El Perú después del coronavirus
- Opinión
Un virus ha convertido al ser humano en otro peligroso virus. El día en que dejemos de movernos el virus se quedará sin pies y sin alas: sin vida. Pero en el Perú de ahora eso de quedarnos quietos es imposible. La gente sigue saliendo a las calles, incluso desplazándose grandes distancias a pie, movido por el hambre y la necesidad. ¿Cómo? ¿No decían que ya estábamos a punto de entrar a la OCDE? ¡Mentira! Somos un país en quiebra, un país que sobrevive gracias a préstamos que pagarán nuestros hijos y nietos. ¿Y cómo es que llegamos a la humillación histórica de país periférico, cuando hace algunos siglos fuimos el centro y el eje de toda Suramérica?
¿Neoliberalismo?
En algunos círculos políticos, incluso académicos, se comenta que el neoliberalismo es –aparte de la corrupción– el responsable de la humillante situación social, económica y política en que se encuentra el Perú. ¿Qué tan cierto es eso? ¿Hay realmente liberalismo económico en el Perú o, más aún, neoliberalismo?
En los noventa, cuando el liberalismo económico llegó como moda al Perú, en el diario “Gestión” –el principal periódico de economía y negocios del país de esos años– sosteníamos largas discusiones sobre su viabilidad. El liberalismo promueve la libertad económica, minimizando la intervención del Estado en el mercado. Si vamos a la fuente misma, el liberalismo económico puede ser comparado con la circulación sanguínea. En un país liberal, lo que debe fluir libremente es el capital, los servicios y la inversión y llevar oxígeno (bienestar) a todo el cuerpo social. Pero, ¿qué sucede cuando la sangre circula en un solo sentido o lleva oxígeno solo a algunos órganos del cuerpo humano? En otras palabras: ¿qué sucede cuando, por imposición del Estado, el capital solo circula en un solo sentido o hacia unos pocos bolsillos (transnacionales)? Cuando eso sucede, cuando el capital fluye en un solo sentido, o hacia un solo bolsillo, hay crisis en una parte del cuerpo social y sobrevienen los conflictos sociales y, en última instancia, los conflictos armados.
No es liberalismo cuando el Estado hace leyes con nombre propio para favorecer a ciertos grupos económicos, originando grandes disparidades de riqueza e ingresos. No es liberalismo cuando el Estado le obliga pagar impuestos antitécnicos al pequeño comerciante, pero no a las transnacionales, dejando de lado la libre competencia (la libre competencia hace crecer al mejor y no al que tiene compadres en el poder de turno). No es liberalismo cuando el Estado da preferencia al capital golondrino y solamente especulativo, y persigue con cualquier pretexto al capital productivo y/o nativo. No es liberalismo cuando, en la minería, las transnacionales no traen capital sino, más bien, con la ayuda del Estado y el poder político y el poder de las armas vienen a robar el capital que se encuentra enterrado debajo de los cerros. No es liberalismo cuando el Estado promueve monopolios (leche, azúcar, minería, servicios, etcétera) en sectores fundamentales para la supervivencia del país. No es liberalismo cuando las transnacionales tienen concesiones mineras (casi propiedades) para treinta años, perjudicando al país, cuya obligación es generar trabajo e impuestos a partir de sus riquezas.
Si no es liberalismo, ¿qué hay en el Perú? Es parasitosis. El país se encuentra secuestrado por una casta de piratas que solo buscan el bien particular y no el bien común. ¿Cómo así?
Poder económico
En el Perú el poder real se configura en forma de pirámide, donde el capital transnacional ocupa un lugar predominante. Es la misma estructura de la Colonia, con algunas adaptaciones al tiempo histórico. El gran capital se encuentra concentrado en las empresas mineras y del petróleo, la industria, las AFP, el gas, la pesca, la banca, los servicios (Telefónica, Claro, etc.), los puertos, los aeropuertos, grifos, cadenas de ferreterías y boticas, supermercados, cadenas de comida rápida, hidroeléctricas, agroindustria, refinerías. Estos capitales son, en su mayoría, transnacionales, pero ese no es el problema. El problema está en que en realidad no traen capital, dejan pocos impuestos, promueven monopolios, saquean los recursos naturales y destruyen el medio ambiente, practican la competencia desleal y ponen en peligro la estabilidad del país a largo plazo, pues de producirse una crisis (como ahora) abandonarían tierra firme o sangrarían al país con subsidios (como ahora), convirtiendo una crisis doméstica en una hecatombe. Por otro lado, se está acumulando el poder económico en pocas manos, sin democratizarlo, lo cual es peligroso pues el resentimiento puede desencadenar una crisis de alcances impredecibles.
