Venezuela, tema pendiente en la izquierda peruana
- Opinión
Con el ánimo de debatir con razonable nivel de argumentos, en lo que sigue, sustento lo siguiente: En este momento, Venezuela es víctima de una de las más cruentas disputas imperialistas por la primacía mundial, donde EEUU y China son sus protagonistas principales, secundados por poderosos actores como la UE y Rusia, respectivamente. Bajo esas circunstancias, Venezuela y sus ingentes recursos petroleros se convierten en un botín para quien se haga con el triunfo. Sin duda, el pueblo venezolano asume los mayores costos sociales, mientras que el régimen político y su economía, son duramente golpeados por el imperialismo norteamericano con abierto apoyo del gobierno colombiano y el infausto Grupo de Lima. En ese contexto, los medios asociados a la derecha y al imperialismo, han buscado reducir el tema venezolano a la “dictadura de Maduro”, logrando que algunos sectores de nuestra izquierda y sectores progresistas cayeran rendidos ante la magia de luces y reflectores, que les hizo olvidar que el tema venezolano no se reduce a una frase o a una persona, por muy importante que sea. Líderes políticos y mediáticos que se reclamaban del pueblo, repetían con pasmosa ingenuidad las frases que les ponía en bandeja la trampa mediática. Olvidaron la complejidad del escenario, prefirieron dar por consentidas las acusaciones de Trump y su equipo respecto a Maduro y el régimen que preside. Sostengo más bien, en sentido contrario, que es una falacia aquello de que Venezuela es “un peligro para la seguridad nacional de EEUU” cuando, en realidad, las veleidades de Trump han convertido su país en un “Estado canalla” desde hace mucho tiempo. Así mismo, reafirmo el carácter criminal del bloqueo financiero y sanciones económicas a quienes hagan negocios con Venezuela.
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
- EL CARACAZO
- GEOPOLITICA Y VENEZUELA
- DDHH Y REGIMEN CHAVISTA
- EL DERECHO INTERNACIONAL Y VENEZUELA
- EL GRUPO DE LIMA
- BLOQUEO Y SANCIONES: VIOLACION DE DDHH
- LOS MEDIOS y LOS MIEDOS
- LO QUE HOY TENEMOS
- POLITICA EXTERIOR DESDE LA IZQUIERDA
INTRODUCCION
Esta reflexión rechaza, de plano, el reduccionismo con el que se ha venido tratando el tema VENEZUELA, no solo en los fueros de la ultraderecha representada por el fujiaprismo que convirtió el Congreso disuelto en caja de resonancia de la derecha venezolana, sino en los predios de la izquierda peruana que, en cada ocasión, era puesta contra la pared. Subrayo mi intención de abordar el tema VENEZUELA y no el tema CHAVEZ o MADURO como lo han impuesto los medios internacionales y locales alineados a los intereses de EEUU.
Evitar el reduccionismo, especialmente de parte de los líderes que buscan representar a un país, supone un elemental manejo del Derecho Internacional y en un conocimiento razonable de la geopolítica mundial. No contar con ello, el riesgo de llevarnos a la trampa del “sentido común” en materia internacional es muy grande y pernicioso, pues el “yo pienso” y “me imagino” reemplazan a la razón y al análisis objetivo de los hechos. Si esta situación se da en un líder que, temeroso del “qué dirán” bajo presión de los medios, repite palabras o adjetivos que esos medios le “pone en la boca”, estamos frente a una situación muy precaria en materia internacional.
El adjetivo preferido que esa prensa inyectaba a en la “conciencia democrática” de los líderes locales era “dictador”. No les importaba la situación de VENEZUELA, sino que todos digan que Maduro era “dictador”. El país y su pueblo, no eran importaba, el bloque criminal de EEUU, tampoco, lo único importante era declarar “dictador” a Maduro y buscar su reemplazo. Esto, como se vería con el tiempo, ha venido ocurriendo paso a paso hasta tener el escenario adecuado para “legitimar” al “autoproclamado” Guaidó. Este proceso era seguido entusiastamente por el Congreso disuelto, con justa razón y por presión del pueblo.
A estas alturas de los acontecimientos, con la absurda acusación de narco terrorismo contra el régimen de Venezuela por parte de Trump, no es suficiente ser un repetidor de consignas que vienen de fuera, como tampoco sirve ceder a la presión de los medios a cambio de un titular sin el riesgo de liquidar políticamente al líder. Una situación como la de Venezuela amerita una mirada holística que, en este caso particular, incluya la intensa relación de lo interno y lo externo que grafica que no admite reduccionismos antropomorfos o calificativos al gusto de la presión mediática, sino una cuidadosa comprensión de la complejidad del proceso venezolano.
Sin embargo, hay que admitir, aún se siente la presión mediática orientada por el Departamento de Estado, cuando machacan que, en el Perú y en el mundo, las preguntas que hay que responder son las siguientes: ¿Maduro es dictador? ¿Sí o no?, ¿Maduro o Guaidó es el presidente “legítimo” ?, ¿Hay violación de los DDHH en Venezuela? ¿Sí o no? Etc. La potente presión mediática, a su vez, oculta la pertinencia de esas preguntas en países como Colombia, Chile, Bolivia y Ecuador, donde las violaciones de los DDHH son tanto o más graves que los que se atribuye al régimen de Maduro.
