Covid-19, vacunas y control de las patentes
India y Sudáfrica propusieron en octubre de 2020 eliminar los derechos de propiedad intelectual de los medicamentos y vacunas contra la Covid-19, pero la iniciativa es rechazada por el grueso de la Unión Europea, EE.UU. y otros países desarrollados.
- Opinión
Al final de este artículo, deseamos poder entender por qué el Parlamento Europeo no aprobó la clasificación de las vacunas contra el Covid-19 como bien público y por qué evitaron la suspensión de sus derechos de propiedad intelectual existentes. Deseamos, a su vez, ampliar aún más el artículo de Pascual Serrano “Quiénes son los dueños de las vacunas privadas y cómo se están enriqueciendo”.
Iniciemos esclareciendo: ¿que son las patentes, en este caso, las farmacéuticas? Las patentes son los derechos de propiedad intelectual que “permiten a sus titulares impedir que otros fabriquen, usen o vendan la invención durante un período mínimo de veinte años”, de acuerdo con la Organización Mundial de Comercio (OMC). Las patentes farmacéuticas se aplican a todo tipo de medicamentos, incluidas las vacunas, y también a los procesos de fabricación. Ante peligros para la salud pública, como una pandemia, los Estados pueden liberalizar las patentes para que pasen a ser de dominio público.
Sin embargo los Gobiernos pueden no conceder las patentes farmacéuticas o flexibilizar su comercialización en situaciones especiales. Se reservan el derecho a concederlas si el invento pone en riesgo “la salud o la vida de las personas o de los animales, si son métodos de diagnóstico de enfermedades o si se relacionan con producir plantas o animales”. Un Estado también puede liberalizar una patente ya concedida por medio de licencias obligatorias. Con ellas autoriza a otras farmacéuticas a producir y distribuir el medicamento mientras la creadora conserve su propiedad intelectual, y la patente pasa a ser de dominio público o del Estado. A cambio, y para incentivar la creatividad, el Gobierno retribuye económicamente a los titulares.
Pero ante una pandemia o cualquier amenaza para la salud pública, mantener los derechos monopolísticos impide a algunos países obtener los medicamentos necesarios, y además, puede provocar escasez de suministros. Así lo demostró la pandemia del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), que puso de manifiesto la importancia de que la medicina sea de acceso universal. Por ello, la Declaración de Doha de 2001 dio un paso más para flexibilizar las patentes, al crear la figura de las licencias obligatorias especiales, que se pueden solicitar en diversos casos, especialmente los “de emergencia nacional y otros de extrema urgencia”.
Con ellas, los países miembros de la OMC pueden solicitar a los Gobiernos exportadores que les concedan la licencia para producir los medicamentos en su territorio. Si estos la conceden, venderán al país importador el derecho de fabricar la versión genérica, una copia más barata de la fórmula original. Ecuador y Brasil suspendieron dentro de su territorio la patente sobre medicamentos para el VIH y la hepatitis C, respectivamente; y ante la pandemia por covid-19, Israel autorizó en abril de 2020 la producción de un genérico de su antiviral Lopinavir/Ritonavir.
En el contexto actual, los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas contra el SARS-CoV-2, impiden a los países de ingresos bajos y medios obtener dosis suficientes, debido a los altos precios y la escasez de suministro, ya que unas pocas farmacéuticas abastecen a toda la población mundial. Por ello, India y Sudáfrica propusieron en octubre de 2020 hacer una excepción con la patente de los medicamentos relativos a la Covid-19, y eliminar sus derechos de propiedad intelectual.
Pero la iniciativa no tiene apoyos suficientes en la OMC. El grueso de países de la Unión Europea y Norteamérica, junto con Brasil, Japón y Australia, se niegan. Argumentan que los Gobiernos que lo deseen pueden solicitar licencias obligatorias especiales a los países exportadores para producir y distribuir dosis genéricas en su territorio. Sin embargo, esta tampoco parece una opción viable, porque para obtener estas licencias los países interesados deben cumplir con las condiciones del exportador, que implican altos costos económicos y logísticos.
Ahora bien, también es cierto, como lo señala Serrano en su artículo, que las vacunas para el Covid-19 tienen dueños que son dos grupos financieros: The Vanguard Group y BlackRock. En este caso, Serrano los identifica como dos grupos de Fondos de Inversión, con un gran poderío económico y farmacéutico. Para efectos de este artículo, solo abordaremos al grupo BlackRock (roca negra), ya que este supera en el mundo a The Vanguard Group -primer accionista de BlackRock-.