Veamos el caso específico de la minería. La Historia se está repitiendo. Durante la Colonia fue España la primera potencia económica del mundo gracias al oro peruano y la plata del
Alto Perú (Potosí). Después, en la República, nuestro guano fertilizó las tierras de Europa. El caucho, el salitre y la pesca llenaron los bolsillos de otros. El gas se está yendo del país como por un tubo mientras nosotros cocinamos con bosta. En la actualidad se vuelven ricos con nuestros recursos empresarios de Canadá, Estados Unidos, China, Israel, Suiza, Australia, etcétera. Aquí todos acumularon riqueza, menos los peruanos. Aquí hay oportunidad para todos, menos para los nativos. El Perú no es exportador primario o de materias primas. La verdad es que ni siquiera somos un país picapiedras. El que extrae las piedras y las vende son las transnacionales y a cambio dejan al país un pequeño donativo con el nombre de impuestos.
¿Y es verdad que las transnacionales de la minería traen capital? Mentira… “El inversionista” llega al Perú cargando papel, digamos dos mil millones de dólares, pero papel, emitido sin respaldo en sus países de origen. Nos dicen que entrarán a los cerros a explotar oro, que nos darán trabajo, que pagarán impuestos, que construirán colegios y carreteras. Pero después de unos años de explotación, de los cerros sacarán veinte mil millones en oro. O sea, llegaron cargando papel, la mayor parte de ese papel se regresó en la compra de maquinarias, pero la empresa se fue de nuestro país llevándose veinte mil millones en valor tangible (oro) para sostener su economía. La pregunta es entonces: ¿dónde estaba el capital? ¿Dentro de nuestros cerros o vino del extranjero? Pues dentro de nuestros cerros. ¿Cuánto de impuesto pagaron? La ley dice que deben pagar el 30% de impuesto a la renta (ojo, no existe impuesto llamado canon) pero sucede que estas empresas elevan sus costos de producción y muchas veces no pagan impuestos y a veces pagan muy poco con relación a lo que se llevan. ¿Cómo se llama eso? SAQUEO… En la Bolivia de Evo Morales los “inversionistas” dejaban 82 de cada cien que ganaban y se llevaban 18; antes de Evo dejaban 18 y se llevaban 82; dijeron que con Evo los “inversionistas” se irían, pero no se han ido porque siguen ganando.
¿Es verdad que las transnacionales traen desarrollo y sin su presencia el Perú se puede ir a la quiebra? Otra mentira. China se está llevando hierro de Marcona (Ica) a cinco dólares la tonelada, pagando medio dólar en impuestos. Esa tonelada de hierro, al convertirse en acero en China, con la tecnología de hace un siglo, cuesta más de quinientos dólares (antes costaba mil dólares). Pero el acero no se queda como acero. Luego se convierte en cuchara, y ¿cuánto vale una tonelada de cuchara? Más de cinco mil dólares. Pero supongamos que esa tonelada de hierro se convierta en camioneta. ¿Cuánto cuesta una camioneta? Más de veinte mil dólares. ¿Y qué pasa si se convierte en computadora? Cien mil dólares la tonelada. Les pregunto ahora: nuestras materias primas que salieron del país dejando medio dólar por tonelada en impuestos, ¿dónde generaron más impuestos, ganancias y puestos de trabajo? En China. Es decir, nos están saqueando. Por eso no hay trabajo para la gente, solo cachuelos. Por eso no hay dinero para la educación y para el agro. Por eso hay pobreza total en todos los rincones. En algunos casos se llevan concentrado de cobre, que vale unos mil dólares la tonelada, pero ¿cuánto de oro y otros metales preciosos se va en esa carga? El kilogramo de oro cuesta más de cien mil soles. ¿Y qué quedó en las comunidades? Unos cuantos edificios, unas cuantas carreteras, una escuela y destrucción total. Ríos desaparecidos, pueblos borrados del mapa, destruida la estructura social de los pueblos. ¿Para qué queremos escuelas, carreteras, edificios, si después será un desierto?
