“Estrategias de la clase obrera en los orígenes del peronismo” de Nicolás Iñigo Carrera

Paralelismos con la historia reciente y presente de la Argentina

Históricamente, los gobiernos peronistas significaron una ampliación de la ciudadanía para la clase obrera y el pueblo, frente a los cuales se desataron fuerzas contrarrevolucionarias, aunque no tuvieran como objetivo la revolución social.

02/03/2021
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Hacia fines de 2019, uno de los mas prolíficos investigadores argentinos, Nicolás Iñigo Carrera, historiador marxista que resalta por su rigurosidad y objetividad científica, publicó el libro Estrategias de la clase obrera en los orígenes del peronismo[1]. En el, vuelve a retomar lo que fue su problema de estudio durante mucho años y también el de varias figuras intelectuales que, como él, se apasionaron (a favor y en contra) con el peronismo, como no podría ser de otra manera, pues dicho movimiento constituyó y constituye la expresión política de una fuerza social que en su dinámica cambiante marcó un antes y un después y sigue siendo fundamental, en la lucha política en la Argentina.

 

Por ello, en estas páginas nos proponemos valorar críticamente el aporte de Iñigo Carrera[2] para la comprensión del peronismo y la constitución de la clase obrera, al tiempo que retomar el planteo del problema y su instrumental analítico para aplicarlo a la historia reciente y del presente de la Argentina. Intentaremos entonces hacer un paralelismo entre la dinámica de la lucha de clases que constituyó la acumulación originaria[3] del peronismo -desde 1930 hasta su llegada al gobierno en 1946 a lo que el autor se refiere como sus orígenes- y la de la historia reciente de la Argentina, incluyendo algunos elementos de análisis desde una mirada nuestroamericana.

 

Consideramos relevante y pertinente hacer esta reseña en clave comparativa con el presente porque observamos que se ha replicado, con las distancias del caso ya que el capitalismo ha mutado considerablemente, una dinámica política que vuelve a cortar en dos a la Argentina entre una fuerza social política que incluye de manera protagónica al peronismo y otra fuerza social política retrógrada, conducida por los cuadros políticos de la oligarquía financiera. Esos grandes grupos económicos subordinados históricamente al gran capital trasnacional, sobre todo estadounidense, obtuvieron las riendas del gobierno del estado entre 2015 y 2019 como reacción al tercer momento peronista (2003 - 2015) que toma el nombre de Kirchnerismo. Pero luego de 4 años de gobierno de derecha que no pudo estabilizarse vuelve a retomar la conducción del aparato del estado la fuerza que dirige el peronismo[4].

 

Históricamente, los gobiernos peronistas significaron una ampliación de la ciudadanía para la clase obrera y el pueblo -salvo el interregno de la presidencia de Carlos Menem que traicionó abiertamente las banderas históricas del peronismo, al mejor estilo de Lenin Moreno en Ecuador, con las que ganó las elecciones en 1989- frente a los cuales se desataron fuerzas contrarrevolucionarias, aunque el peronismo en el gobierno no tuviera como objetivo la revolución social.

 

Las fuerzas retrógradas oligárquicas reaccionaron con violencia material y simbólica, con diferentes pero enormes arsenales, frente a los avances democráticos que significaron los tres momentos históricos de gobiernos peronistas, a saber:

1- el primer gobierno de Perón y su reelección de 1946 a 1955,

2- el gobierno de Cámpora y luego Perón de 1973 a 1976,

y 3- la tercera etapa -ya dijimos los motivos que nos hacen dejar fuera al gobierno de Menem- con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner entre 2003 y 2015[5].

 

Pero ya que nuestro autor se enfoca en los orígenes del peronismo y para ello se remonta a la década del 30, en nuestro intento por hacer un paralelismo con la historia mas reciente nos enfocaremos en los momentos de génesis de la mencionada tercera etapa peronista.

 

Nos referimos al llamado ciclo de la rebelión popular de los ‘90 en la Argentina en el que se va gestando la fuerza social política de oposición contra el neoliberalismo y sus cuadros políticos en el gobierno que desembocaría en la insurrección espontanea popular de 2001[6] proyectada al campo de la superestructura política (como un combate diferido también) en 2003 con el advenimiento del kirchnerismo[7]. También abordaremos otras cuestiones de mayor actualidad Argentina y nuestroamericana.

 

Por último, en esta introducción, queremos aclarar que sólo reproduciremos aquí las afirmaciones del autor que reflejan los resultados de su análisis minucioso, de construcción de datos, con amplias fuentes que se ofrecen en el libro reseñado y que se pueden rastrear a través de las citas.

 

Arsenal teórico

 

Si desde el marxismo o socialismo científico -marco teórico en el que se enmarca su investigación- consideramos que la historia (al menos la escrita) de las sociedades es la lucha de clases, “constante, velada unas veces y otras franca y abierta”[8], en el que hasta “la fijación de una jornada laboral normal es (...) el producto de una guerra civil prolongada y mas o menos encubierta entre la clase capitalista y la clase obrera”[9], pues, es desde el bando de la clase obrera y el pueblo que el autor se posiciona para su análisis.

 

Las que tenemos claro que neutralidad y objetividad son antónimos (y no sinónimos como vulgarmente se los utiliza) valoramos la explicitación de la “no neutralidad”. Es decir, la explicitación del posicionamiento teórico político desde donde miramos y analizamos la historia, que no es mas que la política del pasado, ya que dicha honestidad intelectual sobre el marco teórico-político del que partimos nos permite acercarnos a construir grados de objetividad en el análisis histórico.

 

En su primer capítulo el autor vuelve a desplegar, como en sus obras anteriores, todo el arsenal teórico que usará como instrumental para el análisis quirúrgico de la realidad histórica examinada. Una vez más logra desarrollar los conceptos fundamentales con toda profundidad a la vez que utiliza un lenguaje directo, comprensible y asequible para palpar la lucha de clases en su dinámica real y no imaginaria. Teniendo que exponer nuevamente el abc o claves básicas del materialismo histórico ya que los mistificadores de la realidad lacerante del capitalismo siguen dedicándose a negar que vivimos en sociedades divididas en clases sociales irreconciliables -lo cual no quita la negociación y los breves interregnos de reconciliación de ciertas fracciones de distintas clases sociales- con intereses antagónicos, discurso que algunxs “progres” compraron fácilmente con la caída del muro de Berlín.

Iñigo Carrera nos brinda un análisis que centra la mirada -coherente con el materialismo histórico- más en la praxis que en el discurso, es decir, mas en la lucha de la clase en su proceso de conformación que en las declaraciones de quienes se postulan para o disputan su conducción (sin por ello desestimarlos) o de las instituciones que intentaron neutralizar o canalizar esa dinámica. Mirada que se centra, entonces, en la dinámica de los sujetos de la historia que no son los individuos sino las clases sociales en su proceso de constitución como tales. Y es en los enfrentamientos sociales que las clases se forman y es mediante la constitución de alianzas que unen fuerzas para enfrentarse.

 

Otra de las claves analíticas es el concepto de fuerza social-política, esencial para entender la dinámica en su complejidad real y abandonar la pretensión de buscar patrones o modelos de manual que no existieron ni existirán.

 

No se trata de una clase – que se formaría por la mera sumatoria de la posición y función que cumplen objetivamente las y los individuos en la producción social – que en su conjunto se enfrenta contra otra clase, o todxs lxs de “abajo” contra todxs lxs de “arriba” lo que se observa si estudiamos los enfrentamientos sociales que se han desarrollado históricamente en las sociedades capitalistas, ni tampoco es la clase un constructo teórico que solo sirve a los fines analíticos pero que no tiene entidad real (como dice Bourdieu[10]), sino que los enfrentamientos se libran entre alianzas de diferentes fracciones de distintas clases sociales. Las fracciones sociales que se van activando en la lucha van reclutando aliados para unir fuerzas contra las fracciones enemigas constituyendo de esta manera fuerza social-política.

 

Pero entonces ¿dónde identificamos el carácter de clase de las fuerzas social-políticas que se enfrentan? El autor nos muestra que en cada alianza el carácter de clase estará dado por la fracción que logra hegemonizar y conducir dicha fuerza social, articulando los intereses de sus aliados bajo el suyo como el interés general o principal que los unifica, aunque, agregamos, no deja de ser relevante para caracterizar a la fuerza social el grado de importancia y presencia de los intereses de las fracciones subordinadas que la componen. Asimismo, el carácter revolucionario o contrarrevolucionario de una fuerza social política, o, progresista o conservadora (en el sentido gramsciano[11] de esos términos) no necesariamente se corresponde con el origen de clase de la fracción dirigente, sino con el proyecto histórico que se expresa en torno a la contradicción principal en cada momento histórico. Es decir si es capitalista o anticapitalista, y si lo primero, qué tipo de capitalismo.

 

Claro que también es una realidad cambiante y dinámica y las alianzas se componen y recomponen, se producen alineamientos y realineamientos en función de cada batalla y disputa. Pero las fuerzas sociales políticas cuando se constituyen como tales adoptan una fuerza histórica que las torna sujetos de batallas duraderas. Así, como señala el autor ya en la primera frase del prólogo: “Entre 1943 y 1945 se gestó en Argentina un profundo cambio en las relaciones de fuerza políticas, con el surgimiento del peronismo” y se propone analizarlo como un momento en la constitución de la clase obrera argentina como tal.

