda bastante agresiva en América Latina y el Caribe. Para este ejemplo en particular, la geopolítica tradicional con tendencia “liberal” argumentaría que Estados Unidos y las “verdaderas democracias” están impulsando una “cruzada” por los derechos humanos y el rescate de la democracia, los cuales están completamente destruidos en cada país con un gobierno de izquierda o nacionalista, pero que mágicamente florecen y prosperan bajo las botas de los órganos de seguridad en Chile, Colombia, Honduras, Ecuador, etc. La geopolítica tradicional de tendencia conservadora hablaría de la necesidad de recuperar el “patio trasero” y expulsar a los malignos chinos y rusos de la región, retomando sin la más mínima forma de incomodidad o pena, los mismos discursos de la Guerra Fría y de la nefasta “Operación Cóndor” para justificar todo lo que se desea hacer en la región. La geopolítica crítica deconstruye y luego descarta el argumento de los liberales – al ser demasiado hipócrita e irreal – pero les otorga un esfuerzo mucho más sistemático y contestatario a los argumentos de la tendencia conservadora, señalando por ejemplo que el discurso conservador no es análisis, sino meras recetas desestabilizadoras para consolidar imperios, y en vez se debe colocar el dominio y la transferencia de las riquezas como eje principal del análisis.

 

Todo esto suena bien, pero posee ciertas limitaciones importantes. El enfoque geopolítico nos puede explicar muchas cosas, pero no puede explicar cómo las calles de Caracas y las ciudades del país suramericano no “arden” en llamas de ira de los pobres, listos para hacer con los lideres del país lo que los gringos ya hicieron en Panamá, República Dominicana, Cuba, Haití, Irak, Afganistán, Libia, bueno, la lista creo que sería mas larga que el documento actual. El enfoque geopolítico tampoco puede explicar las dinámicas del proceso de “impeachment” contra el Señor Donald Trump, considerando, como ya todos sabemos, que este proceso netamente político pero interno del sistema republicano/imperial estadounidense, es de suma importancia para comprender acciones de verdaderas dimensiones geopolíticas, como por ejemplo el asesinato del General Soleimani, durante los primeros días de la segunda década del Siglo XXI.

 

Conclusiones

 

En pocas palabras, la geopolítica tradicional genera discursos que simplifican la realidad social lo suficiente como para elaborar y justificar planes sencillos pero directos que extienden y/o mantienen posesiones y relaciones imperiales. Su única utilidad en el estudio sociohistórico de las Relaciones Internacionales es alumbrar los análisis que se enfocan en el pensamiento y las cosmovisiones de quienes toman las decisiones en las capitales de las metrópolis del mundo. La geopolítica crítica, a la vez, es un enfoque de análisis internacional que debe operar junto a varios y múltiples niveles y unidades de análisis, a la vez de otras disciplinas y ciencias para contribuir o formar parte – nunca solo, sino siempre como parte de algo más amplio – de un análisis integral de relaciones internacionales. A pesar de esto, la geopolítica crítica es un enfoque entre otros, hay que saber cómo y cuándo emplearlo, y no hay que esperar de este más de lo que está diseñado para ofrecer.

 

No pretendemos reducir la importancia del enfoque geopolítico, pero hay que precisar qué tipo de geopolítica pretendemos emplear, de la misma manera que tenemos que indicar si para un análisis económico, estaríamos empleando el pensamiento neoclásico y liberal, o, alternativamente, estaríamos utilizando herramientas teóricas menos burguesas.27 Si se pretende hacer geopolítica tradicional, eso es producto para el consumo de los “think tank” gringos y el departamento de Estado, con copia a los gobiernos aliados de Estados Unidos, los que repiten palabra por palabra lo que dicta el país imperial. Si se pretende realizar geopolítica crítica, esa debe demostrar lo tanto que se distancia de la metodología de “consejos al príncipe”, y lo tanto que se acerca a un estudio serio y crítico, que nunca se puede construir a solas, sin la ayuda de otras herramientas teóricas, enfoques y disciplinas de las ciencias sociales.

