En Argentina se reclamó la libertad de Facundo Molares
- Opinión
El martes 24 hubo movilizaciones en varias ciudades argentinas reclamando la libertad del militante y fotorreportero Facundo Molares, preso político en Bolivia.
Ayer tenía una nota “cantada” para escribir: los cuatro años transcurridos desde la muerte de Fidel Castro y qué sería más importante rescatar hoy de su vasto y profundo ideario (en mi opinión, su rechazo a la deuda externa en los años ‘80 y su propuesta, no aceptada por los involucrados, de formar un club de países deudores).
Encima, ya al mediodía, se conoció la muerte del mayor ídolo deportivo, Diego Maradona, muy vinculado con Fidel y Cuba. No era un deportista amarillo. Su gol inolvidable se lo hizo a los ingleses, pero también le convirtió varios al arco del neoliberal Mauricio Macri.
No escribí sobre esos dos grandes de órbitas diferentes, la política y el fútbol, tan comunicados entre sí. Opté por el caso de una persona poco conocida, aunque últimamente se sabe un poco más de él, Facundo Molares, de 44 años. Está preso injustamente en Bolivia desde el 11 de noviembre de 2019, cuando el golpe de Estado fascista en ese país acababa de consumarse con el pretexto de un “fraude electoral” que nunca existió. Evo Morales había ganado las elecciones por 10 puntos y debía tener un mandato más, pero el imperialismo norteamericano, su ministerio de Colonias, la OEA, y su núcleo duro del Cartel de Lima, empujaron a las fuerzas oligárquicas del altiplano y oficiales militares y policiales a derrocarlo y poner a la dictadora Jeanine Áñez.
¿Por qué opté por referirme a ese preso político? Por varias razones: conmovido por una prisión injusta con grave estado de salud y riesgo para su vida, pero también como una rebeldía frente al ninguneo mediático. Revisé casi todos los diarios en edición digital y en ninguno dieron cuenta de las marchas habidas el martes por la libertad de Facundo. Ninguno, ni siquiera uno progresista y que escrachó bien a la “Mala Educación” de la ministra Soledad Acuña.
LA ARENA es un diario modesto del interior del país, pero tiene un gran compromiso con los derechos humanos, siempre respetado. Por eso se habla de este preso político invisibilizado del que el martes 24 sólo Resumen Latinoamericano y medios alternativos como Ancla se hicieron eco.
Su detención
Facundo es fotorreportero de la revista argentina de izquierda, Centenario, y en tal condición viajó a Bolivia para cubrir las elecciones presidenciales de octubre de 2019, fulminadas de fraudulentas por Luis Almagro, el peón de ajedrez de Washington. Allí lo sorprendió el golpe de Estado. Se enfermó, siendo internado en una clínica y luego derivado al Hospital Japonés de Santa Cruz de la Sierra. Estuvo en coma farmacológico, entubado, con asistencia respiratoria, traumatismo de cráneo y un cuadro de insuficiencia renal grave. Eso se agravó después por las condiciones de detención; hoy tiene agua en los pulmones y se contagió de COVID-19.
Es que estando en el hospital e identificado como argentino, la “justicia” funcional al régimen de facto lo acusó de numerosos delitos supuestamente cometidos por los partidarios de Evo Morales, en una causa donde no se aportaron pruebas. Del nosocomio fue trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Palmasola y luego derivado a la prisión de Chonchocoro, a 4.200 metros de altura, con nulas atenciones sanitarias, una sola comida diaria y temperaturas bajo cero a la noche, que agravaron su salud.
Apenas supo de su detención, su padre, Hugo Molares, juez de paz de la localidad chubutense de Trevelin, viajó a Bolivia junto a su compañera, para estar al lado de su hijo y tramitar su libertad. Los dos viajeros fueron detenidos y amenazados por personal policial que si no se iban de Bolivia los iban a masacrar.
El ensañamiento con Facundo tiene que ver con su militancia comunista en Argentina y luego con las FARC en Colombia, hasta que se firmaron los Acuerdos de Paz en 2016 y regresó a Argentina sin ninguna causa penal en su contra. Como dijo su padre: “ni una infracción de tránsito”.
Los golpistas no sólo violaron los derechos humanos de ese argentino; hay que agregar también la muerte del periodista argentino Sebastián Moro, un crítico del gobierno de facto. Lo hicieron con su propio pueblo, pues en las masacres de Sacaba en Cochabamba (15/11/2019) y Senkata, El Alto (19/11) se constataron 36 muertos y 500 heridos luego que los uniformados dispararan contra la población civil.
La dictadura detuvo a mil presos políticos, de los que sólo algunos exfuncionarios del MAS, refugiados en embajadas como la de México, pudieron recuperar la libertad con la asunción del nuevo presidente, Luis Arce. El resto sigue preso, aunque con mejores probabilidades de libertad, con el gobierno democrático.
Recién el domingo 22 Facundo fue trasladado de Chonchocoro a una clínica en La Paz, donde le sacaron las esposas por pedido del ministro de Justicia boliviano, Iván Lima. Éste declaró que por gestión del canciller argentino Felipe Solá había leído el expediente de 43 páginas; no halló ninguna prueba que incrimine al preso, por lo que pedirá al Fiscal General que tramite su pronta libertad.
Quiere decir que hubo dos novedades positivas a nivel de gobiernos.
Una, que en vez del régimen de facto en Bolivia hay ahora un gobierno que respeta los derechos humanos. La otra atañe a la cancillería argentina, pues Solá hasta septiembre pasado, cuando hizo las primeras gestiones, no había jugado ningún rol positivo. Ya en diciembre de 2019 los organismos de DD HH le reclamaron su intervención al canciller. Hugo Molares y el MASCUBA de Córdoba le dirigieron un documento en mayo pasado sin respuesta positiva. El padre le mandó carta a Alberto Fernández, el 9/5/2020, al cumplirse casi 6 meses de la detención del hijo, con igual resultado de silencio (el presidente afrontaría su segunda Navidad con presos políticos).
Ahora hay un nuevo clima, positivo, y el martes 24 hubo marchas por Facundo. La más numerosa, de 1.500 personas, en la Ciudad de Buenos Aires, partió de la embajada de Bolivia hacia la cancillería y entregó allí un petitorio pidiendo su libertad y repatriación. También las hubo en Córdoba, Salta y otras ciudades, yendo a los consulados, convocadas por la Coordinadora por la libertad de Facundo Molares, de integración plural.
Si se logra su libertad será un acto de justicia y también un incentivo para que liberen a los mil presos de Bolivia, legados por Áñez, y los 40 presos de Argentina, herencia maldita del PRO-Cambiemos. De lo contrario será una Navidad triste allá y acá, más aún con el COVID-19, la malaria económica y la partida del “barrilete cósmico”.
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