Génesis de la unión cívico-militar (I)
- Opinión
Los recuerdos de nuestra primera vida al lado del Comandante Chávez siguen haciéndose presentes en estos días de marzo, en medio de la dura batalla que hoy libra el mundo; una batalla que hemos decidido afrontar las venezolanas y los venezolanos con responsabilidad, disciplina y consciencia del deber social, como permanentemente lo hizo el líder histórico de la Revolución Bolivariana, desde los primeros momentos en que comenzó a gestarse nuestro proyecto revolucionario.
Cuando en diciembre de 1981 Hugo me obsequió el libro País Portátil, en cuya guarda como bien es sabido expresó el compromiso de vida que habíamos asumido para siempre, ya tenía cuatro años de haber iniciado una de las etapas más importantes de su vida, de su formación como líder revolucionario; de haber comenzado a concretar el proyecto estratégico de liberación nacional como “un plan de insurrección cívico-militar-religioso”, que era la tesis fundamental del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), que lideraba Douglas Bravo.
Esta tesis incluía en sus planteamientos los preceptos bolivarianos; y coincidía casi totalmente con lo que Hugo y otros oficiales jóvenes venían debatiendo desde hacía cierto tiempo. Por eso, cuando le propuse realizar el enlace con Douglas para trabajar juntos en la conformación de un movimiento cívico-militar que impulsara una revolución transformadora en el país, no fue difícil ponernos de acuerdo.
II
Los primeros días de diciembre de 1977, el entonces Sub-Teniente Chávez fue nombrado oficial de comunicaciones en el Batallón Blindado Bravos de Apure de Maracay, capital del estado Aragua; tras su paso como oficial por el Batallón de Cazadores Manuel Cedeño de Cumaná, en el estado Sucre, donde conformó con cuatro soldados el Ejército de Liberación del Pueblo Venezolano (ELPV), embrión del Ejército Bolivariano Revolucionario-200 (EBR-200).
Como él mismo lo manifestó, ya andaba con un huracán por dentro, pensando en que hacer para asumir con mayor rigor la senda libertaria. En esos días escribió en su diario de campaña: “Vietnam, uno y dos Vietnam en América Latina. ¡Bolívar, Che Guevara, ¡vengan! Regresen. Aquí puede ser…esta guerra es de años, hay que hacerlo, aunque me cueste la vida, no importa, para eso nací, hasta cuando podré estar así… Me siento impotente, improductivo, debo prepararme para actuar”.
Y comenzó a actuar con más decisión, aunque no tenía aún objetivos muy claros. “Yo era un rebelde sin causa… Lo veo más como un gesto quijotesco de protesta contra una situación general de las cosas, del país”; le dice a Ramonet, un testimonio que está recogido en el libro Mi Primera Vida. Es en esos meses cuando decide definitivamente continuar la carrera militar y comenzar un proceso revolucionario desde dentro de la institución castrense, ya con la idea de conformar una alianza cívico-militar. Fue lo que se hizo, hasta que explotó la insurgencia del 4F de 1992: trabajar dentro del ejército, crear en él las células bolivarianas, profundizar la relación con organizaciones de izquierda; lo que dio origen definitivamente al Movimiento Bolivariano Revolucionario-200 (MBR-200), que nació formalmente con el juramento del Samán de Güere, en diciembre de 1982.
III
Ese diciembre de 1977, aprovechando las vacaciones de fin de año, nos encontramos en Barinas y una noche, conversando en uno de los sitios utilizados entonces para la subversión, el bar Noches de Hungría, Hugo insiste en su deseo de dejar el ejército. Aunque siempre analizábamos diferentes temas de la coyuntura del país, y a pesar de que yo conocía de sus inquietudes políticas, por disciplina no le había contado antes todo sobre mi accionar político de aquellos tiempos. Ya tenía por lo menos dos años militando en el partido que dirigía Douglas Bravo, PRV-Ruptura; luego de mi militancia en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Una de las líneas estratégicas que discutíamos en esos días, era precisamente la necesidad de alcanzar una articulación efectiva con militares patriotas para la construcción de un movimiento cívico-militar, que le diera verdaderas opciones de poder a una acción insurreccional, a partir de la cual emprender un proceso de transformación auténtica, que permitiera sacar a Venezuela del neocolonialismo en el que nos encontrábamos.
Eso fue lo que le plantee a Hugo esa noche. Me adelanté a comentarle, faltando un poco a la disciplina partidista, la estrategia diseñada (todo aquello era clandestino, por razones obvias); ya que sentí era la única manera de hacerlo desistir de su empeño de dejar el ejército. Por supuesto, le encantó la idea, saliendo de allí con nuevos bríos y acordando que yo buscaría la manera de acelerar el proceso para él entrar en contacto con quien los jefes del PRV decidieran; manifestando su disposición de trabajar de manera conjunta para conformar un sólido movimiento cívico-militar.
Con la idea de que ahora si se podría, Hugo me planteó esa noche, lo que había estado pensando: iniciar una organización desde dentro de la Fuerza Armada, en un momento que señalaba era propicio, dado el descontento que existía en la joven oficialidad, por la corrupción generalizada, la pérdida de identidad nacional y, en general, por los malos gobiernos de aquellos años; para luego conectar esa organización militar con los partidos de izquierda y con la clase obrera progresista.
Al llegar a Mérida, donde residía por aquellos años, plantee la situación en el seno del partido; siendo decidido que, si Hugo estaba de acuerdo, se reuniría directamente con Douglas Bravo. Así se hizo, y a partir de la decisión de quien terminaría convirtiéndose en el líder histórico de la Revolución Bolivariana, de continuar en el ejército venezolano, como se dijo antes, se inició una etapa que llevó a la posterior consolidación del MBR-200 en la Fuerza Armada, en conexión directa con la Dirección Nacional del PRV-Ruptura; una nueva etapa sin duda para el líder en formación, génesis de la unión cívico-militar que hoy constituye una de las mayores fortalezas de nuestro proceso revolucionario. Como el mismo lo confesó a Ramonet, comenzó una doble vida: una en el ejército y otra clandestina. “Diría que fue una de las mejores etapas de mi vida”, señaló al referirse a este período, sobre el cual seguiremos profundizando en próximos artículos.
@Adan_Coromoto
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