Limitaciones y fracasos del progresismo en América Latina
- Opinión
Introducción
Es indudable que la derrota electoral sufrida por el Frente Amplio en Uruguay -que interrumpe un período de 15 años de gobierno a través de tres períodos consecutivos- fue el acicate para la redacción de este material.
Sin embargo, desde hace ya tiempo avizorábamos y manifestábamos la necesidad y conveniencia de iniciar un proceso de discusión –primero al interior de cada organización en su país- para luego proceder a un intercambio en el seno de la izquierda latinoamericana y caribeña.
De carácter amplio y profundo a la vez, que diera cuenta en forma autocrítica y detallada tanto de las insuficiencias como los errores en los que incurrieron las distintas fuerzas de izquierda y progresistas en el gobierno de sus países, que redundaron a la postre en la pérdida de los mismos.
Lo hacíamos convencidos que sólo un intercambio sereno, profundo y fraterno de las conclusiones de los análisis de los errores e insuficiencias acaecidos en cada país, en ámbitos como por ejemplo el Foro de Sao Paulo –en sesiones de trabajo cerradas, sin declaraciones púbicas- podría ser una base enriquecedora; un punto de partida para dotarnos de las herramientas aptas para reconquistar las posiciones perdidas en varios de nuestros países.
Lamentablemente esto aún no se ha producido.
En nuestro país, ya al otro día de la derrota en la segunda vuelta de la elección presidencial, se comenzó a hablar –y se sigue hablando- de la necesidad de procesar una autocrítica en el seno del Frente Amplio.
Nadie puede estar en contra de tal propósito.
Ahora bien, entendemos que no es una cuestión de forma (si se nombra una comisión, si se trabaja sobre un punteo o un documento base, etc.), sino de hondo contenido político.
Se trata de ir definiendo entre todos los alcances y profundidad de esa autocrítica, a lo largo y ancho de toda la estructura orgánica, para que el proceso de discusión de miles y sus conclusiones sea la herramienta que nos permita rectificar el rumbo.
No podemos negarnos esta oportunidad de procesar una fértil discusión política e ideológica que evite quedarnos anclados en aspectos puntuales o superficiales como algunos sobre la estrategia electoral, la campaña, los candidatos propuestos, o buscar atajos a una verdadera síntesis mediante bien intencionados pero efímeros “consensos semánticos” en aras de una supuesta “preservación de la unidad” (falso concepto sobre el cual nos referiremos más adelante).
Este material pretende solamente brindar algunos insumos a la discusión fraterna y profunda que nos debemos todos.
Si algunos de sus contenidos o afirmaciones sirvieran para promover la reflexión y la polémica dentro o fuera de fronteras, nos consideraremos plenamente satisfechos.
Situación internacional
Podemos afirmar que estamos hoy a las puertas de un proceso de viraje de tremendo impacto en la historia universal.
Se trata ni más ni menos que la hegemonía occidental en el mundo – construida a partir de 1492 con el inicio del comercio internacional y que de acuerdo con Immanuel Wallerstein detentaran brevemente las Provincias Unidas Holandesas en el siglo XVIII, el Reino Unido en el XIX y Estados Unidos de América a partir de mediados del siglo XX- pasará a ser detentada por Oriente (principalmente China y Rusia).
Sería imposible –y temerario, además– estimar un plazo para ello y probablemente nuestra generación no lo verá.
Pero como en la música la obertura cumplía originalmente la función de llamado de atención y adelanto para el espectador del relato que se desarrollaría posteriormente en la ópera propiamente dicha, hoy podemos afirmar que ya escuchamos los primeros acordes de la obertura que anuncia este viraje trascendental.
He ahí el motivo principal del desarrollo de una nueva contraofensiva del imperialismo en todo el mundo. Son los desesperados intentos de los Estados Unidos de América (EUA) por mantener su condición de potencia hegemónica.
China, con sus inversiones en alta tecnología y su estrategia de expansión comercial mediante la llamada “nueva ruta de la seda”, se ha convertido en su principal rival.
En última instancia, siempre la economía
Podríamos decir que la esencia del modo de producción capitalista se evidencia en la historia de sus crisis cíclicas.
En el proceso histórico del capitalismo, por medio de los avances tecnológicos, se fue transitando de la manufactura a la mecanización, luego a la automatización y hoy se llega a la cada vez mayor robotización en sus procesos productivos.
Esto hace que, en la ecuación de la composición orgánica del capital, la proporción de participación del capital fijo (máquinas) aumenta cada vez más, mientras la del capital variable (mano de obra) disminuye.
En cuanto el valor de un producto está en relación directa al plusvalor que aporta el trabajo humano -y la apropiación de esa plusvalía constituye la ganancia del capitalista – podemos concluir que el proceso industrial tiende a aumentar su productividad (mayor producción en menor tiempo) y disminuir en términos de valor.
Esta tendencia que va generando un desempleo crónico, así como la precarización del trabajo, se trasunta en una crisis estructural del sistema capitalista y confirma lo que Marx denominaba “ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia”.
Éramos pocos... y vino el COVID 19
El capitalismo en su lógica de mantener su funcionamiento y maximizar las ganancias -en su afán de acortar los ciclos productivos incluyendo los tiempos de crianza de ciertos animales para consumo- no para mientes en atentar contra el medio ambiente y la naturaleza toda. He aquí el origen de distintas mutaciones, como por ejemplo el del virus original de la gripe en gripe aviar, porcina y bovina.
La actual pandemia lleva a extremos dramáticos las condiciones de vida de la mayoría de la humanidad y pone a la larga en cuestión la propia supervivencia en el planeta.
El informe emitido por la Comisión Económica para la América Latina y el Caribe (CEPAL) el 15 de julio con datos al 30 de junio es de por sí alarmante.
Transcribimos algunos de ellos: comienza diciendo “La economía mundial experimentará su mayor caída desde la Segunda Guerra Mundial y el producto interno bruto (PIB) per cápita disminuirá en el 90% de los países, en un proceso sincrónico sin precedentes.
En 2020, el PIB mundial se reducirá un 5,2%. La caída será del 7,0% en las economías desarrolladas y del 1,6% en las economías emergentes.
En 2020, el volumen del comercio mundial de bienes disminuiría entre un 13% y un 32%”. La CEPAL proyecta, para el conjunto de la región, una caída promedio del PIB del 9,1% en 2020, con disminuciones del 9,4% en América del Sur, el 8,4% en Centroamérica y México, y el 7,9% en el Caribe, sin incluir Guyana, cuyo fuerte crecimiento lleva el total subregional a una caída del 5,4%.
Dado que los indicadores de empleo en los primeros cuatro meses del año ya muestran un deterioro de las condiciones laborales y tomando en cuenta las nuevas proyecciones del PIB, se espera que la tasa de desocupación regional se ubique en alrededor del 13,5% al cierre de 2020.
Con la nueva estimación, el número de desocupados llegaría a 44,1 millones de personas, lo que representa un aumento cercano a 18 millones con respecto al nivel de 2019 (26,1 millones de desocupados)”.
La CEPAL proyecta que el número de personas en situación de pobreza se incrementará en 45,4 millones en 2020, con lo que el total de personas en situación de pobreza pasaría de 185,5 millones en 2019 a 230,9 millones en 2020, cifra que representa el 37,3% de la población latinoamericana.