 

Si se trata de analizar procesos de enfrentamientos sociales o procesos de lucha, observando qué meta se proponen, a quién constituyen como su enemigo en esa lucha, con quién se alían las fracciones o clases sociales, se puede advertir una estrategia que objetivamente se va delineando, no importa el grado de desarrollo de la conciencia que se tenga de ella. “Cuando hablamos de estrategia podemos estar refiriéndonos a dos procesos distintos, aunque relacionados entre sí: 1) el que hace a los enfrentamientos que va librando una clase social y cuya meta puede conocerse observando esos enfrentamientos; 2) las distintas alternativas políticas que proponen a esa clase los distintos cuadros políticos que actúan en la sociedad, y que expresan los intereses de distintas clases o fracciones sociales”[12]. En el primer caso se hace referencia a una estrategia objetiva que se despliega en la lucha concreta de la clase, y en el segundo a la estrategia subjetiva que las organizaciones que se postulan como dirigentes de esa clase elaboran conscientemente, y cuyo éxito dependerá del grado de confluencia con la estrategia objetiva, lo que estará dado por la mayor o menor capacidad para evaluar el momento histórico.

 

Iñigo Carrera nos muestra rigurosa y detalladamente en este libro, cómo la estrategia de lucha objetiva de la clase obrera toma un giro partir de mediados de los ‘30, mas precisamente luego de las huelgas y movilizaciones de enero y mayo de 1936, desde aquella que planteaba superar el orden vigente hacia otra que pretende insertarse en el sistema en las mejores condiciones posibles e influir en la toma de decisiones del estado, disputando la dirección del estado. Estrategia que va a empalmar con las necesidades políticas del sector nacionalista de las FFAA que encabezó la denominada Revolución del 4 de junio de 1943. Es decir, que la estrategia objetiva terminará confluyendo con la estrategia subjetiva del grupo encabezado por Perón.

 

Confluencias, paradojas y fuerzas armadas

 

Con la descripción de la dinámica de la composición y recomposición de alianzas, de alineamientos y realineamientos desarrollados en los ‘30, el autor nos muestra la paradoja de que los que “hasta ayer” pertenecían a fuerzas enemigas luego terminarán por aliarse. Partidos y organizaciones políticas que pretendían expresar los intereses de la clase obrera y algunas fracciones de la misma se aliaban a la burguesía mas concentrada y los cuadros del capital financiero y, otras fracciones obreras mayoritarias se aliaban a partes del ejército que antes habían sido sus represores en las huelgas de la década del ‘20, que, sin embargo, ahora los apoyaban en los procesos de movilización obrera de octubre del 45[13].

La confluencia de pueblo y ejército constituye uno de los nudos gordianos de cualquier proceso revolucionario pero parece inverosímil a luz de la historia argentina vista desde hoy, dado que luego de las epopeyas sanmartinianas y belgranianas con sus ejércitos populares de indios y negros fueron tornándose claro instrumento de las oligarquías que organizaron y consolidaron el estado nación argentino para fines del siglo XIX, que protagonizaron el golpe oligárquico frente al todavía naciente régimen democrático en 1930, y que, más tarde, a partir de los ‘60, adoptaron sin disgusto la Doctrina de la Seguridad Nacional tan bien coordinada y llevada a su paroxismo con la llamada Operación Cóndor. Sin embargo, es desde la unidad de partes mayoritarias del pueblo y la clase obrera y parte de esas FFAA que emergió la experiencia que sigue marcando el pulso político y que tan minuciosamente analiza Nicolás Iñigo Carrera en su fase de origen.

 

La ruptura posterior entre el pueblo y FFAA todavía hoy genera que en América Latina se sigan produciendo golpes de estado con apoyo militar directo, y que, por el contrario, en aquellas experiencias en las que fuerzas social-políticas revolucionarias toman las riendas del gobierno del estado que siguen en pie aún frente a la tremenda contraofensiva imperialista que las somete a una guerra permanente y a un golpismo continuado, es gracias a la unidad cívico militar y una FFAA con fuerte composición popular y consubstanciadas con el antiimperialismo que continúan resistiendo ofensivamente. Nos referimos a Cuba, Venezuela y Nicaragua. En este sentido se hace necesario profundizar las investigaciones acerca de los motivos que reforzaron el punto de bifurcación entre pueblo y fuerza armada en Argentina y en América Latina dado que constituye un problema y desafío político muy actual y relevante[14].

 

Combate diferido

 

El autor comienza por el punto de llegada para luego ir a la génesis de ese proceso. Así muestra que en el ‘45 el movimiento obrero estaba dividido: “formando parte en muy diferentes proporciones de alianzas sociales y políticas con fracciones de la burguesía o con los cuadros políticos y militares de ésta”. En octubre de 1945, Perón “recibió el apoyo de la mayoría de los obreros movilizados. Esta alianza social aparecía articulando los intereses de los obreros en tanto asalariados con los de los funcionarios, fundamentalmente militares, que trataban de evitar la derrota de su proyecto nacionalista; expresando sin embargo el interés del capital en general (relación capital/trabajo asalariado), contrapuesto coyunturalmente a los intereses singulares de los capitalistas y sus organizaciones corporativas y sustentado en la clase obrera”[15].

 

En la clase obrera o dentro de la parte mayoritaria del movimiento obrero organizado que apoyó a Perón predominaba la meta (expresada en la lucha) de “la defensa de las conquistas logradas con la intervención de la Secretaría de Trabajo y Previsión, identificadas con la justicia social, con un discurso anticapitalista o al menos enfrentado a los capitalistas concretos de ese momento en Argentina, su prolongación en el campo político mediante el rechazo a la entrega del gobierno a la corte suprema de justicia, expresión de “la oligarquía” que intentaba recuperar sus privilegios; solo para una parte de los que planteaban esta alternativa la libertad de Perón era la meta explícita”. Desde el otro bando, la meta se presentó como la defensa de la libertad y la “normalidad constitucional”, que pasaba (…) por la entrega del gobierno a la corte suprema de justicia”.

 

La clase obrera optó masivamente por seguir la alternativa de la defensa de sus conquistas como decíamos al principio. La lucha adquirió un carácter clasista: burguesía contra proletariado, mas allá de los discursos. “Es esta linea de confrontación la que signa y se impone en el hecho del 17 de octubre”[16].

 

Los argumentos de la confrontación entre ambos alineamientos no resulta tan anticuada cuando en la actualidad la derecha desalojada del gobierno hace poquito mas de 1 año (diciembre de 2019), en plena pandemia covid 19 intentaba tomar las calles y aglutinar una base social en función de las demandas de “libertad” (frente a los cuidados necesarios o imprescindibles que en Argentina tomaron el nombre de ASPO: aislamiento social preventivo y obligatorio), de defensa de “la república”, amparados en el nada democrático poder judicial que continúa respondiendo a esos intereses oligárquicos golpistas por lo menos desde 1930.  Usan los mismos argumentos los golpistas de ayer y de hoy. Los que gobernaron hasta 2019 y controlan en gran medida al poder judicial son lxs herederos de esa vieja y rancia oligarquía.

 

La gigantesca movilización del 17 de octubre de 1945 expone el desborde de las masas respecto de las instituciones y de sus representaciones sindicales y políticas, las cuales fueron subordinadas a la acción de masas, aunque eso no significa que militantes sindicales no fueran los articuladores de la movilización[17].

 

Las y los obreros movilizados tuvieron claridad acerca de cuáles eran las trincheras del enemigo de clase, tal como se observa en función de los blancos elegidos para el ataque, pero sin duda la contundencia de esa movilización de masas catapultó la disputa hacia el plano superestructural, dado que existía una “clara decisión” por parte de las conducciones política y militares de ambas alianzas, a esa altura ya constituidas como fuerza social-políticas, de que “la lucha decisiva por el gobierno del estado no se librara en las calles ni por las armas, a pesar de que el mismo Perón definiera, en septiembre de 1945, el enfrentamiento como una verdadera guerra[18]. Por ello el autor lo define acertadamente como en un enfrentamiento diferido que se combatiría en las urnas en febrero de 1946.

 

Así “desde los cuadros políticos que se reivindicaban de la clase obrera se presentaron dos alternativas a las masas y estas eligieron seguir la alternativa peronista”[19]. A pesar de los llamados a rechazar la huelga general desde las organizaciones de izquierda alineadas objetivamente con los empresarios, ésta se extendió generando esa impresionante movilización de masas que partió aguas en la dinámica política argentina de octubre de 1945.

 

Radiografiá social e indicadores de ciudadanización

 

Parafraseando a Marx, el autor utiliza el método de estudiar “al humano para luego comprender la anatomía del mono”, es decir que primero presenta los resultados de su investigación sobre ese momento clave de 1945 para después pasar a analizar los momentos o grados de las relaciones de fuerza política de los grupos o clases en su proceso de conformación, en lo que en esta reseña estamos denominando como la acumulación originaria del peronismo en la década del ‘30. Pero antes de ello, y siguiendo a Gramsci, se expone una detallada radiografía social que muestra la relación de fuerzas objetiva que dispone a las grupos sociales en determinado cuadro de situación en relación con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas sociales, en un momento en que el desarrollo capitalista dependiente de la Argentina todavía mostraba una dirección predominantemente en extensión de las relaciones capitalistas (explotación salarial de la fuerza de trabajo) más que en profundidad. Para luego pasar a analizar el grado o momento de las relaciones de fuerza políticas en las que todavía esos grupos fundamentales, sobre todo la clase obrera en proceso de conformación, aparece estrechamente ligada a la relación de fuerzas objetiva, en otras palabras: a sus intereses inmediatos.

