El genocidio a Palestina (II)
- Opinión
(los hijos de las víctimas de ayer son los verdugos de hoy)
En mi anterior artículo sobre la heroica Palestina, que tuvo mucho éxito en las redes sociales y que fue publicado por un gran número de medios digitales, algunos amigos me han dado algunas opiniones. Entre muchos comentarios positivos de solidaridad con la nación de Palestina, algunos majaderos me han comentado que no soy historiador, que soy ingeniero y que las lecciones de historia se la debo dejar a los historiadores y que yo me debo dedicar a los números y mi profesión.
Ante esta insolencia les replico que si fuera por eso no podría hablar de psicología, sociología y de los diferentes campos de las ciencias sociales, o de biología, botánica u otras materias, que es justamente lo que hace la integridad de los individuos. Como decía el gran José Martí: “Hay que ser culto para ser libre”. Entonces por el contrario nos convertiríamos en personas planas y sin opinión alguna sobre lo que sucede a nuestro alrededor y de lo que ocurre en el mundo.
Dicho esto, sigo con mi relato u opinión sobre la tragedia que se cierne sobre la nación Palestina que dura por más de siete décadas.
Es largo el historial de despojo, matanzas, destrucción y tragedias que se abate sobre la nación de Palestina, por parte de ese estado terrorista y criminal como lo es Israel.
No me creo eso que debido a su sufrimiento pasado se crean que sean la reserva moral del mundo. Por supuesto que todos nos compadecimos del holocausto que sufrieron los antepasados de los actuales habitantes de Israel, pero este sufrimiento no los autoriza ni les da carta blanca para cometer toda clase de asesinatos sobre otro pueblo. Siempre me pregunto, ¿qué clase de enseñanzas recibieron los actuales gobernantes y habitantes de Israel? ¿Cómo se puede vivir tranquilamente en una tierra que no les pertenece y donde hoy levantan sus viviendas y sus industrias? Porque digamos francamente, esto es sido fruto de las masacres y el martirio sobre una nación que ha habitado por siglos en esa tierra.
Esa estela de infamia que ha propalado el estado de Israel sobre el mundo civilizado y que también cruza nuestra historia reciente, tato de buscarle los motivos del odio que anidan hacia el pueblo palestino. Varios de mis amigos tratamos de cultivar la compasión y la empatía e impedir que caigamos en el tejido del engaño. Ese engaño de quedar atrapados en las ramificaciones brutales del odio y el resentimiento. Sé que es muy difícil de verdad, pero siempre me pregunto si para nosotros, que somos privilegiados del sistema, esa generación que logró llegar a la universidad y educarse en forma integral. Nosotros que veníamos del estrato más bajo de la clase social y que estábamos condenados al fracaso, los sin futuro. Que no teníamos apellidos extranjeros y que no rodeábamos ese círculo de amigos ilustres y contactos donde mostrar nuestros triunfos. Aun así, logramos cultivarnos en la lectura, fundar familias y comprender como se cometen las injusticias en el mundo.
Por eso nuestro grito desgarrador, lleno de rabia y dolor, hacia lo que ocurre ante nuestros ojos y la impotencia de saber que solamente tengamos un lápiz y un papel como arma de lucha para luchar y no detener esta tragedia.
Nos piden a nosotros a los pacíficos practicar la tolerancia, ese concepto demasiado extraño que le encanta usar a los abusadores y los criminales del mundo. Porque es la ganzúa que usan con frecuencia para ocultar sus matanzas, cuando los abusados no son ellos, ni algún familiar o un amigo, una hermana, un padre o una madre.
Un poco de historia para NUNCA olvidar, dentro de las muchas matanzas del estado de Israel sobre Palestina
Masacres de Sabra y Chatila: estas matanzas se produjeron en Beirut en estos dos campamentos situados en la parte occidental, donde vivían refugiados palestinos, que habían sido expulsados de su tierra ancestral.
A cargo de la seguridad estaba a cargo el ejército israelí, donde sus fuerzas rodeaban, con un numeroso contingente de soldados y oficiales. El perímetro de estos dos campamentos tenía varios puestos de vigilancia y no se permitía la entrada y salida sin el permiso del ejército de Israel.
Entre los días 16 y 18 de septiembre de 1982 falangistas cristianos, con apoyo de las fuerzas israelíes, entraron a los campamentos, bajo el pretexto de apresar a los combatientes de la OLP.
Previo a estas horrendas masacres, Ariel Sharón y el jefe de Estado Mayor, Rafael Eitan, se reunieron con las unidades de la milicia cristiano-falangista libanesa, para ordenarles a entrar en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila. La reunión terminó las 3:00 de la tarde del 16 de septiembre. En el marco del plan, los soldados israelíes tenían que controlar el perímetro de los campamentos de refugiados y prestar apoyo logístico, mientras que los milicianos falangistas debían entrar a los campamentos. Entraron unos 1500 milicianos, armados de machetes, cuchillos, hachas y armas automáticas y comenzaron con los crímenes. No encontraron a los supuestos combatientes de la OLPP, pero solamente era el pretexto para culminar sus masacres.
Durante la noche, las fuerzas israelíes dispararon bengalas iluminando los campamentos. Según el testimonio de una enfermera holandesa, que se encontraba en ese lugar cumpliendo labores humanitarias, el campamento estuvo tan brillante como un estadio deportivo durante un partido de fútbol. Es decir, les dieron cobertura total a los milicianos para masacrar impunemente y con total seguridad a los refugiados palestinos que ahí vivían.
Debo comentar que los refugiados vivían en pésimas condiciones, sin luz eléctrica, con el agua potable racionada y casas construidas en base a lonas y material ligero. Es decir, aparte de que ya era un castigo estar alejados de su patria, los israelíes los tenían prisioneros.
Aun así, para aumentar el martirio de estas masacres, los asesinos los torturaron y masacraron a casi la totalidad de los habitantes, compuesto principalmente por niños, ancianos y mujeres. Sus muertes no fueron muy piadosas, ya que terminaron asesinando a muchos hombres con sus genitales y sus miembros mutilados a machetazos y apuñaladas. Con los demás tampoco tuvieron compasión, ya que las mujeres fueron violadas y a los niños les rompieron sus manos previos a sus asesinatos.
Esta masacre recibió la calificación de acto de genocidio por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas a través de su resolución 37/123. Sin embargo, los responsables de estos actos de terrorismo como el Primer Ministro, Menahem Begin, el Ministro de Defensa Ariel Sharón y el jefe del Estado Mayor Rafael Eitan, más el falangista libanés Elie Hobeika. Ninguno de ellos fue juzgado ni se le siguió proceso alguno, a pesar de las protestas internacionales. Peor aún, Ariel Sharón fue elegido Primer Ministro en el año 2001, mediante los votos de sus ciudadanos que lo consideraban héroe nacional. (Ya sabemos cuáles son sus “hazañas militares” de este criminal) Incluso en sus funerales fue despedido con honores de estado. Entre los asistentes invitados se encontraba el actual candidato demócrata a presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, quien pronunció un discurso emotivo.
Entonces la historia seguirá igual para la nación de Palestina con cualquiera de los dos inquilinos de la Casa Blanca, con Donald Trump o Joe Biden. Por lo contrario, lo único que detendrá finalmente esta tragedia será el apoyo irrestricto de la comunidad internacional y también visibilizar este crimen mediante los medios de comunicación.
11 de junio de 2020
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