Dentro de este grupo, el número de personas en situación de pobreza extrema se incrementaría en 28,5 millones, pasando de 67,7 millones de personas en 2019 a 96,2 millones de personas en 2020, cifra que equivale al 15,5% del total de la población.
También proyecta un incremento de la desigualdad en la distribución del ingreso en todos los países de la región. El índice de Gini se incrementaría entre un 1% y un 8% en los 17 países analizados. 1
El capitalismo está atravesando una crisis de enormes dimensiones. No hablaremos de “la crisis final del sistema”, pero sí de una crisis de larga duración y que más allá de eventuales mejoras y nuevas recesiones parciales, tiene instalado el germen de su enfermedad sistémica terminal.
Finalmente podemos afirmar que el capitalismo en su actual fase depredadora de los recursos naturales del planeta, nos está conduciendo a lo que podríamos llamar una crisis civilizatoria.
Cerramos estos párrafos de diagnósticos con algunas reflexiones del intelectual mexicano Armando Bartra sobre el porqué de una “gran crisis” y no solo una crisis que nos eximen de más comentarios:
“Finalmente, la Gran Crisis pone en entredicho a la propia civilización industrial. La ciega carrera tecnológica y el desbocado crecimiento de la producción en un orden movido, no por la generosidad, sino por la codicia, nos condujeron a un mundo física, económica, social y espiritualmente inhabitable. La pretensión de hacer tabla rasa de la diversidad natural talando bosques, aplanando tierras y enclaustrando aguas, todo para establecer vertiginosos monocultivos; la intención de barrer con la diversidad cultural emparejando a los hombres transformados así en simples trabajadores y consumidores; el desarrollo de la industria a costa de la agricultura y de las ciudades en demérito del campo, fueron magnas transformaciones hechas en nombre de la construcción de un mundo de abundancia y una sociedad opulenta. El resultado ha sido un mundo de escasez tanto ambiental como económica y una sociedad física y espiritualmente estragada.” 2
La contraofensiva imperialista
En este marco, de crisis estructural, los EUA desarrollan en forma desmesurada su complejo militar – industrial, con la pretensión de que cumpla un doble rol simultáneo: como instrumento de paliación de los efectos sociales de la misma dentro de fronteras y de expansión militar en aras de mantener el control hegemónico de zonas claves en el mundo.
Esto explica la demencial política exterior practicada groseramente con prepotencia y sin ningún tipo de ambages por el Presidente Trump (el gran fanfarrón) respaldado por los sectores más reaccionarios del país.
Valgan a modo de ejemplo el recrudecimiento del bloqueo a Cuba y la guerra no declarada a Venezuela, o las provocaciones a China, Corea del Norte, Siria o Irak (como la orden del asesinato el 2 de enero mediante un bombardeo de un dron cerca del aeropuerto de Bagdad del General Qassem Soleimani, encargado de las operaciones fuera de Irán de los Guardianes de la Revolución) que pusieron a la región al borde de una confrontación de consecuencias incalculables.
Asimismo, desde comienzos de este siglo, la presencia estadounidense en África se ha intensificado con la creación del Comando África (africom) y la instalación de pequeñas bases militares móviles.
Mantienen la guerra en Somalia y Libia disputando su predominio en el continente con China y Rusia.
Nuestra región latinoamericana y caribeña - considerada el patio trasero de los EUA desde 1823 por la llamada “Doctrina Monroe” que postulaba una “América para los americanos”- vuelve a ser hoy un teatro de operaciones prioritario para esta contraofensiva, luego de los reveses políticos sufridos a partir de 1999.
Las fuerzas de izquierda y progresistas fueron ganando espacio palmo a palmo en las diversas luchas sociales que protagonizaron en los años 90 enfrentando las medidas gubernamentales de corte neoliberal, de nefastas consecuencias, impuestas y monitoreadas por los organismos económicos internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), de acuerdo a los postulados del llamado Consenso de Washington.
Se generó así un proceso de acumulación de fuerzas que dio lugar a la conquista primero de gobiernos locales y luego del gobierno nacional en varios de los países del continente a saber: Venezuela en 1999, Brasil y Argentina en 2003, Uruguay en 2005, Bolivia y Honduras en 2006, Ecuador y Nicaragua en 2007, Paraguay en 2008, El Salvador en 2014 y México en 2018.
Las características de la contraofensiva
La actual contraofensiva del imperialismo dista bastante en sus métodos, respecto a la que aplicara en la década de los años 70 del pasado siglo en nuestra región.
Mientras aquella consistió en golpes de Estado cívico – militares de similares características, como si de trajes de confección en serie se tratara, la actual se basa en la llamada estrategia del “golpe de Estado blando” también llamado “golpe suave” detallada por Gene Sharp, politólogo estadounidense, en un ensayo titulado “De la dictadura a la democracia” publicado a fines de los años 90 del siglo pasado.
Consiste en cinco pasos sucesivos (“ablandamiento”, “deslegitimación”, “calentamiento de calle”, “combinación de formas de lucha” y finalmente “fractura institucional”), que se aplica “a la medida” de cada país de acuerdo a las posibilidades que encuentran.
En síntesis, se trata de cabalgar sobre los conflictos y promover el descontento, manipulando los factores que generan malestar social, como el desabastecimiento, índices de criminalidad, fluctuación de la cotización del dólar, lockout patronal, y un largo etcétera.
Un instrumento indispensable y muy bien utilizado para la aplicación de esta estrategia han sido sin duda los medios masivos de comunicación.
Jugaron un papel fundamental en el rol de deslegitimación de los gobiernos progresistas, ampliando la duración de los informativos y los espacios dedicados a la crónica roja, machacando un día sí y otro también sobre el tema de la permanente inseguridad para así instalar en la opinión pública la idea de la inoperancia gubernamental en el combate a la delincuencia. Asimismo, echando a correr denuncias o insinuaciones sin fundamentos sobre presuntos actos de corrupción; fueran en la esfera personal o en la gestión.
Otro elemento que ha jugado similar papel ha sido la creciente influencia de las iglesias evangélicas y pentecostales en nuestra región.
En los documentos de la CIA, conocidos como Documentos de Santa Fe (cuatro documentos redactados entre 1980 y 1986), ya se planeaba la necesidad de financiar y potenciar el “desembarco” y acción de estas iglesias como forma de dar batalla a la izquierda por la hegemonía cultural en nuestras sociedades, tratando de promover las costumbres estadounidenses y desviar las demandas populares hacia el activismo religioso.
Como consecuencia de esta contraofensiva, se produjo el golpe de Estado en Honduras en 2009, el proceso de “destitución” de Dilma Rousseff en Brasil en 2016, la derrota electoral del kirchnerismo en la Argentina en 2015, la traición absoluta a todos los postulados de Rafael Correa en sus 10 años como Presidente en Ecuador por parte de su sucesor y actual mandatario Lenin Moreno, el golpe de Estado en Bolivia el 10 de noviembre de 2019 y la derrota electoral del Frente Amplio en Uruguay luego de 15 años en el gobierno, en las elecciones de octubre y noviembre de 2019.
