La crisis de migración que dejará a su paso la pandemia de COVID-19
- Opinión
En diciembre de 2019 el mundo tuvo conocimiento del surgimiento de un brote de una nueva cepa de coronavirus: SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, proveniente de la Ciudad de Wuhan, en la República Popular China.
Los esfuerzos de la comunidad científica por desarrollar una vacuna se han vuelto una carrera contra el tiempo.
El día 5 de noviembre de 2020, el mundo registró un total de 49, 044, 954 contagios y las muertes suman 1, 238, 751. Según un recuento de la agencia internacional de noticias Reuters.
Este 2020 nos ha mostrado un panorama internacional muy convulso, un panorama económico sobrio. La economía mundial sufre una de sus peores recesiones.
Según las más recientes proyecciones de crecimiento de la economía mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI), se espera que la economía global registre una contracción del 4,9% para el final de 2020.
La crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19 ha dado duros golpes a las economías mundiales. Los gobiernos vislumbran una recuperación incierta, en un mundo de incertidumbre.
Para las industrias y negocios, un panorama sombrío. La productividad de éstas fue duramente golpeada debido al confinamiento, en el intento de contener los contagios masivos, tuvieron que suspender sus actividades durante meses.
El mercado laboral también recibió golpes significativos, esto se vio reflejado en la pérdida de empleos, particularmente para aquellos trabajadores que les es imposible laborar de forma remota. Esto repercutió en la caída de los ingresos de los hogares de miles de millones de familias; para ellos, un panorama poco esperanzador.
Según las proyecciones del Observatorio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en su sexta edición, se estima la pérdida de 495 millones de empleos en el mundo, durante el segundo trimestre de 2020. La organización dice: “es una perdida superior a la prevista”.
La región de América ha sido la más golpeada por la crisis de desempleo, 105 millones de empleos perdidos durante el segundo trimestre del 2020, según la OIT.
Los recientes datos de la OIT evidencian una situación adversa para los trabajadores. Estas cifras exponen que estamos en presencia de una crisis laboral de gran magnitud, lo que provocará que se agudice la pobreza y se agrande la brecha de la desigualdad.
Esto significa un retroceso en los esfuerzos por la lucha contra la pobreza y la búsqueda de mejores condiciones de trabajo.
Dadas las condiciones ya mencionadas, los trabajadores se verán orillados a buscar oportunidades de trabajo en otros lugares, lo que provocará grandes olas migratorias al terminar la pandemia.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM), define a un migrante como: “cualquier persona que se desplaza, o se ha desplazado, a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia…”
El escenario que se divisa al paso de la pandemia de COVID-19 serán grandes flujos migratorios (en su mayoría trabajadores) a causa de los despidos masivos, del incremento de la desigualdad, del crecimiento poblacional y los desequilibrios demográficos.
¿Por qué migran?
Algunos factores que orillan a las personas a abandonar sus países de origen son: la búsqueda de un trabajo decente y bien remunerado, una mejor calidad vida, estudiar y desarrollarse plenamente. En casos más lamentables: el cambio climático, la violencia, la inestabilidad, los conflictos y la inseguridad.
Cada uno de los migrantes tiene sus motivos. Migrar para ellos significa esperanza y nuevas oportunidades.
Según el más reciente Informe Sobre las Migraciones en el Mundo de la OIM, se estima que hay 272 millones de migrantes internacionales alrededor del mundo, equivalente al 3,5 % de la población mundial. En contraste con el año 2017, que se estimaban 258 millones de migrantes internacionales, equivalente al 3.4% de la población mundial.
De estos, 164 millones son trabajadores migrantes, además, de acuerdo con la Organización, hay 38 millones de niños migrantes (uno de cada siete, es menor de 20 años).
El 3.5% de la población mundial podría parecer una proporción pequeña; sin embargo, un estudio de población de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), del año 2019, señala que, durante los últimos años la cifra de migrantes internacionales ha crecido más rápido que la población mundial.
Durante años se mantuvo una tendencia de equilibrio de la migración internacional con proporción al crecimiento poblacional mundial. Para el año 2050 seremos 9 mil millones de personas en el planeta. De continuarse esta tendencia, en un escenario futuro veremos flujos migratorios sin precedentes.
Según el Portal de datos Mundiales sobre la Migración, Europa recibe alrededor del 30% de la población migrante internacional, las Américas 26%, África 10% y Oceanía 3%.
Los países receptores más atractivos para los trabajadores migrantes, son los más desarrollados y con ingresos más altos, como la región de Norteamérica (Estados Unidos, Canadá), países europeos (Alemania, Reino Unido, Italia…) y países árabes (Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos).
Por otra parte, los países en donde más personas abandonan sus hogares en búsqueda de una mejor calidad de vida son: India, México, China y Rusia, señaló un estudio de la ONU.
La migración irregular es un desafío para los países acogedores de migrantes y para aquellos países de tránsito, que de alguna forma sirven como “puentes” para llegar a su destino, además de todos los riesgos y tratos inhumanos que implica para las personas.
