Elecciones 2021 en el México de una democracia desvirtuada

Morena requiere de la mayoría calificada (tres cuartas partes del número de diputados) para realizar reformas de mayor envergadura, como la energética. Esto se juega en las elecciones de este 6 de junio, algo difícil de alcanzar.

06/06/2021
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Ilustración: https://www.efekto.tv
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Celebra el sistema de partidos en México una jornada electoral más, este 6 de junio de 2021. De nueva cuenta, las votaciones más importantes sin que esté en juego la elección presidencial del país.

 

El contexto de este repetido ejercicio cívico es el de una democracia desvirtuada desde que ésta se instauró en México. La ética y la moral han estado distanciadas de la política en la misma medida en que el primer mandatario ha gozado de poderes metaconstitucionales; al tiempo que se han empobrecido las aspiraciones de una nación. Los partidos políticos han dejado de pugnar por los grandes ideales, mientras se degradan día con día sin contribuir a un verdadero debate político, económico, social.

 

El discurso presidencial   ̶ y de vuelta electorero ̶   instala entre sus mentores el concepto de la Cuarta transformación, sin que pueda cuajar en una definición comprensible. Sus detractores se resignan a criticar la vaga propuesta sin dar nada a cambio. Más bien, a tratar de desacreditarlo. Lo que debiera ser una campaña electoral con intercambio de ideas ha devenido en una guerra sucia verbal y no verbal, donde caben calumnias, difamaciones, distorsiones, mentiras, amenazas, insultos y hasta muertes.

 

Hubo una generación de políticos que vivió bajo el amparo de un Estado fuerte, el de bienestar, con su apogeo y su consiguiente debilitamiento, con un nuevo énfasis en la gobernabilidad. Una oleada mundial lo sustituyó con el Estado neoliberal y su pretendida gobernabilidad que pusiera fin a las protestas sociales. La clase política en el poder en México se dividió entre renovadores y dinosaurios, decían; el PRI se fracturó. El neoliberalismo vivió su apogeo y también se debilitó, aunque hace falta una corriente internacional que lo sustituya. En ese marco surge la Cuarta transformación, que más allá de un slogan político, bien podría pasar como la propuesta de restauración de un Estado de bienestar con tintes neoliberales y un presidente fuerte. Y es que en las acciones estratégicas del primer mandatario López Obrador podemos observar un mandato fortalecido, con objetivos claros, fijos, como el combate a la corrupción y el debilitamiento de la "mafia en el poder", que ahora resulta evidente y repugnable; también, el empoderamiento del Estado como rector de la economía, en especial de los sectores energéticos. Se empecina en la autosuficiencia energética, para lo cual pretende el rescate de Pemex y su producción y comercialización de petróleo y sus derivados. En este sexenio se ha desvelado un saqueo en gobiernos neoliberales por todos sabido mas no imaginado en sus brutales dimensiones. Lo mismo refiere en cuanto a energía eléctrica, con contratos leoninos en sexenios anteriores, aunque con el incomprensible liderazgo de Manuel Bartlett Díaz, presunto responsable del fraude electoral de 1988 que arrebatara el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como presidente de la nación.

 

Con excepción del freno a la privatización, es observable que López Obrador sigue las recetas neoliberales, tales como la reducción del gasto corriente, una administración pública adelgazada, el no endeudamiento, control fiscal, control de la inflación y del tipo de cambio de la moneda (siendo una de las más estables en el mundo), y el combate a la corrupción, entre otros. No así en el renglón de transparencia ni de equitativa adjudicación de contratos, como tampoco distinguiera a otros gobiernos.

 

La mayoría absoluta (más de la mitad) en la Cámara de Diputados por parte del partido Morena junto con sus aliados, partidos satélite, le ha permitido impulsar leyes y reformas constitucionales, como la contrarreforma educativa. Sin embargo, requiere de la mayoría calificada (tres cuartas partes del número de diputados) para realizar reformas de mayor envergadura, como la energética. Esto se juega en las elecciones de este 6 de junio, algo difícil de alcanzar. En los sufragios de 2018, en cuanto a legisladores se refiere, Morena alcanzó un 37 por ciento. En estos momentos, las encuestas superan esa cifra y colocan las preferencias entre 39 y 45 por ciento, algo no visto en décadas. Si bien se prevé un triunfo de Morena, con mayoría absoluta, mayor a 250 escaños, no se pronostica que logre los 330 curules necesarios para obtener la mayoría calificada tan ansiada.

