Evolución reciente y normativas internacionales

El trabajo y el tiempo libre de la mujer

Integrar el trabajo no remunerado de la mujer en la familia y en la sociedad como parte de la economía, buscando formas más equitativas de distribución de la carga de trabajo y del tiempo libre.

08/03/2021
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Foto: ABr trabajadoras industria
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[Artículo inédito escrito en 1995, pero de rigurosa actualidad]

 

Introducción: mecanismos de poder que han sido utilizados para mantener la subordinación de la mujer: exclusión y desvalorización. La revalorización del trabajo de la mujer requiere una revalorización general del trabajo-y del ser humano frente al trabajo, sin perder de vista los objetivos específicamente femeninos.

 

I La mujer y el empleo en el mundo de hoy: situación y tendencias

 

Las investigaciones y las estadísticas demuestran que, si bien la mujer se ha incorporado masivamente al mercado de trabajo, esto ha tenido lugar a costa de una degradación de las condiciones de trabajo. El ritmo de esa integración se ha hecho más lento en los últimos años, desde que los hombres han comenzado a aceptar condiciones de trabajo muy inferiores a las que tenían precedentemente. La mujer ha actuado como mano de obra de reserva y ha sido, junto con la desocupación, uno de los factores que contribuyeron a que los trabajadores en general aceptaran condiciones de trabajo inferiores a las que tenían. Una vez cumplida esa función, la mujer está siendo nuevamente desplazada del empleo y corre el riesgo de perder las posiciones logradas, como lo demuestran las altas tasas de desocupación femenina, superiores a las del hombre. La mujer se ha incorporado al mercado de trabajo formando parte de los sectores menos protegidos y más desfavorecidos, esencialmente dentro del trabajo informal o en formas de trabajo "atípicas", como el temporario, a domicilio, etc., que gozan de menos beneficios y estabilidad y reciben remuneración a menudo inferiores a las mínimas legales.

 

II La mujer v la pobreza

 

La intensificación de la pobreza, particularmente en África, América Latina y los países del Este europeo es una característica de la evolución socioeconómica de los últimos decenios.

 

El aumento de la pobreza es también notable en muchos países desarrollados, tales como Estados Unidos y en menor medida, en varios países de Europa occidental. Precisamente en esos momentos, los Estados nacionales han disminuido drásticamente el gasto social, suprimiendo o privatizando servicios y programas que contribuían a aliviar la situación de los sectores más modestos. Este abandono de los deberes del Estado ha condenado a una parte de la población a una vida miserable, privada de los más elementales derechos humanos, como el derecho a la alimentación.

 

La necesidad de supervivencia ha obligado a grandes masas a emigrar, rompiendo con los lazos familiares, despojada de la solidaridad de la comunidad y ha sumergido a muchos en la marginalidad, dentro de sociedades con una cultura diferente. Las mujeres están dentro de las víctimas de ese fenómeno.

 

La profundidad de la pobreza hace crecer el número de personas sometidas a un trabajo esclavo o semiesclavo, entre los que se encuentran actividades degradantes o criminales (drogas, pornografía, prostitución, tráfico de órganos) que producen ingentes beneficios a las empresas transnacionales que las explotan. Estas actividades se alimentan de la mano de obra y del cuerpo de quienes están sumidos en la desesperación que provoca la extrema pobreza. Víctimas de estas actividades son esencialmente las mujeres y los niños.

 

III El trabajo no remunerado de la mujer

 

Encuestas internacionales del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), realizadas en países industrializados y no industrializados, han demostrado que las mujeres trabajan más que los hombres en casi todo el mundo (53% de la carga de trabajo en los países en desarrollo y 51% en los países industrializados). Además, los hombres dedican 2/3 de su trabajo a actividades remuneradas y 1/3 a las no remuneradas, mientras en el caso de la mujer la proporción se invierte. Naturalmente, los hombres se benefician de ingresos superiores y de un mayor reconocimiento social, mientras el trabajo de la mujer permanece oculto y desvalorizado. La mujer realiza en el mundo una enorme cantidad de trabajo no remunerado, que no figura en las estadísticas ni en las cuentas nacionales.

