Una marcha por la hegemonía: la guerra y la paz enfrentadas
12/04/2013
- Opinión
Los que estuvimos en la multitudinaria movilización del 9 de abril, en apoyo del proceso de paz, que tiene como puntal la negociación del gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc-ep, tuvimos prueba visible y vital en Bogotá, que se hicieron presentes representaciones de los grupos y clases subalternas venidas de los cuatro puntos cardinales de la Colombia.
Estuvieron los muchos, quienes viven por sesenta años las zozobras de la guerra, la miseria, la pobreza extrema y la exclusión. Para llegar aquí, el ex Álvaro Uribe calculaba que fueron más de 500 buses y transportes similares los que los transportaron, y que las Farc-ep dieron el apoyo logístico, sin que esgrima prueba de ello como lo hace de modo regular en sus excesos retóricos, y contrarios en todo a la actual negociación de paz.
Él es el vocero al descubierto del partido de la guerra durante sus pasados gobierno, y ahora es un enemigo de la paz con los de abajo en resistencia armada al orden que no aceptan por más de medio siglo. Es la estrategia llamado con eufemismo “seguridad democrática”, que cuenta con la sordina de sus capitanes de campo y los apoyos locales, regionales y nacionales, legales y de hecho; organizados en el Centro democrático, cuya pureza ya no reclama más.
Las cifras conocidas
Los opositores al proceso de la paz con la Farc-ep, como a la marcha de ayer, no son solo los uribistas, sino aquellos infieren que este es un apoyo directo o indirecto a la reelección de Santos, o a la prolongación de su periodo de gobierno, sin acudir a la reelección. Lo último supondría un procedimiento extraordinario. Todos ellos se devanan hoy los sesos, y hacen cuentas para agrandar o achicar los números de la gente movilizada, en contra de su parecer, por diferentes razones y motivos; pero con el entendimiento que estas multitudes reclaman la paz de Colombia con las Farc-ep, y lo que implica dentro de los términos acotados de una temática mínima fijada el pasado mes de septiembre de 2012.
Tomando como referente a Bogotá, la secretaría general del Distrito y sus funcionarios calculan que aquí se movilizaron entre 900.000 y algo más de 1 millón de personas. Se utilizó como unidad de medida la Plaza de Bolívar, en la cual, históricamente midió fuerzas Jorge E. Gaitán, en febrero de 1948, para darle acogida a la marcha del silencio, y quedaron como testimonio pocas fotografías de aquel acontecimiento.
Hoy con el apoyo de Google Earth se ha trazado la medida de la Plaza de Bolívar, que se asemeja a un cuadrado con la siguiente dimensión: 118X110 mts, lo que es igual a 12980 metros cuadrados. A lo cual se añade el siguiente cálculo que por metro cuadrado caben 16 baldosas de 25 cms. Esto permite calcular que en él cabrían 8 personas, teniendo cada una un espacio vital de 50 cms para moverse.
Ahora, si multiplicamos 12980 por 8, el resultado es que la Plaza le da una cabida razonable a 103640 que se encontraran quietas, y con mínimos movimientos, incluida la circunstancia de sentarse. Si en lugar de 8 personas por metro cuadrado le damos cabida a 4, que tendría el doble de espacio para moverse tendríamos la mitad de ocupantes en la plaza, esto es, 51320 personas.
Por último, si pensáramos que el interés de la gente movilizada fuera llegar hasta la plaza de Bolívar como meta final, hubo un momento en la movilización, a eso de las 11.30 am, habiendo arrancado las diferentes marchas entre 9.30 y 10 am., en que el grueso de la movilización por la carrera 7 se detuvo prácticamente a la altura de la calle 27, donde aun no se han terminado las obras de arreglo de las vías.
La llegada de gente prácticamente culminó en buen número a las 2.30 pm. Luego, el cuadrado de la plaza bien pudo haberse llenado y vaciado por lo menos cinco veces, lo cual indicaría entre 515.000 personas, o 260.000 personas, según tomemos el referente de 8 o 4 personas por metro cuadrado, en movimiento o paradas al llegar a su destino.
Movilización estudiantil y universidades
La presencia universitaria en la movida del 9 de abril fue poca, pero significativa. Testigos presenciales, por ejemplo, calculan que de la ciudad universitaria salió un grupo de manifestantes que no superó las 500 personas, en su inmensa mayoría estudiantes, y una escasísima, insignificante presencia de docentes y de trabajadores y empleados.
De la Javeriana, que estaba en la ruta de la movilización, los que se unieron a la marcha no superaron las 100 personas. Hubo también la presencia simbólica de otras universidades, privadas y públicas como la Pedagógica y la Distrital. Las dos juntas no superaron las 500 personas, y otros grupos de representaciones de las universidades privadas en números diversos.
Así que los cálculos más optimistas pueden llegar a las 3.000 personas, juntándolos con los estudiantes que desfilaron con organizaciones participantes distintas a las estudiantiles, que para el caso, las más visibles fueron la FEU y la ACEU, junto con independientes, y algunos grupos de activistas.