Ahora, además de lo señalado por Serrano en su artículo sobre “Roca negra”, este no es un simple banco. Es más, en el caso español, es el primer accionista de los dos grandes bancos españoles, Santander y BBVA, el tercero de Banco Sabadell y Bankinter y tiene cerca del 3% del Banco Popular. Cuenta también con capital de CaixaBank y Bankia, ahora fusionados. También posee participaciones en grandes empresas multinacionales españolas, como por ejemplo: Iberdrola, Telefónica, Repsol, Red Eléctrica, ACS, OHL, Gamesa, IAG, Amadeus o Aena.
Entonces ¿qué es? Primero, se le conoce y llama como “el nuevo dueño del mundo”, “la institución más poderosa del sistema financiero”, “la compañía más poderosa del mundo”, el “poder secreto”, “la cuarta rama del gobierno”, “casi un gobierno en la sombra” o “el vampiro financiero, que lleva el volante de la economía global”.
Segundo, BlackRock es un gestor de activos, que ayuda a los fondos de pensiones y a los jubilados a administrar sus ahorros mediante inversiones “pasivas” que siguen la pista del mercado de valores.
Tercero, es el mayor administrador de activos y el “banco en la sombra” del mundo, más grande que el banco más grande del mundo (que está en China), con más de 7 billones de dólares en activos bajo administración directa y otros 20 billones de dólares administrados a través de su software de monitoreo de riesgos.
Cuarto, BlackRock es un gigante financiero global, con clientes en 100 países, que tiene sus tentáculos en las principales clases de activos en todo el mundo; y ahora gestiona el grifo de los billones de dólares del rescate de la Reserva Federal de EE.UU. El destino de una gran parte de las corporaciones de este país, ha sido puesto en manos de una entidad privada megalítica, con el mandato capitalista privado de hacer tanto dinero como sea posible para sus dueños e inversionistas.
Quinto, BlackRock es una institución que no le pertenece a ningún gobierno y a pesar de su tamaño y poder global, ni siquiera está regulada como una “Institución Financiera Sistémicamente Importante”.
Sexto, tenemos al el prestigioso club Bilderberg, cuyos miembros son banqueros, políticos, miembros de la realeza, financieros internacionales o dueños de los principales medios de comunicación. Estos se reúnen en una conferencia que se celebra anualmente en distintas localizaciones y que reúne a personas influyentes de todo el mundo en los ámbitos económico, político y mediático. En su última reunión, participó la compañía de gestión de inversiones BlackRock, que a pesar de ser bastante menos conocida que otros miembros del grupo, en la opinión de especialistas es la corporación financiera más poderosa del mundo.
Uno de los especialistas, Elena Lárina, señala: “detrás de los famosos bancos de Wall Street, hay estructuras aún más poderosas y descontroladas”, refiriéndose a las compañías de gestión de activos, de las cuales “la más grande y misteriosa es la corporación BlackRock”.
Igualmente, Peter Ewart en un artículo sobre BlackRock titulado “Foxes in the Henhouse” (Zorros en el gallinero), indica: hoy en día el sistema económico “no es el capitalismo clásico, sino más bien el capitalismo de monopolio de Estado, donde las empresas gigantes, se respaldan regularmente con fondos públicos, y las fronteras entre el Estado y la oligarquía financiera son prácticamente inexistentes”.
Séptimo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo que BlackRock, considerada la mayor empresa de gestión de activos del mundo, está interesada en invertir en el Tren Maya, una obra insignia del plan de infraestructura del gobierno: “Ellos desean invertir en el país y también está invirtiendo en Pemex y tienen también interés en invertir en el Tren Maya, en algún tramo”, dijo AMLO. Un comentario de un especialista mexicano, no identificado, señaló: “que la usura, con sus papelitos falsificados, en medio de la caída de los mercados, esté comprando bienes por todo el mundo, es una cuestión a seguir con atención”.
Octavo, a la perla de BlackRock, en marzo de 2020, en un asalto sin mano armada, se le otorgó un contrato sin licitación, bajo la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica del Coronavirus (Ley CARES, sus siglas en inglés) para desplegar un fondo ilícito de 454 mil millones de dólares. Establecido por el Tesoro, en asociación con la Reserva Federal, podría ser apalancado para proporcionar más de 4 mil millones de dólares en crédito de la Reserva Federal.