 

Ese desarrollo del capitalismo en la Argentina predominantemente en extensión, generó un “proceso de atracción de población, su inserción en las relaciones capitalistas y el crecimiento de una industria liviana con una baja composición orgánica del capital, basada en un empleo extensivo de fuerza de trabajo, cuya propiedad era en buena medida extranjera (…)”[20]. El crecimiento de la fuerza de trabajo ocupada se correspondió, peronismo mediante, con un enorme proceso de ciudadanización[21].

 

En el libro se toman como indicadores de ese proceso de ciudadanización conducido por el peronismo a los grados de participación electoral (entre la que se cuenta el voto femenino) y de sindicalización. A lo que además podríamos agregar la propia ampliación de derechos largamente demandados y plasmados constitucionalmente. 

 

Así en cuanto a uno de sus indicadores, el nivel de sindicalización (que en la actualidad se ha reducido pero en Argentina sigue siendo mas alto que en el resto de América Latina salvo Uruguay[22]), el autor señala que “si hasta 1945 el movimiento sindical estaba por debajo del medio millón de afiliados, tres años después había triplicado esa cifra y en la década de 1950 la había quintuplicado”[23], pero a la vez esas cifras muestran que para 1945 existía un movimiento obrero sindicalmente organizado importante.

 

En cuanto al otro indicador, la participación electoral, es también con el peronismo que se da un proceso de crecimiento exponencial con la incorporación de las mujeres al padrón electoral (luego de 1947) y la población de los territorios nacionales.

 

El grado de ciudadanización remite a “la legitimación de una porción de los intereses de los trabajadores dentro del sistema institucional vigente, la porción que remite a su condición de asalariados, aparentes propietarios de su fuerza de trabajo, pero no a su totalidad como expropiados de sus condiciones materiales de existencia”[24].

 

La dinámica de la lucha de clases en Argentina deja en evidencia que con cada gobierno o momento peronista (de los tres mencionados anteriormente) se profundizan los grados de ciudadanización, traspasando los límites aceptables para los intereses de una oligarquía poderosa pero a la vez subordinada a la lógica de acumulación reservada para los países de la periferia capitalista. No es que tal profundización de la ciudadanización sea una tendencia de largo plazo histórico o un proceso de conquista lineal de derechos, porque justamente los golpes de estado al servicio de los grandes grupos económicos y el capital trasnacional, al igual que algunos gobiernos surgidos de las urnas pero que respondían a los mismos intereses, retrotrajeron, o directamente destruyeron varios de los derechos conquistados, por lo que en algunos sentidos los gobiernos de las posteriores dos etapas peronistas debieron recomenzar la tarea, al igual que ahora (febrero 2021) proclama el gobierno nacional y le reclaman las fracciones del pueblo afectadas por las políticas de concentración de la riqueza y empobrecimiento y opresión de las mayorías efectuadas por el macrismo.

 

A diferencia de los países centrales, en la periferia capitalista el estado de bienestar no fue ni es tolerado, porque debe constituir un territorio de agudización de la explotación, maximización de las tasas de ganancia y desborde de la superpoblación relativa (desde el punto de vista del capital) que permita a su vez efectuar cierta redistribución social de la riqueza en los países centrales del capitalismo a los fines de mantener un territorio estable.

 

Al menos sin duda así lo fue hasta la caída del muro de Berlín, ya que después sin contrapeso político del campo socialista se fue desmontando también el estado de bienestar en Europa y EEUU quedando cada vez mas reducido a la población blanca ya inserta y no así para las crecientes oleadas migratorias. La complejización que trae la retirada gradual de las políticas “de bienestar” en el propio centro capitalista se observa con la agudización de la lucha de clases racializada por ejemplo en 2020 y en plena pandemia en EEUU.

 

Combates intelectuales: reduccionismo e invisibilización del protagonismo de la clase obrera

 

La obra de Nicolás Iñigo Carrera avanza rastreando la génesis del enfrentamiento social que marcó el escenario en 1945 para comprender por qué la mayoría de la clase obrera se incorporó a esa fuerza social que se fue delineando como peronismo.

 

Intenta mostrar -y lo logra basándose en numerosos datos estadísticos y fuentes, como así también en otrxs autores que también refutan esa tesis- que no es la explicación académica oficial acerca de la composición de la clase obrera producto de la nueva migración interna de obreros despolitizados y puestos en disponibilidad -como masa de maniobra- y la emergencia de un líder carismático[25], la que explica el surgimiento del peronismo. Sino que intenta rearmar analíticamente las estrategias o metas manifiestas en la acción concreta de la clase, en la lucha de los y las obreras, y su combinación con las estrategias subjetivas propuestas por las diferentes organizaciones y referentes para comprender los alineamientos y realineamientos que se expresan con toda contundencia el 17 de octubre de 1945 y con la emergencia de esa fuerza social-política que toma el nombre de peronismo.

 

Así el autor refuta las tesis oficializadas por la importante huella dejada por Gino Germani[26] de los nuevos obreros de origen rural más “tradicional” fruto de la migración interna vs. viejos obreros producto de la inmigración internacional mas politizados, retomando a otros autores que ya habían mostrado la falsedad de esta hipótesis, y agrega que tanto entre la vieja guardia sindical que protagonizó los hechos mas significativos de las décadas anteriores, como los de la “Semana trágica”, la inmortalizada por Osvaldo Bayer como la “Patagonia rebelde”, las luchas en La Forestal y otras, contaban entre sus filas tanto a obreros inmigrantes como a nacidos en Argentina y de origen indígena, como también a las filas del naciente peronismo se suman variados referentes de esa vieja guardia sindical mencionados en el libro.

 

Asimismo la conciencia nacional y antiimperialista se fue fortaleciendo frente a las pretensiones de las oligarquías que habían retomado el gobierno mediante el golpe del ‘30 de seguir insertando de manera subordinada al país en la división internacional del trabajo alineándose con el imperialismo inglés en franca decadencia.

 

Pero esta presencia importante -a pesar de la intensa represión estatal- del movimiento obrero organizado previamente al peronismo en la década infame, es negada, ocultada o invisibilizada en varios estudios que Iñigo Carrera se ocupa de citar minuciosamente, aduciendo una supuesta debilidad del movimiento obrero pre-peronista, llegando al extremo por parte de algunos autores de decir directamente que a la clase obrera argentina “la creó Perón”: “afirmación que no hace mas que reiterar lo que era la percepción de la situación, no necesariamente generalizable ni acertada, expresada por una parte del movimiento sindical”[27].

 

Es decir que acá Iñigo Carrera retoma lo que expresara en otros textos acerca de la confusión entre historia y militancia[28]: la militancia en la actividad científica del historiador esta dada intrínsecamente por el bando que asume el o la investigadora en la guerra (solapada) de clases desde el cual estudia la dinámica social, y que le lleva a asumir determinado marco teórico y su instrumental conceptual con el cual, a partir de esa explicitación y honestidad, se puede aspirar a lograr grados de objetividad en la construcción de conocimiento. Es en el posicionamiento y cuerpo teórico que se asume que está la “militancia” y no en calcar argumentos de organizaciones social-políticas que intervienen en la disputa inmediata y coyuntural, revistiéndolas de palabras académicas pero que no reflejan necesariamente la realidad histórica, sino posicionamientos políticos.

 

Por supuesto que las argumentaciones contrapuestas también provienen de la definición de lo que se entiende por “movimiento obrero”, pues como señala Iñigo Carrera “(…) si se entiende por movimiento obrero no solo a la organización sindical sino también los procesos de lucha que tienen como protagonista a la clase obrera, es decir, no solo las resultantes institucionales de la lucha, sino la lucha misma, puede observarse que desde muy temprano existió en Argentina un movimiento obrero en el plano nacional”[29].

 

Algunas miradas sólo ven lucha de clases cuando ésta se expresa institucionalmente, como a partir de la segunda mitad de los ‘30 o cuando ya se constituye la fuerza social-política del peronismo. Hay una imposibilidad teórica y política (o su deliberado ocultamiento) de considerar el desarrollo de la lucha por fuera de los carriles institucionales, en la calle, como también de distinguir ese proceso de acumulación de fuerza que finalmente impacta y cristaliza en las instituciones.

 

En este sentido puede hacerse un paralelismo entre la operación de invisibilización de las luchas, resistencias y enfrentamientos de los ‘30, con la invisibilización del proceso de acumulación de fuerza, lucha y resistencia del llamado ciclo de la rebelión de los ‘90 que recién parece apreciarse con la insurrección espontanea de diciembre de 2001 o sus inmediatos prolegómenos.

 

No es casualidad que el PIMSA, conducido por el mismo autor junto a Maria Celia Cotarelo[30] se haya dedicado a estudiar este período histórico también víctima de una operación de invisibilización u ocultamiento. Dicho programa se encargó de estudiar con toda rigurosidad ese ciclo que comienza con el motín de Santiago del Estero en diciembre de 1993[31] mientras sucedía, diferenciándose de quienes no veían ni lucha, ni clases, ni tan siquiera protesta o resistencia (y no nos referimos a los medios hegemónicos sino a la academia) hasta que el ruido tronó tan fuerte que se hizo inocultable. El proceso de acumulación de fuerzas a través de distintas formas de organización, resistencia y lucha que se dio en los ‘90 se tornó un irrefrenable proceso nacional, popular y policlasista ya para los 2000 y se manifestó con toda contundencia en la insurrección espontánea de 2001. ¡Ahí sí se ve!! Pero sobre todo esta operación de ocultamiento se dedicó a la clase obrera y al movimiento obrero organizado, llegando a silenciar por completo los 9 paros generales que dieron en ese ciclo y que oficiaron de jornadas articuladoras de las distintas fracciones del pueblo movilizadas[32]. Así como en el 17 de octubre de 1945, se la hizo nacer de un repollo (para no decir que la cigüeña la trajo de París porque ya sería darle un tinte eurocéntrico, porque este era un repollo mas bien criollo -los migrantes internos-), a partir de 2003 pareció que esa clase obrera a la que ya daban por muerta comenzaba a revivir para ya no poder disimular su fuerte presencia en los conflictos laborales cuando se disputó con buenas perspectivas populares la redistribución de la riqueza a partir de la asunción de Néstor Kirchner en la presidencia[33].

