La reflexión respecto a las infancias y juventudes es indisociable de la referida a las desigualdades sociales. Su mención en plural y no en singular da cuenta de su carácter heterogéneo y disímil que fue señalado por varios de los trabajos fundacionales del área, como los de Bourdieu (1990) para el caso de la juventud, en tanto rasgo característico de esta construcción categorial: un arbitrario conceptual que pretendía –y pretende– agrupar realidades y vivencias diferentes bajo una impresión monolítica. En su relación con ambos colectivos, las desigualdades sociales ocupan un lugar preponderante de análisis, al heredarse posiciones privilegiadas o desfavorables. Así como la reflexión sobre la desigualdad no puede omitir temas ambientales, ecológicos, de diversidad, de género y etnia, entre otros, no puede prescindir de la dimensión generacional para dar cuenta de la perpetuación, amortiguación o agudización de los problemas sociales. Esto es particularmente relevante en América Latina y el Caribe (ALC), donde las estadísticas muestran que no se trata del continente más pobre, pero sí el más desigual.