A estas alturas del artículo señalamos que si BlackRock es todo lo visto anteriormente, ¿creen ustedes que estará dispuesto a deshacerse de la patente de Covid-19, y que sus “socios” europeos van a ir en contra de ella? Por supuesto que no. La salud del mundo está en manos de Roca Negra y no va a soltar la presa así nada más.
BlackRock: una bestia apocalíptica vs. la solidaridad
Veamos otros elementos importantes de este monstruo financiero, dado que todavía podemos decir algo más sobre esta terrible institución controladora y ávida de dinero, y también sobre la salida para millones de seres humanos, necesitados de la vacuna contra el Covid-19.
En menos de 30 años, BlackRock ha pasado de la nada a convertirse en el mayor y más confiable administrador de 6.3 billones de dólares de otras personas.
En este sentido, el capitalismo clásico que describen los liberales ya no existe. Con BlackRock y similares existe un control monopólico del capital financiero sobre el Estado, donde las mega corporaciones se respaldan con fondos públicos y se diluyen las fronteras entre las instituciones y la oligarquía financiera.
En otras palabras, BlackRock, la primera gestora de fondos del mundo, es un gigante despierto que está cambiando el capitalismo. Le sobra fuerza para intentarlo. Gestiona 6,3 billones de dólares (5,3 billones de euros), casi tanto como el PIB de Alemania y Francia juntas.
Habla de tú a tú con los gobiernos e instituciones financieras. Les aconseja cómo actuar y lo mismo hace con las compañías en las que es el principal accionista.
El neocapitalismo de BlackRock, es más monopolista (concentra la riqueza en menos manos) y la Comisión Europea teme que tenga un efecto pernicioso sobre la competencia que redunde en una mayor desigualdad.
También es más largoplacista. Busca rentabilidades para nutrir, por ejemplo, uno de sus principales negocios: los planes de pensiones de los asalariados que ya no confían en el Estado de bienestar. Es un capitalismo que reescribe las reglas del contrato social. También es un capitalismo más tecnológico pues confía en la inteligencia artificial, para decidir cómo proteger y hacer crecer las inversiones.
Según varios especialistas en finanzas, nuestro presente y nuestro futuro están en manos de BlackRock, más de lo que muchos creerían razonable.
¿Cuál es la salida? ¿Tenemos esperanza de ver vacunados a la mayoría de nuestros ciudadanos/as en nuestros países? ¿Podemos escapar de las garras de esta bestia apocalíptica?
Sin duda alguna, ya hay vacunas que pronto serán para beneficio de la humanidad, donde no prive la lógica capitalista, sino la lógica del ser humano antes que el capital. Estas son: Soberana 01, Soberana 02, Soberana Plus, Abdala y Mambisa de Cuba.
La apuesta de Cuba es otra: desarrollar su propio proyecto de vacuna y producir 100 millones de dosis, antes de que termine el año 2021, lo que permitiría atender sus necesidades internas (vacunar a 11,2 millones de cubanos) y exportar lo restante, inicialmente, a países como Irán, India, Pakistán, Venezuela, Bolivia y Vietnam.
También la vacuna rusa Sputnik V, que está siendo implementada como instrumento de disminución de casos de contagio y muerts en varios países del mundo, teniendo ya presencia en América Latina, en países como Argentina y Venezuela.
Según se ha conocido en diferentes medios internacionales, Rusia ha firmado contratos con al menos 15 farmacéuticas de diez países para producir cerca de 1.400 millones de dosis, con las cuales se puede llegar a inmunizar a 700 millones de personas, ya que son necesarias dos dosis por individuo.
Tenemos también las vacunas chinas: actualmente hay 3 vacunas contra el coronavirus desarrolladas en China, que se encuentran disponibles en América Latina y son las de Sinovac, Sinopharm y CanSino.
La solidaridad de estos pueblos y gobiernos contrasta con la bestia sedienta de dinero de BlackRock. En los primeros la solidaridad es la bandera, y debe ser la base de las relaciones de todos los pueblos y gobiernos. Una solidaridad que debe implicar generosidad, desprendimiento, intercambio, comprensión, sentimiento de unidad, espíritu de cooperación y participación.
Esta es la opción que está movida por un trato igualitario y favorece a las personas con mayor necesidad. Aquella que se opone al individualismo o al corporativismo que amenazan con quebrar el viejo principio de solidaridad. Aquella que persigue un poco más de dicha y de felicidad.
Nos referimos por lo tanto a la solidaridad, que se centra en la dignidad humana, que apoya el derecho de todo ser humano a ser respetado y a tener cubiertas sus necesidades básicas, de modo que pueda desarrollar plenamente su potencial humano.
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