Estamos en una época donde la cuarta revolución industrial, en su parte más nociva, permite convertir la verdad en una mentira, y viceversa. Por ejemplo, escuchar a CNN proclamando el apoyo de “todo el mundo” a Guaidó, cuando en realidad solo eran 50 países de 194. Pero, el poder de los medios, es capaz de instalar esa falacia en el imaginario popular, así como instaló la falacia de que el Grupo de Lima lo había promovido la Cancillería de Lima, cuando en realidad lo hizo la de Chile.
I. El Caracazo
Era el 27 febrero de 1989, cuando los pobres de Caracas se levantaron en una movilización de masas sin precedentes que, luego, lo llamaron el Caracazo. La gente en las calles, puso en evidencia no solo el abuso del poder, la desigualdad y la marginación, sino el hastío y desengaño de promesas incumplidas, reformas y oportunidades que, asociados al “sueño americano”, ofrecían los “líderes” de la derecha en cada proceso electoral. Durante 40 años de miseria humana bajo regímenes derechistas, habían incubado la explosión social que se desencadenó cuando Carlos Andrés Pérez, mentor de A. García, anunciaba el aumento del precio de la gasolina por “recomendación” del FMI. La respuesta del “demócrata” CAP al movimiento social fue criminal: toque de queda y más de 3 mil muertos en las calles.
Esta explosión social fue, para muchos historiadores, políticos y militantes de izquierda como José Vicente Rangel y Arturo Uslar, el inicio de la construcción de las bases populares del chavismo que, 10 años más tarde, le darían uno de los triunfos electorales más arrolladores de la historia venezolana. Luego vendrían una seguidilla de triunfos electorales, hasta el presente, aunque con las sombras que el poder mediático internacional le atribuye. Nada, sin embargo, pudo detener la consolidación del “poder chavista” en la estructura social y en la superestructura de ese país, ni siquiera el criminal bloqueo por EEUU.
Las “clases dirigentes” de aquél entonces y las actuales, no logran salir del estado de aturdimiento que les propinó el Caracazo. Mientras que la convicción, adecuada y políticamente diseminada, por defender su patria antes que caer en los engaños de los medios, hizo que el poder popular del chavismo creciera hasta los niveles que se conoce. Por eso, antes que rendirse ante el acoso imperialista, los pobres del campo y la ciudad, las clases medias para abajo, prefieren tenerlo a Maduro, vilipendiado por poderosos intereses digitados desde EEUU y por sectores de izquierda que decidieron vendarse los ojos y no ver la realidad de la política y la geopolítica en torno a Venezuela, despachándose con críticas furibundas maquilladas de un democratismo “anti dictadura” que, para todos los efectos, los puso como practicantes de un purismo casi reaccionario y funcional a los mandatos de Trump.
Carlos Andrés Pérez, luego Rafael Caldera, no entendían lo que estaba pasando en Venezuela. Acostumbrados al enjuague político entre “líderes” y “partidos democráticos” apoyados por sectores del movimiento popular afines, no necesitaban ver más allá de la suntuosidad de sus salones cubiertos con alfombra roja y sus paredes adornadas con imágenes que mostraban el sueño americano. Cuando vieron que el movimiento social iniciado en el Caracazo se convertía en una tormenta social, pusieron en marcha la maquinaria represiva del Estado para detenerla. La indignación en calles y campos de Venezuela crecía sin cesar, rechazando el asistencialismo mendicante que, con la violencia represiva, se puso en marcha.
Estos antecedentes ayudan a comprender lo que está pasando, hoy, en Venezuela. Acomodarse a la grita imperialista y reaccionaria repitiendo que en Venezuela hay dictadura de la manera como lo plantean los grandes medios, no es sino una clara banalización del debate político en el campo internacional, una simplificación grosera de la complejidad del tema venezolano y, sobre todo, una abdicación a principios del derecho internacional que, entre otros, proclama el respeto a las decisiones de los pueblos en sus propios países (soberanía), el mismo respeto que el Perú reclamaría si, por desgracia, el pueblo peruano eligiera un “dictador”.
En ese contexto, y respetando los principios de la libre determinación y la soberanía, resulta lícito preguntarse ¿Qué queremos para Venezuela? ¿Una democracia como la peruana que ha convertido la desigualdad en señal de éxito? ¿Una democracia como la chilena donde el “edén neoliberal” arde por todas partes? ¿Un presidente como Piñera que se mantiene democráticamente en el cargo con 4% de aceptación popular? ¿Uno de esos que reprima salvajemente a su juventud? ¿Una democracia tipo L. Moreno o J. Bolsonaro? Pero, aún si supiéramos qué queremos para Venezuela, no podríamos imponérselo porque somos respetuosos de las decisiones del pueblo venezolano y del derecho internacional.