En Argentina vuelve a triunfar el peronismo en 2019.
Además de la Revolución Cubana, que sigue resistiendo heroicamente los embates imperialistas estadounidenses desde hace más de sesenta años, hoy tenemos en la región gobiernos progresistas en sólo en Argentina, México, Nicaragua y Venezuela.
Asimismo, el imperialismo centró sus esfuerzos en neutralizar las iniciativas que propendieran a la integración soberana de los países de la región que se fueron creando, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos ALBA – TCP, en 2004, la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR en 2008, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños CELAC en 2011.
Como parte de su ofensiva contra el proceso de cambios en la República Bolivariana de Venezuela, incidió en la creación del llamado “Grupo de Lima” a partir de la Declaración de Lima del 8 de agosto de 2017 en contra del gobierno legítimo de Venezuela.
Lo mismo hizo para que los Presidentes de Colombia y Chile propusieran la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (PROSUR) a principios de 2019 y enterrar a la UNASUR.
Estos hechos reseñados, nos dan pie para formular algunas reflexiones:
1) Las diferentes contraofensivas del imperialismo están destinadas a mantener a nuestra región bajo su hegemonía, como elemento de primer orden para el mantenimiento de su primacía como potencia capitalista en el mundo.
Tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial son instrumentos para tal fin.
Todos los pueblos de la región hemos sufrido sus terribles políticas de “ajuste”, aplicadas por gobiernos serviles siempre a costo y en detrimento de los trabajadores, para beneficio de los capitalistas locales; y en su correlato macroeconómico internacional, manifestadas en la expoliación de los países dependientes por parte de los principales países capitalistas.
Este último fenómeno mencionado es el llamado desarrollo desigual y combinado, inherente en todo tiempo al sistema capitalista como tal; y llevado a su extremo en el marco de las ya mencionadas crisis cíclicas del mismo debidas a la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (“crisis dineraria” al decir de Marx en “El Capital”).
Por lo tanto, no existe para nuestros países una “vía al desarrollo” consistente en tomar como modelo a alcanzar a los países “desarrollados”, haciendo bien los deberes que nos indican sus organismos internacionales; tal como ellos (y sus gerentes nativos en cada país) nos lo han hecho creer durante décadas.
Por el contrario, en épocas difíciles, la presión aumenta y el mencionado desarrollo desigual y combinado, se complementa con un vaciamiento compuesto y sincronizado en nuestros países: el económico y el democrático (en este último se incluyen los llamados “golpes blandos” ya mencionados).
2) Dan por tierra con la “tesis de los ciclos” en la región, por la cual luego de finalizar un ciclo de gobiernos progresistas, se inicia otro de gobiernos conservadores. Esta interpretación un tanto mecanicista – y por ello empobrecedora del análisis que pretende elaborar – no puede dar cuenta tanto de la coexistencia en la región como de la alternancia en un país de gobiernos con concepciones políticas totalmente opuestas entre sí.
3) Al mismo tiempo queda comprobada una vez más la vigencia del proceso de la lucha de clases como parte integral del devenir histórico de las sociedades, que se desarrolla con características propias en cada país. Y por ello son intransferibles; pautadas por períodos de avances y de retrocesos, triunfos y derrotas. En esa particularidad polifacética y zigzagueante, radica su riqueza y la necesidad de un estudio específico que dé cuenta de la misma.
La estrategia del imperialismo cabalga sobre nuestras propias debilidades
Es indudable que la estrategia global del imperialismo se vio facilitada por las carencias propias de los gobiernos progresistas de nuestra región.
Hay una que parece ser un común denominador en todos los llamados procesos de cambio: la ingenuidad.
En política se puede ser de cualquier tendencia menos de la de los cándidos; ya que los pueblos terminan pagando un precio político muy alto.
Más allá de las circunstancias específicas y características propias de los gobiernos de cada país, intentaremos señalar algunos errores y limitaciones comunes del progresismo, que a la postre lo llevan a su fracaso.
La batalla de ideas y nuestras derrotas
La hegemonía en el campo cultural es una parte integral del proceso de la lucha de clases.
La clase dominante la ejerce cuando en una sociedad culturalmente diversa, su cosmovisión es aceptada como si fuera una norma cultural universal, natural y por ello inevitable y esencialmente inmodificable; y no como una construcción social en beneficio de dicha clase dominante.
El no haberla valorado en su debida forma y actuado en consecuencia, es a mi juicio el error fundamental del cual se desprenden las causas puntuales específicas que dan cuenta de nuestra desacumulación en cada país.
Hemos sufrido una derrota cultural y hay que admitirlo claramente.
A modo de ejemplo, cabe hacer una primera puntualización acerca de la definición del neoliberalismo en tanto estrategia global imperialista - que abarca aspectos económicos, políticos, ideológicos, culturales y militares - y no meramente una política económica; lo que en su momento estuvo en debate en la izquierda.
Esto no fue un matiz menor, o parte de una discusión académica.
Se trasuntó en medidas políticas concretas, así como en omisiones – fueran de gobierno o de la fuerza política - que tuvieron consecuencias en la pérdida posterior de esos espacios institucionales que se habían conquistado en muchos de nuestros países.
El haber pasado por alto el hecho de que esta estrategia global ya estaba planteada en los documentos de Santa Fe en la década de los años 80 del siglo pasado, fue un gran error.
En particular se planteaba a texto expreso – entre otras medidas - aumentar la influencia de las costumbres estadounidenses, así como alentar y financiar la propagación de religiones evangélicas y pentecostales.
Las mismas se han expandido en la mayoría de nuestro continente, principalmente en Brasil (cuentan con 30 millones de seguidores y la Red Record de televisión, la segunda más vista en el país) en donde han jugado un papel primordial en orientar hacia la votación mayoritaria del neofascista Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2018, en donde la llamada bancada evangelista cuenta con 76 diputados en un total de 513) y luego afirmar su triunfo en la segunda vuelta el día 28.
El gobierno de Bolsonaro representa un duro golpe para el pueblo trabajador de Brasil y un factor de retroceso político para todo el continente.
En síntesis, enfrentar a esta estrategia global imperialista en todos sus aspectos es a lo que se refería el Comandante Fidel Castro en el año 2003, cuando afirmaba que “la batalla de ideas es nuestra arma política más poderosa”.
Trataremos seguidamente de señalar en tres grandes capítulos, las principales carencias de índole general que se vienen dando en nuestros procesos de cambio. Citaremos algunos ejemplos, sin entrar sistemáticamente en el detalle de las especificidades en que se dieron o se dan en cada país y mencionaremos las tareas pendientes y los desafíos que implican resolverlas.
I) Los gobiernos progresistas y el Estado
En el marco de los procesos que llevaron a las fuerzas de izquierda al gobierno nacional, a mi entender no se reflexionó a fondo sobre el carácter de clase del Estado y la mejor utilización de sus instrumentos al servicio del cambio social al que se aspiraba. En consecuencia, más allá de las intenciones proclamadas, no se llevó adelante en forma consecuente el proceso de la necesaria reforma del Estado (política y económica), mediante medidas que la tornaran irreversible.
