Venezuela ¿la ficha ganadora de Trump?

26/06/2020
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Donald Trump quizás se halla en el peor momento de su compromiso con el “establishment” que lo mantiene en el poder. En contraprestación, muestra el apuro por sacar la ficha del jaque y mate con la que procura sostenerse y prolongar su inquilinato en el despacho oval: Venezuela.

 

Con una imagen que ya no sube a los ritmos algorítmicos de su ‘mago publicitario’ -odiado por la crema y nata republicana, la quejumbrosa oposición ‘demócrata, y por otros millonarios que resienten los abusos del jerarca en twitter, facebook y otros espacios- el tío menos querido de la familia Trump, no para de equivocarse en esta carrera por el poder político, bajo un sistema que hace insostenible una geopolítica racional para el planeta entero.

 

Es natural que la población estadounidense –consciente- repudie o vea con sospecha y enfado la propuesta ‘trumpiana’ de transformación de la policía estatal y el sostenimiento de la política pública que inventa “razas” humanas, obligando a la gente a dar cuenta de su procedencia étnica, dos situaciones que le tienen el ‘gorro lleno’ a la masa afroamericana y migrante en EE.UU, que, aunque no tienen acceso al voto directo, sí inciden electoralmente.

 

Después de quitarle el apoyo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) y mostrar el peor lado del clasismo supremacista que representa - haciendo de la salud pública un chiste despiadado que terminó con la intoxicación de aquellos que, creyendo aún en la formalidad de una investidura presidencial, ingirieron desinfectante por recomendaciones de Trump- los gurús propagandísticos y los financistas “super pac” pro republicanos andan nerviosos.

 

La situación del presbiteriano se traduce en un escenario sombrío para Venezuela y sus recursos económicos, energéticos y minerales, que tal vez percibe como luz al final del túnel para arreglar su situación política, a fuerza de recursos económicos, propiedades del Estado venezolano como CITGO y más de 30 toneladas de oro represadas en Reino Unido, uno de los países con los que EE.UU habría compartido la tajada iraquí, tras devastar el país árabe.

 

En el esfuerzo por lavar sus “pecados políticos” el mandamás estadounidense con menos talante político entre los que ha puesto el “establishment” frente al poder político -y tal vez el que mejor lo representa en toda su extensión característica- no es de extrañar que solvente los problemas que enfrenta, a punta de dinero y poder, una experiencia que personajes como Jhon Bolton ya han comprobado. 

 

A medida que se aproximan las elecciones estadounidenses, Trump arrecia su verbo contra Venezuela e inventa tretas como la posibilidad de un diálogo, que, aunque se realizara, no significaría el retroceso en la Orden Ejecutiva 13692 que acusa al país bolivariano de ser una “amenaza inusual y extraordinaria”. Trump “no se manda solo” y hay demasiada demanda energética en EE.UU para pensar, inocentemente, en que cambiará su política de consumo.

 

El mandamás estadounidense, millonario de cuna, sigue y seguirá manejando las relaciones geopolíticas desde la ganancia económica, la fuerza y el arrebato contra el débil estatal, pues no es una política de él, es una política estadounidense. Sería una ingenuidad creer que los poderes fácticos que mantienen el estatus de vida “americano” cedan en sus propósitos. La historia no miente.

 

Esa misma mano yankee ha sido denunciada por poner en jaque o destronar gobiernos progresistas latinoamericanos debilitando bloques regionales y desarticulando todo vestigio insurgente en Suramérica bajo el calificativo de “terrorismo”; así como de usar diplomacia de amplio espectro para alentar subrepticiamente la contrainsurgencia en Venezuela y otros países de la región y fortalecer sus bases militares y su presencia en América Latina.

 

El clásico concepto de seguridad nacional que consistía en blindar militarmente un país, se transformó entre finales del siglo XX e inicio del siglo XXI. Hoy los gobiernos, junto al arsenal bélico, deben tener recursos más sofisticados para abordar su seguridad interna: altos niveles de diplomacia, alianzas regionales estratégicas, nuevos mecanismos de cooperación y abastecimiento de tecnología de punta.

 

América Latina está llena de cicatrices dejadas por intervenciones estadounidenses. Probablemente Nicaragua sea uno de los países en esta parte del continente americano, sobreviviente exitoso de la política guerrerista estadounidense en diferentes años y formas. Si la ficha ganadora a la que apuesta Trump es Venezuela, ahí está echada la suerte de toda América Latina y su impacto en la geopolítica mundial, no importa cuán genuflexos sean los mandatarios que se aliaron con Trump en la región.

 

Ramaris Vásquez, periodista venezolana. Con estudios de Especialización en Derechos Humanos, de la Universidad Nacional Abierta (UNA), Venezuela.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/207496
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