El rompecabezas energético en México
- Análisis
Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 547: Panamá en Tehuantépec: Colonización ferroviaria del sureste de México 11/03/2020 |
El proyecto Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, anunciado durante la campaña presidencial de López Obrador (decretado en Junio de 2019 y del que se han presentado retazos de información a cuentagotas), ha sido promocionado básicamente como un corredor de transporte carretero y ferroviario que, además de unir el Golfo de México con el Océano Pacífico, pretende ser un medio para extender las zonas industriales del sur de Veracruz y Tabasco hacia el puerto de Salina Cruz en Oaxaca, promoviendo la instalación de nuevos parques industriales a lo largo de este eje inter-portuario. Sin embargo, una revisión más amplia del conjunto de proyectos en la región y de las actividades e infraestructuras ya existentes, nos permite identificar que en este proyecto la energía es una mercancía que juega un papel estratégico en la región y que, lejos de ser tomada como una mercancía más a ser transportada en dicho corredor, puede constituir el objeto alrededor del cual giran gran parte de los intereses de la clase capitalista en la región.
Al conocido intento de configurar este istmo como un corredor de mercancías entre los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz, se suma el hecho de que esta es la región con mayor generación eléctrica eólica de México, además de colindar con la zona de mayor extracción y reservas probadas de hidrocarburos en el país, sin dejar de lado que también es el paso terrestre obligado de cualquier conexión entre el centro y norte del territorio nacional con la península de Yucatán y el istmo centroamericano. Estas características colocan al Istmo de Tehuantepec como un espacio de articulación entre diversas redes de producción, transporte y consumo de energía, y no solamente como un potencial corredor interoceánico. En particular el complejo industrial de energía fósil es ilustrativo del carácter estratégico de la región ya que el conjunto de mercancías de este tipo que ahí se producen o que por ahí transitan, podrían ampliar sus redes terrestres y marítimas de mediano y largo alcance intensificando la articulación de la región con los mercados de energía subcontinentales y mundiales.
Uno de los elementos que forman parte del Corredor Interoceánico es la ampliación de la red de ductos de transporte de hidrocarburos en la región, misma que actualmente está compuesta por ductos para transportar gas natural, gas LP, petróleo y petrolíferos.
Como parte de estos proyectos el primero que destaca es el llamado Gasoducto Jáltipan-Salina Cruz que se incluyó en el Plan Quinquenal de Expansión del Sistema de Transporte y Almacenamiento Nacional Integrado de Gas Natural 2015-2019, publicado por la Secretaría de Energía (SENER) en 2015 como marco de las principales rutas de inversión en infraestructura que se presentaron después de la Reforma Energética del 2013. A la par de la presentación de esta obra con la que se pretende ampliar la capacidad de transporte de gas natural entre el norte del istmo y el puerto de Salina Cruz al sur del mismo, se hablaba también de otro proyecto que por medio de PEMEX se había venido impulsando desde el 2015: la construcción de dos ductos para el transporte de gas natural y de gas lp que, en su conjunto, se conocían como el proyecto Cinturón Transoceánico. Un proyecto en el cual el ducto para el transporte de gas natural está relacionado, según consta en documentos como la Manifestación de Impacto Ambiental, con la construcción de una terminal para exportación marítima de gas natural desde el puerto de Salina Cruz y de una conexión para un gasoducto que permita llevar gas natural hacia los países del norte de Centroamérica. Este último es el segundo proyecto que destaca en el conjunto de obras que durante la última década se han planeado en la región, mismo que en una de sus últimas versiones (incluida también en el Plan Quinquenal de 2015) se le conoció como Gasoducto Salina Cruz-Tapachula.
Así, el proyecto de llevar gas natural por vía terrestre desde el sur-sureste de México hacia el istmo centroamericano estaría compuesto por dos tramos, el primero que llevaría el hidrocarburo hasta la frontera México-Guatemala, y un segundo tramo que lo transportaría hasta Honduras y El Salvador, cruzando todo el territorio guatemalteco. Otra versión del primer tramo, además del mencionado Gasoducto Salina Cruz-Tapachula, lo presentó una filial de Pemex en 2015 con el nombre de Proyecto Quetzal. Sin referirse concretamente a estas dos versiones de la obra, en noviembre de 2018 la Development Finance Corporation (DFC, antes Overseas Private Investment Corporation, OPIC) de los Estados Unidos firmó una carta de intención para financiar a la empresa Rassini S.A.B. de C.V. en la construcción de un ducto en el sur del país para llevar gas natural hacia Chiapas; proyecto que estaría enmarcado dentro de la Iniciativa para el Desarrollo de los Países Centroamericanos impulsada por el nuevo gobierno de México con el acompañamiento de la CEPAL y el gobierno de los Estados Unidos, y que constituye una iniciativa que tiene como uno de sus ejes troncales de inversión la construcción de un ducto desde el sur-sureste mexicano para llevar gas natural hacia Guatemala, El Salvador y Honduras y que configuraría el segundo tramo de esta extensión de la red de gasoductos que se pretende iniciar desde el istmo de Tehuantepec.
De esta manera, la pretendida ampliación de la capacidad existente para el transporte de gas natural en el istmo que nuevamente aparece mencionada como parte de las futuras obras del Corredor Interoceánico, tiene estos antecedentes inmediatos que dan cuenta del alcance y sentido de dicha ampliación.
