Día internacional de solidaridad con el pueblo Palestino
El 29 de noviembre de 1947 la ONU resolvió la partición de Palestina en dos estados, sin consultar a su población. Se trató de la imposición de la naciente ONU, en manos de las potencias victoriosas de la II Guerra Mundial, a un pueblo que habitó allí por muchas generaciones.
- Opinión
En el mes de diciembre del año 1977, la Asamblea General de la ONU aprobó declarar el día 29 de noviembre como el Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Como una forma de recordatorio a las naciones y pueblos del mundo, que en Palestina existía y existe una deuda pendiente de la comunidad internacional que, años atrás, un 29 de noviembre de 1947, había resuelto la partición de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe-palestino, sin consulta previa de ningún tipo a la población originaria que allí habitaba. Es decir, fue la imposición lisa y llana de una naciente ONU en manos de las potencias victoriosas de la II Guerra Mundial, a un pueblo árabe que vivía y habitaba por muchísimas generaciones en las tierras de toda la Palestina histórica. Como si las culpas occidentales por la tragedia del Holocausto padecido por la población judía de una Europa arrasada a sangre y fuego por la perversidad del régimen nazi, la hubiese terminado pagando el pueblo palestino a costa de sus vidas, su exilio, su desposesión y su opresión sempiterna bajo un brutal régimen militar impuesto por Israel que perdura hasta nuestros días.
Porque basta recordar que hasta los años ´30, en aquel territorio convivían en paz cristianos, judíos y musulmanes. Comerciando, compartiendo su día a día y donde nadie preguntaba al otro qué religión profesaba para establecer un vínculo de amistad y cooperación. O sea, esto nos da la idea cabal de que el conflicto allí carece de toda raíz religiosa y, por el contrario, hablamos de un conflicto basado en un proyecto de carácter colonialista, donde una ideología de carácter nacionalista –el sionismo- se trepó en las espaldas del judaísmo para buscar una justificación religiosa basada en la premisa de que aquella tierra se las dio Dios, ni más ni menos y que así lo asegura la Biblia. En resumidas cuentas, transformaron a Dios en un agente inmobiliario y a la Biblia en un título de propiedad.
Y fue bajo esa premisa que llevaron a cabo su política de expulsión y un proceso de limpieza étnica que perdura hasta nuestros días, y que significó el exilio forzoso de casi 800 mil personas, cuando allí había alrededor de 1.100.000 habitantes. Había que conquistar la mayor cantidad de tierra posible con la menor cantidad de habitantes originarios que se pudiera. Y se quedaron con sus casas, con sus bienes, con sus huertos, sus olivares, todas sus pertenencias en una vorágine de dinamitación de aldeas, fusilamientos, masacres de aldeas completas, para que hoy nos hablen de que ésa fue su “guerra de independencia”. Una seguidilla de ataques terroristas contra población civil prácticamente inerme, sin posibilidad de resistir mediante la lucha armada, salvo excepciones de grupos que se opusieron a la ocupación de Palestina. Guerrillas dispersas que no podían competir con bandas armadas por países europeos ni con el equipamiento que les dejaron los ingleses una vez que terminaron el mandato que tenían sobre Palestina y se retiraron.
Es largo, es una historia de 74 años de la partición de Palestina y 54 años de la ocupación total del territorio manu militari, que se perpetró con la Guerra de los Seis Días en junio de 1967, cuando el ejército israelí ocupó toda la Ribera occidental, incluida Jerusalén Oriental y la Franja de Gaza.
Grosso modo, esta es la síntesis de lo que llevó a la ONU a declarar el día 29 de noviembre como Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, para ayudar a mantener viva la conciencia universal de que existe una injusticia que continúa sin resolverse, que existe una comunidad internacional que, habiendo generado el problema, se ha mostrado absolutamente incapaz de resolverlo de acuerdo a las pautas y normas que rigen la ley internacional.
Como contrapartida, tenemos la infinita solidaridad de los pueblos del mundo. La de aquellos que se manifiestan permanentemente exigiendo el respeto al derecho a la libre autodeterminación del pueblo palestino, para construya una patria soberana en su propia tierra, aquella que le es negada de manera draconiana por la ocupación militar.
Palestina es un pueblo en lucha, y los pueblos que luchan por sus derechos, llegan más temprano que tarde a conquistar su libertad y su independencia.
Rafael Araya Masry
Presidente de la COPLAC
Confederación Palestina Latinoamericana y del Caribe
Diputado Miembro del Consejo nacional Palestino