Días con Anita

25/03/2020
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Nos encontramos en medio de una pandemia más grave y peligrosa que la provocada por el coronavirus o covid-19: una pandemia informativa, en forma machacona de repetición y saturación, que constituye una avalancha y alerta de lo que, para México, se avecina. Mientras que, desde hace semanas, algunos países se encuentran ya en la fase 2 o aún en la 3 (Italia ha superado el número de muertes de China, cual trágico retorno de Marco Polo), aquí, donde la vida no vale nada, no pasamos de la fase 1. Previa a la fase 2, se pone en práctica la sana distancia. Pero, muchas familias que sobreviven hacinadas en un cuarto, difícilmente podrán obedecer a Susana Distancia. ¿Les servirá a ellos de consuelo, como a nosotros, Contigo en la distancia?

 

Se percibe una sensación extrema: o aquí no pasa nada (pero pasará), o se tienen otros datos, dosificando la real verdadera información. Y a pesar de que la muerte nos pela los dientes, esperamos que paisas comiencen a caer como moscas, a cuenta de un gobierno que tiene como signo distintivo la contradicción, con un presidente que se cree inmune y protegido, pues la crisis económica y la emergencia sanitaria le hacen lo que el aire a Juárez…

 

Dos recomendaciones continúan siendo elementales: lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón, y quedarse en casa. Dos cosas que mucha gente no puede hacer. Gente que vive al día, como los que se dedican al comercio informal, que tiene a las calles como su centro de trabajo. Y en el Día Mundial del Agua, The Guardian destaca un informe de las Naciones Unidas: la pobre infraestructura hidráulica representa un mayor riesgo que el Covid-19. En plena contingencia, las autoridades de la alcaldía donde vivo anunciaron el desabasto de agua potable. ¡Qué poca!

 

En fin, que el coronavirus ha alterado la vida de personas, familias y conglomerados urbanos. Literalmente, días de guardarse. Aquí, se han adelantado y extendido vacaciones en escuelas, y dependencias públicas, empresas y oficinas han mandado a sus empleados a casa, y aprovechando las nuevas tecnologías digitales, hacer su trabajo en casa. Días, semanas y meses de encierro, que pueden llegar a desesperar a muchos, niños y adultos, habituados a actividades fuera. Se han multiplicado las ofertas, más consumistas que re/creativas, de qué hacer en casa, y que ésta no se convierta en jaula o prisión.

 

2

 

La economía-mundo (Braudel, Wallerstein dixit) se encuentra en shock: semeja un enorme globo de enrarecidos gases especulativos que, alejado del mundo real de la mayoría de los mortales, cuando se desinfla o estalla, infecta a todos. Un espacio donde, a despecho de Mr. Trump, no hay fronteras. Mientras que Estados Unidos endurece sus sanciones económicas contra Irán, una brigada de médicos y enfermeras de Cuba arriba a Italia. Si el cielo era gris, ahora es francamente negro, donde merodean no sólo zopilotes, sino los vampiros de los que hablaba Cortázar.

 

En este sistema casino que es la economía mundial, no todos pierden. Los hay quienes ganan, y ganan mucho, como es el complejo militar industrial, con su implacable lógica destructiva-reconstructiva, y sobre todo el sector financiero, que especula con todo, incluyendo sueños y pesadillas, y apuesta la vida (de los otros), desechable y reducida a la precariedad. Así es cómo el complejo militar industrial y el sector financiero controlan y ganan.

 

“Cualquier quimera informativa o ‘ruido blanco’ se convierte en un símbolo de movimiento en el camino del progreso postindustrial. Y esto tiene sentido hasta cierto punto, especialmente en el mercado financiero donde los alquimistas modernos gobiernan el gallinero, convirtiendo el ‘ruido blanco’ virtual en ganancias considerables y sacándolo del sector real (productivo) de la economía”, dice Sergey Budronov en Noonomía (Plaza y Valdés. México. 2020).

 

“En algún lugar al borde de este resplandeciente mundo nuevo, los lavaplatos, las criadas, los dependientes, los conductores y los cargadores, permanecen ensombrecidos. Aún más lejos, a través de los océanos, algunos mexicanos, coreanos o filipinos pasan doce horas al día confeccionando vestidos de moda y zapatillas, armando computadoras o trabajando hasta morir en las fundiciones de acero…”

 

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Muchas obras y acciones de trascendencia, han tenido su origen durante y después de una crisis.

 

En 1348, en Florencia hubo una epidemia de peste negra, y de esta experiencia Boccaccio escribió El Decamerón, que se publicó en 1353 (a mediados del siglo XIV), que narra cómo un grupo de diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) se refugia en una villa cercana y durante diez días se cuentan cien historias. Seguramente, la habrán pasado divertidos. Volumen censurado por la Inquisición, que aparece en el Índice de Libros Prohibidos por el papa Paulo IV.

 

¿Por qué no, para desaburrirnos releer el texto y volver a ver dos emblemáticas películas: El Decamerón, de Pier Paolo Passolini (1972) y Boccaccio 70, de 1962? Cuatro directores, entre ellos, Federico Fellini, con una impactante Anita Ekberg, quien (se) sale de un cartel donde anuncia leche y, voluptuosa y tentadora, baila con su cabello platinado al aire. Definitivamente, mejor una estampita de ella.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/205484?language=es

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