Entre las calles 27 y 36 hubo una cierta movilidad, y un atasque, que dio lugar a que los estudiantes provenientes de las universidades con la Nacional a la cabeza, en un número no superior a las 700 personas, y otros contingentes tomaran la carrera 13, bajando por la calle 39, ante la circunstancia que la marcha estaba detenida, y así procedieron para subir luego a la carrera 10, y continuar por una vía paralela hasta llegar a la Plaza por el costado occidental, esto es el contiguo al Palacio Liévano.
Los reportes de Policía y otras fuentes concluyen que hubo manifestaciones públicas en Bogotá y 94 municipios, siendo los principales lugares de concentración fueron Bogotá y Medellín, y Barranquilla fue la gran ausente. Sumados los participantes este segundo núcleo de participantes pudo llegar a 60 mil personas. En lo internacional fue emblemática la presencia colombiana, y solidaria en la ciudad de Madrid, en los demás casos los reportes son muchos menores, pero en ningún caso superaron a los 150 asistentes.
Un comparativo aproximado
La pasada movilización nos ha permitido en retrospectiva histórica darle cierta confiabilidad a las manifestaciones inducidas o queridas de los grupos y clases subalternas al llamado de sus liderazgos políticos entre febrero de 1948 y el 9 de abril de 2013.
En el primer caso, convocados por Gaitán, en lo que era la Plaza de Bolívar de entonces, a lo sumo pudieron asistir alrededor de 50.000 personas, habitantes de Bogotá, y de los municipios cercanos de Cundinamarca y Boyacá, como consta en algunos estandartes visibles en las fotografías de la época.
Luego en las concentraciones realizadas en Bogotá, para condenar el secuestro, en el añ0 1997, por una iniciativa de la sociedad civil, donde el presidente no fue la voz cantante en el liderazgo de la movilización, no se superaron las 250.000 personas.
En la movilización que más enorgullece, y de la cual más se ufana el ex Uribe Vélez, bajo el grito del "No Más", contra las FARC, en Bogotá, cuando se movilizó personal de todas las oficinas públicas nacionales con sede en Bogotá, y significativos grupos de la clase media bogotana, incluso representaciones burguesas del norte de la ciudad.
Lo anterior no ocurrió esta vez, pero sí hubo una presencia significativa de los empleados y funcionarios de la alcaldía de Gustavo Petro. La movilización animada a viva voz contra las FARC, en aquella oportunidad, en el mejor de los casos, no logró superar en la capital las 400.000 personas participantes. Pero, en cambio, en el resto del país, y en el extranjero la participación fue superior a la que ocurrió este 9 de abril, y en ningún caso sumado todos los demás pudo superar el 1 millón de participantes.
Estas son las cifras, que a hoy y ayer definen en las calles el entusiasmo obligatorio o voluntario para respaldar o rechazar la continuación de la guerra por otros medios. Dicho lo cual, la animosidad y la acerbidad desafiante del partido de la guerra, que ha mostrado sus dirigentes a campo traviesa, con Uribe Vélez como el porta-estandarte. Él rechaza que el presidente Santos legitime al movimiento político de las Farc-ep, esto es, la Marcha Patriótica, que por segunda vez ha mostrado su presencia regional, donde los pobres y proletarios de todos los colores y culturas la acompañan, haciendo para estar en Bogotá tremendos esfuerzos y sacrificios, como los que le tocan a los muchos que habitan la Colombia de los de abajo.
Optimismo de la voluntad contra la barbarie y la exclusión
"...podemos cambiar la historia; así como la cambió para mal el asesinato de Gaitán hace 65 años, hoy la podemos cambiar para bien." Juan Manuel Santos, Discurso en la Plaza a los Caídos, 9 de abril, delante de 15.000 soldados uniformados, y la plana mayor del Ejército nacional.
"¡El país necesita paz!". Estribillo que cantó la gente al cierre de la movilización en la Plaza de Bolívar, 9 de abril de 2013.
"Queremos que este 9 de abril este holocausto inicie su fin". Gustavo Petro, discurso en. El Centro de Memoria, en los predios del Cementerio Central.
Aquí estuvieron presentes representantes de las multitudes de pobres, trabajadores, estudiantes, mujeres y miserables que animan lo que algunos llaman insurrección democrática, a pesar de todas las bestialidades padecidas en 65 años de una guerra civil larvada y devastadora.
La Otra Colombia vuelve a tener vocería y representación y cobijo en Bogotá, cuya ciudadanía ha elegido representación de izquierda a su máximo puesto de gobierno. Ahora en los espacios políticos como los de la Marcha Patriótica, luego del exterminio de la dirigencia de la UP, el Congreso de los Pueblos, y el movimiento Progresista, así como otros contingentes políticos más tradicionales y menores en cuanto a militantes y simpatizantes, se juegan en la liza por liberarnos de la guerra.
El gran ausente fue el PDA, que al día siguiente con su principal vocera, Clara López reiteró que la paz no puede ser pretexto para darle carta blanca a la aspiración de reelección que acaricia Juan Manuel Santos y sus partidarios, con el liberalismo en primera persona, y con el ex Ernesto Samper reencauchado.