II. Geopolítica y Venezuela
Venezuela, como ya es evidente, no es un territorio cualquiera. Los problemas que allí se procesan no se reducen a cuestiones internas, como nos lo pinta la prensa, es fundamentalmente geopolítico y de alcance global. Sin haberlo deseado, se ha convertido en uno de los epicentros de la disputa por la supremacía mundial que, hasta ahora, la ostentada EEUU de manera solitaria. La década en curso, abre paso a un nuevo escenario geopolítico marcado por un emergente multilateralismo en el que, la disputa por la hegemonía tiene como protagonistas principales a EEUU y China. Ambas potencias tienen sus áreas de influencia en el más tradicional juego geopolítico de dominio mundial. Si bien el primero tiene su “patio trasero” y aliados en Europa, el segundo cuenta con amplios territorios del planeta bajo su influencia política, económica y tecnológica, además de contar con poderosos aliados como Rusia e Irán.
La guerra que EEUU le ha declarado a Venezuela, en ese marco, es uno que tiene ribetes de crueldad que no se ha visto ni siquiera en las guerras convencionales, salvo el salvaje exterminio de judíos durante la segunda guerra mundial. La violación de los derechos humanos con características de crímenes de lesa humanidad, son componentes de esta abierta disputa por la hegemonía en territorio venezolano, cuyo “botín” es el petróleo en ingentes cantidades.
En esa lógica, EEUU y China cuentan con “aliados” o Estados abiertamente alineados a los objetivos de cada uno ellos. Es decir, un hinterland con extensiones sin continuidad territorial, pero bajo control político y militar maquillados de “cooperación económica y financiera”, no solo para mejorar sus condiciones de disputa por la hegemonía, sino sobre todo para controlar y, de ser necesario, apropiarse de los RRNN que, al no estar bajo su control, podrían “poner en riesgo su seguridad nacional”.
En ese juego de gran envergadura, VENEZUELA es un actor que no tiene la más mínima posibilidad de acción propia y, con algunos grados de dudosa “autonomía”, actúa dentro de los límites que permite esa disputa mundial por la supremacía. Dicha “autonomía” no puede evitar, por ejemplo, que su territorio se convierta en un escenario de disputa política y económica que, convenientemente maquillada de “lucha por la democracia”, se convierte en un coctel geopolítico que, entre las amenazas y bloqueos de Trump y la gestión de intereses de China y Rusia, tiene en vilo a LAC. Es claro que, bajo esas circunstancias, Trump no le dará ninguna tregua ni posibilidad de paz a VENEZUELA mientras esté en el hinterland de China. Hará todo lo que esté a su alcance para reemplazar a Maduro con uno de sus servidores que, dada su demostrada incompetencia, no parece que vaya a ser Guaidó.
Esta situación geopolítica no podría ignorarse a la hora de reflexionar y tomar posición respecto a VENEZUELA y, mucho menos, respecto a Maduro sin caer en la tentación de ser “demócratas e internacionalistas” funcionales al orden establecido, o peor aún, haciéndole el juego a la geopolítica desplegada por cualquiera de las partes, aunque algunos líderes de izquierda prefieren sumarse al coro que traen CNN, el NYT o El Comercio y La Razón, en el Perú.
Hay quienes, sobre todo derechistas ultraconservadores, creen que Trump es un demócrata a carta cabal y sus decisiones son correctas, por lo que en Venezuela no hay otra cosa que promover una “intervención armada humanitaria”. Para este tipo de “demócratas” allí hay un “dictador” y pone en peligro la “seguridad nacional de EEUU”. Esta falacia, de una virulencia antimadurista, lo repiten con el respaldo de “50 países que apoyan a Guaidó y Trump”, entre ellos el inefable Grupo de Lima.
La perorata de los “50 países…”, amplificada mediáticamente hasta límites nunca antes vistos, busca ocultar la posición política de más de 144 países, en particular de Rusia, China, Irán y México. Este último dijo: "México no participará en el desconocimiento del Gobierno de un país" y, junto con Uruguay, llaman al "diálogo entre los venezolanos" para resolver sus problemas. Uruguay y Cuba, reconocen a Maduro como legítimo gobernante al “líder chavista” y denuncian “inaceptable interferencia” de EEUU en Venezuela. El portavoz del Kremlin, Dimitry Peskov, fue más enfático: “consideramos este intento (de EEUU) de usurpar el poder en Venezuela como ilegal y opuesto al derecho internacional”. China censuró la "intrusión en asuntos internos" de VENEZUELA por parte de EEUU. Tanto China como Rusia, como se sabe, son importantes soportes financieros de la economía venezolana y, por tanto, tienen grandes intereses que proteger.
Sin duda, el premio mayor en esta disputa imperialista, es el petróleo venezolano. El control de recursos naturales estratégicos es parte de la geopolítica del dominio mundial. No solo se trata de comercio, sino de dominio, de control y sometimiento, sin ambages. Eso es, entre otros recursos LA, lo que está en juego. Es la estructura la que cuenta, la superestructura es la apariencia, esa institucionalidad oscura que flota en un mar de confusiones y artificios político-diplomáticos que los medios propalan.
