Los Derechos de la Madre tierra y la construcción del Suma Qamaña

29/10/2012
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 479: El horizonte de los derechos de la naturaleza 06/02/2014
El presente texto es la reflexión conjunta de las autoras en torno a los derechos de la Madre Tierra y la construcción del Suma Qamaña, desde nuestra vivencia y cotidianidad, en ese sentido es una invitación a la reflexión.
 
Sobre los derechos de la Madre Tierra
 
Desde tiempos inmemorables todos los pueblos, se han referido y han descrito a la “Madre Tierra”, aquella que da y sostiene la vida. Este saber y conocimiento que viene de los orígenes mismos del universo ha sido traspasado de generación en generación y ha logrado sobrevivir en la memoria colectiva de nuestros pueblos a todos los procesos colonizadores y homogeneizantes.
 
Lo que ahora recordamos y reivindicamos, no ha sido un proceso sencillo y gratuito, por el contrario ha sido y es la lucha de todos los pueblos indígenas, campesinos y originarios, una lucha cotidiana y permanente teñida de sacrifico y sangre de miles de hermanos y hermanas que han caído en el camino. Fruto de este camino ahora hablamos del Convenio 169 de la OIT, de la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas o en el caso de Bolivia de la construcción de un Estado Plurinacional.
 
La constante en todo este proceso ha sido y es sin duda la demanda de los pueblos por el cumplimiento de estos derechos en los diferentes ámbitos del quehacer cotidiano: el derecho al territorio, a la consulta, al autogobierno, entre otros. Es en este contexto y con este marco histórico en el que ahora se debate la necesidad de impulsar una norma que hable de los Derechos de la Madre Tierra.
 
¿De dónde nace la preocupación por establecer los Derechos de la Madre Tierra?
 
La reflexión emprendida en Bolivia nos remite a las siguientes preocupaciones:
 
-          Primero: el reconocimiento de la crisis global en la que se debate el capitalismo.
-          Segundo: las consecuencias innegables de la lógica de acumulación, saqueo y depredación de este capitalismo que ha dejado sus huellas en todo el planeta.
-          Tercero: los desafíos a los que ahora se debe responder por el acelerado cambio climático y sus múltiples efectos e impactos.
 
Es así que en más de una oportunidad representantes de organizaciones sociales y el mismo presidente Evo Morales han hecho referencia a que la “Madre Tierra está en guerra”, uno de los hitos centrales de estas declaraciones, fue la Cumbre de Tiquipaya del 2010, cuando el presidente Morales en medio de su discurso inaugural, arengó a la población bajo el lema “Pachamama o muerte[1]”, en un claro y elocuente llamado a defender a la Madre Tierra, de un sistema capitalista que se basa en el extractivismo y consumismo, que no valora, ni respeta los valores culturales y naturales.
 
De hecho el Gobierno Boliviano presentó un proyecto de Declaración de los Derechos de la Madre Tierra, para ser presentado ante la Organización de las Naciones Unidas, propuesta que en sus postulados centrales establece que:
 
Todos los seres humanos son responsables de respetar y vivir en armonía con la Madre Tierra” y que “tanto las personas como los estados e instituciones públicas y privadas deben:
 
-          Respetar, proteger, conservar y, cuando sea necesario, restaurar la integridad de los ciclos, procesos y equilibrios vitales de la Madre Tierra;
-          Establecer medidas de precaución y restricción para prevenir que las actividades humanas conduzcan a la extinción de especies, la destrucción de ecosistemas o alteración de los ciclos ecológicos;
-          Promover y apoyar prácticas de respeto a la Madre Tierra y todos los seres, acorde a sus propias culturas, tradiciones y costumbres;
-          Promover sistemas económicos en armonía con la Madre Tierra”.
 
No es nuestra intención referirnos a la coherencia o no entre el discurso y la práctica de estas declaraciones y propuestas; lo que nos interesa es establecer el contexto en el que se desarrolla la discusión y se plantea la necesidad de formular los derechos de la Madre Tierra.
 