Aspectos políticos
En muchos casos se cayó en lo que podríamos denominar el “fetichismo de la Constitución y la legalidad”. Con cierta dosis de ingenuidad, se partió de la base equivocada por la cual la burguesía no osaría romper “las (en verdad sus) reglas del juego”.
En realidad, la burguesía cuando fue la clase revolucionaria enfrentada al orden feudal, estableció a partir de la Revolución Francesa el Estado moderno regido por normas que nos llegan hasta hoy y que conforman la democracia burguesa.
Una visión materialista de la Historia nos debería hacer ver que la burguesía transformada en clase dominante, no trepida si es menester en romper las reglas de juego por ella creadas, a fin de mantener su hegemonía de clase. Este razonamiento lo desarrollé en mi artículo “A 45 años del golpe de Estado en Chile, algunas interrogantes para la izquierda uruguaya” (https://www.alainet.org/es/articulo/195315).
Debido a este grave error conceptual, quedaron flancos desguarnecidos, aprovechados por los llamados “golpes blandos o suaves” como sucedió en Honduras, Paraguay y Brasil.
Es importante señalar el papel que han jugado en estos procesos desestabilizadores los parlamentos (los casos de destituciones presidenciales en Brasil y Paraguay son elocuentes) así como el poder judicial, el cual en muchos países pasó a ser el ámbito de dirimir asuntos de carácter político.
Uruguay no ha sido una excepción en cuanto a la aplicación de algunos aspectos de la ya mencionada estrategia del golpe de Estado suave. La deslegitimación del gobierno por medio de campañas orquestadas por grupos de presión – más allá de los grupos clásicos como las diferentes cámaras empresariales – estuvieron a la orden del día; y como ya mencionáramos con amplia cobertura cómplice por parte de los grandes medios masivos de comunicación.
En esa perspectiva se creó en 2019 el movimiento “Un sólo Uruguay” conformado por productores rurales que se proclaman “autoconvocados”.
Está dirigido por los grandes latifundistas - que tratan de utilizar como mascarón de proa a los pequeños y medianos productores - y emitieron varios pronunciamientos en los que criticaban la gestión económica de los gobiernos del Frente Amplio, augurando épocas de crisis.
Cuando se demostraba que en 15 años consecutivos de crecimiento económico (por primera vez en la historia del país) también crecieron las exportaciones agropecuarias, lo aceptaban, pero decían que igual perdieron dinero al achicarse los márgenes de ganancia. Con el mismo argumento exigían exenciones de impuestos, aumento del valor del dólar y rebaja del precio de los combustibles para su sector, y llegaron a cortar por breve espacio de tiempo alguna ruta, o irrumpido provocativamente en las reuniones de Consejo de Ministros que una vez al mes se llevaban a cabo en forma pública y abierta en localidades del interior del país.
A esto hay que sumar el hecho de que en nuestros países no hemos tenido una estrategia comunicacional. No supimos hacer el mejor uso en tanto gobierno, de los medios de comunicación oficiales y las cadenas de radio y televisión para mínimamente:
1) informar a la población de nuestras políticas y sus resultados como forma de rendir cuentas;
2) hacer una comparación rigurosa con las nefastas políticas aplicadas por los gobiernos neoliberales anteriores en cada caso;
3) denunciar marcando a fuego la campaña sistemática de desinformación de los grandes medios de comunicación privados.
Fuerzas armadas y Derechos Humanos
Con respecto a las fuerzas armadas y policiales, salvo las medidas adoptadas por Hugo Chávez en Venezuela – que por su condición de militar tenía muy clara la importancia de las mismas - podemos afirmar que no hubo en la región una política de Estado global dirigida hacia ellas.
En algunos casos se mejoraron los sueldos de soldados y policías de menor rango, totalmente insuficientes, o se trató de limitar (no siempre con éxito) los privilegios funcionales y jubilatorios de los altos oficiales.
Pero no existió un trabajo político orientado a transformarlas en fuerzas consustanciadas con el pueblo. Los programas de estudio de las escuelas de formación militar no se revisaron a fondo.
Por el contrario, continuaron las becas de formación para oficiales ofrecidas por los EUA para la tenebrosa y desprestigiada “Escuela de las Américas” que pasó a llamarse en enero de 2001 “Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación en Seguridad”.
Tratamiento aparte merece el tema de la búsqueda de verdad y justicia con relación a la actuación violatoria de los DD. HH. de las FF. AA. durante las dictaduras cívico – militares. La impunidad que es el rasgo predominante en el continente, está relacionada directamente con la manera en que se reconquistó la democracia en cada país.
Salvo en la Argentina en donde los militares fueron derrotados en todos los planos – incluyendo el militar en la guerra de las Malvinas – y fueron juzgados por sus crímenes de lesa humanidad, en el resto del cono sur la restitución de la democracia fue acordada como en el caso de Uruguay, en donde se avanzó poco en el juzgamiento de los culpables. Además, su pacto de silencio ha entorpecido hasta hoy el hallazgo de las ciudadanas y ciudadanos desaparecidos.
Se avanzó aún menos en Chile en donde permaneció la Constitución de Pinochet y todavía en menor medida en Brasil, en donde el tema de revisar el pasado no está en cuestión.
El sujeto social de los cambios
Los gobiernos progresistas, en su mayoría, se han caracterizado por una cierta difuminación del sujeto social de los cambios. No existió generalmente una referencia concreta a una clase social específica (clase obrera), como tampoco a los trabajadores en general.
En muchos casos se hizo mención a “los ciudadanos” en forma genérica; en definitiva, nuevos sectores de capas medias que pronto olvidaron su compromiso con los cambios que les dieron o permitieron su ascenso social.
Este aspecto está muy bien planteado en el caso ecuatoriano en la ponencia de Ricardo Patiño y Galo Mora para la recopilación “El ciclo progresista en América Latina” presentada en el Seminario Internacional “Los Partidos y una nueva sociedad”, que organiza anualmente el PT de México 3, del cual citamos: “El progresismo tiene al “ciudadano” como sujeto histórico del cambio, lo que para nuestras sociedades no deja de ser una interesante novedad, pero que lejos está de ser un axioma político que no necesita demostración. De hecho, en el Ecuador, por ejemplo, en la experiencia del correísmo durante una década no puede decirse que la “ciudadanía” como categoría y concepto sirvió para empujar el carro de las transformaciones irreversibles que el sistema necesita. Más bien, a elevación del nivel de vida de algunos sectores bajos de la ciudadanía los convirtió en una precaria clase media que, pronto, olvidó su compromiso con el cambio. Esa limitación merece una profunda reflexión que puede aportar en la comprensión dialéctica de los cambios cualitativos que la “ciudadanía” puede ir sufriendo en la medida que el proceso de cambio avanza.”
Aspectos económicos
El fracaso del neodesarrollismo
A principios de febrero de este año, la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Alicia Bárcena admitió públicamente que todas las estrategias para el desarrollo que se implementaron en la región fracasaron y se agotaron en sí mismas, al estar basadas en el llamado extractivismo, o sea el papel de nuestros países de ser exportadores de materias primas. Fue tajante al afirmar que este modelo “concentra la riqueza en pocas manos y apenas tiene innovación tecnológica.”4
En cierta forma la CEPAL insiste en sus tesis fundacionales formuladas por Raúl Prebisch en cuanto a la necesidad de un crecimiento económico autónomo, basado en la búsqueda de nuestras propias reflexiones.