 

Volviendo a las fases de acumulación de fuerza social-política de los ‘30 y de los ‘90 podemos decir que, en general muchxs autores olvidan u omiten estudiar lo que Gramsci llamaba “las fases moleculares” del proceso de formación de un movimiento histórico colectivo:

            «Se podría estudiar en concreto la formación de un movimiento histórico colectivo, analizándolo en todas sus fases moleculares, lo que habitualmente no se hace porque tornaría pesado el análisis. Se toman en cambio, las corrientes de opinión ya constituidas en torno a un grupo o a una personalidad dominante. Es el problema que modernamente se expresa en términos de partido o de coaliciones de partidos afines: cómo se inicia la constitución de un partido, de qué modo se desarrolla su fuerza organizada y su influencia social, etc. Se trata de un proceso molecular, minucioso, de análisis extremo, capilar, cuya documentación está constituida por una cantidad interminable de libros y folletos, de artículos de revistas y de periódicos, de conversaciones y de debates orales que se repiten infinidad de veces y que en su conjunto gigantesco representan este trabajo del cual nace una voluntad colectiva con cierto grado de homogeneidad, con el grado necesario y suficiente para determinar una acción coordinada y simultánea en el tiempo y en el espacio geográfico en el que se verifica el hecho histórico»[34].

 

No es el caso de Iñigo Carrera que nos muestra que para la década del ‘30, y no sólo respecto de la clase obrera, la historia oficial nos dice que no pasó nada significativo, que no hubo grandes conflictos y sin embargo ¡pasó de todo! ¡hasta los radicales de la UCR se levantaron en armas!

 

Pero respecto de la clase obrera -llevado al extremo por quienes dicen que fue el peronismo o Perón el que formó a la clase obrera- se omite estudiar o ver lo que hace la clase, y se centra la mirada solo en lo que dicen los que pretenden hablar por ella legítimamente o no, es decir, mas allá de los grados de representatividad que tengan, lo que constituye órdenes analíticos diferenciados, o deberían serlo. Esta mirada institucionalista que continua hegemonizando los estudios académicos, se suma a la moda de obnubilarse por los movimientos de moda como nuevos sujetos, que siempre están a mano para sumar porotos a sus versiones del fin de la clase obrera, pretendiendo separar las subjetividades movilizadas de la clase a cuya mayoría pertenecen.

 

Por otra parte a lxs referentes o conducciones que están muy insertos e institucionalizados no se les da o se les resta importancia, resaltando sus posturas negociadoras, burocratizadas y/o claudicantes ante los gobiernos, sin advertir, al igual que en los ‘90, que expresaban los grados de conciencia e intereses de sus bases. En los ‘90 algunos de los “gordos” de la CGT lograron defender y preservar las fuentes laborales estrictamente de sus afiliadxs, replegados al primer momento de las relaciones de fuerza políticas en el que el interés que predomina y aglutina es el mas estrecho interés corporativo, profesional, inmediato, restringido, evitaron el despido masivo en sus respectivas ramas (tal como se dio en otras ramas y/o empresas, y sobre todo con las privatizaciones donde  en algunos casos los sindicatos formaron parte a través del Programa de Propiedad Participada) como así también se impidió la contra-reforma laboral que se dio de hecho por el empeoramiento de las condiciones laborales, pero no por ley. No se predisponían a defender los intereses inmediatos de la clase en su conjunto sino solo los de sus afiliadxs y lo lograron.

 

En esa época, como en los ‘30 y en otras, el hecho de que los sindicatos negocien -lo que generalmente es visto como un síntoma de entreguismo- para nuestro autor puede ser una evidencia de la fuerza que tienen determinados sindicatos tal que deben ser tomados en cuenta por los gobiernos antes de avanzar o afianzar sus decisiones en materia de decisiones políticas[35]

 

Otro paralelismo con los ‘90 es que en los ‘30 fueron las organizaciones políticas que luchaban por fuera del sistema institucional -anarquistas y comunistas- las que se postularon como dirección de los trabajadores desocupados movilizados[36]. Y en los ‘90 pudo apreciarse un fenómeno parecido con la conformación de un importante movimiento de trabajadores desocupadxs organizadxs en gran medida impulsado por organizaciones de izquierda, o peronistas, o sindicales, o dirigentes y referentes que provenían del movimiento estudiantil o de la lucha de la década de los ‘70, todas ellas organizaciones que desarrollaban su actividad en su mayoría por fuera de los canales institucionales, sea por decisión o por no lograr representatividad dentro de ellas. Lo cual comienza a revertirse a partir de 2003[37].

 

Así el título del Capítulo 6: “De la resistencia a la génesis de una fuerza social (1930 – 1935)” podría aplicarse, cambiando los años, al ciclo de la rebelión de los ‘90 en la Argentina[38]. Ese “no pasó nada” tanto de los ‘30 como de los ‘90, se instaló en el sentido común -en el que aún siendo un campo de disputa predomina el sentido de la clase dominante- construido y difundido desde los medios masivos y monopólicos de información pero tuvo su caja de resonancia y legitimación en la academia.

 

En clave de seguir resaltando la importancia de la lectura histórica de la lucha de clases del pasado a la luz de los desafíos actuales, se suele decir que la historia es central para la interpretación del presente. Pero si partimos de una visión reificada en misticismos producto unas veces de la conveniencia política por buenas causas o no tanto, otras de las operaciones políticas deformadoras y manipuladoras de la clase dominante, y otras de la ingenuidad pavorosa de académicxs que se prestan a tales utilizaciones, se complejiza aportar a la identificación de tales desafíos.

 

Proceso de formación de una fuerza social política. Periodización y estrategia

 

El autor nos muestra la importancia de la periodización en la disciplina histórica, periodización que no debe obedecer a criterios cronológicos, sino a las dimensiones que resalten y marquen cambios de rumbos o puntos de inflexión dentro de un mismo proceso histórico en función de la lucha de clases. En la dinámica de los ciclos de lucha se distinguen momentos de ascenso y descenso.

 

A partir de 1932 el autor señala el comienzo de un momento ascendente de la lucha de la clase obrera “indicado por un mayor grado de unidad de sus cuadros y un menor grado de aislamiento respeto de fracciones sociales no obreras”. Fue la “confrontación fascismo / antifascismo” la que “contribuyó a romper el aislamiento de las organizaciones mas radicalizadas y a unir en la acción al movimiento obrero”. Podemos decir que en ese momento esa es la contradicción principal que marca la confrontación social en casi todo el mundo: “el fascismo y la opresión política fueron el enemigo en común”[39]. De esta manera las relaciones de fuerzas internacionales se incorporan de manera directa en la relación de fuerzas política interna.

 

Para continuar con los paralelismos, podemos decir que hoy ese mismo eje de contradicción que deberíamos poder calificarla como vetusto y digno del museo de las atrocidades humanas engendradas por el capital y las respuestas populares frente a ellas, atisba nuevamente en el horizonte del hemisferio occidental y sobre todo en América de la mano de un presidente del centro imperialista[40], EEUU, que reivindica al ku klux klan y otro del gigante de nuestra América, Brasil, que reivindica al terrorismo de estado, solo por mencionar dos de los mas patéticos ejemplos. Experiencias neofascistas que no logran estabilizarse en los gobiernos pero que sin duda muestran la existencia de una base social que se siente interpelada por esa ideología.

 

En cuanto a las estrategias del movimiento obrero, el autor nos muestra, mediante variadas fuentes, que se presentaban dos alternativas: una que tenia como meta penetrar el sistema institucional y reformarlo, apelando al diálogo con el gobierno y a la lucha parlamentaria; y la otra que tenía como meta superar el sistema institucional y recurría a la huelga y a la lucha callejera para ello. Pero todo ese movimiento de oposición, con sus dos estrategias, expresaba una alianza social entre la clase obrera organizada, una parte de la pequeña burguesía, pequeños propietarios de la ciudad y del campo, y el movimiento estudiantil, “en el ámbito ideológico esa alianza involucró a anticapitalistas (se presentaran como reformistas o como revolucionarios) que caracterizaban al fascismo como una alternativa capitalista ante el fracaso de la democracia representativa electoral y liberales que se movilizaban en defensa del sistema institucional vigente”[41] este movimiento de oposición intentó tomar forma política en un frustrado Frente Popular.

 

Es a mediados de los ‘30, en el marco del ascenso de la lucha de clases, que se intenta forjar ese frente que finalmente no cuaja, pues ni la Unión cívica Radical (UCR) ni el Partido Socialista (PS) quisieron. La unión electoral forjada luego en el ‘45 por estas agrupaciones junto al Partido Comunista (PC) y el apoyo de los conservadores, ya no sería un frente popular: ni tenían al fascismo enfrente, ni tenían a la mayoría de la clase obrera dentro. No va a ser hasta casi 85 años después que se lograría formar un frente de fuerzas populares en su mayoría contra las fuerzas oligárquicas que gobernaron el país entre 2015 y 2019. Nos referimos a la posibilidad de articular un frente político surgido de la unidad de acción en las cuales del movimiento obrero[42] y movimientos sociales como muchos de los de las mujeres, lxs trabajadores de la economía social y estudiantes que tomó el nombre de Frente de Todxs que, a propuesta de la ex presidenta Cristina Fernández, llevó a Alberto Fernández a la presidencia venciendo a Macri. Este pretendía ser reelegido después de 4 años de gobierno que significaron fuertes retrocesos para el campo popular. En el frente electoral que enfrentó a los cuadros de la oligarquía financiera en 2019 existen sectores vinculados a la embajada estadounidense pero, hasta ahora, en el actual gobierno en disputa, no son los que hegemonizan la alianza.