Lo dicho no significa que, necesariamente, China y Rusia tienen la razón. Nada más lejos de este razonamiento y conclusiones que van emergiendo hasta ahora. Lo que digo es que esas “razones”, son las que, con impacto visible en la geopolítica LA y mundial, se oponen a las “razones” de Trump y sus halcones a lo largo y ancho del mundo. No es nuestra tarea optar por una u otra “razón”, nuestra tarea es ver con nuestros propios ojos y nuestro propio cerebro lo que pasa en VENEZUELA. No es un blanco o negro simplón, no. Es mucho más que eso.
III. DDHH y régimen chavista
El informe Bachelet fue, a decir de muchos analistas, particularmente duro con el régimen chavista. Haberlo difundido tan ampliamente en todos los grandes medios que tienen bajo presión al planeta, revela el uso político que le han dado los enemigos de Maduro. De nada sirvió los desmentidos y pedidos de precisión en el informe que la diplomacia venezolana puso en marcha. TELESUR era el único medio transnacional que difundía la posición de Venezuela, mientras que, para CNN, NYT o el WP solo existía el informe Bachelet. En el Perú, El Comercio y su Grupo, solo repetían con actitud colonial lo que traía los medios mencionados.
No obstante, esa aplanadora mediática contra el régimen chavista, así como la “opinión libre” de los “50 países…”, no pudieron evitar que el gobierno venezolano, con su “dictador”, esté sentado en el Consejo de DDHH de las NNUU por 3 años, renovables por otros 3. ¿Qué pasó allí? ¿Cómo es posible que un “dictador” y un gobierno acusado de violar los DDHH puede tener asiento en ese importante órgano de las NNUU? Las respuestas serán de diversos tipos, unas que demostrarán conocimiento del DDII y otras en clara demostración de su desconocimiento.
Lo cierto es que, en el Consejo de DDHH, funcionó las normas internacionales y quienes no la aceptan pasan a formar parte de los Estado Fallidos (Chomsky). En la Asamblea General de la ONU se elige, con voto directo y secreto, quién va y quien no va a ese Consejo. En esta ocasión, se impuso una holgada mayoría en favor de la candidatura de Venezuela, venciendo a la “argumentación” de los “50 países…” que, entre otros, puso en evidencia su minoría absoluta en el mundo representado en la ONU. Obviamente, este éxito diplomático no libera al régimen de Maduro de las acusaciones que tiene por violación de DDHH, para nada, sino que como Chile, Perú y otros países donde se han violado, y se sigue violando, los DDHH, pueden ser parte de ese Consejo, tal como lo establece el DDII. Así que tranquilos.
Como es obvio, la violación de los DDHH en Venezuela, más allá de la crisis económica y social sin precedentes, ha sido lo más ventilado y difundido internacionalmente por los medios alineados al imperialismo norteamericano. Estas violaciones han sido registradas, con más o menos encono, por la Comisión Bachelet. En su informe, hablan de muertos políticos (sin mencionar número), de heridos en acciones de represión policial y de presos. En ese mismo sentido, distintos informes de la ONU y de otros organismos públicos y privados derecho humanistas, señalan la existencia de violación de DDHH en diferentes países, como los que señalamos a continuación:
Violación de DDHH | Venezuela | Brasil | Chile | Colombia | Bolivia |
Represión brutal en las calles | X | X | X | X | X |
Asesinatos de opositores | X | X | X | X | X |
Encarcelamiento de opositores | X | X | X | X | X |
Salud y educación discriminatorio | X | X | X | X | X |
Ausencia de división de poderes | X | X | X | X | X |
Ejecuciones extrajudiciales | X | X |
| X | X |
Libertad de expresión en duda | X | X |
| X | X |
Fuente: Elaboración propia sobre abundante información encontrada en internet citando a NNUU y otras fuentes especializadas en DDHH.
Podríamos haber puesto en la lista muchos más países donde las violaciones a los DDHH son noticias recurrentes, pero los que mencionamos son suficientes para ejemplificar nuestra reflexión en favor de recusar la falacia mediática que, ocultando el contexto, convierte al país que quiere liquidar, en el único territorio donde se violan los DDHH.
Podemos coincidir en que los grados e intensidades de las violaciones que ocurren en cada país son diferentes, pero eso no anula la naturaleza de la violación y, como en el caso que nos ocupa, su extrapolación como argumento para tipificar los diferentes regímenes que lo cometen. Habría, sin duda, adjetivos calificativos para cada uno de ellos y, si fuéramos coherentes con la presión mediática ejercida contra Venezuela, todos podrían calificar como regímenes dictatoriales por violar los derechos humanos. Extendiendo más este referente, podríamos decir que las violaciones de DDHH, hartamente comprobados del gobierno de Trump, lo convierte en dictador global. ¿Esto sería una conclusión razonable? ¿sería una conclusión política? ¿Una conclusión en el marco de una Política de Estado?