El pacto de la ONU sobre migración
El 19 de septiembre de 2016, la Declaración de Nueva York para Refugiados y Migrantes, fue adoptada por los miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con el propósito de mejorar la protección y la gestión de los movimientos de migrantes y refugiados.
La declaración de Nueva York impulsó las negociaciones para la creación del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular. Firmado el 10 y 11 de diciembre de 2018 en Marruecos.
El acuerdo sienta las bases para una mejor colaboración entre los países en materia de migración, pues se necesita la cooperación de todos los Estados para garantizar el pleno cumplimiento del compromiso.
¿Qué objetivos tiene el Pacto?
El Pacto Mundial de Migración consta de 23 objetivos, de los que podemos destacar:
Recopilación de datos sobre la migración.
Asegurar que los migrantes tengan prueba de identidad.
Usar la detención como último recurso.
Fortalecimiento de la respuesta transnacional al tráfico ilícito de migrantes.
Facilitarle a los migrantes que regresen a sus países de origen.
Tratar todos los aspectos de la migración internacional, incluyendo las cuestiones de tipo humanitario, de desarrollo y de derechos humanos, entre otros aspectos.
Este documento es un primer paso para la protección y defensa de los migrantes; sin embargo, y a pesar de no ser jurídicamente vinculante, países como: Estados Unidos, Italia, Australia, Austria, Chile, entre otros, prefirieron no adherirse al pacto. Debemos tener presente que algunos de estos países son receptores de un número considerable de migrantes anualmente.
Al no ser formalmente vinculante, estos propósitos pueden quedar en sólo aspiraciones. Este pacto debería ser éticamente vinculante, puesto que, la protección de los derechos humanos de los migrantes deben prevalecer por sobre todo, no deben ponerse en duda y mucho menos violarse, se debe velar por su seguridad durante su trayectoria migratoria.
Derechos Humanos
“Cada persona que migra tiene sus propios motivos para dejar sus hogares y familias, y cada una de estas personas tiene sus propias experiencias únicas a lo largo del viaje, su propia historia personal de exilio y pertenencia”, dijo la Alto Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, en el día internacional del migrante.
El tema de Derechos Humanos es algo que no podemos dejar de lado cuando se habla de migración.
El Derecho humano a la movilidad está consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el principio 2 del artículo 13, que dice: “toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”.
Los grandes desplazamientos migratorios de 2018 con las llamadas “caravanas migrantes”, dan cuenta de la crisis de desempleo, pobreza e inseguridad que ha vivido en los últimos años la región de Centroamérica.
Las caravanas migrantes pusieron al descubierto la indiferencia de los gobiernos para dar oportunidades de desarrollo a su población más vulnerable, expusieron que los derechos humanos de los migrantes son violados sistemáticamente por autoridades de todos los rangos.
La pandemia puso a prueba a los gobiernos de todo el mundo y nos ha dejado ver que ninguna nación está preparada, ni tiene la capacidad sanitaria para enfrentar una situación así de compleja y que se necesita la cooperación internacional para enfrentar a un enemigo microscópico, que puede ser incluso mortal.
Las cosas normales que comúnmente hacíamos como: asistir a la escuela, al trabajo, salir con amigos o ir de compras, se volvieron un peligro desmedido. El coronavirus “contagio” hasta las economías más fuertes y los mercados laborales no fueron “asintomáticos” a esta pandemia, llevó a “terapia intensiva” a muchos trabajadores formales e informales, para los cuales el “home office” no es una opción.
La migración ha existido desde los inicios del hombre mismo. Los migrantes salen de sus casas dejando sus vidas, sus historias, su familia, sus amores. Viven una odisea en la búsqueda de oportunidades que no encuentran en su país. Algunos lo logran, desafortunadamente muchos otros mueren en el intento, ahogados en los mares y ríos, deshidratados en los desiertos. Perdidos, asesinados, secuestrados, desaparecidos. Algunos otros ponen sus esperanzas en manos del crimen organizado.
Enfrentan las penurias del clima, con frecuencia son atacados, discriminados, rechazados, excluidos. Son víctimas de trata y de explotación. Para ellos, la búsqueda de la felicidad conlleva un riesgo que les puede costar lo más valioso que se llevan cuando salen de sus hogares, la vida.
En los países donde hay más emigración, los gobiernos deben intervenir, creando las condiciones propicias para el desarrollo de las personas, abordando en las causas que la motivan: educación, creación de empleos, fortalecimiento de los sistemas de salud y seguridad.
Es momento de que los gobiernos pongan atención a los grupos más vulnerables, los grupos marginados. Es urgente que formulen e implementen políticas en materia de migración, que garanticen la migración segura y ordenada, con estricto apego a los derechos humanos y se brinde asistencia humanitaria a quien lo necesite, sin distinción de migrantes económicos, desplazados o refugiados, de migrantes regulares e irregulares, al final todos somos humanos y buscamos mejores oportunidades. Todos tenemos derecho a una vida digna, a un trabajo bien remunerado, a desarrollarnos en nuestros lugares de origen y a buscar esa vida fuera de las fronteras de ser necesario. Y a nosotros como sociedad nos hace falta mucha solidaridad humana.
Alan Morales Rayón
Estudiante de Relaciones Internacionales en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM.
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