 

Volviendo a los ‘30, el autor destaca que la huelga de los obreros de la construcción, que se prolongó desde octubre de 1935 hasta enero de 1936 y contó con una amplísima solidaridad de variadas fracciones sociales, marcó el máximo nivel de la estrategia que tenía como meta confrontar con el sistema institucional en aquella década. Se expresó allí también un sentimiento antidictatorial, anticapitalista, antifascista y antiimperialista. Fue una huelga de masas que desbordó a las instituciones y tomó carácter político, y si bien en ese momento la lucha callejera se colocó por fuera del sistema institucional y confrontó con él, la disciplinada finalización de la huelga en el momento que lo dispusieron quienes apuntaban a incorporarse al sistema institucional, señala cual era y sería la estrategia predominante de la clase: “la lucha democrática de la clase obrera”, así se llama el capítulo 7 al igual que un excelente texto de hace un tiempo del autor[43]. Refiere con dicho concepto al enfrentamiento de la clase obrera contra la opresión para construir fuerza que le permita tener un lugar e influir en las relaciones de fuerza políticas.

 

Tanto en esta obra como en su anterior La estrategia de la clase obrera, 1936[44], a partir del estudio detallado de los hechos de rebelión de lxs trabajadores en dicha década, el autor nos muestra que, si bien ambas metas (la de reformar y/o la de superar el sistema vigente) convivían, la principal de esa clase a partir del 36, que fue la de insertarse en el sistema en las mejores condiciones, encuentra antecedentes, por ejemplo, en la participación obrera y sindical en la Junta Nacional para la Desocupación creada en 1934 por el gobierno del general Justo como parte del proyecto corporativista e intervencionista acorde a los modos de salir de la crisis del ‘30 con los cuales se reorientó el paradigma liberal del capitalismo hacia otro proteccionista e interventor que nuestras clases dominantes domésticas no tuvieron mas remedio que seguir. Al tiempo que también los sindicatos y partidos de la clase obrera desarrollaron tácticas armadas, sobre todo defensivas, frente a la encerrona represora en que los ponía la persecución estatal y paraestatal (el autor menciona que hasta el Partido Socialista nada amigable de la vía de la lucha armada para la toma del poder, no le quedó otra que armarse para la defensa en sus locales y mitines).

 

En la huelga con movilización y acto del 1ro de mayo de 1936 queda plasmado en su convocatoria el “espíritu democrático, popular, antiimperialista y antioligárquico expresado en el proceso de luchas en el que se generó el movimiento de oposición, postulando la vía electoral como camino para lograr sus metas, aunque no se lograra constituir ese frente popular para las elecciones de 1937 que de todas maneras fueron unas de las mas fraudulentas”[45].

 

A partir de 1935 los partidos políticos oficiales de oposición accedieron a participar de aquellos procesos electorales en los que se les permitía hacerlo, legitimando con ello el sistema institucional del cual aspiraban a participar, aceptando con sus posturas institucionalistas la imposibilidad de disputar el gobierno nacional.

 

A partir de la segunda mitad de los ‘30 “el movimiento obrero organizado era lo suficientemente fuerte como para comenzar a plantearse la cuestión del estado, aunque solo en el terreno de lograr una igualdad político-jurídica con las clases dominantes”, es decir, lo que Gramsci denomina el segundo momento de las relaciones de fuerza política. “Esta estrategia requería de la alianza con fracciones de otras clases sociales también excluidas en mayor o menos medida del poder político. En esa alianza social la clase obrera organizada convocaba disputando la conducción, sin por eso pretender superar el sistema vigente, pero sí formar parte de él e influir en los negocios públicos”[46].

 

Fue la prevalencia de esa meta la que permitió articular a las diferentes fracciones de esa clase con la porción de la fuerza armada encabezada por Perón, con quien ya habían logrado realizar parte importante de sus intereses inmediatos y ahora se les ofrecía la posibilidad de disputar el poder del estado.

 

Recomposición de alianzas

 

Finalmente el movimiento de oposición a los gobiernos surgidos del golpe de 1930 entra en crisis y se produce la recomposición de las alianzas entre 1943 y 1946, es decir, a partir del golpe de estado del 4 de junio de 1943. Dicho golpe da cuenta de una crisis de los cuadros de la burguesía argentina cuya confrontación, como todas, estaba marcada por sus alineamientos frente las relaciones de fuerzas internacionales, remitía a la división entre los partidarios de los aliados o de la neutralidad en el contexto de la segunda guerra mundial. La disolución del parlamento y de los partidos políticos puso tanto a los desalojados gobiernos de la Concordancia como a su oposición oficial en la vereda de enfrente del gobierno surgido del GOU (Grupo de Oficiales Unidos) que contaba con el apoyo, ademas de las FFAA, de la iglesia.

 

Así nos introduce Iñigo Carrera en en este momento cúlmine de la formación de la fuerza social que toma el nombre de peronismo, que comienza con el recibimiento sin entusiasmo por parte del movimiento obrero organizado del nuevo gobierno, percibido por muchos como “antidemocrático y pro fascista, protagonizado por el brazo armado del régimen de dominación, tantas veces utilizado para atacar al movimiento obrero”[47] y continúa con el creciente apoyo que distintos cuadros sindicales y sindicatos le darán a Perón producto del reconocimiento jurídico y político, mediante políticas de estado, de gran parte de los reclamos históricos de esa clase desde la Secretaria de Trabajo y Previsión.

 

Una de las resoluciones que destaca el autor y que muestra por si misma la falsedad de quienes argumentan en primer plano a un sindicalismo tutelado de Perón, fue dejar sin efecto “la reglamentación de Asociaciones Profesionales, dictada por su antecesor, que subordinaba los sindicatos al aparato estatal, y comenzó a exigir a las empresas el cumplimiento de sus disposiciones y sugerencias”, lo que desde luego cayó muy mal entre el empresariado.

 

Sin duda, un hito señalado también por nuestro autor, fue el estatuto del peón “que legislaba sobre una fracción obrera con poca capacidad de presión” y condiciones de trabajo basadas en relaciones personales cuasi serviles en muchos casos. El estatuto “fijaba condiciones de trabajo y salarios para los trabajadores rurales permanentes, imponiendo las relaciones propias del capitalismo”, lo que también, por supuesto, generó rechazo en el empresariado rural. Estas y otras disposiciones fueron acompañadas por una intervención activa de la STP en los conflictos con resoluciones a favor de los trabajadores. “El resultado fue que entre 1944 y 1946 hubo una inversión en las tendencias de distribución del ingreso nacional”[48].

 

Pero no sólo fueron mejoras económicas o conquistas puntuales, sino que las y los trabajadores lograron ser incorporados en ámbitos de gestión estatal, y todo esto acompañado por un discurso de Perón que fue poniendo cada vez mas en el centro el papel de los trabajadores hasta presentarse como uno de ellos. Su discurso pronunciado en la bolsa de comercio en agosto de 1944 fue el último intento por conseguir el apoyo empresarial. A partir de ahí primó la contradicción de “oligarquía vs. pueblo” en la narrativa del conductor de esa naciente fuerza social-política.

 

A partir de acá es conocida la historia. Recordamos que una parte de los cuadros obreros, socialistas y comunistas se alinearon a la oposición al gobierno, ya que si bien reconocían las medidas de la STP las consideraban como un avance del corporativismo y del fascismo en el que ubicaban al gobierno surgido del golpe del ‘43 y a Perón. Se fueron produciendo realineamientos que rodearon a los empresarios de los partidos opositores y organizaciones de fracciones de pequeña burguesía, junto a esa parte de los cuadros obreros.

 

En cambio, el gobierno y su hombre fuerte, se encontraron con que frente a un aislamiento externo e interno su único apoyo “además de minúsculos grupos nacionalistas y parte del ejército y la iglesia era una parte del movimiento obrero que se expresaba a favor de la neutralidad y autodeterminación frente a las presiones estadounidenses”. 

 

Frente a la reacción de los capitalistas por las medidas económicas de Perón para la mayoría de los obreros se tornó objetivo principal defender esas conquistas. Así la lucha fue tomando un carácter clasista: un enfrentamiento de la clase capitalista con la clase obrera”[49].

 

Se formó el Partido Laboralista como expresión política de la parte mayoritaria de la clase obrera organizada, aunque no formara parte de la fórmula presidencial, y luego de la elección presidencial sería disuelto, con la oposición de sus referentes sindicales, para formar el Partido Justicialista o Peronista.

Del otro lado, la Unión Democrática con los partidos de la oposición UCR, PS, Partido Demócrata Progresista (PDP), PC, postuló candidatos de la UCR alvearista y contó con apoyo de los conservadores, cuyo lema era la “defensa del orden jurídico y del sistema político de la constitución”. A pesar de que los programas en cuanto a política interna no eran tan disímiles, radicales, socialistas y comunistas “terminaron a los ojos de los obreros”[50] junto a los representantes empresariales y las jerarquías tradicionales a las que se habían enfrentado, pero, sobre todo y lo peor, bajo las órdenes de la embajada de EEUU con la activa participación de su embajador Spruille Braden, contra quien inteligentemente Perón construyó su campaña política: “Braden o Perón”. La Unión Democrática quedaba del lado de los patrones y del imperialismo.