IV. El derecho internacional y Venezuela
No vayamos muy lejos en este aspecto. Baste, recordar dos principios fundamentales del Derecho Internacional:
- El derecho de la autoderminación. Desde un enfoque interno, este derecho, acordado y desarrollado luego de la 2ª guerra mundial, además de catalizador de procesos de descolonización, resultó siendo el derecho fundamental de los pueblos para, entre otros, darse el gobierno que decidiera su voluntad, sin interferencia de ninguna clase. Este derecho está clasificado como derecho humano de tercera generación y su titularidad corresponde a los pueblos. Su naturaleza tiene un alcance muy amplio y comprende varios aspectos de la vida política, económica, social y cultural de un país. Por ello, su ejercicio, o su violación, no se agota en un único aspecto, sino que garantiza el derecho de cada pueblo a mantener sus formas de gobierno y sus caminos propios hacia el desarrollo económico, social y cultural.
El enfoque externo del derecho de la libre determinación, está relacionada con el ejercicio de la soberanía, es decir el derecho de los pueblos a determinar libremente su lugar en la comunidad internacional de Estados, de acuerdo con el principio de igualdad soberana. En el ejercicio de este derecho, un pueblo puede decidir la formación de un Estado independiente, la libre asociación, la integración en un Estado ya existente o la adquisición de cualquier otro estatuto político libremente decidido por la población.
- El principio de la soberanía plena y la no intervención, están proclamados en los artículos 1 y 2 de la Carta de NNUU y en el Art. 19 de la Carta de la OEA. El principio de la soberanía prohíbe todo acto de coerción (usar la fuerza, amenazas en medidas políticas y económicas, etc.) de un Estado sobre otro con el propósito de subordinarlo. Los actos que suponen usar la fuerza o amenazar con recurrir a ella, están prohibidos por este principio jurídico específico que establece la prohibición absoluta para que ningún Estado o grupo de Estados intervenga, directa o indirectamente, ya sea cual fuere el motivo, en los asuntos internos o externos de cualquier otro. El principio anterior incluye el uso de la fuerza armada y cualquier otra forma de injerencia en los asuntos políticos, económicos y culturales de un Estado.
La OEA, con la complicidad/protección abierta de EEUU, violó estas normas y principios constitutivos del Derecho Internacional en su tratamiento a VENEZUELA. Su SG, Almagro, recientemente reelegido, se convirtió en operador de Trump, sin ningún disimulo. Pretendió convertir la OEA en un espacio de linchamiento político del régimen venezolano y, con ese fin, promovió, con la venia del Departamento de Estado, la formación del nefasto Grupo de Lima y, en el marco de la estrategia de acabar con Maduro y sus “gobiernos amigos”, legitimó el golpe en Bolivia. Es decir, la OEA no solo fue el Ministerio de las Colonias de EEUU, sino que resultó siendo una caja de resonancia de lo más oscuro de la derecha imperialista y latinoamericana.
Por su parte, Trump viola de manera reiterada el Estatuto de Roma, cuyo Art. 7 establece como crímenes de lesa humanidad “k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física”; y en el Art. 8.2.b “xiii) Destruir o apoderarse de bienes del enemigo, a menos que las necesidades de la guerra lo hagan imperativo”; “xxv) Hacer padecer intencionalmente hambre a la población civil como método de hacer la guerra, privándola de los objetos indispensables para su supervivencia, incluido el hecho de obstaculizar intencionalmente los suministros de socorro de conformidad con los Convenios de Ginebra”.
Dichas normas tipifican con absoluta claridad que el bloqueo económico y financiero de EEUU contra VENEZUELA, es un acto inhumano destinado a hacer padecer hambre a su población y privarla de elementos indispensables para su supervivencia. De la misma manera, atentar gravemente contra la integridad física y el pillaje contra bienes y depósitos venezolanos en el exterior, constituyen violaciones a los derechos humanos del pueblo venezolano.
V. El Grupo de Lima
Todo empezó cuando el “demócrata de color”, Obama (2015), decreta que VENEZUELA es “un peligro inusual y extraordinario para la seguridad de EEUU”. Varios países, entre ellos el Perú, se adhirieron a tal decreto y, bajo el amparo de la OEA, decidieron darle forma institucional a un ataque criminal y concertado al “peligro inusual”. Lo que, en realidad, buscaban es traerse abajo a Maduro y facilitar el acceso de un presidente servil que privatice la explotación de todos sus recursos naturales. Esto es harto conocido.
Su gestación se inicia en Santiago, con el “facilitador” Heraldo Muñoz, Canciller del gobierno chileno. ¿Lo hizo por iniciativa propia? No, pese a su sumisión al Departamento de Estado, tuvo que ser patrocinado por Almagro de la OEA. Por la sede donde se acuerda un bloque o un pacto internacional, debió llamarse el “Grupo de Santiago”, pero tan solo ver en el horizonte el ridículo que se estaba montando, hizo que la perspicacia chilena “renunciara” a tan rimbombante privilegio y se lo cediera a Lima representado por un Canciller oscuro como Luna, ansioso de ser “algo” en el campo internacional. EEUU, siendo el principal promotor, se cuidó de aparecer en la foto y en la nómina del Grupo.
Chile, como es obvio, tuvo un papel estratégico. Mejor dicho, fue la Cancillería chilena quien manejo el Grupo de Lima. Entre sus logros más importantes está el fracaso de las negociaciones entre el chavismo y la oposición venezolana en República Dominicana. También se encargó de dinamitar UNASUR que venía siendo una experiencia de autodeterminación altamente peligrosa para la OEA y para EEUU.