Estas mismas preocupaciones han sido retomadas por las organizaciones sociales y es así que en su momento el Pacto de Unidad articuló una propuesta en la que uno de los elementos centrales es el trabajar en la descolonización de la terminología usada y uno de sus aportes más importantes es precisamente dejar de hablar de recursos naturales y más bien referirnos a ellos como a las “bondades de la naturaleza”, los que son importantes para nuestra existencia y sobrevivencia.
 
La propuesta articulada por el Pacto de Unidad específico que el objeto de la ley de la Madre Tierra es precisamente establecer los deberes y responsabilidades con la Madre Tierra, aclarando que es la comunidad humana la que asume la tutela en el cumplimiento de estos derechos.
 
La Madre Tierra y las otras madres
 
Cuando hacemos esta lectura pareciera ser que la “Madre Tierra” pelea sus derechos al igual que los hacen las mujeres en una sociedad machista y patriarcal. El derecho a vivir sin violencia (en el caso de la Madre Tierra sin tener que ser perforada y explotada por la industria extractiva) o el derecho a decidir cómo vivir (que tiene que ver con los modelos de desarrollo).
 
Pero la pregunta es ¿realmente la Madre Tierra está peleando? O más bien somos nosotros la comunidad humana los que estamos peleando para sobrevivir en un momento en el que “el tiempo ha cambiado[2]”, en el que al parecer no existe más opción que la adaptación.
 
Es cierto que cuando entre nosotras hablamos de este tema, de la Madre Tierra, no podemos dejar de compararla con nuestros cuerpos y ciclos biológicos, por ellos siempre decimos que la Madre Tierra tiene tiempos para producir (reproducirse), tiempos en los que debe alimentarse (febrero o agosto), tiempos de fiesta (carnavales o las cosechas y siembras) y tiempos de descanso[3], entonces nos da pena cuando la vemos tan golpeada y lastimada, cuando vemos que ya no puede producir y que nosotras mismas no logramos cuidarla[4].
 
Pero esta Madre Tierra a la que hacemos mención, no es solamente la tierra donde sembramos y cosechamos, es más bien todo el cosmos, son las aguas que viven abajo, las aguas que la recorren y las aguas que vienen de arriba, es el viento que empuja las nubes y las flores que nacen en el tiempo de lluvia, así como las llamas que la fertilizan y nuestros ancestros que la habitan.
 
Por eso hablamos con ella y la sentimos y a través de este sentimiento y reconocimiento la ayudamos, como nos ayudamos entre nosotras respetando y reconociendo nuestras limitaciones y diferencias, no otra cosa es por ejemplo las costumbres que realizamos en tiempos en que la Paray Mama (madre lluvia) tarda en venir y juntamos las diversas aguas, de diversas regiones geográficas y ecológicas, de diversas costumbres y de diversos pueblos para armonizar no solo la comunidad humana, sino la Pachamama misma, el cosmos entero en espacio y tiempo.
 
Cuando nos preguntamos sobre sus derechos, no terminamos de imaginarnos como serán estos derechos, podemos imaginar un librito (como tantos otros) en los que están los capítulos y artículos donde se dice que se debe hacer y que está mal y seguramente donde se dice cómo se castiga lo que está mal. No es que carezcamos de imaginación, pero realmente es difícil de abstraer esta idea.
 
Sabemos que todo ha cambiado, antes teníamos un tiempo para sembrar y para hacer chuño, ahora ya no es así, todo parece haber cambiado y ya no es tan fácil reconocer los tiempos, tenemos un sol que quema, llueve cualquier rato o congela cuando menos pensamos. Pero además, vienen las empresas mineras, como a Coro Coro[5] y vacían todo y con el tiempo todo lo dejan desierto o quieren abrir carreteras como por el territorio del TIPNIS[6], cuando en nuestras propias comunidades las carreteras están bien tristes, todas desastrosas, así como aquí las empresas mineras nos contaminan el agua y las tierras, el camino por el TIPNIS solo creará desiertos.
 
