Se llora a Chávez, se celebra la revolución
¿Qué pasó Comandante?
06/03/2013
- Opinión
Una pregunta sin destino. La sensación de estar frente a la historia. Un paso de baile. Y una mueca burlona: Chávez no se murió.
- ¿Qué pasó Comandante? - Mi pregunta se mezcló con otras que -entre flashes- aguardaban una respuesta del líder que atravesaba el hall central del Palacio Itamaraty.
La sede de la diplomacia en Brasilia fue uno de los puntos de encuentro de la cumbre de mandatarios del Mercado Común del Sur (Mercosur) el 31 de julio de 2012, el día que se oficializó el ingreso de la República Bolivariana de Venezuela al bloque regional.
- ¿Qué pasó Comandante?- Repetí esta vez con más firmeza y amparado en la esperanza de que el mismísimo Hugo Chávez me dirigiera, al menos, un monosílabo.
Mi pregunta -pensé después- violentaba toda regla básica de cualquier manual de periodismo. A todas luces, se trataba de un interrogante sin respuesta, de un enunciado imposible. Bajo los pliegues de su envoltura cabían infinitas derivaciones de contexto: lo conversado a puertas cerradas minutos antes por los presidentes; las potencialidades económicas de un bloque que ampliaba sus fronteras; las acciones conjuntas para sostener la democracia en la región.
Pero nada de eso correspondía, en rigor, a la verdadera intencionalidad de esas tres palabras. Sólo buscaba una mirada del personaje que inició una nueva etapa para todo un continente, que nos mostró una salida política a la generación que se formó en los duros años noventa y que reactualizó el proyecto de la Patria Grande. No, no me dirigía a un Presidente; estaba yo frente a la misma historia. A menos de dos metros de un hombre que condensaba en su figura décadas y siglos de luchas, de resistencias y de voluntades colectivas que forjaron la enorme tradición popular latinoamericana.
Entre él y yo (y nosotros) había una faja verde y amarilla, de esas usadas para establecer una zona de seguridad aunque, en este caso, cumplía una función sólo ornamental; apenas si servía para delimitar el espacio en el que debíamos movernos los periodistas. No registré las inquietudes profesionales del resto de los acreditados de prensa. Todos hablábamos al mismo tiempo y nadie escuchaba más que sus propias palabras. Fueron diez, quizás quince segundos, los que tuvimos para obtener alguna declaración del personaje que cruzaba frente a nosotros.
Sobre el final del recorrido aminoró la marcha, miró hacia nosotros y ensayó un gracioso baile con los pies casi sin mover las manos. No dijo nada. Fue todo gesto, todo carisma. Un juego casi infantil pero cargado de significados.
Tal vez fue una demostración de vitalidad ante las especulaciones macabras sobre su salud. Los enemigos del pueblo, los de antes, los de ahora, los de siempre, se deleitaban con la fabricación de informaciones relativas a su enfermedad, única esperanza escuálida para desestabilizar a quién tiene el respaldo de las grandes mayorías, que gana todas las elecciones y que resiste todo intento golpista.
O quiso mostrar su alegría por el viejo sueño de integrar su país al Mercosur, una herramienta más para ponerla al servicio de la soberanía latinoamericana.
Puede ser. Sin embargo yo me convencí de que esa rara pirueta fue su magistral respuesta a mi absurda pregunta. ¿Por qué no? Sólo alguien con semejante envergadura política, con la impronta de los grandes líderes populares, podía sortear con tanta elocuencia la incertidumbre que habita la inmensidad de lo posible. Todo cierra: esa mueca burlona tiene la intensidad de una revolución, la potencia de un cambio de época y la ironía de una muerte que hoy nos llena de tristeza pero nos empuja a seguir hasta la victoria siempre.
-¿Qué pasó Comandante?
La sede de la diplomacia en Brasilia fue uno de los puntos de encuentro de la cumbre de mandatarios del Mercado Común del Sur (Mercosur) el 31 de julio de 2012, el día que se oficializó el ingreso de la República Bolivariana de Venezuela al bloque regional.
- ¿Qué pasó Comandante?- Repetí esta vez con más firmeza y amparado en la esperanza de que el mismísimo Hugo Chávez me dirigiera, al menos, un monosílabo.
Mi pregunta -pensé después- violentaba toda regla básica de cualquier manual de periodismo. A todas luces, se trataba de un interrogante sin respuesta, de un enunciado imposible. Bajo los pliegues de su envoltura cabían infinitas derivaciones de contexto: lo conversado a puertas cerradas minutos antes por los presidentes; las potencialidades económicas de un bloque que ampliaba sus fronteras; las acciones conjuntas para sostener la democracia en la región.
Pero nada de eso correspondía, en rigor, a la verdadera intencionalidad de esas tres palabras. Sólo buscaba una mirada del personaje que inició una nueva etapa para todo un continente, que nos mostró una salida política a la generación que se formó en los duros años noventa y que reactualizó el proyecto de la Patria Grande. No, no me dirigía a un Presidente; estaba yo frente a la misma historia. A menos de dos metros de un hombre que condensaba en su figura décadas y siglos de luchas, de resistencias y de voluntades colectivas que forjaron la enorme tradición popular latinoamericana.
Entre él y yo (y nosotros) había una faja verde y amarilla, de esas usadas para establecer una zona de seguridad aunque, en este caso, cumplía una función sólo ornamental; apenas si servía para delimitar el espacio en el que debíamos movernos los periodistas. No registré las inquietudes profesionales del resto de los acreditados de prensa. Todos hablábamos al mismo tiempo y nadie escuchaba más que sus propias palabras. Fueron diez, quizás quince segundos, los que tuvimos para obtener alguna declaración del personaje que cruzaba frente a nosotros.
Sobre el final del recorrido aminoró la marcha, miró hacia nosotros y ensayó un gracioso baile con los pies casi sin mover las manos. No dijo nada. Fue todo gesto, todo carisma. Un juego casi infantil pero cargado de significados.
Tal vez fue una demostración de vitalidad ante las especulaciones macabras sobre su salud. Los enemigos del pueblo, los de antes, los de ahora, los de siempre, se deleitaban con la fabricación de informaciones relativas a su enfermedad, única esperanza escuálida para desestabilizar a quién tiene el respaldo de las grandes mayorías, que gana todas las elecciones y que resiste todo intento golpista.
O quiso mostrar su alegría por el viejo sueño de integrar su país al Mercosur, una herramienta más para ponerla al servicio de la soberanía latinoamericana.
Puede ser. Sin embargo yo me convencí de que esa rara pirueta fue su magistral respuesta a mi absurda pregunta. ¿Por qué no? Sólo alguien con semejante envergadura política, con la impronta de los grandes líderes populares, podía sortear con tanta elocuencia la incertidumbre que habita la inmensidad de lo posible. Todo cierra: esa mueca burlona tiene la intensidad de una revolución, la potencia de un cambio de época y la ironía de una muerte que hoy nos llena de tristeza pero nos empuja a seguir hasta la victoria siempre.
-¿Qué pasó Comandante?
APAS | Agencia Periodística de América del Sur | www.prensamercosur.com.ar
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
https://www.alainet.org/es/articulo/74273?language=en
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