 

Las negativa de los empresarios a cumplir con las medidas favorables a los trabajadores intensificaron la lucha de clases mediante huelgas, ocupaciones, y lock-out patronales, “al igual que en octubre la lucha seguía una línea de confrontación clasista y el enfrentamiento abierto, en las calles y en las fábricas, fue diferido para ser resuelto en las elecciones de febrero”[51].

 

Hemos comparado esta génesis primero de un movimiento de oposición política y luego de una fuerza social-política que toma el nombre de peronismo, con el proceso de acumulación de fuerza social y de experiencia de organización de los ‘90 en la Argentina, cuya máxima confrontación -la insurrección espontánea de 2001- también dio paso a un combate diferido. La lucha de clases se canalizó hacia la vía institucional y catapultó a la fuerza social-política emergente de dicho ciclo de rebelión al gobierno del estado a partir de 2003 con el kirchnerismo. Sin embargo, no podemos afirmar que el combate haya sido librado en el acto electoral dado que Nestor Kirchner no expresaba durante la campaña claramente ser referente de esa alianza gestada en la lucha, o, al menos, no era reconocido como tal por parte importante de ella que estaba en tregua[52] desde los enfrentamientos en el puente Pueyrredón de junio de 2002. La ruptura clara del gobierno de Néstor Kirchner con el proyecto duhaldista -que expresaba a la cúpula burguesa ligada al capital productivo orientada al mercado externo- y el viraje hacia un proyecto mercado internista se realizó a partir de su asunción a la presidencia.

 

Pero también podemos remitirnos al concepto de combate diferido, acerca de un episodio más reciente cuando, a partir del punto de inflexión de diciembre de 2017, en el que las organizaciones políticas, sindicales y sociales del campo popular mostraron con toda contundencia su necesidad de articular sus luchas en las calles, en huelgas generales y su rápida capacidad de traducir esa experiencia de unidad en la acción hacia las urnas, llevando, ahora sí, a la disputa electoral el desenlace del enfrentamiento entre dos fuerzas sociales que muestran elementos de continuidad con aquellas que se enfrentaron en el 45, como ya hemos dicho. Solo que ahora en la batalla electoral de 2019 no hubo confluencia directa entre el partido de la oligarquía y los partidos de izquierda trotskista que se posicionaron y se posicionan por fuera de toda alianza nacional y popular, como así también por fuera o directamente en contra de los procesos revolucionarios en América Latina.

En cambio, la izquierda latinoamericanista formó parte en 2019 -y lo sigue haciendo- de un frente electoral que integró a las mayorías populares y al movimiento obrero organizado que logró desalojar a la oligarquía empresaria del gobierno del estado.

 

En el capítulo 8, el autor sintetiza que ha querido mostrar cómo el movimiento de oposición gestado en los ‘30 se fracturó: “se rompieron las alianzas sociales enfrentadas y se compusieron de otra manera, uniendo en una misma fuerza a quienes habían estado enfrentados y enfrentando a quienes habían compartido posiciones. (…) La necesidad de establecer alianzas se imponía a todos”[53].

 

Esta es una de las enseñanzas prácticas del análisis histórico de Nicolás Iñigo Carrera, que nos conduce a abandonar las interpretaciones de manual tanto de la lucha de clases del pasado como la del presente. Y a ponderar la importancia o imprescindibilidad de establecer alianzas para alcanzar cualquier meta y, en el caso de lxs investigadores, rastrearlas en los procesos históricos. Claro que en función de cual sea la meta serán las alianzas que se formen. Pero no hubo ni hay en la historia del capitalismo, desde la revoluciones burguesas del siglo XVII y XVIII hasta aquí, ninguna que se haya realizado sino a través de alianzas sociales.

 

De lo contrario se cae en el misticismo o cuentito ingenuo de “buenos contra malos”, o que las luchas son de “todxs los de abajo” contra “todxs los de arriba” monolíticamente expresados en cada enfrenamiento, y ello no se comprueba en ninguna experiencia histórica, sino que la lucha de clases se libra entre alianzas compuestas por distintas fracciones de diferentes clases sociales y el carácter de clase esta dado principalmente por el interés de la fracción que la conduzca. Incluso la mayoría de enfrentamientos en el mundo capitalista, son interburgueses, como los que tratamos en este ejercicio de paralelismo, pero aún así suele ocurrir que una de las fuerzas social políticas, aunque esté conducida por fracciones burguesas incorpora en mayor medida a los intereses populares inmediatos y su posibilidad de realización, y, al hacerlo, enfrenta a las personificaciones mas concentradas del capital.

 

Aquellas fracciones del pueblo, o las organizaciones que se postulan como sus organizadoras que no ven la necesidad de establecer alianzas para acumular fuerzas contra sus enemigos principales, sufren, a nuestro entender, de una miopía que tiene en su centro la imposibilidad de evaluar la contradicción principal en cada momento, sobredeterminada por el papel del imperialismo, confundiéndola con la contradicción fundamental, la de clases.  Lo que lleva a ver a ésta última en todas partes y en todo tiempo invariablemente, lo que puede ser fruto de lo que Gramsci denominaba doctrinarismo pedante. Es lo que caracteriza a algunas organizaciones actuales que se dicen de izquierda pero que al no configurar las alianzas necesarias para imponer una victoria frente al enemigo principal de la clase obrera terminan confluyendo objetivamente con los intereses del capital y del gran capital, como sucedió en el enfrentamiento con la patronal del campo en 2008 en el que agrupaciones “de izquierda” acudieron a los actos de la oligarquía financiera[54].

 

Desde la derrota realizada en 1976 de la fuerza social-política revolucionaria en gestación, que incluía a la fracción mas combativa de la clase obrera, ya con el advenimiento de la democracia formal o procedimental a finales de 1983 -forma bajo la cual se siguió desarrollando la dictadura del capital- en la Argentina no volvió a tomar fuerza una estrategia popular ni obrera que exprese otra vía de disputa que no sea la institucional.

 

No solo en Argentina, sino en América Latina, la lucha de clases fue tomando un cauce institucional. Ello se explica por una parte, por la derrota de la táctica de la vía armada para la toma del poder del estado (salvo en Cuba y en parte en Nicaragua) y de la estrategia revolucionaria y, por otra, por la crisis orgánica del régimen de la partidocracia tradicional y su respectiva crisis de representación que abrió la oportunidad de que fuerzas social-políticas que incorporaron -en mayor o en menor medida- a los intereses populares, accedieran a varios gobiernos nacionales mediante procesos electorales, luego de sendos procesos de lucha insurreccionales que llevaron a conformar esas alianzas, asumiendo en el plano de la superestructura política las demandas expresadas en la confrontación directa, suturando las distancias o quiebre entre la lucha social y la lucha política.

De hecho se logra un verdadero ensanchamiento de las democracias en nuestra América en el que en el caso argentino el movimiento obrero[55] es un sujeto fundamental. En este sentido, también comparando con la segunda mitad de los ‘30, podemos decir que su nivel de autoconciencia y autoorganización corresponde al segundo momento de las relaciones de fuerza política según Gramsci.

 

Confluencia de la estrategia objetiva y subjetiva, contradicción principal y disputa de poder

 

Desde el principio de la década de los ‘30 la clase obrera va acumulando la fuerza necesaria y logra plantearse la cuestión del estado, aunque solo en el terreno de lograr la igualdad jurídica y política con las clases dominantes, para penetrar en el sistema institucional e influir en los asuntos públicos. Para ello, fue delineando alianzas con fracciones de otras clases sociales también excluidas, en mayor o menor medida, del poder político. La clase obrera intentó postularse como dirigente de una alianza que pretendía gobernar la nación, lo que generó la necesidad de plantearse o fijar políticas que fueran mucho mas allá de sus intereses económicos inmediatos. La meta de “participar en el gobierno del estado-nación conllevó la necesidad de disputar el dominio de ese territorio con las potencias imperialistas potenciando el carácter antiimperialista del movimiento de oposición”[56], ya en el programa máximo de ese movimiento que se desprende de la convocatoria al acto de la 1 de mayo de 1936 se evidencian las banderas que se harán carne luego en el peronismo: la independencia económica, la libertad política y la justicia social.

 

La estrategia objetiva que fue delineando en la acción la clase obrera organizada sumada a la fractura de la burguesía argentina muestra una crisis política que “se resolvió en un gigantesco proceso de ciudadanización e institucionalización de la mayoría de la masa trabajadora y la emergencia de una nueva fuerza social de la que pasó a formar parte la mayoría de la clase obrera”[57]. Todo este proceso ascendente de la lucha de la clase obrera que nos muestra el autor y las metas y estrategias presentes y construidas en esos momentos de génesis es el que posibilita y a la vez explica el surgimiento del peronismo y no al revés: “El triunfo del fascismo en Italia, Alemania y España lo mismo que el bonapartismo en Francia en 1850 sólo fueron posibles frente a una clase obrera derrotada. En argentina, lejos de estar derrotada, la clase obrera constituía la columna principal de una fuerza triunfante y por momentos disputó la conducción de esa fuerza”[58]. Ni derrotada, ni masa puesta en disponibilidad esperando un caudillo filo fascista, sino confluencia de estrategia objetiva de la lucha de clase obrera de insertarse en el sistema en las mejores condiciones posibles y de realizar su interés como asalariada disputando poder, con aquella estrategia subjetiva que propuso y encabezó una parte del ejército, con el beneplácito de la iglesia.