Eso está pasando en todos los rubros. Están sangrando a la Patria, mientras sus hijos claman trabajo y sueñan con una vida digna. En los últimos veinte años estas empresas han acumulado mucha riqueza a costa de la pobreza y destrucción de los pueblos.
Poder político
Para acumular riqueza, los amos del país han tenido que controlar el poder político. ¿Quiénes son los dueños de los partidos políticos? Salvo pocas excepciones, personajes pertenecientes a la oligarquía local (Club Nacional) que sirven de bisagra a las transnacionales en la entrega, el control y el sometimiento del país. Ahora, para inscribir un partido político de alcance nacional se necesita millones de soles, igualmente se necesita mucho dinero para postular al Congreso y a la gobernación regional. Entonces no es democrático ni legítimo un partido (y el poder político) cuya fundación fue producto del poder económico y no de la voluntad de los ciudadanos.
Dentro del poder político no podemos dejar de mencionar al Poder Judicial, el brazo legal de las transnacionales que sirve para perseguir a todas las personas que se oponen al saqueo. ¿A que llaman Estado en el Perú? A esa empresa de las corporaciones donde, sin derecho a oponerse, los ciudadanos están obligados a obedecer, con castigo de ser encarcelados si disienten.
Poder de las armas
El poder que garantiza el saqueo y la enajenación es el de las armas, que controla a la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas y Policiales (el brazo armado de la oligarquía y de las transnacionales). Vean los apellidos de los generales. ¿Cuántos Huamán? ¿Cuántos Mamani o Quispe? Estos apellidos sólo encontramos en la tropa. Las viejas oligarquías controlan las armas del país a través de castas cerradas especialmente adoctrinadas (donde son elementos importantes la religión, el idioma, etnia, etcétera). Es difícil para el común del peruano ingresar a la escuela de oficiales (requisitos: talla, apellido, dinero y padrino) por más capacidades que tenga. Y si alguno logra ingresar, le dejan llegar solamente hasta capitán, mayor o comandante. Por eso, cuando, haciendo uso de sus derechos, los pueblos reclaman, esos oficiales ordenan disparar contra la población desarmada. ¿Cuántos muertos en los últimos treinta años? Miles.
Poder mediático
Los propietarios de los principales Medios de Difusión Masiva (MDM) del país están ligados, directa o indirectamente, a los que controlan el poder económico y político. (A propósito: no existen “medios de comunicación masiva”, pues comunicación es diálogo libre, horizontal y comprensivo entre interlocutores, imposible de realizarse con masas sino entre dos o pocas personas. Los diarios, la radio, la TV, el cine, Internet, etc., son medios de difusión o información masiva: vertical, manipulada y dominada por empresas, gobiernos, iglesias, desconocidos y similares). El Gobierno es visto como un botín, para que sólo unos pocos sigan acumulando riqueza, y no un medio de “búsqueda de bienestar colectivo”. Las oligarquías promueven a partidos o candidatos que les garantizarán el statu quo (el estado de la situación). Mienten quienes sostienen que en el país hay democracia (entendida como el gobierno de las mayorías, o “del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”).
Los MDM sirven de soporte a los otros poderes. Si, por ejemplo, un político o un dirigente comunal pone en peligro la estabilidad de una gran empresa o de un miembro de la oligarquía, los MDM afines salen de inmediato a decir que aquél es terrorista, agitador o resentido social. A veces van mucho más allá: lanzan campañas de demolición hasta desaparecer del mapa político a los opositores. La tan mencionada “libertad de opinión y expresión” sólo existe para los MDM de las multinacionales (transnacionales), mas no para los pequeños (varias radios regionales fueron cerradas impune y dictatorialmente en los últimos años), y menos para los dirigentes o políticos contrarios al sistema.
