Bolsonaro terminará como Trump
Bolsonaro sabe que no habrá voto impreso, pero mantiene este reclamo porque se convertirá en el argumento para alegar un presunto fraude ante el caso probable de su derrota electoral.
- Opinión
Bolsonaro se inspiró en Donald Trump, sus discursos y su forma de hacer política. Negacionista, cuestionador de la política tradicional, centralizador, agresivo con los medios, con sus opositores y con el Poder Judicial.
Empezó bien, pasando de francotirador a presidente del país, como Trump. Las cosas empezaron a ir mal cuando, elegidos, dejaron de ser francotiradores para comenzar a tener que responder por sus gobiernos. La pandemia aumentó aún más el desgaste que ambos habían tenido.
Pero la cuestión empeoró aún más para Bolsonaro cuando Trump no logró ser reelegido, al concentrar en él todos los grandes problemas que enfrentan los Estados Unidos, elevar su rechazo y convertir las elecciones estadounidenses en un referéndum sobre su propia figura. Su derrota causó problemas a Bolsonaro, quien pensó que el camino sería más fácil, perdiendo a la vez una hoja de ruta y un gran aliado.
Pero este año las cosas le salieron peor a Bolsonaro. El desgaste que aún no había sufrido a causa de la pandemia, lo sufrió en esta ocasión, cuando tomó estado público que el gobierno no compró las vacunas que debería haber comprado, llevando a una muerte evitable a miles de personas.
También recayó sobre él la prolongación de la recesión económica, con una tasa récord de desempleo y con millones de personas en una situación económica precaria. Por si fuera poco, Lula recuperó sus derechos políticos, pasó a representar la alternativa y, para gran parte de la población, el futuro de Brasil.
Bolsonaro mira a Trump y trata de rescatar una forma de acción política allí, incluso en la derrota. En primer lugar, cuestionar los resultados electorales, sabiendo que le serán desfavorables, denunciando un presunto fraude - nunca comprobado - de las urnas electrónicas y proponiendo volver a los votos impresos. No por casualidad, en el último rally de motos que celebró, en Río, la única pancarta, desplegada por una avioneta, decía “voto impreso”.
Pero las denuncias no bastan, si no hay fuerzas para ponerlas en práctica. Trump tenía fuerza mediática y un voto que, aunque fue insuficiente para ganar, resultó mpresionante. Bolsonaro no dispone de esos medios pero tiene otros: las Fuerzas Armadas y la Policía.
Trump finalmente tuvo que ceder, después de amenazar con no entregar el cargo. Estiró la cuerda lo más que pudo, pero tenía toda la institucionalidad en su contra y estaba perdiendo apoyo en su propio electorado, cuando dijo que no reconocería los resultados electorales, alegando que había habido fraude, sin haberlo probado nunca.
Bolsonaro aprendió de esa experiencia. De la misma manera que ignoró hasta el límite la derrota electoral de Trump y tuvo que reconocer la victoria de Joe Biden, sabe que su eventual desconocimiento de los resultados electorales tiene un límite. Principalmente teniendo en su contra al Poder Judicial, los medios de comunicación y, eventualmente, al propio Congreso, además de la opinión pública internacional. Incluso frente a una eventual victoria de Lula, tal vez en primera vuelta, lo cual le daría una enorme fuerza política de masas.
Por eso Bolsonaro invoca siempre la convocatoria de algún tipo de golpe, utilizando al ejército y a la policía. Sabe que dispone de una gran cantidad de militares comprometidos con su gobierno, dispuestos a ser derrotados junto a él. Pero saben, él y los propios militares, que no podrán resistir una demoledora victoria electoral de Lula, que sería, a la vez, una enorme derrota para el gobierno de Bolsonaro y para los mismos militares.
Bolsonaro ya sabe, por los propios pronunciamientos del Poder Judicial, que no habrá voto impreso. Pero mantiene el reclamo, porque se trata del argumento para alegar un posible fraude, en el muy probable caso de su derrota electoral.
Como en el caso de Trump, el límite es la derrota política. En el caso de Brasil, el límite es una eventual y demoledora victoria de Lula, transformado en el candidato para rescatar la democracia, recuperar el diálogo político, recuperar la economía y generar empleo, volviendo a una época en la que Brasil era muy respetado en el mundo.
Como Trump, Bolsonaro terminó siendo derrotado, política y legalmente, por el rechazo masivo a él y a su gobierno que las manifestaciones del día 29 de agosto han reafirmado. Como Trump, Bolsonaro será derrotado y tendrá que dejar el gobierno, condición del retorno a la democracia y la convivencia pacífica y civilizada entre todos los brasileños.
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