 

Iñigo Carrera señala la miopía y el cortoplacismo de la burguesía de no haber visto que Perón, al menos en su proyecto inicial, expresaba la posibilidad de un desarrollo capitalista de largo plazo, cuidando del interés estratégico de la clase burguesa en su conjunto mas allá de las disputas inmediatas de sus distintas fracciones, es decir, que en esa personificación de la fuerza social política gestada podían realizar las metas de una revolución democrática burguesa. Perón “los convocaba a priorizar su interés político mas general, como real clase dirigente, es decir, como dirección intelectual y moral de las fracciones sociales aliadas”[59]. Pero esa miopía arrastrada por los herederos de la colonia desde que escogieran para América Latina lo que Agustín Cueva conceptualizara como la vía oligárquica dependiente de desarrollo capitalista[60] con la que esas elites oligárquicas forjaron a sangre y espada los estados nación, empujó a la radicalización de esa fuerza social política que incluyó a la mayoría de la clase obrera organizada y al pueblo.

Pues, tal como queda de manifiesto en esta obra que reseñamos, las clases subordinadas pugnaron por insertarse en el sistema en las mejores condiciones posibles y por influir en las decisiones políticas. Es decir, optaron por la lucha por dentro del sistema institucional, la lucha democrática, y fue la clase dominante la que mediante golpes de estado (aquí y en cada rincón de nuestra América que intentó ese camino de soberanía incluso dentro de los márgenes capitalistas) obturaron una y otra vez esa posibilidad de desarrollo de una revolución democrático burguesa y de un proyecto capitalista de desarrollo autónomo.

 

El esquema de poder del capitalismo (que fue y es un solo sistema-mundo) no podía permitir que se desarrollaran ese tipo de experiencias soberanas en territorios periféricos, imprescindibles para exportar sus contradicciones aunque sea en parte, para rapiñar lo que las reglas capitalistas del primer mundo le limitan en su centro en términos tanto de superexplotación de la fuerza de trabajo como de bienes naturales y sociales, pues es el lugar y rol reservado a las periferias ya desde la acumulación originaria del capital. Los estados de bienestar quedaban reservados para el centro -cuando no hubo otra opción en el escenario posguerra y guerra fría- como medio de vacunar a la clase obrera de Europa occidental contra la posible expansión del comunismo, pero estado de bienestar en la periferia: eso sí que NO.

 

Este eje de contradicción nación e imperio, en el actual contexto internacional de multipolaridad y ya no de guerra fría, de contradicción entre fuerza social-política conducida por la oligarquía contra otra fuerza social que incluye parte de la cúpula burguesa pero también a las mayorías populares y en particular, al movimiento obrero organizado -que en Argentina a diferencia de casi todos los países de América latina tiene una fuerte presencia objetiva y subjetiva-, que expresa disputa interburguesa pero que apunta a la reconstrucción de un mercado interno y para ello postula cierta redistribución de la riqueza y la ampliación de la ciudadanía, sigue siendo el eje de confrontación fundamental que corta a la sociedad argentina en dos.

 

El autor concluye su libro exponiendo entonces claramente y según surge de sus investigaciones que lo que definió a la mayoría de la clase obrera a seguir la alternativa peronista fue que en el desarrollo de su estrategia objetiva buscó la alianza que le permitiera realizarla, es decir: mejorar sus condiciones de vida e influir sobre el régimen político y social vigente. A lo que sumaba su potencial -y pronto frustrada dad su disolución- autonomía política que implicó la formación del Partido Laborista.

 

En resumen: “la opción de la mayoría de la clase obrera por el peronismo significaba elegir la alianza que mejor le permitía realizar la meta planteada en su estrategia desde la década anterior: influir en los asuntos públicos y penetrar en el sistema institucional, reformándolo, sin pretender superarlo. Ciudadanizarse. Esto es, la plena realización de su conciencia de asalariada. Momento de su experiencia histórica necesario para la construcción de su conciencia de expropiada”[61].

 

Fue la cúpula de la burguesía que en su estrecho interés no podía admitir la institucionalización de la relación capital/trabajo, y por lo tanto de la clase obrera, la fase previa de contratación “libre” de la fuerza de trabajo satisfacía en mayor medida su rentabilidad inmediata, así como el descarte y reemplazo del capital variable. Esta miopía que terminó obturando por completo la lucha política  bajo las formas de la democracia republicana burguesa fue generando escenarios de polarización social que al negar hasta la identidad peronista, proscribir y desatar todo tipo de persecución política y judicial y manipulación mediática (cualquier parecido con la actualidad no es pura coincidencia) terminaron por arrinconar a esas mayorías acercándolas a otras vías de expresión política por fuera del sistema institucional. Ese proceso de polarización y radicalización en los años posteriores al golpe de estado del ‘55 junto al triunfo de la revolución cubana en el ‘59 generaron las condiciones subjetivas para la búsqueda de otra meta: la estrategia revolucionaria. Pero eso ya es otro periodo y otro objeto de análisis.

 

La realidad argentina y nuestroamericana de hoy muestra algunas similitudes ya que esas mismas fuerzas oligárquicas preocupadas por el protagonismo popular de las últimas décadas vuelve a obturar las propias formas de la democracia representativa y electoral burguesa, promueve fraudes, proscripciones y golpes de estado.

 

En Argentina pareciera recrearse la misma línea de confrontación, pero hoy los pasos y los tiempos son mas cortos, el peronismo (salvo el interregno de Menem en el que pegó el volantazo hacia la derecha) vuelve a ser una fuerza aglutinante, con la mayoría del movimiento obrero organizado en su interior, con el kirchnerismo como fuerza progresista disputando su conducción, con partes de la burguesía y teniendo enfrente a las fuerzas oligárquicas y conservadoras.

 

Por eso, hagamos confluir las estrategias subjetivas con las estrategias objetivas que delinean los pueblos en la lucha, identifiquemos a nuestros enemigos principales, construyamos alianzas y disputemos su conducción para disputar el poder del estado: aprendamos de la historia.

 

 

[1] Colección: La Argentina Peronista, Editorial de la Universidad de Mar del Plata – Grupo Editor Universitario, 2019

[2] Se nos presenta la complejidad en este escrito acerca de la utilización del lenguaje de género inclusivo que el autor no utiliza y nosotrxs sí. Por ello no podremos evitar que en el texto ambas modalidades queden mezcladas, dado que cuando citamos al autor o nos refiramos directamente a su obra, para respetarla, usaremos el universal masculino y cuando hablamos nosotras desde nuestro punto de vista y apreciaciones lo haremos con lenguaje inclusivo.

[3] Aclaramos que el concepto de acumulación originaria tomado, por supuesto, de Marx, lo usamos nosotras y no el autor, quien se refiere a los orígenes del peronismo.

[4] No es que esta fuerza social política que gobernó entre 2003 y 2015 y que desalojó al gobierno de Macri en 2019 no cuente con parte de esos cuadros políticos de la oligarquía, pero, al menos, no lo hace de manera categórica y dominante en la dirección de las políticas de gobierno. Sin embargo, esos grupos económicos concentrados continúan teniendo la dirección económica del país.

[5] Estaríamos atravesando ahora, luego de la derrota electoral del macrismo, un 4to momento, pero es prematuro calificarlo pues poco mas de un año ha transcurrido desde la asunción del Frente de Todxs, y el contexto de pandemia ha alterado todos los escenarios para el desarrollo del programa votado.

[6] Nicolás Iñigo Carrera y María Celia Cotarelo: “Génesis y desarrollo de la insurrección espontánea de diciembre de 2001 en Argentina”, en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/caeta/PICdos.pdf “El momento más alto de este proceso de enfrentamiento social lo constituyen las luchas de la semana del 12 al 20 de diciembre de 2001, que culminan en la «insurrección espontánea» del 19 y 20 de ese mes, que contiene en su seno y, a la vez, supera, todas las formas de rebelión (revuelta del hambre, motín, manifestación, toma o barricada, huelga) presentes a lo largo de todo el ciclo histórico, participan la totalidad de las fracciones sociales activadas durante esos años, como así también las formas de organización, y se produce a escala nacional”, Iñigo Carrera,  «De la revuelta del hambre a la insurrección espontánea» en América Libre, n. 19, 2002, disponible en: http://bit.ly/1TQ8BE0.

En el combate callejero del 20 de diciembre en el centro de Buenos Aires, y centro político del país, desaparece la movilización de las fracciones sociales en tanto tales (descorporativización) para constituirse una situación de masas que muestran su disposición al enfrentamiento contra la fuerza armada del gobierno, y potencialmente contra las fuerzas armadas del estado. Véase mas elementos de esta conceptualización de los hechos de diciembre de 2001 como insurrección espontanea, de lxs mismxs autores en “La insurrección espontánea. Argentina diciembre 2001

Descripción, periodización, conceptualización”, http://www.peronlibros.com.ar/sites/default/files/pdfs/inigo_carrera-cotarelo-2001.pdf

[7] Véase el desarrollo en profundidad de esta cuestión en María Celia Cotarelo: Argentina (1993-2010). La formación de una fuerza social, PIMSA / Imago Mundi, Buenos Aires, 2016. Por nuestra parte hemos trabajado estas temáticas en la Tesis Doctoral: “La forma de organización emergente del ciclo de la rebelión popular de los ’90 en la Argentina”, Doctorado en Historia, UNLP, 2007 y en un artículo que la resume: “Las formas de organización emergentes del ciclo de la rebelión popular de los ’90  en la Argentina”, en Documentos y Comunicaciones PIMSA 2007, PIMSA, Buenos Aires, http://www.pimsa.secyt.gov.ar/publicaciones.htm

[8] K. Marx y F. Engels: El manifiesto comunista, Editorial Monte Avila, Caracas, 2018, p. 8

[9] MARX, Karl: El capital. Crítica de la economía política, México, Siglo XXI, 1975. Tomo 1, p. 326.