 

Quizás ahora podemos empezar a entender la gravedad del problema que nos presenta la geopolítica tradicional. Las relaciones internacionales son altamente complejas, impredecibles, interconectadas, y aunque el conocimiento humano necesita aplicar abstracciones, simplificaciones y divisiones a la realidad social para poder “digerirla”, esta misma no opera a través de abstracciones, simplificaciones y divisiones, le gusten o no a los seres humanos. La geopolítica tradicional nos ofrece la “receta mágica” que explica todo de manera fácil y sencilla, pero nadie debe estar sorprendido cuando estas recetas mágicas y la realidad social internacional estén completamente divorciados. La propia disciplina de la geografía humana nos indica el camino, ya que esta cada día crece en su grado interdisciplinario, aumentando su espectro de análisis al incorporar cada vez nuevas ramas del conocimiento para poder comprender la inmensa complejidad que es la interacción de las sociedades humanas con su entorno físico.

 

La geopolítica no debe ser un mecanismo para crear “think tanks” y “expertos” que ofrezcan “consejos al príncipe”, ya que esta práctica genera demasiada miseria y desastres, a la vez de ofrecer poca veracidad y relevancia con la realidad social. La geopolítica debe ser incorporada al estudio serio y multidisciplinario de las Relaciones Internacionales como un enfoque entre tantos, desarrollado de manera crítica, y que se dedique a explorar la naturaleza del poder y su ejercicio en las sociedades humanas, en vez de legitimar, absolver, justificar o mistificar el poder, para su ejercicio en proyectos de construcción y mantenimiento imperial.

 

 

1 No pretendemos alegar aquí que todos, absolutamente todos los venezolanos eran ignorantes de todo lo internacional. Alternativamente, el grado de participación popular y fuera de las esferas estatales que se percibe hoy en día de la población venezolana en debatir los temas internacionales es incomparable con el pasado puntofijista, adonde las mayorías realmente creían los discursos de las cúpulas partidistas sobre la importancia de no interferir en los asuntos de política exterior o análisis internacional, ya que esos asuntos era del dominio exclusivo de los partidos y los funcionarios públicos de alto nivel.

2 Lo cual era un argumento circular: la ignorancia de estos es prueba de que son ignorantes, y por lo tanto no se deben tomar en cuenta, y así quedarán ignorantes.

3 Es “versátil” justo a raíz de que no se le conoce ampliamente una definición precisa, y por ende cada uno lo emplea como desea, sin tomar en cuenta que implica el mismo.

4 Como por ejemplo las modificaciones que introducen Spykman y Kennan al pensamiento geopolítico tradicional para “actualizarlo” para la Guerra Fría, y la misma tarea la asumen otros como Fukuyama y Huntington para nuevos periodos. Todas las”encarnaciones” de la geopolítica tradicional poseen las mismas bases teóricas, epistemológicas y conceptuales, y solo se reciclan ciertos aspectos para ajustarlas a las nuevas necesidades imperiales del momento.

5 Ver https://www.esquire.com/news-politics/politics/a30247045/afghanistan-papers-vietnam-lies/ y el resto de los famosos “Afghanistan Papers” del gobierno estadounidense publicados por el Washington Post en diiciembre de 2019.

6 El obsequio hubiera sido para Lorenzo di Piero de Medici, quien ignoró el libro de Maquiavelo por completo. La obra es un ejemplo del genero de literatura medieval llamada “espejo de príncipes”, aunque no es un ejemplo típico a raíz de lo tanto que Maquiavelo se alejaba de las doctrinas políticas católicas de su momento histórico.

7 La distinción entre jefe de Estado y Jefe de Diplomacia es bastante importante, en ciertos casos. En el caso de Vladimir Putin y Sergey Lavrov, Putin es la máxima autoridad de la política exterior, pero el rol de Lavrov es crucial (es decir, no es un “Yes Man”. En otro caso, Henry Kissinger como jefe de la diplomacia estadounidense, era más relevante que su propio jefe, Richard Nixon.

8 Tuathail, 1998.

9 Es decir, construida a través de la cosmovisión dominante de dicha sociedad, o, más bien, la cosmovisión de las elites dominantes de esa sociedad.

10 Ambos han producido trabajos conjuntos, como “Rethinking Geopolitics” y “A Geopolitics Reader”, los dos publicados en 1998.

11 Ver su obra “Hegemony: The New Shape of Global Power”, del año 2005

12 ver su obra “Human security: Reflections on Globalization and Intervention” del 2007.