Ahora bien; el extractivismo no es un capricho de nuestros gobiernos sean o no progresistas. No es posible el crecimiento económico “virtuoso” o “genuino” mediante la industrialización, como sucedió en los países capitalistas centrales. No es cuestión de tener la voluntad de “seguir los pasos del modelo”, como mencionamos anteriormente.
Muy por el contrario, nuestra condición de exportadores de materias primas, es el papel que intencionalmente nos dejan los países hegemónicos a los países dependientes, como condición sine qua non para el funcionamiento del sistema capitalista: su desarrollo desigual y combinado. En otras palabras y para que quede claro: en el capitalismo, nuestro empobrecimiento es la única base de sustentación para su enriquecimiento.
La deuda externa
Sin dudas la misma ha sido una pesada herencia recibida por los gobiernos progresistas de la región. Sin embargo, no atinaron a efectuar una auditoría de la misma, que analizara su legitimidad: las circunstancias en la que fue generada y a dónde fueron realmente destinados los fondos obtenidos; en particular durante la época de las dictaduras cívico – militares.
Política impositiva
Si bien se intentó no aumentar el impuesto al consumo como el IVA, considerado injusto y antidemocrático en tanto castiga a las sectores sociales menos pudientes, se privilegió el impuesto sobre los ingresos fijos respecto a las rentas del agronegocio.
En definitiva, en la mayoría de los países de la región, la estructura de la propiedad agraria permaneció incólume y no se tocó el bolsillo de la clase dominante; los verdaderos poderosos.
II) La relación fuerza política – gobierno
Este es otro de los talones de Aquiles que han tenido los gobiernos nacionales progresistas y que no supieron resolver a la fecha. La inexistencia de una relación coordinada entre la fuerza política y su gobierno, queda evidenciada en diversos hechos concretos (más allá y a contrapelo de los discursos), algunos de los cuales trataremos de reseñar.
a) Hemos tenido y tenemos gobiernos aislados en su gestión con respecto a su propia fuerza política (sean en cada caso partidos, frentes, coaliciones o movimientos). Gobiernos absorbidos por las tareas de la gestión cotidiana, en muchos casos con la justificación de ser “el gobierno de todos los ciudadanos”, fueron dejando de lado la necesaria coordinación política y perdieron en la práctica el norte del “para qué” haberlo obtenido luego de tantas luchas.
Más allá de las especificidades que caracterizan a cada uno de los procesos de cambio de nuestros países, me atrevo a señalar que este fenómeno ha estado presente en Bolivia, Brasil y Uruguay. Tres países con fuerzas políticas en el gobierno por tres períodos consecutivos (MAS, PT y FA respectivamente).
Durante el primero se impulsaron las principales medidas de cambio, en el segundo comienza la ralentización del proceso para luego ingresar en una suerte de “modo en piloto automático” que debilita definitivamente la gestión dando pie a “golpes de Estado blandos o suaves” como en Bolivia y Brasil o la pérdida de las elecciones como en Uruguay.5
Asimismo, en varios casos, las fuerzas políticas - a pesar de ser conscientes de la posibilidad cierta de conquistar el gobierno a corto plazo - no prepararon de antemano cuadros para asumir llegado el momento las tareas de gestión de gobierno. Las mismas terminaron recayendo en muchos casos en dirigentes y/o articuladores políticos claves en los partidos, devenidos en ministras y ministros.
En síntesis, podemos decir que la gestión “se comió” a los dirigentes en detrimento de la fuerza política.
Esto ha ambientado un proceso de desacumulación en el cual las tareas cotidianas de la gestión de gobierno desplazaron la imprescindibles reflexiones políticas para el buen funcionamiento partidario.
b) Este factor de insuficiente coordinación también incidió en muchos de nuestros países en el alejamiento de la gestión respecto al programa con el que se conquistó el gobierno. En nombre del “pragmatismo” o del “dar señales a los agentes económicos” se fue distanciando la política económica real de las definiciones previas.
En lo interno se expresó en una política fiscal que, como ya mencionamos, no gravó en forma suficiente a las grandes ganancias de intermediarios, exportadores y las del llamado “agro negocio”. Asimismo, muchas veces el Estado invirtió como socio de empresas privadas en la llamada participación público – privada (PPP) con el objetivo de dinamizar la economía, en proyectos que no siempre resultaron prioritarios o estratégicos.
En Uruguay al menos, casi sin darnos cuenta, hemos ido modificando nuestro lenguaje descriptivo de izquierda deslizándonos hacia uno de corte socialdemócrata.
A los latifundistas o estancieros que siguen hambreando a sus peones y se indignaron con la aprobación de ley de 8 horas en el campo - y que muchos de ellos integran el ya antes mencionado movimiento “Un sólo Uruguay” - hoy se los llama “productores rurales”; a las patronales y sus organizaciones corporativas (rurales, de la industria y del comercio) que hoy vuelven a boicotear las reuniones tripartitas de los Consejos de Salarios, hoy son “actores económicos”; los acérrimos enemigos de clase dirigentes de los partidos fundacionales burgueses pasaron a ser dignos “adversarios políticos” o “colegas parlamentarios”
Siempre es bueno recordar aquello de que nunca nadie por agacharse evitó el ataque del enemigo.
c) En política exterior, en aras de dar señales políticas para obtener inversiones extranjeras directas (IED) no se apostó a fondo a la integración regional económica y se desperdiciaron los años de coyuntura favorable en cuanto a la presencia de gobiernos nacionales progresistas en la región del MERCOSUR, sumados a los de Bolivia y Ecuador.
d) Otro error de nuestros procesos de cambio a ser señalado ha sido el de la no formación de la conciencia política de masas.
Son innegables los logros en materia social consecuencia de las políticas focalizadas de los gobiernos progresistas, que entre otros éxitos sacó de la pobreza y de la indigencia a millones de personas; trabajadores y capas medias que habían quedado sumidos en la miseria como consecuencia de la crisis de los años 2001 y 2002 en nuestros países.
Se avanzó en leyes laborales, de acceso a la vivienda y los servicios públicos de salud y en otras áreas de prestaciones de seguridad social. De esta manera aumentó la proporción de sectores de capas medias en nuestras sociedades.
Entonces cabe la pregunta: ¿cómo con todos esos beneficios obtenidos que cambiaron radicalmente su nivel de vida, justamente los destinatarios de ellos – en particular las capas medias – les dieron la espalda a los gobiernos progresistas y terminaron respaldando a sus viejos verdugos? Los casos de Argentina y Brasil – con la gravedad que lleva implícita su enorme importancia en el continente – y el de Uruguay, son emblemáticos testimonios de ello.
En mi entender he aquí la prueba palmaria del alto precio que se paga por ese ingenuo “fetichismo de la legalidad”; que en última instancia deja librado todo destino del proceso a la mera acción gubernativa y al “libre juego democrático” – como si éstos por sí solos crearan “conciencia para sí” - desmovilizando de hecho a las masas organizadas y en última instancia desestimulando su presencia en las calles; su ámbito natural.