[10] Bourdieu, Pierre: "¿Cómo se hace una clase social? Sobre la existencia teórica y práctica de los grupos", en Poder, derecho y clases sociales, Editorial Desclée de Brower, Colección Palimpsesto, Bilbao, 2000.

[11] “Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y operantes, fundándose sobre aquella que se considera progresista, y reforzándola para hacerla triunfar, es moverse siempre en el terreno de la realidad efectiva, pero para dominarla y superarla (o contribuir a ello)” Gramsci, Antonio: Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el estado moderno, Nueva Visión, Buenos Aires, 1997.

[12] Nicolás Iñigo Carrera: La estrategia de la Clase obrera. 1936, PIMSA y La Rosa Blindada, Bs. As., 2000.

[13] Iñigo Carrera: “Estrategias de la clase obrera en los orígenes del peronismo”, Op. Cit. Obra que estamos reseñando, p. 20.

[14] Para profundizar en la temática de las FFAA véase algunos trabajos de Daniel Mazzei como “Lucha facciosa, autonomía e influencias externas en las Fuerzas Armadas argentinas en la segunda mitad del siglo XX” en https://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/249 , y los distintos números de “Cuadernos de Marte, Revista latinoamericana de Sociología de la Guerra” del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. Por otra parte es importante mencionar que aún produciéndose la bifurcación mencionada, hubo grupos militares que se mantuvieron aliados al pueblo en distintos momentos, solo por mencionar dos ejemplos nos remitimos al Gral. Valle y sus compañeros de armas que se levantaron contra el golpe de estado en 1955, y luego de la última dictadura cívico militar el CEMIDA (Centro de Militares para la democracia Argentina), véase: http://www.cemida.com.ar/cemida.htm

[15] Libro reseñado:  p. 29

[16]  Libro reseñado: p. 36.

[17] Véase libro reseñado, p. 38.

[18] Libro reseñado: p. 40.

[19] Libro reseñado: p. 41.

[20] Libro reseñado: p. 48.

[21] Para profundizar en la relación entre ciudadanización, derechos y capitalismo, véase la obra de Marx Sobre la cuestión Judía, varias ediciones. Hemos trabajado el asunto en la parte 3: “Reflexiones en torno al concepto de ciudadanía” de nuestra Tesis Doctoral, Op. Cit.

[22] Un estudio realizado con datos de 2014/2015, revelaba que estaba sindicalizado el 39% de lxs asalariadxs registradxs de los sectores privado y público, que representan cerca de dos tercios del total de los trabajadores asalariados, véase “Radiografía de la sindicalización en Argentina – Octubre 2018” CETyD – IDAES – UNSAM. http://noticias.unsam.edu.ar/wp-content/uploads/2018/10/sindicalizacion.pdf

[23] Libro reseñado, p. 50.

[24] Libro reseñado, p. 48.

[25] Nótese la similitud con análisis mas actuales respecto de los “populismos del siglo XXI” de algunxs analistas que, aún quitándole el sentido peyorativo al término populismo y reivindicándolo, vuelven a utilizar el mismo esquema de masas puestas en disponibilidad en relación directa con líderes carismáticxs, sin tener en cuenta para nada la lucha de clases y los elementos que la componen.

[26] Véase una compilación que incluye textos de Germani y otrxs. Rebón, Julián y Mera, Carolina, Compiladores: Gino Germani, la sociedad en cuestión: antología comentada, Instituto de Investigaciones Gino Germani y CLACSO, Buenos aires, 2010. http://biblioteca.clacso.edu.ar/Argentina/iigg-uba/20120619054744/germani.pdf

Estas hipótesis que relacionan la estructura y movilidad social y demográfica con la movilización y actitud política no le impiden a Germani valorar al peronismo ni confundirlo, como muchxs otrxs, con el nazifascismo europeo. “Quizás porque la búsqueda de libertad lo había obsesionado desde su adolescencia”, Germani supo distinguir las diferencias entre el tipo de alianza de clases que expresaba el peronismo, con la presencia dominante de la clase obrera, y el nazi-fascismo europeo, asentado en las clases medias. Supo ver “esa diferencia en el peronismo: escribió sobre el contenido liberador de la legislación peronista para el obrero y el militante sindical frente a los patrones, a diferencia de lo que ocurría con las capas medias y sus fracciones ilustradas”, Inés Izaguirre “El perfil de un maestro. Gino Germani, fundador de la sociología en Argentina, 30 años después”, en Rebón y Mera comp. Op. Cit., p. 59.

[27] Libro reseñado, p. 64.

[28] N. Iñigo Carrera: “Qué historia y qué militancia”, publicado el 01/01/2001 en Revista RyR n˚ 7, https://razonyrevolucion.org/que-historia-y-que-militancia/

[29] Libro reseñado, p. 65.

[30] Hasta 2014 he participado del programa con investigaciones sobre las tomas de las ciudades de Cutral Có y Plaza Huincul de 1996 y 1997, sobre el llamado “Correntinazo” de 1999, sobre los movimientos de trabajadores desocupadxs y las formas de organización emergentes del ciclo en su conjunto.

[31] Cotarelo, María Celia: «El motín de Santiago del Estero. Argentina, diciembre de 1993» (documento de trabajo n. 19), Buenos Aires, Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina (PIMSA), 1999, disponible en: http://bit.ly/1TIefmn .

[32] Un ejemplo de esta postura en las antípodas de nuestro autor desde todo punto de vista ya que opera un silenciamiento de las huelgas generales y analiza desde una mirada institucionalista, desde los actores sindicales y no desde la lucha de la clase, lo es el artículo de Maristella Svampa “Los avatares del sindicalismo argentino”, publicado en Le Monde Diplomatique, año VII, n˙mero 91, enero de 2007, bajo el título “Profunda ruptura de las lealtades”, http://www.maristellasvampa.net/archivos/period17.pdf . Véase en cambio un profundo y detallado estudio de las huelgas generales de los ‘90 en N. Iñigo Carrera: Documento de Trabajo Nº 33, “Las huelgas generales, Argentina 1983-2001: un ejercicio de periodización”, http://www.pimsa.secyt.gov.ar/publicaciones/DT%2033.pdf

[33] Para seguir con los paralelismos, podemos afirmar que lxs mismxs que enterraron viva a la clase obrera, en disputas mas recientes, declararon o dieron por muerto a lo que denominamos ciclo progresista en América Latina. Para ver algunos de esos debates desarrollados desde 2015: Paula Klachko y Atilio Borón: “El ciclo progresista nuestroamericano: aportes para un debate teórico-político de nuestro tiempo”, en: Más allá de los monstruos: entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer / Katu Arkonada; Matías Caciabue [et al.]. Río Cuarto: UniRío Editora, 2019. http://www.unirioeditora.com.ar/producto/mas-alla-los-monstrous/  

[34] Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno, Buenos Aires, Nueva Visión, 1997.

[35] Libro reseñado: p. 66.

[36] Según señala el autor en la p. 78 del libro reseñado.

[37] Véase mas en profundidad en P. Klachko, Tesis doctoral…, Op. Cit.

[38] María Celia Cotarelo: Argentina (1993-2010). La formación de una fuerza social, Op. Cit.

[39] Libro reseñado, p. 79 y 80.

[40] Nos referimos al presidente Donald Trump que al momento de concluir estas lineas ya tuvo que abandonar su cargo tras su derrota no reconocida en las urnas y de una invasión programada al capitolio de hordas filo fascistas alentadas por el presidente saliente.

[41] Libro reseñado, p. 85.

[42] Es importante reiterar y recordar aquí que, al igual que Iñigo Carrera, entendemos por movimiento obrero no sólo a la organización sindical, sino también los procesos de lucha que tienen como protagonista a la clase obrera, es decir, no sólo las resultantes institucionales de la lucha, sino la lucha misma y sus distintos niveles y formas de organización.

[43] Libro reseñado, p. 86 y véase Iñigo Carrera, Nicolás: «La lucha democrática de la clase obrera en las décadas de 1930 y 1940» en Revista Crítica de Nuestro Tiempo, a. II, n. 6, Buenos Aires, julio-septiembre, 1993.

[44] Nicolás Iñigo Carrera: La estrategia de la clase obrera [1936], Buenos Aires, PIMSA/La Rosa Blindada, 2000.

[45] Libro reseñado, p. 99.

[46] Libro reseñado, p. 99 y 100.

[47] Libro reseñado,  p, 103.

[48] Libro reseñado, p. 107 y 109.

[49] Libro reseñado, p. 114.

[50] Libro reseñado, p. 117.

[51]Libro reseñado,  p. 118.

[52] Nicolás Iñigo Carrera y María Celia Cotarelo: “Génesis y desarrollo…” Op. Cit.

[53] Libro reseñado,  p. 118.

[54] Fue el caso de Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), Izquierda Socialista (IS) y Corriente Clasista y Combativa (CCC). En 2009, ésta última convocó a votar por el Frente de Todxs.

[55]Volvemos a recordar aquí que entendemos por movimiento obrero a los procesos de lucha que tienen como protagonista a la clase obrera.

[56] Libro reseñado, p. 124.

[57] Libro reseñado, p. 125.

[58] Libro reseñado, p. 126.

[59] Libro reseñado, p. 127.

[60] Agustín Cueva: El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Siglo. XXI, 1977.

[61] Libro reseñado, p. 128.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211178
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