AMLO en Chapultepec
El discurso del presidente mexicano marca un punto de giro en el panorama actual de las relaciones de América Latina con Estados Unidos.
- Opinión
El discurso de Andrés Manuel López Obrador en el Castillo de Chapultepec tiene la categoría de documento de gran trascendencia histórica, en tanto proyección de futuro para América Latina y el Caribe. Región que -subrayó el presidente de México- debe “mantener vivo el sueño de Bolívar” y “recrear su proyecto de unidad entre los pueblos de América Latina y el Caribe”.
Refuerza el mensaje el escenario del venerable castillo y que sea pronunciado ante los delegados a la Reunión de Cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Con el categórico pronunciamiento de su líder, la Cuarta Transformación, ya un hecho de enorme calado político, social y cultural en la reafirmación de la justicia social, el adecentamiento de la función pública y la consolidación de la soberanía nacional como banderas irrenunciables, se inscribe expresamente en la corriente de los grandes movimientos políticos latinoamericanos, cuyas fronteras, más allá de las nacionales, son las de la Patria Grande.
El discurso marca, además, por su contenido general, un punto de giro en el panorama actual de las relaciones de América Latina con Estados Unidos pues, a la fuerza intrínseca que siempre ha tenido la voz de México en el escenario regional y mundial, añade la considerable fuerza moral, autoridad e influencia internacional de su actual presidente.
Entre otros temas abordados, ello se expresa de manera muy contundente en su altísima valoración de la resistencia del pueblo cubano por seis décadas a las agresiones y el bloqueo de Estados Unidos. Al pedir para la isla el premio de la dignidad y que sea declarada patrimonio de la humanidad por esa hazaña, López Obrador asestó un rudo golpe a la feroz campaña de los medios convencionales y redes digitales imperialistas, lanzados al cuello de la Revolución Cubana en las últimas semanas con un torrente de mentiras y calumnias.
Además, con sus acciones posteriores ha contribuido a poner en grave predicamento a quienes sostienen el cerco contra La Habana. El presidente, quien ha visto claro que la defensa de la soberanía de América Latina y el Caribe pasa por la defensa de Cuba, no quita el dedo del renglón y dos días después, en el puerto de Veracruz emplazó a su homólogo Joseph Biden a separar la política de lo humanitario y lo instó, como cuestión de respeto a los derechos humanos, a permitir el libre flujo de las remesas familiares hacia la isla, interrumpido por Donald Trump.
No es concebible -afirma- que en estos tiempos se quiera castigar a un país independiente con un bloqueo. “En vez de bloquear, todos deberíamos ayudar”. De allí que llame a los países que votan en la ONU contra el bloqueo todos los años a traducir esta postura en acciones concretas contra la ilegal medida coercitiva unilateral.
Pero ojo, cuando así afirma, ya hay buques mexicanos cargando allí mismo, en Veracruz, material sanitario, tanques de oxígeno y alimentos para Cuba, y otro navega hacia la isla con una vital carga de diésel para que no falte la electricidad en los hospitales cubanos. Carencias, hay que decirlo, ocasionadas fundamentalmente por el cruel recrudecimiento del bloqueo durante la pandemia, que ya hace extremadamente difícil para Cuba adquirir alimentos, medicinas, equipos médicos y combustible.
El alegato de AMLO fue también una útil lección de historia. “Apoyarnos en la historia para enfrentar mejor el presente y el porvenir”. Demostró por qué la noción misma de América Latina y el Caribe no se puede comprender sin recordar los agravios infligidos por Estados Unidos a nuestros pueblos hasta hoy, sin medir la enorme dimensión histórica de Bolívar, sin discernir el importantísimo papel del hermano Haití en la gestación de nuestra América.
Sin embargo, sus palabras no llevaban inquina ni odio. Lejos de ello, constituyeron una razonada invitación a Washington para que cambie su política de “quitar y poner gobiernos a su antojo”, “de constantes ocupaciones, desembarcos, anexiones” que “a nosotros nos costó la pérdida de la mitad de nuestro territorio, con el gran zarpazo de 1848”.
AMLO proyectó hacia el futuro, además de una comunidad de América Latina y el Caribe unidos, un eventual porvenir de cooperación y entendimiento con Washington “porque el modelo impuesto hace más de dos siglos está agotado, no tiene futuro ni salida y ya no beneficia a nadie”. En línea con estos razonamientos, eso sí, estimó que la OEA debe ser sustituida por un ente “no lacayo de nadie”.
López Obrador contextualizó estas ideas en el dramático dilema del vecino del norte, virtualmente estancado económicamente y cuyo único recurso restante ante una China que crece imparablemente es su amenazante poderío militar, a menos que se disponga a cambiar radicalmente la naturaleza de su relación con sus vecinos del sur.
En pocas palabras, ofreció una salida honrosa y pacífica a Washington. Y para que no queden dudas de cuál es su rumbo estratégico terminó sus palabras con esta frase: “mantengamos vivo el sueño de Bolívar.”
Twitter: @aguerraguerra
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