13 Esto incluye las dos presidencias del “Ganador del Premio Nobel de la Paz”, Barack Obama.

14 Gearóid Ó Tuathail y John Agnew: “Geopolitics and Discourse: Practical Geopolitical Reasoning in American Foreign Policy” en el “Political Geography Quarterly” (1992).

15 La geopolítica crítica como estudio inició en la década de 1980.

16 Aunque también, mundanamente, los analistas sociales tenemos que explicar lo esperado, lo intuitivo y lo que es manifiestamente claro

17 Estos dos últimos ya estarían fuera del análisis internacional, aunque no del análisis político en general.

18 No referimos al Estado Iraní, las fuerzas y milicias revolucionarias, sus aliados a lo largo del Mundo Árabe (Hezb Allah, Houthis, las múltiples milicias iraquíes), incluso hasta pudiera incluir opiniones (no serían instrucciones, solamente opiniones) del propio Kremlin, pues todos tendrán un rol en la evaluación de opciones y los costos de cada opción, a la vez de evaluar el costo de la acción mas cara de todas; la inacción y la falta de represalias contra Estados Unidos.

19 Estudiar a fondo.

20 Con esto no nos referimos a una deconstrucción al estilo “derridanio” o “heideggeriano”, sino simplemente desarticular las suposiciones que existen discretamente en las narrativas de la geopolítica tradicional.

21 Francis Fukuyama: “The End of History?” en “The National Interest” (1989).

22 Samuel P. Huntington: “The Clash of Civilizations?” en Foreign Affairs (1993).

23 Aquí Fukuyama recupera el discurso mismo de la Guerra Fría que acababa de finalizar, al colocar el “Mundo Occidental” firmemente en el centro del campo de la “civilización”, y esos que no estarán dispuestos a imitarla en el lado de la barbarie, como se encontraba anteriormente la Unión Soviética, en el discurso geopolítico estadounidense de la Guerra Fría.

24 Es de notar que, cuando ellos hablan de las “culturas” y las relacionan con lo irracional, siempre se refieren a culturas no-occidentales, como las asiáticas, islámicas, africanas, etc. En ningún momento la cultura occidental – si se puede hablar de una “cultura” de ese tamaño como lo hace Huntington – pudiera ser relacionada con lo irracional, lo instintivo, lo pasional o el extremismo.

25 Los críticos de Huntington toman el producto de este como un análisis del sistema internacional, y justo por eso encuentran una multiplicidad de problemas conceptuales, teóricos, epistemológicos, sociohistóricos, etc. En realidad, el trabajo de Huntington es un ejemplo idóneo de la geopolítica tradicional, no tanto como elemento para “aconsejar al príncipe”, sino para aglutinar el mundo Occidental y pos-OTAN bajo la bandera estadounidense y continuar la lucha para lograr la Unipolaridad. Los argumentos de Huntington son sencillos, no tanto por falta de capacidad por parte del analista estadounidense, sino a raíz de sus objetivos, los mismos que todos los geopolíticos tradicionales poseen: la creación y el mantenimiento de imperios.

26 Esto es de gran importancia para las potencias imperiales, pues así se evita la destrucción de sus propios territorios, y solamente se destruyen los de los “seres inferiores”. El llamado “Great Game” (gran juego) del Siglo XIX, fue una rivalidad imperial entre Gran Bretaña y la Rusia zarista, el cual se dio en su totalidad en otros territorios como Afganistán, lejos de las poblaciones rusas e inglesas.

27 En el propio seno del ámbito tradicional de la geopolítica, se pueden encontrar dos discursos que poseen diferencias de forma (nunca de fondo), y bastante superficiales: el discurso geopolítico “liberal” o “globalista”, por un lado, y el discurso geopolítico “conservador”, por el otro, aunque irónicamente, ambos discursos suelen arribar a las mismas conclusiones. Precisamente por esta última razón es que no se le otorgó mucha atención a desarrollar ambas categorías en el documento actual, pero sería bastante importante realizar dicha tarea analítica/investigativa, con la finalidad de profundizar las herramientas contestatarias de la geopolítica crítica.

https://www.alainet.org/es/articulo/204089
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