Gulumapu y Puelmapu juntos contra el terrorismo estatal
- Opinión
A propósito de las violentas acciones racistas cometidas la noche del 1 de agosto, de parte de sectores de ultra derecha de Chile contra integrantes de comunidades mapuche, se buscará problematizar un proceso de colonización del Wallmapu de parte del Estado de Argentina y Chile iniciado en el siglo XIX. Los comuneros se encontraban en un proceso de toma de distintos municipios de la Provincia de Malleco, como forma de presión por la situación de 27 presos políticos mapuche, quienes se encuentran en huelga de hambre.
Un proceso colonial desde ambos Estados, nombrado desde el discurso racista, como la “Conquista del Desierto” y la “Pacificación de la Araucanía”, evidencia explícitamente la concepción de inferioridad y de salvajismo que han tenido las elites políticas, militares, económicas y religiosas sobre el pueblo mapuche.
Es así como esta situación puntual ocurrida, no es otra cosa que la herencia de un proceso de limpieza étnica y de terrorismo estatal. Si bien puede situarse históricamente en las campañas realizadas por parte del conquistador argentino Julio A. Roca y del conquistador chileno Cornelio Saavedra a mediados del siglo XIX, ha sido constante la profundización de aquel etnocidio y ecocidio, los cuales han estado directamente relacionados a la expansión de la producción agropecuaria, petrolera, forestal, minera, salmonera, hidroeléctrica, para de esa manera sostener economías extractivas que se han dedicado principalmente al saqueo desenfrenado de bienes comunes.
No es casualidad por tanto, que el genocidio, persecución y desplazamiento de comunidades mapuche se haya mantenido históricamente, en mayor o menor medida, más allá de los distintos gobiernos de Argentina y Chile, ya sea liberales como conservadores, socialistas como peronistas, los cuales han visto al mapuche como un obstáculo para alcanzar un ideal de progreso, desarrollo o revolución, que no es otra cosa que la imposición de un proyecto civilizatorio de muerte, cuyo principal fin es colonizar todos los territorios posibles, sin importar el costo humano y de la Madre Tierra.
No obstante, no será hasta con la imposición de dictaduras en la década de los 70 en ambos países, y luego con la implementación de recetas neoliberales, que se iniciará un proceso de privatización de los territorios mapuche, en donde grandes empresas se instalarán para producir esas tierras desde una lógica puramente de acumulación capitalista, mostrando una evidente complicidad de parte de la clase política desde la vuelta a la democracia en Argentina y en Chile, en donde tanto los gobiernos de Carlos Menem como de los de la Concertación, se subordinaron completamente al capital trasnacional.
Los casos de comienzos de los 90, de parte del grupo Benetton en Argentina y de la empresa Endesa en Chile, no hicieron otra cosa que iniciar un proceso de apropiación de miles de hectáreas y de fuentes de agua, sumado a lo realizado por otras grandes empresas dedicadas a la sobreexplotación de árboles, salmones, petróleo, minerales (Arauco, Colbún, YPF-Chevron, Enel, Ima Resources, Agrosuper, Pan American Silver, Metallurgical Construction Corporation), las cuales han servido para desarrollar el negocio extractivo a través del despojo privado, siendo el Estado de ambos países, el garante de aquello, mediante la militarización, la represión, el encarcelamiento y la instalación de un Estado Uninacional, por medio de leyes antiterroristas, instalaron la idea de un mapuche como enemigo interno.
Esto va acompañado por el asesinato de dirigentes por la causa mapuche en los últimos años, con la complicidad de ambos Estados, como pasó con Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, Matías Catrileo, Alex Lemun, Macarena Valdés, Camilo Catrillanca, entre otras personas, y además el hostigamiento sistemático a Alberto Curamil, a quien a pesar de haber recibido el Premio Ambiental Goldman 2019, el Estado de Chile prefirió encarcelarlo por movilizarse contra el proyecto hidroeléctrico Alto Cautín.
Por todo ese escenario similar históricamente, de parte del Estado de Argentina y Chile, que la lucha por la autodeterminación del Wallmapu, necesariamente tenga que ser entre Gulumapu (tierra mapuche del oeste) y Puelmapu (tierra mapuche del este), solo así se podrá generar un horizonte descolonizador. De ahí que la plurinacionalidad deba plantearse más allá de los límites territoriales de los Estados, los cuales están pensados desde lógicas económico- militares y no desde las comunidades y ecosistemas.
Andrés Kogan Valderrama
Sociólogo
Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable
Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea
Doctorando en Estudios Sociales de América Latina
Integrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social
Editor del Observatorio Plurinacional de Aguas www.oplas.org
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