Impuesto extraordinario a la riqueza en tiempos de pandemia

Las condiciones de la crisis sanitaria favorecieron el volumen de ganancias -por encima de lo habitual- principalmente de empresas del ramo del consumo discrecional, las tecnologías de la información y los servicios de comunicación.

01/04/2021
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Foto: https://www.mdzol.com
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La pandemia incrementó las condiciones de desigualdad en el mundo. La brecha de desigualdad generada por un esquema de apropiación de la riqueza por unos cuantos en detrimento del grueso social encontró en la pandemia la posibilidad de ampliarse, aunque en términos globales, subyaciera un proceso de contracción económica.[1]

 

La acumulación de riqueza no se detuvo, si bien pequeños sectores de la economía fueron los más afectados, grandes empresas resultaron beneficiadas extraordinariamente de un evento inusitado. Las condiciones de la crisis sanitaria favorecieron el volumen de ganancias -por encima de lo habitual- principalmente de empresas del ramo del consumo discrecional, las tecnologías de la información y los servicios de comunicación,[2] al tiempo que trabajadores y trabajadores enfrentaban el reto de preservar las fuentes de trabajo para el sustento diario en un escenario de incertidumbre e inestabilidad económica y social.[3] La pandemia agudizó la asimetría social inherente del sistema de reproducción de capital.

 

En escala global, la desigualdad coloca a los diversos países en un tablero sinuoso de respuesta a la crisis sanitaria. Acceder a dosis de vacunas, su distribución y la organización de un plan de vacunación tiende del hilo delgado de la capacidad de los Estados, sus economías y la voluntad política. Enfrentar la crisis sanitaria requiere de estrategias alternas para solventar las necesidades emergentes -profundizadas por las condiciones de desigualdad- para colocar en igualdad de condiciones el acceso a la vacunación y -porque no- la socialización de las patentes. Responder a la dilatación de las vacunas para lograr la inmunidad del rebaño requiere de un ejercicio redistributivo de la concentración de los ingresos -de cara a la restructuración de una reforma tributaria de carácter redistributivo- pero en el presente exige un ejercicio impositivo sobre aquellas empresas y grupos económicos que -dadas las condiciones de confinamiento y distanciamiento social que trastocaron las dinámicas de desenvolvimiento social- generaron rendimientos extraordinarios.

 

El cobro tributario extraordinario coadyuvaría a los Estados a recaudar ingresos para responder a la crisis sanitaria y a combatir la brecha de desigualdad y la amplitud en la concentración de la riqueza dilatada con la pandemia. No obstante, no ignoremos que la desigualdad es un elemento sustancial del sistema para su perpetuación, no una consecuencia. El gravamen extraordinario permitiría a los países del sur global -como los latinoamericanos- obtener ingresos por vías alterna a la explotación acelerada de la naturaleza que profundiza la estructura extractiva insostenible e insustentable por la capacidad biofísica de la naturaleza o mediante financiamiento con condicionamientos, que para ser solventados, recurren a los ingresos obtenidos por la explotación de la naturaleza; un círculo vicioso sostenido en los hombros de un modelo de especialización productiva.

 

Si bien, la respuesta -desde los profundo- requiere un trastocamiento de la normalización del modo de vida presente de alcance estructural desde la dinámica productiva y consuntiva, el momento requiere ejercicios económicos alternativos que coadyuven a superar el momento crítico de la pandemia y la profundización de la desigualdad subyacente. La coyuntura exige un ejercicio público para disponer del acceso a las dosis de vacunas y los servicios de salud, a políticas de reactivación económica enfocadas en los sectores más desprotegidos y afectados. Una acción de carácter redistributivo -en lo inmediato- y una reforma tributaria de carácter redistributivo en el futuro coadyuvarían a obtener medios para fortalecer los servicios de salud, reactivar la economía y fomentar políticas sociales.

 

El impuesto a la riqueza coadyuvaría -en lo inmediato- a solventar las necesidades imperantes de la pandemia, y en un futuro, mediante el establecimiento de mecanismos de tributación redistributiva, disminuir la brecha de desigualdad. Buscar una reforma redistributiva que obligue a los mayormente beneficiados por la pandemia ayudaría a reactivar los sectores económicos y a solventar los problemas sociales y -paralelamente- disminuir la concentración de la riqueza.

 

 

[1] La CEPAL estimó una caída del -7.7% del PIB para la región.

[3] La CEPAL estimó la pobreza extrema en 12.5% y la pobreza en 33.7%, lo equivalente a 209 millones de pobres en 2020 (CEPAL, Panorama Social 2020).

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/211640?language=en
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