Pero lo más alto del ridículo del Grupo de Lima ocurrió con ocasión de la Cumbre de las Américas, abril 2018, cuando la derecha cavernaria del Perú (PPK, junto con quienes luego lo lincharon políticamente, Keiko, Alan, Aljovín (Canciller peruana sin la más mínima formación), Galarreta, Del Castillo, Gonzales Posada, Castañeda, Becerril, Luz Salgado, la indescriptible Alcorta, etc., es decir, una ramillete de corruptos y ultraconservadores del Perú haciendo un show para que el Grupo de Lima “vete” la presencia de Maduro en dicha cumbre rompiendo todo protocolo y normas de la diplomacia internacional.
Pero eso no es lo más grave, porque de los corruptos y derechistas mencionados, convertido en colchón político del Grupo de Lima y de la derecha venezolana, no podíamos esperar otra conducta, aunque resulta curiosamente contradictorio que la “corrupción de Lima” no dejara entrar a quien acusaban de “corrupto”. Lo más grave es que este episodio también estaba dirigido a arrinconar a la izquierda peruana, a los progres que proclaman la independencia latinoamericana. Lamentablemente, el hecho de que una parte de la izquierda peruana haya aceptado que Maduro es “dictador” no le ha servido de nada, al contrario, lo ha puesto en una posición incómoda que tendrá que ver cómo sale de ella.
Al Grupo de Lima, lo llamaron, por su perfil cuasi mafioso, el Cartel de Lima. Su gran objetivo, “terminar con el régimen de Maduro” en favor del presidente “autoproclamado” ha sido un fiasco, rayando con el ridículo internacional. Pero la ciega obediencia al imperio hacía que no comprendieron su propio papel ni el “enemigo” al que, por orden de la OEA y Trump, se enfrentarían. Su desempeño, tal como lo muestra su corta historia, puede catalogarse como un fracaso internacional sin atenuantes.
VI. Bloqueo y sanciones: violación de DDHH
Como vimos en el título IV, el derecho a la autodeterminación es un Derecho Humano de Tercera Generación cuya titularidad corresponde a los pueblos. Lo que está ocurriendo con el bloque y las sanciones impuestas por EEUU a Venezuela es, simple y llanamente, una flagrante violación a este Derecho.
Por no darse el trabajo de conocer a profundidad el tema del bloqueo financiero y las sanciones económicas, algunos líderes locales prefieren “ningunearlos” porque, según el Departamento de Estado, se trataría de “bloqueos y sanciones a cuentas de venezolanos corruptos” amigos de Maduro, porque “jamás afectarían al pueblo venezolano”. Exactamente lo que la prensa imperialista quiere que creamos del crimen que se viene cometiendo con el pueblo venezolano.
Brevemente, para entender de qué estamos hablando. El bloque financiero internacional, según CELAG[1] consiste en impedir que Venezuela pueda exportar/importar, recibir ayuda de terceros (bajo amenaza de sanción), renovar o adquirir deuda pública, etc. Es decir, para todo efecto práctico, Venezuela no tiene acceso a los mercados financieros internacionales. Por otro lado, las sanciones internacionales combina mecanismos económicos (comercio internacional) y diplomáticos para influir en otros países, principalmente orientados a forzar un cambio de gobierno, aunque esto signifique violación de DDHH y violación de soberanías. Estos bloqueos y sanciones se realizan pese a que las NNUU las condena.
Venezuela no es el primer país que recibe este trato de EEUU. Ya lo hizo con Yugoslavia (1921), Grecia (1925) y Cuba (1962). En los dos primeros con éxito, pero en Cuba no pudo doblegar a su población que, pese a los enormes daños que causó, la resistencia se mantuvo firme.
El bloqueo contra Venezuela comenzó el 2015, con una orden ejecutiva de Obama y continuada diligentemente por Trump. El daño causado a la fecha es cuantioso y solo en pérdidas financieras se estima 1.4 billones de dólares[2]. Mientras que en la economía nacional está en situación de crisis sin precedentes.
Entonces, la combinación de las sanciones y el bloqueo financiero impuesto por el gobierno de EEUU contra Venezuela ha dado sus frutos. Ningún economista, sin embargo, de derecha o de izquierda, ha demostrado que la depreciación del Bolívar, ni la crisis económica y social, sea consecuencia de un fenómeno económico interno sino de un despiadado ataque económico y financiero contra el pueblo venezolano por parte de EEUU.
Este ataque, como se esmera en mostrar la prensa mundial antichavista, ha logrado generar una inflación sin precedentes, caída de la producción nacional, desfinanciamiento de la administración púbica, deterioro de la prestación de los servicios públicos, escasez de efectivo y, últimamente, la dolarización de la economía venezolana. En resumen, ha logrado desestabilizar la economía como medio para generar crisis social y política con ribetes de crisis humanitaria para luego derrocar el régimen chavista.