Algunos otros ductos u obras en la red de transporte de gas natural que no atraviesan el istmo, pero que están articuladas a esta red transístmica, son el ducto Cuxtal Fase I, la estación de compresión en Cempoala, Veracruz y el proyecto del gasoducto centroamericano. Las dos primeras obras, actualmente en construcción, son las últimas piezas faltantes para la conexión de la Red Nacional de Gasoductos (RNG) con el ducto Mayakan, existente desde inicios del siglo XXI. Con esto, esta articulación permitirá el transporte de gas natural desde la red de gasoductos de Estados Unidos hasta la península de Yucatán, ya que la RNG está conectada con los nuevos gasoductos que transportan este hidrocarburo desde los campos de shale gas en Estados Unidos, hacia el centro de México. Esta RNG también quedaría conectada con el gasoducto mencionado Jáltipan-Salina Cruz y con su extensión conocida como Salina Cruz-Tapachula, misma que se prolongaría hacia Centroamérica dándole forma a una red articulada de transporte terrestre de gas entre Estados Unidos, México y los países centroamericanos.
Otro tipo de proyecto relacionado a estos planes de extensión de la red de ductos en el sureste de México corresponde a la instalación de una terminal de licuefacción de Gas Natural Licuado a construirse en el puerto de Salina Cruz. En noviembre de 2014, unos pocos meses después de la publicación de las leyes secundarias de la Reforma Energética del 2013, un funcionario de Pemex presentó durante un evento en el estado de Texas, la intención de comenzar la búsqueda de socios estratégicos para desarrollar un proyecto de terminal de exportación de GNL, que formaría parte de una segunda fase del proyecto conocido como Cinturón Transoceánico. Un proyecto con el que se planeaba ampliar el transporte de energía con la intención de procesar y exportar hacia Asia y Oceanía el gas natural que se extrae en el Golfo de México. En Julio de 2019 el director de Operaciones de la hoy DFC de Estados Unidos, anunciaba la intención de financiar con 250 mdd la construcción de una planta de licuefacción de gas natural en el sur de México.
Como se ve, estos proyectos para el transporte de hidrocarburos buscan aprovechar la estratégica posición geográfica del istmo de Tehuantepec como un posible paso interoceánico y entre el subcontinente norteamericano y Centroamérica, pero también buscan aprovecharse de la cercanía con la zona de mayor producción de energía fósil en México. En su conjunto el sur del estado de Veracruz, el norte del estado de Chiapas, el estado de Tabasco y las aguas del sur del Golfo de México conforman el área de mayor extracción y reservas probadas de hidrocarburos en el país. Esta área, a la que se le conoce como cuencas del sureste, ha sido de donde mayor volumen de petróleo ha sido extraído en la historia del país, superando por mucho al resto de las provincias, incluyendo la Tampico-Misantla en donde históricamente comenzó la extracción nacional de petróleo y que llegó a tener los pozos más productivos del mundo a inicios del siglo XX. De igual manera, en el caso del gas natural, las cuencas del sureste son las que han sostenido el grueso de la extracción histórica a escala nacional. Para el caso de la extracción, la SENER señala que en 2017 el 81.2% de la extracción de crudo en el país y el 56.9 % de la extracción de gas natural tuvo lugar en pozos ubicados en esta área, y es también ahí mismo donde se localiza el 75.6 % de las reservas probadas (1P) de hidrocarburos que se tienen cuantificadas. Sumada a esta existencia de recursos fósiles cercana al istmo, también existe la concentración de la transformación industrial de los mismos: para el 2017, el 30% de la producción de petrolíferos en el país tuvo lugar en la región, concentración que aumentará en los próximos años cuando inicie operaciones la séptima refinería del país en Dos Bocas, Tabasco que se comenzó a construir en 2019. Asimismo, también en el caso de la producción de la industria petroquímica, la región concentra la mayor proporción a escala nacional, al grado que para el 2017 llegó a representar el 92 % del total de los petroquímicos básicos producidos en el país.
Por último, si bien en este texto no se describen y analizan de manera particular, es importante no dejar de lado a las centrales de producción eléctrica y las redes para su trasmisión regional que se encuentran articuladas al Sistema de Interconexión Eléctrica de los Países de América Central (SIEPAC) y su Mercado Eléctrico Regional (MER). Recientemente comenzó la construcción de la interconexión de esta red del SIEPAC con el subcontinente sudamericano por medio de una línea de trasmisión que cruzará la frontera Panamá-Colombia, y que se suma a la interconexión eléctrica ya existente entre México y Guatemala, con lo que se configurará un sistema integrado de trasmisión eléctrica de escala continental. Además de esta red de transmisión articulada hacia el sur del continente, también existen proyectos para conectar con una nueva línea de trasmisión el área sur del istmo de Tehuantepec con el centro de México; esta zona istmeña concentra el 90% de la generación de electricidad eólica del país y aún a pesar de la densidad de turbinas eólicas instaladas hasta el momento, sigue siendo un espacio de gran interés para empresas que buscan invertir en la construcción de nuevos parques eólicos de gran escala.
Es así que, si al conjunto de redes de transporte de hidrocarburos le sumamos la actual construcción de la planta refinadora ubicada en Dos Bocas en Tabasco, y la modernización de las refinerías de Salina Cruz y Minatitlán, la región ampliada del istmo de Tehuantepec se convertirá en la zona con mayor producción de petrolíferos del país, además de ya ser la de mayor producción petroquímica. El conjunto de estas industrias, agregadas a la generación eléctrica regional, colocan al istmo y sus alrededores como la zona de mayor producción y transformación de energía en México, que tiene por destino la exportación a otras regiones del país o al mercado mundial. De esta manera, además de ser el paso terrestre más corto en el territorio mexicano entre los dos más grandes océanos del planeta, es también un área que posee otras características que lo colocan en un lugar estratégico dentro de la geografía de la acumulación de capital en el subcontinente norteamericano.
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