 

Las coaliciones partidistas han conformado dos bloques: la que pretende mayor presencia oficial y allane el camino de leyes, reformas y políticas públicas a voluntad del primer mandatario (aunque conduzca al retorno de un partido hegemónico) y, por el contrario, el que busca detenerlo, disminuirlo y que acusa inminente peligro de autoritarismo. Este último, los aliados del PRI, PAN y PRD, quienes gozan de un desprestigio tal que no logran generar esperanzas entre la ciudadanía. Y así como ellos, la alianza oficial: Morena, PT, PVEM también deja entrever la sed de poder más allá de principios ideológicos. (El PVEM se alía al partido en turno con mayores posibilidades de triunfo, así lo hizo con el PRI, así con el PAN).

 

Además de renovar completamente la Cámara de Diputados (500 lugares), habrá elecciones en 15 gubernaturas, 30 congresos locales, mil 900 ayuntamientos y juntas municipales. Es de destacar la pobreza de cuadros políticos en todos los partidos. Faltos de escrúpulos y corruptos han sido algunos de los señalamientos a ciertos aspirantes a cargos de elección popular. Tal es el caso de Félix Salgado Macedonio, quien pretendiera gobernar Guerrero como candidato de Morena. Sobre él pesan acusaciones de violación a mujeres. Las denuncias nunca encontraron eco, mucho menos comprensión en el partido oficial ni en el presidente. Fue el INE (Instituto Nacional Electoral, último reducto de poder del PRI y PAN) quien le retirara su candidatura a gobernador por no haber presentado sus gastos de precampaña, criterio no aplicado a otros partidos. Como una bofetada más a las mujeres víctimas de este político, su hija, Evelyn Salgado Pineda, se erigió como candidata a gobernadora. En otro polémico caso, Morena respalda a Ricardo Gallardo Cardona como candidato del PVEM a gobernador de San Luis Potosí, señalado de corrupto. La consiga es ganar con quien sea. Por su parte, el PES postula a Carlos Hank Rhon, magnate de las apuestas, como candidato a gobernar Baja California.

 

Para avanzar en su proyecto de nación y sortear los obstáculos, López Obrador optó por apoyarse en el ejército. Su primera encomienda notoria fue asumir la construcción y administración del nuevo aeropuerto internacional, en la base militar Santa Lucía, luego de cancelarse la edificación del aeropuerto en el lago de Texcoco, en manos de intereses oscuros. El combate al huachicoleo de gasolinas o sustracción ilegal del hidrocarburo en los ductos de transmisión fue la presencia militar que asombró al país a comienzo de 2019, recién iniciado el sexenio. Esta acción marcaba la prioridad del jefe del Ejecutivo por recuperar los productos petroleros de manos del crimen organizado, así como presentar la conveniencia de relegarle a la milicia la lucha por la seguridad. Después vendría la desintegración de la Policía Federal y la conformación de la Guardia Nacional, eminentemente castrense con fachada civil. Un encargo más al ejército: la construcción de las sucursales del Banco de Bienestar. Y a la Armada de México o Marina, la administración de puertos, puntos estratégicos, uno de ellos, el de Veracruz, concesionado por 100 años al extranjero.

 

Dos casos sonados han relucido en el combate a la corrupción ejercida en el sexenio peñanietista: la “estafa maestra”, un complejo sistema de desvío de 7 mil 670 millones de pesos mediante 128 empresas fantasma y otras 58 registradas, junto con supuestas consultorías de prestigiadas universidades y por la cual está detenida Rosario Robles, exsecretaria (ministra) de Desarrollo Social; el segundo, la venta que hizo Altos Hornos de México (AHMSA) de la petroquímica Agro Nitrogenados a Pemex 2016. La planta siderúrgica chatarra fue pagada a un elevado sobreprecio. Alonso Ancira, dueño de AHMSA y acusado de lavado de dinero por la Fiscalía General de la República (FGR), fue detenido y luego liberado tras llegar a un acuerdo reparatorio con Pemex: deberá pagar 216.6 millones de dólares. Por su parte, Emilio Lozoya Austin, exdirector de Pemex también se encuentra detenido en su domicilio, por colaborar con las autoridades bajo el “criterio de oportunidad”. No ha sido el caso de Rosario Robles, exlideresa de la izquierda en México, quien se ha negado reconocer su responsabilidad. Dos brazos ha utilizado López Obrador en los mencionados casos y otros más: la FGR, bajo el mando de Alejandro Gertz Manero y la Unidad de Inteligencia Financiera, instancia de la Secretaría de Hacienda, Santiago Nieto Castillo.

