El derecho a morir en paz

19/02/2020
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Foto: Ana Estrada/Change.org
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Ana Estrada, de 43 años, padece de polimiositis, también conocida como miopatía inflamatoria idiopática, una enfermedad incurable y degenerativa que paraliza los músculos esqueléticos.

 

Los primeros síntomas aparecieron a los 12 años, pero recién dos años después le dieron el diagnóstico definitivo. A los 20 años empezó a usar silla de ruedas y necesitaba cada vez más ayuda para realizar sus actividades cotidianas. A pesar de ello, pudo estudiar Psicología, hacer un posgrado y trabajar.

 

Hace cinco años los músculos respiratorios empezaron a perder fuerza y permaneció seis meses en cuidados intensivos. Le practicaron una traqueostomía, la alimentaron por sonda orogástrica y finalmente le realizaron una gastrostomía.

 

Actualmente se encuentra en situación de semipostración. En días buenos, puede pasar unas cuatro horas en silla de ruedas, respirando espontáneamente a través de la cánula insertada en la tráquea, y el resto del tiempo permanece en una cama clínica conectada a un ventilador.

 

Su mente está lúcida, al punto que escribe su propio blog titulado “Ana por una muerte digna” y es defensora de su propia causa.

 

“Es difícil hablar de la muerte”, cuenta Ana en su blog. “Es aún más difícil cuando se trata de alguien que necesita tener la certeza de morir para poder vivir. La muerte digna en el Perú es ilegal, vivo en un Estado que me quita la libertad, y una vida sin libertad no es vida porque mi cuerpo le pertenece a este Estado. Hablé en la primera entrega de mi nombre, de su fuerza pero también de su ligereza para haberme llevado a saber del placer y del deseo y empiezo a publicar sobre mi anhelo de morir justamente en el momento en que más vital me siento. Todavía no daré detalles de mis 30 años de enfermedad pero sí les diré de mi deseo de morir porque llevo tres años investigando, preguntando, contactando, elucubrando mil formas de hallar la muerte sin que mi familia salga perjudicada. Y hasta he tratado de ahorrar (ingenuamente) para ir a Suiza. Pues bien, me cansé y decido que lo último que me queda por hacer es contarles de mi historia y mi lucha y así encontrar apoyo no solo de los que me conocen sino también de cualquiera que crea en el derecho a la libertad”.

 

En setiembre del 2019 Ana inició una petición a través de la plataforma Change.org llamada “Soy Ana Estrada y estoy luchando por mi derecho a la muerte digna en Perú” que hasta el momento ha recibido el respaldo de 15,500 personas.

 

En su petición ella señala que “con el tiempo, llegará el momento en que perderé la poca fuerza que me queda y dependeré totalmente del ventilador, seré más propensa a infecciones y a úlceras por presión. Por ese motivo, desde que volví a casa en el 2016 comencé a investigar sobre la muerte asistida, una figura ilegal en mi país. Me sentía muy frustrada de no hallar una opción para poder morir. Entonces comencé a escribir en un blog y hacerlo público en enero de este año”.

 

“Mi vida ha encontrado un sentido y mi energía está puesta en luchar por mi derecho a una muerte digna, es decir mi búsqueda por la muerte se ha convertido en una motivación de vida, por más paradójico que parezca. Porque finalmente, yo tuve que renunciar a todo: trabajo, independencia y autonomía, pero la libertad es lo único a lo que no voy a renunciar. La libertad para tener el derecho a elegir sobre mi vida y mi cuerpo y, si es que así lo deseo, poder morir en el momento que lo requiera o necesite. Esta carta es un medio más para sensibilizar a la sociedad en general y, más adelante, presentarme de manera formal ante el Estado y proceder con las acciones correspondientes”.

 

Su lucha tiene el respaldo de la Defensoría del Pueblo que el 7 de febrero del 2020 presentó una acción de amparo a un Juzgado Constitucional para que el Estado peruano reconozca el derecho de una persona a morir con dignidad.

 

Además, la Defensoría del Pueblo ha solicitado que el Ministerio de Salud y el Seguro Social de Salud del Perú (ESSALUD) elaboren los protocolos que permitan a pacientes que lo requieran acceder a una muerte en condiciones dignas.

 

En el Perú, la eutanasia está tipificada como delito por el artículo 112 del Código Penal y se sanciona con hasta tres años de cárcel. Colombia es el único país latinoamericano que reconoce el derecho a una muerte digna.

 

El titular de la Defensoría del Pueblo, Walter Gutiérrez, manifestó en conferencia de prensa que “la Constitución, en el artículo 1, se refiere al derecho a la dignidad. El Estado solo tiene sentido si respeta nuestra dignidad, que tiene que ver con una mirada subjetiva sobre nuestra propia existencia. Es un derecho básico, fundamental”.

 

“Nosotros construimos nuestra historia de vida con nuestras decisiones y no es posible que en el epílogo de nuestra vida, en el último momento, en un contexto como el que se ha descrito, no podamos tener la capacidad de tomar esa decisión, de ser libres de decidir, de tener derecho a morir con dignidad”, agregó.

 

Ana, en entrevista con el diario Peru21, hizo un llamado a los médicos para que “reflexionen, piensen y mediten acerca de qué significa la vida. Si solamente somos un cuerpo y solo vamos a ver la vida biológica, o si somos un ser integral, que también tiene sentimientos, ilusiones y una mente que piensa y ve todo lo que pasa con su cuerpo”.

 

Muerte digna, para Ana, es su derecho a acceder a la eutanasia cuando la evolución de su enfermedad convierta su vida en un infierno.

 

“No quiero estar atada las 24 horas a una cama, ni soportar dolorosas úlceras en la piel, que se profundizan hasta ver los huesos y que supuran pus”, dice Ana. “Eso solo sería el comienzo de sendas infecciones, más medios invasivos y amputaciones y no moriré. Este infierno será eterno y mi mente estará totalmente lúcida para vivir cada dolor en una cama de hospital sola y queriendo morir”.

 

“Pues bien, lo repito, no me quiero morir”, insiste Ana en su blog. “Más que nunca amo la vida y por sobre todas las cosas de este mundo, amo la libertad de elegir. Esta búsqueda por la muerte se convirtió, paradójicamente, en una motivación para vivir”.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/204831
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