Este último objetivo aún no lo lograron, seguirán buscándolo, aunque cada vez es menos efectiva la presión internacional y cada vez más inútil la mediocre actuación de Guaidó.
VII. Los medios y los miedos
¿Alguien, sin faltar a la verdad, podría asegurar que nuestros “lideres” de izquierda y derecha (con las excepciones del caso) opinan “libremente” respecto a Venezuela y Maduro? Una dosis mínima de objetividad, sin duda, podría poner en evidencia que los principales medios internacionales y locales, tienen mucho que ver con la “opinión” de nuestros “líderes”.
Pero no nos hagamos ilusiones con intentos de “objetividad”, pues ese criterio a la hora de abordar el tema venezolano desaparece como por arte de magia. Hay gente que aún cree que los medios no tienen la influencia que alegamos en el análisis de ese país, y mucho menos en la caracterización del régimen político que lidera Maduro. No importa lo que digan los medios, lo que importa para estos “líderes” es lo que “piensan” sustentado en “noticieros imparciales” que, como CNN, El Comercio, Baily, etc., dicen la “verdad” proclamando a todos los vientos que Maduro es un “dictador” y que el “legítimo” presidente es el “autoproclamado” Guaidó.
También se amparan en lo que dicen los “50 países que apoyan a Guaidó”, ignorando que 144 países reconocidos en las NNUU no compartan semejante sentencia. Pero lo más dramático de estas posturas es que, ante la evidencia de que están haciendo de “tontos útiles”, un sector de la izquierda que comparte la “democracia representativa” en algunos lugares del poder político, pero especialmente en el Congreso, terminan haciendo un ejercicio de malabarismo político donde la trampa de los medios y su magia de convertir en héroes o tiranos, y viceversa, cobra esplendor. En tiranos a quienes, con todos sus errores, se atrevan a poner en cuestión el orden establecido (F. Castro, Chávez, Lula, Morales, Correa, etc.) y en héroes a quienes se alinean, en nombre de la “democracia” con el imperio (L. Moreno, J. Bolsonaro, I. Duque, Piñera, etc.)
Desde que Chávez irrumpe en el escenario político de Venezuela, la relación con EEUU comenzó a cambiar de un estado de sometimiento a uno de gradual confrontación hasta llegar al nivel de colisión abierta. Desde entonces, hemos mirado a Venezuela, fundamentalmente con los prismas que nos han puesto los grandes medios, especialmente CNN, NYT, WP y otros desde Europa, con alcance mundial. Los medios alternativos, como TELESUR, siempre resultaron siendo “fuentes de segunda y dudosa categoría” para “interpretar” la realidad venezolana. Es más, la “izquierda radical” que reclamaba para sí pureza política e ideológica, terminaba “cuidándose” de que no lo pillen leyendo o escuchando medios alternativos que, según los grandes medios articulados al poder económico en el planeta, eran instrumentos de los “dictadores” que era necesario silenciar y desterrar.
Se cayó en la trampa de la manipulación mediática digitada desde el Departamento de Estado que, entre otros, terminó atemorizando a los dirigentes y líderes izquierdistas hasta el punto que se vieron “en la obligación” de decir que Maduro es un “dictador”, sin que medie ninguna discusión de fondo que permitiera caracterizar adecuadamente el régimen político venezolano. Era suficiente un par de frases condenatorias a Maduro. Era inútil razonar. Entonces, manipuladores y manipulados lograban una fugaz, como morbosa, satisfacción cuando los primeros les daban las primeras planas a los segundos inmediatamente después de que, entre miedos y dudas, repetían mecánicamente: “sí, es un dictador”.
Nunca hicimos el esfuerzo de entender a Venezuela y su proceso en su integralidad. Nos recluimos en nuestras capillas para, desde allí, balbucear galimatías respecto a Venezuela, Chávez y Maduro. Otros, nos dedicamos a sufrir y sobrevivir la arrolladora fuerza de los medios, el peso de la “vergüenza” política, si no decíamos que Maduro o Chávez, eran “dictadores”. De esa manera, ganaban de lejos los medios y los apologistas del imperio, y perdían calamitosamente quienes decían, con la dignidad casi extinguida, que en Venezuela había dictadura.
Hoy día, esa izquierda sobrevive pasando vallas que le impone las normas burguesas en cada proceso electoral. Haber sido complacientes con las exigencias del imperio no les ha traído réditos políticos, al contrario, el pueblo revolucionario ha visto que la medianía y mediocridad política pasa la factura más temprano que tarde.
No es que, quienes terminaron diciendo que Maduro es “dictador” en los términos y tonos que exigía la prensa imperialista y la “gran” prensa local, sean unos colonos mentales o formen parte de esa vasta estrategia de recolonizar la “intelectualidad” y la “política” en nuestro país, no, nada de eso. Lo que ocurre es que nuestros líderes no han terminado de cuajar una opinión propia, una que responda a principios fundamentales del Derecho Internacional y, sobre todo, del internacionalismo que profesan militantes de izquierda con formación política e ideológica.