Como consecuencia inmediata, la lucha política abandona sus escenarios tradicionales – los que manejó la izquierda toda la vida – para limitarse y quedar a merced de los grandes medios masivos de (in)comunicación y las redes sociales que machacan con las llamadas “fake news” (noticias falsas) y con el mensaje de “defenestrar la política” en tanto santuario de la ineficiencia en la lucha contra la criminalidad y la corrupción.
Es justamente en ambos campos en donde no tenemos los medios ni la experiencia acumulada necesarias para dar la batalla con posibilidad de éxito.
En el tema de la corrupción, los gobiernos no supieron explicar que la misma venía de larga data, que no nació en la era progresista, así como tampoco supieron transmitir una señal política categórica al tratar los casos que se dieron en su gestión.
En definitiva, estos medios masivos al servicio de la clase dominante terminaron marcando la agenda política de los gobiernos progresistas.
e) En algunos países también incidieron otros factores como por ejemplo las divisiones en el seno del movimiento sindical, con la existencia de varias centrales, o algunas con posturas de infantilismo de izquierda de “todo o nada”, confundiendo la necesaria independencia de clase con la indiferencia ante el signo político de un gobierno; actuando siempre de la misma manera, fuera éste neoliberal o progresista.
También jugó su papel negativo la ausencia de colectivos fuertes; fuera en organismos sociales, o político partidarios.
En estos últimos se produjo un notorio desbalance entre el peso específico de líderes en detrimento de las organizaciones.
En algunos casos ese excesivo peso individual le terminó jugando en contra al propio dirigente al finalizar considerándose un imprescindible que siempre tenía la mejor postura.
Y finalmente, cuando se viene la marea de la derecha aupada en “empresarios exitosos que como candidatos sabrán gobernar el país como lo hacen con sus empresas”, ya es tarde para reaccionar y evitar las derrotas electorales.
No quisiera cerrar este capítulo sin referirme a dos falacias que en los últimos tiempos han ganado terreno en muchos sectores de la izquierda y que, de no rebatirlas, afectarán negativamente el proceso de discusiones que nos debemos en cada país de nuestra región.
La primera se refiere a la relación existente entre una persona integrante de una organización y las demás que la conforman; lo que habitualmente denominamos “el colectivo”. Se plantea la falsa idea de que la individualidad tiende a diluirse en el funcionamiento de un colectivo. En muchos casos operando como justificación del personalismo de muchos dirigentes.
En realidad, desde una visión dialéctica la conclusión debería ser la contraria.
La plena exposición e intercambio de las ideas de los distintos componentes de un colectivo dan como resultante el enriquecimiento del bagaje intelectual de cada uno de los participantes. Por ende, en un buen funcionamiento colectivo, lejos de diluirse, la individualidad se fortalece.
La segunda falacia - que he escuchado a menudo - afirma que “la discusión profunda de algunos temas puede afectar la unidad; y que por consecuencia es preferible evitarlo”.
Nada más lejos de la verdad histórica en Uruguay y supongo que en los otros países.
Los que hemos militado sea en el ámbito estudiantil o sindical, sabemos de las muy fuertes discusiones que a veces se procesaban dentro de un gremio. Pero por apasionadas que fueran, todos éramos conscientes de que discutíamos entre compañeras y compañeros; y nadie se equivocaba en determinar dónde estaba el enemigo al que había que enfrentar. De ahí que, una vez saldada la discusión, se salía a la lucha con mayor unidad y fortaleza.
En definitiva, lo subyacente son dos concepciones antagónicas sobre el concepto de la unidad.
La de izquierda que se construye sobre acuerdos de principios expresados en un programa elaborado en común y la de cuño social-demócrata en base a acuerdos puntuales; generalmente electorales.
III) Perspectivas, desafíos y tareas pendientes
Basados en todo lo arriba expresado, si comparamos la situación política actual de A. Latina y el Caribe con la de la década pasada, es innegable concluir que estamos viviendo un reflujo de los procesos de cambios en muchos países de nuestra región; cada uno de ellos con diversos problemas y tareas a resolver.
Va de suyo que el mismo diagnóstico cabe para las fuerzas políticas que impulsaron dichos procesos en cada país.
En estos momentos adversos que vivimos, existe la imperiosa necesidad de que cada fuerza política en forma soberana lleve a cabo una profunda reflexión sobre todo lo acontecido en su país, con una visión autocrítica que pase revista serena y exhaustivamente a las insuficiencias y errores cometidos en este proceso, estén aún o ya no en el gobierno. Y como corolario de la misma, una propuesta de medidas superadoras que permitan revertir la situación tanto al interior de la organización como en su accionar social.
En segunda instancia acelerar las tareas de intercambio de las conclusiones de dichas reflexiones y medidas a tomar entre todos los partidos en la búsqueda de una nueva perspectiva de lucha que permita recuperar el terreno perdido y avanzar.
Existe un enorme caudal de experiencia acumulada que se debe aprovechar.
Ya es positivo que se hayan manifestado en este sentido las fuerzas políticas integrantes del Foro de Sao Paulo en sus XXIV y XXV Encuentros realizados en La Habana en 2018 y Caracas en 2019, así como en el documento “Consenso de Nuestra América” (2017).
Sólo resta pasar del diagnóstico a la acción.
Más allá de las especificidades en que se manifiesten en cada país, consideramos que existen algunas tareas generales que pueden ser desafíos comunes para nuestras distintas fuerzas políticas:
a) fortalecer las estructuras de la militancia llenando sus ámbitos de discusiones políticas de fondo y no meros informes semanales de lo actuado; sea en actividades de gobierno o en su defecto en instancias parlamentarias.
b) una sin duda importante es la re discusión de algunos contenidos programáticos a la luz de la realidad de hoy, de los que mencionaremos algunos: la reforma del Estado, la cooperación internacional, los instrumentos de financiamiento externo y la integración.
La reforma del Estado
¿Qué reforma del Estado se debería impulsar a los efectos de que sea funcional al nuevo ordenamiento social que pretendemos y qué se entiende hoy por Estado? Estas son algunas preguntas que nos deberíamos formular para iniciar un análisis.
Con la formulación del Estado – Nación – en tanto grupos humanos con características culturales similares que habitan un ámbito territorial y legal común - se marca institucionalmente el fin del orden feudal luego de la Guerra de los 30 años, mediante el Tratado de Westfalia en 1648.
Se abre un largo proceso de transformaciones institucionales de carácter liberal, burgués y capitalista que se consolida en los textos de la Declaración de la Independencia de los EUA (4 de julio de 1776), su Constitución de 1787 y de la Revolución Francesa (14 de julio de 1789).
En nuestro continente los proyectos de los libertadores de conformar una nueva unidad independiente en base a grandes unidades territoriales federadas en pie de igualdad, fueron derrotados; traicionados por los representantes de las burguesías criollas mercantiles – portuarias, aliadas en tanto socios subordinados al imperialismo británico. Muchos de ellos figuran como los “prohombres” de la independencia de los nuevos Estados – Nación que fueron surgiendo en una América parcelada y desangrada por conflictos azuzados por los imperialismos de turno.
Esta concepción de Estado se manifestó en distintas áreas:
En las Fuerzas Armadas y su concepción de “defensa nacional” (en los hechos contra los países vecinos).