 

López Obrador ha sabido manejar la agenda mediática; en primera instancia redujo a la mitad el presupuesto destinado a la publicidad gubernamental en los medios de comunicación, con miras a eliminar el famoso “chayote” o compra de líneas editoriales. En cambio, desde temprano pone la nota cada día en sus conferencias mañaneras, donde hace gala del control de la información. Es ahí, en su propio foro en que rehúye la discusión, hace reduccionismo de hechos, su visión es en blanco o negro, descalifica a los adversarios, a quienes tilda de conservadores. La prensa mexicana está entrampada en esta dinámica y quienes hacen periodismo de investigación son “amarillistas”, forman parte de la oposición, según su consideración. Y es que podemos observar un pragmatismo en el actuar del mandatario en que por defenderse barre con todo, como en el caso de la organización civil Artículo 19, defensora de periodistas en un país altamente peligroso para ejercer el oficio, cuyo financiamiento de Estados Unidos es motivo de descalificación de López Obrador. Lo mismo ha sucedido con organizaciones de la sociedad civil que han visto reducido su injerencia en las políticas públicas, dado que efectivamente hay algunas que son abiertamente críticas con el puro afán de golpear, como aquellas encabezadas por Claudio X. González Guajardo, sin olvidar las tácticas del magnate estadounidense George Soros de financiar estas organizaciones con propósitos ajenos a la gobernanza.

 

Lo que tenemos a dos años y medio de ejercicio de poder por parte de López Obrador, en estas elecciones del 6 de junio es una propuesta: la Cuarta transformación, que en esencia es recuperar el control de espacios estratégicos en los cuales ha habido un brutal saqueo en gobiernos neoliberales. Fortalecer a empresas estatales como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad y alcanzar la autosuficiencia energética del país. Su objetivo, junto con grandes inversiones en infraestructura como es el Tren Maya, el corredor interoceánico del Istmo de Tehuantepec, el aeropuerto internacional Felipe Ángeles, así como la construcción de la refinería de Dos Bocas, la rehabilitación de otras seis más y la reciente compra de la refinería Deer Park en Texas, a la empresa Shell, ha afectado intereses de verdaderos mafiosos, quienes no han dudado en emplear campañas propagandísticas en contra, aprovechando el pragmatismo del presidente para presentarlo como autoritario y compararlo con Hugo Chávez y que López Obrador encamina el país hacia el comunismo. Esta administración encontró otro terreno corrompido: el sistema de salud, donde también actúa el mandatario y donde se libran batallas fuertes en la opinión pública.

 

Es una lucha de poder y lo que apreciamos es el músculo político que busca mayor fuerza en estas elecciones de una democracia desvirtuada. Se avizora un avance de Morena (un partido que no acaba de nacer y ya está inmerso en conflictos internos). De las 15 gubernaturas en disputa se prevé que obtendrá nueve o diez, acercándose a la mitad de las 32 entidades federativas que componen al país. Sean del partido político que sean, muchos de los gobernantes están muy cuestionados. La limpia no se ha logrado en este corto plazo. El ejercicio de poder tiende a ser más firme hacia la segunda mitad del mandato. El papel del ejército tiende a ampliarse en la vida pública. Los pasos avanzan hacia la gobernabilidad, mas no hacia la gobernanza, la cual implica la participación ciudadana. La política se aleja de la ética cuando de ganar espacios se trata, cuando de avanzar en un proyecto se requiere. Los fines justifican los medios, diría Maquiavelo.

 

- Hugo Augusto es Director de Pulso Glocal

 

https://www.alainet.org/es/articulo/212537?language=es
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