Los liberales, en un cierto sentido, juegan en las dos orillas, porque en la otra está Piedad Córdoba, una liberal de izquierda, una gaitanista de hueso colorado, que ha sido el puente efectivo en el conflicto armado con las Farc-ep, y en el virulento litigio con Venezuela, a donde según parece será destinado Horacio Serpa, el coequipero de Samper, si el ganador es Nicolás Maduro, como parecen señalarlo la mayoría de las encuestas, que tendrán confirmación relativa en las grandes manifestaciones de cierre de campaña que ocurrirán este jueves en Caracas.
Disputa hegemónica y el fin de la guerra
El partido de la paz tiene sus alas políticas. Es una suerte de ángel nuevo, para parafrasear a Walter Benjamin. Al comando circunstancial de la iniciativa sigue el bloque dominante, liberal/conservador recompuesto. La bisagra es la persona del heredero de Eduardo Santos, y su Partido de la U, el establecimiento tradicional renovado, por un lado; y por el otro, en su retaguardia, esté el legatario de López Michelsen, el ex Ernesto Samper, en el nombre del liberalismo social, y que tiene dos capitanes de campo, Piedad y Horacio.
Ahora, de nuevo, vuelve y juega, Andrés Pastrana. Él ha dicho que ahora sí están todos los que están, esto es, la dirección completa de las Farc-ep, tal y como él la conoció en la anterior tentativa de paz abortada por la continuación de la guerra oligárquica. Así desmarca al Conservatismo filo-ospinista de la "mala compañía" del (puro) centro democrática con su campeón Álvaro Uribe Vélez.
En el campo de la izquierda que hace política electoral, y dio un no a las armas desde 1991, las fuerzas están divididas, y con diferencias a flor de piel. No se resuelven los conflictos entre el PDA, el disidente movimiento Progresista, que ahora tiene la voz cantante desde Bogotá, y un emisario rotante, Antonio Navarro, con una iniciativa presidencial que todavía no cuaja.
Estas son vocerías de las clases y grupos subalternos de Colombia, porque la otra, la tienen las guerrilas históricas, con raíces en el campo, y en las periferias de las principales ciudades, que también mantienen sus diferencias, pero están de acuerdo de ensayar de nuevo la fórmula de paz, y a las que el bloque dominante quiere tratar por aparte.
Está, por último, el abigarrado contingente de la sociedad civil de arriba y de abajo, la real portadora de la nueva democracia posible. Este campo de batalla civil, arriba, muestra el asentimiento del poderoso núcleo empresarial de Antioquia, que le dio visto bueno al presidente Santos ayer, con el liderazgo de Nicanor Zabaleta, y los representantes corporativos que hacen presencia en la mesa de negociaciones. Por fuera, y en disidencia está el grupo agro-industrial y ganadero, con asiento en Valle-Cauca, y en la Costa de Colombia.
Mediando entre ambos está el capital financiero transnacional, donde hacen cálculos el grupo Aval y el Santodomingo, y no solo ellos, dispuestos como siempre a caer de pie, encendiendo velas a diestra y siniestra. Claro de cara, ambos a enfrentar al partido de la paz, si toca la sacrosanta propiedad privada; y que aún no se revela y descubre en su entera fortaleza, como el que anima la revolución democrática de los pobres y trabajadores.
Dicha multitud está, sigue interesada en ponerle fin a la guerra social, lo cual supone construir un orden social y político diferente, atendiendo al diseño botezado en la caída constitución de 1991, en la que está escrita en piedra que el estado promoverá que la igualdad sea real y efectiva, una proposición que despierta pesadillas en los que dominan los hilos del poder constituido.
La lucha por la hegemonía pasa por la necesidad de una Constituyente Social. Esta es la vértebra que suelda un nuevo bloque histórico posible, en construcción-contrahegemónica, donde los grupos y clases subalternas tienen la voz cantante. Por lo pronto, estos ofician como el coro de la paz, pero están advertidos de la tragedia inmediatamente anterior, que ha segado la vida de millones.
Peor aún, el mismo día 9 de abril cobró una nueva víctima, en uno de los nidos del conflicto, Valencia, en el Departamento de Córdoba. Allí fue asesinado, Éver Antonio Cordero Oviedo, Él era presidente de la mesa municipal de desplazados, y fue acribillado por dos sicarios que dispararon desde una moto.
Así las cosas, conviene seguir por ahora los dictados de Antonio Gramsci, optimismo de la voluntad, pesimismo de la inteligencia de cara a la situación de esta transición en tiempos de cólera y degeneración democrática.
Los invito a visitar y participar el blog: PLATAFORMAABIERTAPARALAPAZ, un proyecto de la Revista CONTRAVÍA.
Miguel Ángel Herrera Zgaib
Profesor asociado, Ciencia Política, Unal – Director Grupo presidencialismo y participación
Fuente: Semanario Virtual Caja de Herramientas Nº 346
Semana del 12 al 18 de abril de 2013
Corporación Viva la Ciudadanía
https://www.alainet.org/es/articulo/75344?language=en
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