 

Sin embargo, el trabajo no remunerado de la mujer subvenciona a la sociedad y constituye uno de los pilares de la subsistencia y reproducción de la especie humana. Este trabajo provoca pérdidas considerables en el ingreso de la mujer y limita su tiempo libre. En esta época de cambios vertiginosos y de reestructuración social, es imperioso estudiar la temática de la reproducción y de la organización de la vida cotidiana en la familia como elemento esencial de la economía y de la organización social. Esto permitirá otorgar un justo valor a todas las actividades y considerar las formas de distribuir, no sólo los bienes, sino también el trabajo y el tiempo libre de manera más equitativa.

 

IV Las normas internacionales relacionadas con la mujer y su trabajo

 

El contexto moral y legal para trazar nuevas políticas de reestructuración económica y social que respondan a los cambios promovidos por las nuevas tecnologías aplicadas a la producción debería estar dado por la Carta Internacional de Derechos Humanos[1] y otros instrumentos internacionales que constituyen el derecho internacional general imperativo o “jus cogens”.

 

La derogación de la legislación que regulaba las condiciones de trabajo en el sector estructurado ha permitido horarios más prolongados y más exposición a riesgos y enfermedades de trabajo y también disponer del tiempo libre del trabajador mediante la "flexibilidad" laboral, los empleos precarios sin protección legal ni social para desocupados y subocupados y la falta de protección de la mujer en el trabajo. Estas políticas que someten a la fuerza de trabajo a diversos grados de marginación y discriminación contradicen las normas de derechos humanos y menoscaban la dignidad humana.

 

En este capítulo se mencionan y describen las normas de derechos humanos y los Convenios de la OIT relacionados con el trabajo y el tiempo libre de la mujer. Así como la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, que se analiza de manera crítica con miras a la inclusión de nuevas disposiciones.

 

Se mencionan además los debates relacionados con la derogación de las normas sobre protección de la mujer y su función reproductora en el trabajo y las consecuencias de esa derogación en la vida de las familias monoparentales y de las mujeres de condición modesta.

 

V La crisis actual y el debate sobre las formas de superarla - algunas propuestas

 

Juan Somavia, Presidente del Comité Preparatorio de la Cumbre Mundial para el Desarrollo y Director de la OIT, dijo en su alocución ante la Conferencia del UNRISD de 1993: "El problema es que el hecho de no haber puesto al ser humano como centro del desarrollo está creando tantas tensiones sociales que, guste o no guste, hoy es indispensable centrar en esas cuestiones”. Hay muchas razones para proceder de ese modo, que tienen que ver con la naturaleza del desarrollo y hay también razones éticas y las vinculadas con los valores, pero para quienes no dan importancia a estos argumentos existe un argumento de orden político. Las tensiones sociales se están convirtiendo en tensiones internacionales y esto afecta la paz y la seguridad.

 

En este capítulo se pasa revista a distintas propuestas de orden político-institucional y de orden económico y también relacionadas con la organización del trabajo. Todas ellas efectuadas con el fin de ofrecer soluciones alternativas a las políticas centradas en el mercado como eje del desarrollo económico y social. A esas propuestas se agrega la de la autora, integrar el trabajo no remunerado de la mujer en la familia y en la sociedad como parte de la economía, la que debería ocuparse también de la producción mercantil y no mercantil dentro de la familia, buscando formas más equitativas de distribución de la carga de trabajo y del tiempo libre. La mujer ha demostrado tener la capacidad de llevar a cabo las mismas tareas que el hombre en todos los órdenes de la actividad humana y encerrar un potencial de realizaciones que podrá materializar en la medida en que se le abra el espacio social indispensable para su evolución como ser humano libre, igual y completo, eliminando la discriminación actual, en particular su doble carga en el trabajo remunerado y en el no remunerado que recorta o la priva totalmente de su tiempo libre.

 

El nacimiento de una sociedad que supere la crisis eliminando la pobreza, la corrupción, la explotación de los niños, de las mujeres y del trabajo humano en general debe basarse en un enfoque global de la vida en el planeta, en el que todos y cada uno de los seres humanos goce, en igualdad de condiciones, de los derechos proclamados en la Declaración Universal.

 

 

[1] La Declaración Universal de Derechos Humanos, junto con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y sus respectivos Protocolos facultativos forman la llamada “Carta Internacional de Derechos Humanos”. (Nota del editor).

https://www.alainet.org/es/articulo/211278

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