Los efectos del COVID-19 sobre los índices de precios
- Análisis
El mundo se acerca a una crisis de consumo alimenticio. Existen crecientes problemas de producción y distribución de alimentos básicos generalizados. El freno de las actividades económicas impactó a la producción manufacturera eslabonada con el mercado mundial, y de igual forma al procesamiento y distribución de alimentos. Previo a marzo del 2020, existía una tendencia de aumento en los precios de éstos provocada por el brote de la fiebre porcina africana, con la consecuente eliminación de un tercio del hato porcino chino,[1] y la peor plaga de langostas en el Este de África en 70 años.[2] Con el freno de la producción y la comercialización en los mercados internacionales y locales a partir de marzo, cuando se declaró la pandemia, se ha incrementado la presión de precios sobre estos productos básicos.
Las primeras reacciones ante la posible escasez fue el acaparamiento. Se registraron compras de pánico en las ciudades y los supermercados restringieron la oferta. Algunos países han comenzado a restringir las exportaciones de alimentos (Kazajistán, Serbia, Vietnam). En el mercado internacional, esta tendencia ha reanimado la tensión entre los exportadores de alimentos y sus importadores. De acuerdo con la FAO, en este contexto “el riesgo de hambruna es cada vez mayor en algunos países, e incluso es posible que se produzcan varias hambrunas al mismo tiempo”.[3]
En ningún país se aplicaron medidas de freno o aislamiento en la producción de alimentos y bienes básicos. En cambio, se buscó que continuara la producción en los ritmos normales. Sin embargo, lo que se observa en el mercado no es escasez por falta de producción, sino por problemas en los canales de distribución. La oferta de alimentos, por el lado internacional, se interrumpió al suspenderse los canales de distribución. Por el lado nacional, los canales de distribución entre el campo y la ciudad también se detuvieron e igualmente impactó la oferta. El efecto combinado ha sido un alza en los precios de alimentos y en los bienes de primera necesidad que, sin embargo, no se ve reflejado en los índices de precios al consumidor, en general, debido a la fuerte deflación de los combustibles y otras materias primas.
La fuerte baja del precio de los combustibles es una de las expresiones más claras del efecto que ha tenido el paro productivo sobre el mercado energético. La contracción económica mundial disminuye el consumo y los precios internacionales, mientras aumenta los inventarios. Esta condición se buscó atender con un acuerdo internacional de reducción de la producción, promovido por EEUU con apoyo de la OPEP para controlar el precio, pero fue insuficiente. Los paros casi generalizados de las actividades productivas mundiales aceleraron la acumulación de crudo y saturaron los inventarios.
El mercado de materias primas también observa una tendencia de precios descendente de largo plazo, desde el 2014, acelerada en los tiempos de covid19, con el índice Bloomberg de precios de materias primas que acumula más de 23% de caída entre enero y mayo del 2020. El impacto sobre los precios ha sido que la baja del precio de los combustibles y del resto de los commodities ha servido para mantener bajos los precios de los bienes de consumo. Esto oculta en los índices generales de precios al consumidor que los precios de los alimentos han comenzado a subir.
En este escenario, las perspectivas económicas son más duras para los países mono-exportadoras, dependientes del mercado mundial para alimentarse. El desarrollo de medios de transporte, desde la década de los ochenta, creó las condiciones para el comercio y transporte rápido de productos perecederos desde cualquier parte del mundo. Con la racionalidad económica de libre mercado, se volvió más rentable el libre comercio internacional de alimentos y se abandonó la noción de seguridad alimentaria. Ahora se ven las consecuencias sobre los precios y los riesgos en la falta de suministros. Harán falta políticas que resuelvan el abasto a los mercados y, sobre todo, atiendan la fuerte caída en los ingresos de hogares y garanticen el consumo mínimo necesario.
Num.15, Año 2020, 29 de Mayo
- Armando Negrete, Técnico Académico, Instituto de Investigaciones Económicas, miembro del obela.org [1]
Fuente: OBELA, Observatorio Económico Latinoamericano www.obela.org
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