Lo más grave es que estos medios vienen aplicando la guerra asimétrica o de cuarta generación (guerra invisible) contra la población. Manuel Freitas dice al respecto: “Las batallas ya no se desarrollan en espacios lejanos, sino en su propia cabeza. Ya no se trata de una guerra por conquista de territorios, sino de una guerra por conquista de cerebros, donde usted es el blanco principal. El objetivo es difundir un mensaje para el sometimiento de masas. El objetivo ya no es matar, sino controlar. Las balas ya no apuntan a su cuerpo, sino a sus contradicciones y vulnerabilidades psicológicas. Su conducta está siendo chequeada, monitoreada y controlada por expertos en psicosociales. Su mente y su psicología están siendo sometidas a operaciones extremas de guerra de cuarta generación. Una guerra sin frentes ni retaguardias, una guerra sin tanques ni fusiles, donde usted es, a la vez, la víctima y el victimario”.
Por ejemplo, para controlar o direccionar a la población en tiempos de elecciones o para legitimar fraudes electorales vienen aplicando varias fórmulas. El control de la población se efectúa mediante una mezcla de propaganda y terror. Es pues la guerra sicológica aplicada a una población desinformada y previamente preparada mediante mensajes sutiles. Por ejemplo, cada vez que los maestros, las comunidades campesinas o cualquier otro sector anuncian una huelga o una marcha, inmediatamente aparece una bandera roja con la hoz y el martillo en algún lado, o se “produce” un ataque terrorista a un convoy militar, o un grupo de “asaltantes” comienza a disparar contra estudiantes. ¿Casualidad? No. Es un sistema avanzado de manipulación mental y control social, donde, según Freitas, se produce “el uso sistematizado del terror (realizado por grupos operativos infiltrados en la sociedad civil) complementado con operaciones psicológicas mediáticas, orientadas al aprovechamiento social, político y militar del hecho terrorista".
La guerra irrestricta
La fuerza de un pueblo se mide por la cantidad de energía e inteligencia que poseen sus miembros; su grandeza depende de cómo desarrolla esa inteligencia y cómo canaliza esa energía, dependiendo si es hacia la construcción de una Nación poderosa o hacia la autodestrucción. La “guerra irrestricta” (cien veces más letal que la guerra asimétrica) apunta al lento deterioro y la destrucción de las fortalezas de un pueblo. El Perú, el centro del universo latinoamericano durante el incario, es heredero de sangre laboriosa y creativa. ¿Qué fórmula vienen empleando para destruirlo? Crearon primero a Sendero en los pueblos chankas, cuando el Perú ya empezaba a industrializarse, para que se maten entre peruanos, para después imponer con Fujimori la Constitución del saqueo, y ahora vienen usando los MDM para canalizar las energías del hombre andino hacia objetivos autodestructivos. No es raro que todos los canales estén llenos de noticieros que elevan a los ladrones, asesinos y bataclanas a la categoría de héroes, y programas donde se hace apología del travestismo para empujar a la sociedad hacia la perversión en vez de impulsar la cultura, la razón y el amor a la Patria.
Igualmente, otra fortaleza a la cual vienen destruyendo sistemáticamente, con tratados de “libre comercio”, es el agro y la industria nacionales. En la actualidad el 60% de lo que come el país viene del exterior: trigo (derivados: pan, fideos), maíz amarillo que sirve para alimentar a los pollos, los lácteos, soya, carnes, mantequilla. ¿Para qué se enajena, desesperadamente, cerros de minerales a precio de gallina flaca? Para tener divisas. ¿Y divisas para qué? Para importar productos. Es decir, se remata materias primas en vez de fabricar maquinarias y se trae alimentos en vez de producirlos. ¿No sería mejor impulsar el agro peruano, con subsidios y capacitación técnica? Acostumbrar a las poblaciones a los productos importados, sobre todo enlatados comestibles, es una de las fórmulas infalibles para tenerlas atadas a la dependencia.
Por último, para que no se pueda consolidar la idea de Patria o Nación, para que los peruanos no seamos un solo bloque invulnerable, vienen promoviendo la dispersión y la división desde los MDM (por ejemplo, machismo contra feminismo, derecha contra izquierda, costeños contra serranos, demócratas versus terroristas, música caribeña versus el huaino, viejos contra jóvenes, pero no conocimiento versus ignorancia, o sociedad de la virtud versus sociedad de la perversión). División en las casas, durante las elecciones, en la percepción de historia, en los gustos, en los objetivos, jamás unidad. Todas estas trampas apuntan a pulverizar cualquier idea de Patria.