La frontera como línea demarcatoria de separación a vigilar y defender de un presunto ataque del país vecino.
La confrontación entre los países territorialmente más grandes (en A. del Sur Argentina y Brasil) por la hegemonía continental.
En lo económico privó el concepto de desarrollo e industrialización dentro de las fronteras del país, como una unidad que fuera capaz de realizar todo el proceso de ciclo completo, de una manera autónoma y autárquica. Tal es así que cuando se crean los primeros instrumentos de “integración”, más allá de los discursos, se trataba de ámbitos en los cuales se buscaba apenas reglar el libre comercio de mercancías entre sus países miembros.
Nuestro desafío
Las fuerzas políticas progresistas han heredado al asumir el gobierno, un Estado diseñado para perpetuar justamente el tipo de sociedad a la que quieren y deben transformar de raíz.
Por lo tanto, para poder llevar adelante un proyecto de cambios estructurales, es imperioso transformar sobre la marcha – he aquí el desafío dialéctico – este instrumento para convertirlo en herramienta funcional a un nuevo bloque social de los cambios protagonista del tránsito hacia una sociedad poscapitalista.
Debemos remarcar que este no es un desafío de carácter “técnico” (más allá que lo contiene); sino que tiene una impronta eminentemente política e ideológica.
Debemos transformar los contenidos del viejo concepto de “Estado – Nación” con las características antes mencionadas, en nuevos contenidos de soberanía e integración regional, que reivindiquen a la “Patria Grande” por la que lucharon nuestros libertadores.
En lo que respecta a la reforma en sí misma, en cada país se deberá continuar implementando entre otras medidas, políticas de planificación y evaluación de gestión por objetivos, capacitación funcional y dotación de nuevas tecnologías electrónicas.
Pero sobre todo y al mismo tiempo implica un trabajo político – ideológico a mediano y largo plazo de transformación de la clásica mentalidad burocrática y clientelística, mal acuñada durante décadas del llamado “empleado público” en una nueva disposición de “servidor público” debidamente calificado y remunerado.
Se trata, en síntesis, de dignificar la función pública; y eso no será posible sin el concurso comprometido de los trabajadores organizados, trabajando en conjunto con los gobiernos respectivos, que a su vez deberán crear instancias regionales de intercambio de experiencias y buenas prácticas.
La cooperación internacional
El concepto clásico de la cooperación en América Latina ha sido hasta hace pocos años el del flujo Norte – Sur.
Bajo el rótulo de “ayuda para el desarrollo”, podemos definir para el análisis dos grandes vertientes: 1) la de las grandes instituciones de crédito como el FMI y el Banco Mundial, surgidas del reajuste capitalista de posguerra al influjo del predominio de los EE UU como potencia hegemónica, mediante el llamado Acuerdo de Bretton – Woods de 1944, y símiles regionales posteriores como el BID. 2) las líneas de cooperación otorgadas por países en forma individual para proyectos específicos.
Recordemos en el primer caso el modus operandi de estas instituciones: los préstamos condicionados o “stand by” que someten la soberanía de los países deudores mediante la imposición de la política económica afín a los intereses de la potencia hegemónica, mediante “recetas” de ajustes periódicos, siempre lesivos para las grandes mayorías de la población.
Hoy debemos afirmar una nueva concepción de cooperación internacional signada por el mutuo apoyo en relación de igualdad y respeto a la soberanía de cada quien.
En una coyuntura internacional que cada vez más está y estará signada por la conformación e interrelación de grandes bloques geográficos, económicos y políticos, es menester apurar el paso en la consolidación de la cooperación Sur – Sur; en tanto:
nuevo concepto de la cooperación internacional, basado en el intercambio de saberes y buenas prácticas, más que en los flujos de dineros;
consolidación de los procesos de integración regional en un relacionamiento coherente – en tanto bloque – dentro de un ámbito geográfico mayor de coordinación y cooperación (MERCOSUR, ALBA, China, Rusia, India, Sudáfrica y otros países africanos.
Esto no implica abandonar la posibilidad de líneas de cooperación Norte – Sur; siempre que el objeto del proyecto sea decidido en forma soberana por nuestros países, de acuerdo a las prioridades que se establezcan
Los instrumentos de financiamiento externo
Son elementos de suma importancia a tener en cuenta en cualquier economía nacional y regional. No es concebible un proceso de cambios sociales y de integración regional si no se asegura la soberanía.
Con el transcurso del tiempo, la propia definición de soberanía se ha ido modificando en formas, contenidos y en áreas de aplicación; desde su origen medieval, pasando por la Revolución Francesa y la consolidación de los Estados – Nación, hasta el presente.
Hoy el concepto de soberanía abarca muchas más áreas que las originales (territorio, pueblo, poder).
Cobra cada vez más importancia para nuestros países el de soberanía alimentaria6; entendida como la facultad de cada pueblo para definir sus propias políticas agrícolas y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible7 y seguridad alimentaria8.
Ello implica la protección del mercado doméstico contra los productos excedentarios que se venden más baratos en el mercado internacional, y contra la práctica del “dumping” (venta por debajo de los costos de producción).
Asegurar decisiones soberanas en materia de tomas de créditos es una de las piedras angulares de la edificación de una política de integración en nuestra región.
Esto implica iniciar un proceso que nos conduzca a la independencia de organismos como el FMI y sus préstamos condicionados.
Pero también hace al manejo que hagamos de nuestras reservas internacionales netas, las llamadas “RIN”, obtenidas por los ingresos obtenidos por la venta de nuestras materias primas. Este manejo hace a dos aspectos: 1) el uso de estos fondos en obras de infraestructura, políticas sociales estables a largo plazo e inversiones que sumen valor agregado a nuestros productos primarios y 2) en qué entidades bancarias están depositados. No es posible que sigamos dando de ganar a la banca trasnacional (J.P. Morgan, HSBC, Harriman Brothers y otros similares) que además podrían entrar en quiebra y quedarse con nuestros fondos.
En consecuencia, hay que fortalecer nuestros instrumentos en la materia.
En particular refundar el Banco del Sur para que sea el depositario de nuestros fondos de reserva y a su vez utilizarlos en préstamos blandos que financien el incremento de la capacidad productiva coordinada de nuestros países.
Otro instrumento a seguir desarrollando es la capacidad de independizarnos del dólar como divisa internacional; realizando cada vez más transacciones comerciales intra - región en monedas nacionales o potenciando las experiencias de intercambio compensado como la que se está llevando a cabo por medio del SUCRE (Sistema Unitario de Compensación Regional) entre los países miembros del ALBA – TCP9 (Antigua y Barbuda, Cuba, Dominica, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas y Venezuela).
La integración regional y extra regional
Analizar cada una de las experiencias de integración excedería el espacio disponible para este ensayo. Sí podemos decir que no supimos aprovechar la pasada década de auge de los gobiernos progresistas en la región para avanzar en la consolidación de las mismas.
Es de innegable importancia política que se hayan creado el ALBA (2004), la UNASUR (2008), y la CELAC (2010). Pero nos quedó en el debe el no haber acompasado el discurso político con la acción concreta; o para ser más específicos, la superestructura con la correspondiente infraestructura.