VIII. Lo que hoy tenemos
Lo que tenemos en Venezuela es un gobierno asediado con una brutalidad sin precedentes, incluso con incursiones militares, por el imperialismo norteamericano. Ni siquiera las expresiones de rechazo de las NNUU contra el bloqueo y las sanciones, así como contra las amenazas de intervención armada, han podido detener las acciones injerencistas de EEUU que, con el vergonzoso apoyo de Colombia y el Grupo de Lima, solo parará cuando logre sus objetivos de tener bajo control ese país.
La crisis económica y social desatada, con extremos de calamidad, resultado de una perversa lógica del juego geopolítico de potencias mundiales que disputan la supremacía mundial, han terminado erosionando las decisiones soberanas de un pueblo que, bajo el principio de autodeterminación que le reconoce el DDII, establecieron su orden político y económico que solo ellos podrían criticar y, de ser necesario, cambiar. Eso es, sin duda, ejercicio de la soberanía de ese pueblo que, sin requerir autorización externa, elige a sus gobernantes. Eso nadie podría ponerlo en cuestión, salvo Trump, claro está.
¿Qué no hay “verdadera democracia”? ¿que la represión es la “principal herramienta de gestión” de Maduro? ¿Qué se violan derechos humanos? ¿Qué no hay independencia de poderes? Todo lo que quieran. Son temas que están sobre la mesa política de ese país, tanto como debieran estar las situaciones de Chile con Piñera, de Ecuador con Moreno, de Brasil con Bolsonaro, de Colombia con Duque, etc. En estos países hay tanta represión brutal como la que se la atribuye al régimen de Maduro, la desigualdad es insultante, los movimientos sociales van creciendo, aunque el COVID 19 pareciera detenerlos transitoriamente, el autoritarismo y la falta de democracia e institucionalidad son semejantes, etc. ¿Por qué, entonces, los medios imperialistas se dedican solo a Venezuela y no abordan la situación de los países mencionados con la misma acuciosidad que le merece los temas venezolanos?
En el Perú, fujiapristas y derechistas de catacumbas, vociferaban frente a El Comercio y los reflectores de la TV, “Maduro dictador” y pidiendo intervención militar, sin importarles que el bloqueo económico y financiero de Trump estaba ahogando a los venezolanos más pobres. Era patético ver a los Jorge del Castillo, los Galarreta, etc, como “activistas” peruanos articulados a la derecha internacional, con Oppenheimer y Baily como emblemas, diciendo de Chávez y Maduro todo lo que se les venía en gana. Todos ellos gritaban en coro ¡intervención, ya!
Mientras, la oposición interna en Venezuela, esos derechistas que mostraban cada vez más su incapacidad para ser una oposición seria y una alternativa al chavismo, incluso recibiendo el apoyo descarado de Trump y del Grupo de Lima, no lograban hacerle “daño” a Maduro. Todos los intentos fracasados de traerse abajo al “dictador”, incluyendo la reciente incursión militar, eran explicados con la lacrimosa afirmación de que “no tenemos libertad”. ¿En algún país de LA, para no ir muy lejos, sería admisible un presidente paralelo? ¿No vemos a Guaidó paseándose por el mundo como presidente de Venezuela? ¿En qué país se permite eso?
- Política exterior desde la izquierda
Por lo general, ser de izquierda, supone adoptar el internacionalismo, solidario y cooperativo, como principio rector de nuestras decisiones en materia exterior. Si la izquierda llegara a ser gobierno, no podría soslayar este compromiso. Correspondería aplicar con firmeza el DDII y expresar nuestra solidaridad militante con los pueblos que luchan contra sus opresores internos y externos.
Debemos, además, ser capaces de distinguir el legítimo derecho que tienen las personas y partidos de adherirse como tales a corrientes de opinión internacional que fluyen en el mundo, del rol de un Estado que ha suscrito un conjunto de normas internacionales dentro de las cuales ejerce su soberanía y sus relaciones con otros estados.
Como Estado, y en la hipótesis de un gobierno de izquierda, el DDII internacional será la referencia principal en la definición de una Política Exterior, sin dejar de tener en cuenta los intereses nacionales cuyo desarrollo está vinculado, hoy más que nunca, al mercado internacional o la formación de bloques de integración.
En relación a una Política Exterior desde el campo de la izquierda, se tiene avances interesantes que es necesario sistematizar y acumular.
¡Fraternidad y solidaridad con el pueblo venezolano!
¡Soluciones venezolanas a problemas venezolanos!
Lima 06 de mayo de 2020
Del mismo autor
- Perú, epicentro del sismo político en la región 29/06/2021
- Ecuador, “centro del mundo”, gira a la izquierda 23/03/2021
- Control integrado en pasos de frontera 21/01/2021
- Brexit: Si 2020 no fue fácil, lo que viene será más difícil 07/01/2021
- ¿Trump o Biden? ¿Latinoamérica tendría alguna preferencia? 06/11/2020
- Perú: Tiene una oportunidad 02/07/2020
- Perú: atrapado por el “modelo” 19/06/2020
- Venezuela, tema pendiente en la izquierda peruana 13/05/2020
- Impuesto a la riqueza en el Perú 06/05/2020
- Latinoamérica y la geopolítica del dominio mundial 21/08/2018