De los derechos de la Madre Tierra al Vivir bien
 
Tal vez porque las mujeres somos muy prácticas y siempre nuestras acciones están guiadas por lo inmediato, lo cotidiano, es decir que nuestras wawas (hijos/as) tengan que comer y que tengan también donde estudiar y estén sanos y que nuestros pares, nuestros esposos tengan también lo necesario para trabajar, es que nos metemos a la lucha con todo lo que somos y tenemos, porque sabemos que la pelea no es para nosotras sino para toda la comunidad, es que entendemos mejor que al final la lucha por la defensa de la Madre Tierra tiene que ver en realidad con la construcción del vivir bien, del Suma Qamaña.
 
Sin embargo, los que piensan que nuestro mirar práctico es una mirada inmediatista, que solo quiere asegurar el pan en la mesa, se equivoca, porque el garantizar el futuro de nuestras wawas significa asegurar la sobrevivencia de la comunidad y con ello nuestra forma de vida y pensamiento más allá de lo inmediato, es en cierta manera la forma cómo hemos logrado mantener nuestras costumbres hasta ahora.
 
Para vivir bien, tenemos que tener lo suficiente para comer y ese comer no significa que tengamos mercados o supermercados llenos de productos que vienen de afuera. Significa ante todo que podemos producir, que tenemos dónde producir y que producimos lo que queremos. Para ello, es indispensable tener un territorio (no solo tierra), el territorio supone tener agua, semillas, caminos, nuestra organización política, nuestra educación y sistema de salud, es decir tener todas las condiciones que hacen la vida, en medio de la diversidad y la globalidad.
 
Entonces los derechos de la Madre Tierra tienen que ver con el desafío de construir el Suma Qamaña, el desafío de pensar que podemos entender otra forma de desarrollo alternativo a este modelo extractivista y capitalista. Los pueblos indígenas y campesinos lo vamos haciendo, lo vamos construyendo, a través de la resistencia a la construcción del camino que parte en dos el territorio del TIPNIS, oponiéndonos a la expansión de la industria extractiva que solo degrada y contamina como lo hace la mina de Coro Coro que nos ha dejado sin agua, luchando contra el ingreso de los productos transgénicos en nuestros territorios y cultivos, organizándonos para luchar contra la privatización del agua, exigiendo el cumplimiento y respeto de nuestros derechos.
 
Por eso pensamos que los derechos de la Madre Tierra son ante todo nuestros derechos y es nuestro deber y misión lograr que sean respetados, sólo así podremos construir el Suma Qamaña.
 
La Mama Catalina Molina es autoridad del Jacha Suyu Paqajaki.  La Mama Rocío Paty es la Mama de Industrias Extractivas del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu.  Elizabeth López es parte del equipo técnico de apoyo a la Comisión de Industrias Extractivas del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyo, periodo 2011.
 


[2] Entendiendo tiempo como los diversos ciclos bioecológicos: el ciclo del agua, del carbono, etc.
[3] Afirmaciones realizadas por la Mama Catalina Molina.
[4] La Mama Rocio Paty hace énfasis en que somos las mismas mujeres las que nos hemos dejado someter por el sistema de consumo capitalista, es por eso que el mercado se basa en gran medida en productos ornamentales destinados a las mujeres.  O productos plásticos destinados a facilitar el trabajo de las mujeres como las bolsas plásticas y todo el plástico que nos rodea, cuando en realidad estos productos no nos arreglan la vida sino mantienen un sistema de explotación que se subsidia con el doble o triple trabajo de las mujeres.
[5] La Empresa Hidrometalúrgica de Coro Coro se ubica en el territorio del Jacha Suyu Pacajaki donde la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) explota cobre y prepara el camino para el ingreso de la empresa Coreana Kores, sin haber realizado un proceso de consulta y a pesar de la oposición y rechazo de los comunarios a esta actividad.
[6] Tanto la Mama Rocio Paty como la Mama Catalina Molina participaron activamente por la defensa del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS), la primera en la marcha y la segunda con la instalación de la vigilia de acompañamiento.
https://www.alainet.org/es/articulo/74675
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