Esto se hace evidente en el caso del Banco del Sur. Fue creado en diciembre de 2007 con el objetivo de ser la banca de al servicio de la integración regional, financiando proyectos y programas de desarrollo de infraestructuras básicas, proporcionando asesoría y asistencia técnicas y capacitación en la preparación de proyectos.
Lamentablemente, la mayoría de sus miembros a pesar de tener importantes reservas internacionales netas disponibles, no proveyeron los fondos necesarios para su puesta en marcha.
En el caso del MERCOSUR cabe recordarse su “partida de nacimiento” bajo la impronta neoliberal de la década de los años 90; con la única intención de una aproximación al logro de una zona de libre comercio mediante un programa de liberalización comercial con desgravaciones progresivas entre sus países miembros.
Desaprovechamos el momento histórico de confluencia de gobiernos progresistas y sólo avanzamos en aspectos de coordinación de políticas sociales.
No supimos avanzar en una visión regional de conjunto que abordara de lleno aspectos sustanciales de planificación de complementariedad y costos, financiación y política de inversiones; como única forma efectiva de eliminar las asimetrías hasta hoy existentes y que atentan contra cualquier proyecto auténticamente integrador.
Lamentablemente, hoy la restauración neoliberal en los gobiernos de Brasil, Paraguay y Uruguay echan por tierra por ahora este propósito.
Lo mismo es válido para organizaciones como la UNASUR, hoy desintegradas.
A modo de síntesis de este punto, nos debe quedar claro que estas derrotas políticas parciales no pueden hacer que perdamos claridad en el objetivo a alcanzar: el de revertir la situación y encaminarnos definitivamente en el proceso de dar el salto en calidad y pasar de una concepción de Estado Nación a una superior de Estado Región.
Por los mismos motivos antes expuestos, la integración extra regional se nos presenta como un fenómeno lleno de complejidades y amenazas.
En un escenario en el cual el gobierno de Donald Trump apuesta a salirse de los acuerdos multilaterales y propiciar a cambio los bilaterales en los que pueda hacer sentir a la contraparte la prepotencia de su fuerza negociadora asimétrica, el movimiento popular organizado de nuestros países deberá movilizarse fuertemente a los efectos de desalentar cualquier intención gubernamental de firmar este tipo de acuerdos con el pretexto “de dar señales positivas a los mercados y atraer a los inversores extranjeros”.
El actual estado de situación de la negociación para la firma de un TLC entre el MERCOSUR y la UE – con los términos lesivos que pretende imponer esta última - es un claro ejemplo al que hay que oponer la enérgica movilización coordinada de los sindicatos, organizaciones sociales y fuerzas políticas de la región.
A manera de resumen
Hemos pasado una somera revista a la situación política actual en América Latina y el Caribe, en el marco de la presente contraofensiva neoliberal del imperialismo, y consecuentemente de la reinstalación en muchos de nuestros países de gobiernos neoliberales afines a sus dictados.
Contraofensiva esperable, producto de la crisis cíclica y estructural del sistema capitalista en su actual fase de desarrollo (crisis dineraria al decir de Marx en “El Capital) que se desarrolla en dos vertientes principales como vía de escape paliativa de la misma: 1) las intervenciones militares en zonas petroleras estratégicas como Medio Oriente y el norte africano; con el doble propósito de utilizar el complejo militar – industrial como válvula de descompresión de la crisis y ejercer el dominio en las áreas de reservas petrolíferas y de metales de uso estratégico de los cuales carecen y 2) volver la vista una vez más hacia “su patio trasero”, América Latina y sus riquezas.
Esta contraofensiva se ha visto objetivamente facilitada por los errores e insuficiencias de los gobiernos de izquierda y progresistas instalados en la región a finales de los años 90 y principios del nuevo siglo.
Dichos errores generaron una apreciable merma de influencia social en los espacios conquistados en la lucha contra las políticas neoliberales de los años 90 y en muchos países se tradujo también en la pérdida del gobierno nacional.
Hoy sufrimos nuevamente en gran parte de la región la zozobra de la reinstalación de gobiernos neoliberales con la consiguiente repetición de sus medidas de ajuste dictadas por el FMI y otros organismos económicos internacionales cuyo costo recaerá una vez más sobre las espaldas del pueblo trabajador.
Al igual que en los años 90, cuando cundía el desconcierto en la izquierda ante la tremenda ofensiva neoliberal y fue imperioso crear espacios de reflexiones e intercambios, como el Foro de Sao Paulo y los Seminarios de Los Partidos y una Nueva Sociedad, hoy tenemos similar desafío.
Ya desde una posición comparativamente mejor - en tanto poseemos el bagaje de la experiencia acumulada en varios lustros de trabajo en estos espacios – tenemos el ineludible compromiso de llevar adelante y “hasta el hueso” en primer lugar una profunda, serena y soberana reflexión autocrítica de lo actuado por cada fuerza política en cada país. Para luego en primer lugar pasar a resignificar nuestras definiciones programáticas fundamentales a la luz de la actual coyuntura histórica.
Sin ir más lejos, y a modo de ejemplo, qué implica hoy desde el punto de vista propositivo, ser una fuerza política de carácter antioligárquico y antiimperialista.
En segundo término, intercambiar nuestras experiencias y conclusiones entre las fuerzas políticas hermanas de la región, para estar en las mejores condiciones de dar la batalla de masas organizadas para la reconquista de los espacios políticos perdidos.
En resumen, nuestra lucha política de ahora en más estará signada por crear conciencia en la clase obrera y las grandes mayorías de nuestras sociedades de la necesidad de dar la batalla programática para avanzar en democracia contra el capitalismo neoliberal, en aras de una sociedad pos-capitalista, más justa y equitativa.
Agosto de 2020
Carlos Flanagan
Ex Secretario de Rel. Internacionales del Partido Comunista de Uruguay.
Ex Embajador de Uruguay en el Estado Plurinacional de Bolivia.
1Se puede acceder al informe completo en https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45782/1/S2000471_es.pdf
2“El hombre de hierro. Límites sociales y naturales del capital en la perspectiva de la Gran Crisis” Editorial Itaca México 2008. citado en el artículo “Un cambio civilizatorio” de Mariano Ciafardini y Héctor P. Agosti. https://www.alainet.org/es/articulo/208216
3El libro completo puede leerse en https://www.alainet.org/es/articulo/199356
4Ver el artículo de Eduardo Gudynas “El agotamiento del desarrollo: la confesión de la CEPAL” en https://www.alainet.org/es/articulo/204763
5El caso de Bolivia está muy bien explicado por Hugo Moldiz en su libro “Golpe de Estado en Bolivia, la soledad de Evo Morales” Ed. Ocean Sur – 2020. Ver https://oceansur.com/uploads/libro/2020/04/01/golpe-de-estado-en-bolivia-os.pdf
6 Concepto introducido en 1996 en Roma en ocasión de la Cumbre Mundial de la Alimentación de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura)
7 Definido por vez primera en el Informe Brundtland de 1987 en la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU, como proceso mediante el cual se satisfacen las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades.
8 La FAO define que ella existe cuando todas las personas tienen acceso en todo momento (ya sea físico, social y económico) a alimentos suficientes, seguros y nutritivos para cubrir sus necesidades nutricionales y las preferencias culturales para una vida sana y activa.
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