El Perú, después del coronavirus
En conclusión, vivimos en un país secuestrado. Después del coronavirus viene la pelea contra el verdadero virus que ha podrido el cuerpo social del Estado peruano. Es un virus que está actuando igual que la sífilis. La sífilis es un virus que ataca al cuerpo humano, pero no lo mata porque lo necesita para vivir. Los parásitos que han secuestrado a nuestro país hablan de liberalismo y de minimizar al Estado, incluso desaparecerlo, pero usan al Estado para vivir (subsidios) y para crecer (leyes exclusivas).
Un mundo donde impera el liberalismo tiene dos actores: los países y los individuos. Se debe garantizar las libertades individuales, es cierto, pero el país debe garantizar también su supervivencia. En un mundo de extrema competencia por el mercado y los recursos, un país como el Perú (lleno de malnutridos, enfermizos y semianalfabetos) está destinado a desaparecer. Entonces la educación y la salud gratuitas y de calidad –al igual que una alimentación sana y universal– en un mundo liberal y altamente competitivo no solo son derechos que el ciudadano debe reclamar; son obligaciones que el Estado se debe imponer, por ser una necesidad de supervivencia como país. Por igual razón, la industrialización es una obligación para maximizar ganancias a partir de materias primas propias o adquiridas, cuyo único fin es garantizar el bienestar de los ciudadanos. No hay país que sea competitivo sin haber invertido en educación, salud y nutrición. Para eso, antes hay que hacer reformas en la Constitución.
Allin Kawsay, el nuevo paradigma
Después de la pandemia nos tocará diseñar el destino del nuevo país. Y nos tocará escoger entre dos caminos: 1) El Perú seguirá perteneciendo a cien transnacionales, quienes acumularán riqueza en pocas manos a costa de todo un país, y nuestra mayor aspiración será la estabilidad económica; o 2) El Perú pertenecerá a los más de treinta millones de peruanos, y nuestra mayor aspiración será alcanzar la categoría de primera potencia de Sudamérica.
Habrá pelea, es cierto. Porque no solo se trata de extirpar de raíz a las sanguijuelas que sangran al país con el cuento de liberalismo y libre mercado. También se trata de lanzar desde aquí nuevas ideas que transciendan al tiempo histórico.
La Civilización del Capital (liberalismo o socialismo, competencia o lucha de clases), cuyo ámbito de acción –como herramienta que es– solo se limita a la administración del capital, no puede resolver los grandes problemas de nuestra sociedad, que son sociales, políticos, ambientales, culturales, etcétera. Es más: el interés utilitario individualista de la técnica y la ciencia ha degenerado en la crisis total que vivimos ahora. El ser humano se ha subordinado al producto de su voluntad: el capital. El hombre de la Civilización del Capital ya no es un ser libre sino esclavo de su propia creación. Porque el capital se ha convertido en el principio, el centro y la meta de todo lo que existe y de todo cuanto debe hacerse.
Precisamos entonces de algo más potente para sacar el país del hoyo, de una idea que trascienda a la Civilización del Capital, el causante de los grandes problemas de la humanidad. Creo firmemente que hay una teoría más avanzada, producto de miles de años de civilización y rescatada del olvido en los Andes, que se llama Allin Kawsay (sin traducción en español pero que se acerca a “coexistencia” o “armonía”). No precisamos de lucha o competencia de clases, sino de la cooperación de clases (ayni). La organización social y económica de las sociedades en la Civilización del Capital es piramidal. Por tanto, estás encima de alguien o debajo de alguien. En Allin Kawsay es circular, como en la danza: estás, al mismo tiempo, delante de todos y detrás de todos; en conclusión, eres parte de la armonía o de la coexistencia. Ni izquierda ni derecha. Simplemente antisistema.
Hernán de la Cruz Enciso
Escritor y periodista. Militante del partido Democracia Directa. Se presentará como precandidato a la Presidencia de la República.
http://www.tankaramaru.blogspot.com
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